Capítulo 6:
"Ocúltame la verdad"
(Kanes: poner play http://www.youtube.com/watch?v=y0s7ycdUcHk)
John
Si eso no funcionaba, no sé qué funcionaría. Estaba acudiendo a mis últimos recurdos para retenerlo. Sherlock había estado por horas así, haciéndome creer casi a la perfección que se quedaría, y haciéndome dudar luego como si fuese una especie de juego. Nunca había necesitado tanto alguien y sentía que estaban jugando conmigo.
Y había explotado. No lloraba desde hace años. Por un momento me ahogué un poco, a causa de la falta de costumbre, y las lágrimas fueron como ácido en mis párpados y mejillas. Y Sherlock fue incapaz de reaccionar. Se quedó paralizado, aunque su mano que aún cogía la mía se apretó cortándome la circulación.
Iba a dejarme solo de nuevo.
-OK -dije, rendido.
Tragué, tratando de cortar la corriente de humillación, y tras apartar la vista de Sherlock, me solté de su agarre y procedí a abrir la puerta de la casa. Mientras buscaba la llave, sentí la emoción agolparse, negativa contra mis párpados, amenazando con volver a desatarse. Sentía tanta vergüenza.
-John... -me dijo.
Abrí la puerta, no pudiendo extender más el momento, y crucé el umbral dejando la puerta abierta tras de mí. No sé cuanto tiempo me quedé allí parado, esperando a que diera alguna señal, otra más, de que seguía allí, pero el silencio se volvió demasiado profundo e impenetrable. Y lo supe.
Sherlock
Esperé junto a la vereda dos horas. Apenas las vi pasar, mientras me entumía con las manos enterradas en mis bolsillos. Estaba nervioso y asustado, y pasé muchos minutos imaginando que él aparecía de la nada con una pistola apuntando a mi frente. Sí, Moriarty podía ser perfectamente de esos, o cualquier que él enviara a mancharse las manos. Pero él me quería vivo, esta vez entraba en la condición. Lo que me aproblemaba era qué cosas me exigiría hacer a cambio de no dañar a nadie.
Mycroft siempre tuvo razón. Nunca hay que atarse. No obstante, la idea de no querer a John me era insoportable. ¿Qué sentiría en su lugar? ¿Nada? Nunca había necesitado una motivación para resolver crimenes, pero ahora John era el motor. ¿Qué habría sido de mí si él nunca hubiera entrado a mi vida? Probablemente seguiría en lo mismo, ni feliz ni infeliz, pero en un departamento vacío, sin nadie que me acompañase a la hora del desayuno, sin nadie que estuviera insistiéndome que comiese a las horas y cada día, sin nadie que corrigiera mi poco sentido común para con los otros con una expresión de comprensión en el rostro. Sí, habría seguido miserable, sólo que nunca supe en ese entonces que era miserable. Era de hecho feliz, y aún así...
Reí amargamente a la noche. Recordé a John diciendo que dormiremos juntos. Me era tan urgente ahora mismo. Pensando en ello un suspiro se escapó de mis labios, mientras la noche se veía negra y las calles vacías. La garganta se me anudó, y carraspeé incómodo por la sensación.
Dios, tenía tantos deseos de volver. Los deseos me torturaban. Y entonces pensaba en ese “Te amo” inconcluso de parte suya y yo sólo... ¿En verdad era eso lo que iba a decir? ¿John me...? Parecía tan increíble. Que alguien me... quisiera así. Si tan sólo le hubiera respondido directamente. Se lo habría dicho cortando del todo la cercanía física, con su frente cálida contra la mía.
Dios, esas sensaciones. Nunca más las experimentaría excepto cuando rememorara cada minuto compartido con él ese anochecer. Y no era suficiente. Era irracional, estúpido, cursi y repetido, pero... necesitaba tocarle.
A continuación todo se fue a negro de repente. Alguien me golpeó en la nuca de repente, y no supe nada por las diez siguientes horas.
John
-Arriba.
Levanté a Hamish de la cuna, y cambié sus pañales. Tenía los ojos hinchados de sueño luego de una noche en vela, y las cortinas de la sala delantera, que daba vista a la calle, aún estaban abiertas. Era un día gris y un tanto apagado, pero estoy seguro de que me habría parecido brillante y glamoroso si hubiera despertado junto a Sherlock.
Sherlock...
Había tenido un sueño. Uno en que despertaba así mismo, volteado hacia el lado izquierdo. Había una ventana en el cuarto, blanca, muy blanca, pero no enceguecedora, y Sherlock dormía en su abrigo junto a mí. Despertamos al mismo tiempo. Fue un instante maravilloso, un instante que fue instante, y que por tanto se esfumó literalmente en un parpadeo. Lo siguiente que veía era a Mary disparándole a Sherlock en la sala donde le había encontrado. No recordaba haber asustado así desde que vi a Sherlock saltar del techo del hospital, para luego sentir la nuña palpitación de su corazón en su muñeca, que le cogí la mano tratando de encontrar un sólo hálito de vida. Mi mundo se fue abajo y recuerdo haber estado en shock por horas, tanto que recordándolo ahora, me preguntaba cómo no había estado enojado con él por mucho más tiempo.
Porque nunca podría odiarle. El alivio de ver que no estaba muerto, el alivio de saber que podría verle cuando quisiese de nuevo, oír su voz relajante cada vez que hacía sus deducciones, o verle simplemente sentado con las manos juntas delante de su boca, pensando... todo eso le ganó a mi furia.
-Allí estás... -le dije a Hamish, sonriéndole enternecido a sus pequeños y rasgados ojos. Tenía ojos pequeños y cejas un tanto pobladas para un bebé.
Boté su popo en la basura del baño y me devolví para cargarlo en brazos un rato.
Miré hacia el ventanal, con la silueta imaginaria de Sherlock en mi cabeza. Su bufanda estaba alrededor de su cuello, pero estaba casi todo igual desde la última vez que lo viera. Me miraba con seriedad y me ofrecía sutilmente su mano, como si me invitara a resolver un caso. No obstante, nunca tuvo que hacer absolutamente nada para que yo le siguiera, y aún, mucho más, puesto que ofrecer su mano era un gesto tan sutil que no podía con ningún otro gesto compararse.
Y la soledad me aplastó una vez más, como cada mañana. Claro, tarde o temprano la sentiría aniquilándome las venas, pero lo cierto es que después de un mes de su ausencia, creí que en algo mejoraría.
Dejé a Hamish en la sala cuna, y fui al hospital, donde mis nuevos e inesperados amigos me acompañaban.
Había pasado el año nuevo en la fiesta de unos colegas del trabajo, quienes ahora me seguían como si tuviera dulces para ellos en mi bolsillo. No era desagradable, pero últimamente sólo necesitaba de la soledad. Cualquier otra cosa que no se le pareciera me incomodaba.
-¿Un partido de bolos? Yo y Mike queremos aprender -me dijo un colega.
Mike. Recordé a Janine y su seudónimo para el maldito de Mycroft. Había rechazado sus invitaciones a pasar noches de viernes con ella y sus amigos muchas veces. Janine sentía, aparentemente, una especie de compromiso conmigo, lo cual era absolutamente bizarro dado el hecho de mis celos hacia ella. Después de todo había estado con él.
Sherlock
Aún no estaba con nadie en la cama, pero me encontraba en un asentamiento terrorista sin suficiente agua, sin suficiente comida y sin... John. Era como si estuviera viviendo las experiencias al revés.
Me estaba muriendo de aburrimiento. Y estaba cansadísimo. Las revisiones periódicas a mi cerebro me estaban matando. Lo único que tenía era hacer ejercicio, moverse de ese horrible sedentarismo físico y mental. Pero los hombres de Moriarty chequeaban inclusive mi dieta. No querían que comiera demasiadas carnes blancas. Querían mantenerme debilitado, y Moriarty no podía estar más feliz.
Nunca lo creí tan sociable. Tenía una organización bastante grande.
-¡No, Sherlock! ¡Pon tu mente en blanco! ¡Necesito saber qué es lo que te está volviendo un retrasado!
Estaba en resonancia magnética. Estábamos en zona desértica, con poca agua, poca comida dulce, y Mortiarty tenía acceso a un edificio hospitalaria abandonado en las afueras de la ciudad. Había pertenecido a los norteamericanos, cuando quisieron apartarse de los iraníes mientras les invadían. Sentía nauseas de estar allí, y no, no podía poner mi mente en blanco.
Pensaba en muchas cosas a la vez, como una pelea contra la calma que Moriarty me estaba imponiendo. Pero sólo pensaba en cosas negativas... Magnussen chasqueando el rostro de John... John preguntándome “¿Sherlock?”, pidiendo una solución para que ese maníaco parara. Y sí, se había metido con el peor blanco posible. Sabía perfectamente cual era mi punto débil...
“Sólo quiero que sea todo perfecto. Contigo, conmigo...
-No tienes la memoria de Charles Augustus Magnussen, Sherlock, pero creo que podemos desarrollar el dispositivo.
Di un suspiro. ¿Por qué me interrumpía? Por fin había surgido un bune recuerdo involuntariamente.
-¿Qué dispositivo? -pregunté, mientras sentía la maquina en la cabeza. Me estaban cortando el cabello. Vi los rizos negros caer al suelo y sobre mis brazos. Se sentían como cuchillas sobre mis muslos desnudos.
-El dispositivo, ya sabes. Tú te enfrentaste a él. Le viste. Tenía hombres allí.
-¿Tú tenías hombres infiltrados en Appledore?
-Claro. Oh, Sherlock -dijo Mortiarty, inclinándose hacia mí, delante de la silla donde yo estaba sentado- , no porque no uses infiltrados, yo no lo hago.
Me resistía a mencionar la cadena de vagabundos. Les pagaba con el dinero que Mycroft me daba.
-¿Cuál es el pensamiento que aparecerá más a menudo en tu cabeza, Sherlock? -preguntó el maniaco. Arrastró una silla y se sentó frente a mí.
-¿Quieres saber cómo funciona mi cabeza? Creí que eras más brillante que yo.
Moriarty rió.
-Tengo la sospecha, pero siento que es porque estás priorizando otras cosas. Batiste el record de casos sin resolver el año anterior, Sherlock. Con la boda y todo eso. Pero ya averiguaremos si te has atrofiado. Creo que desde que me fui dejaste de tener estímulos fuertes. Ya saben, casos de verdad, de esos por los que arriesgarías el pellejo. De lo que sí estoy seguro es de que comprobaré cuan diferente funcionan nuestros cerebros. Tú haces deducciones involuntarias, Sherlock. Eso es inteligencia, Sherlock. La usas por instinto. No la usas porque la llames. Está siempre allí. Aunque para asuntos emocionales no eres nada bueno.
-No es tan cierto. Puedo adivinar fácilmente las emociones. La gente es altamente predescible.
-No las tuyas. Será “John Watson”, ¿no? Vaya, hice bien en amenazarte con dañarlo en la ocasión anterior.
-¿De qué hablas?
Moriarty puso los ojos en blanco y se levantó de la silla.
-¡¿Es que no me estás siguiente?! Acabo de decirlo hace unos segundos. Dios, eres como un bebé, Sherlock. ¡El pensamiento que más a menudo aparecerá en tu cabeza será “John Watson”!
-¡Hamish! -mascullé despertando del sueño.
Por supuesto que no sería John. John siempre depositaba su felicidad en la felicidad de otros. Nunca era personal, por lo que mi punto débil siempre residiría en algo que iba más allá de John, en aquello de lo cual pende su felicidd. Si tan sólo hubiera estado el tiempo suficiente junto a él para hacerlo personal.
Me sobé la cara. Por primera vez había tenido la imagen de una ocasión sexual con él en mi cabeza, y era perturbadora. Me provocaba tantas cosas.
Al final había sido mi imaginación la que había avanzado por mí. El calido y calmo lugar donde John y yo habíamos estado esa noche, compartiendo miradas y adn, empezaba a desmenuzarse en escenas que se dirigían hacia otro lugar traicionándome hasta en mis sueños. ¿Así funcionaba la mente de todos los hombres? Ahora me explicaba la urgencia de todos por tener sexo en la primera cita versus el romanticismo de las mujeres. Bueno, no todos ellos ni todas ellas. “Hemos tenido un montón de sexo” había dicho Molly. Espero esté feliz compartiendo su cama con otro chico, uno mejor que el anterior. Se lo merecía.
Estaba en la letrina, de cara al pasillo sin puerta de acceso de aquellas ruinas. Cada mañana sentía que me achicharraba, y cada noche era como volver al frío. Pero las noches eran las mejores. Era entonces que mi imaginación volaba.
-No es un dispositivo -le corregí a Moriarty- . Sólo es buena memoria.
-Quien hace las deducciones aquí es el señor Moriarty -dijo el hombre junto a este.
Estaba con un turbante, y se sentía extraño. Mi pelo estaba demasiado corto y aún así sudaba a mares. Las ruinas habían quedado atrás hace unas horas, y ahora nos encontrábamos junto a una roca en medio del desierto. Podía ver la ciudad más allá, casi como un espejismo, borrosa y danzante. Estaba realmente lejos, y aunque tuviera la oportunidad de escapar de esos hombres, probablemente no la alcanzaría.
Hacia la derecha, aproximándose en un horizonte borroso, siete hombres en camellos avanzaban hacia el Este, probablemente desde Israel pasando por el sur del Mar Muerto. Llevaban turbantes y lucían encorvados sobre sus sillas, probablemente por el sol. Aparte de ellos y nosotros, no había más señal de ser humanos por allí.
-No. Déjalo. Es una buena teoría -dijo Moriarty, defendiéndome como un secuestrador que quiere congraciarse con su secuestrado- . Hay que considerar todas las posibilidades. Aunque Mary era la de las mejores ideas, según el señor Magnussen. Dime, Sherlock, ¿era buena desencriptadora?
-Si preguntas eso en específico, lo sabrás mejor que yo. Pasaste dos meses con ella.
-Sí, pero no hablaba demasiado. Fingió muchas cosas. Fingió imbecilidad, de hecho, y nunca llegaba a ella tan fácilmente. Así era Mary Morstan. Sí, Morstan. Ni siquiera tu John pudo llegar a su eje cerebral. Allí estaba toda la información, Sherlock, tanta información perdida... A menos -dijo, alzando el dedo, con una mirada de loco en sus ojos- a menos que la memoria de C.A.M fuera un dispositivo. Déjame creer que lo es, Sherlock. ¿Me harías ese favor?
-Nunca te haría favor alguno.
Él rió.
-Disparen -ordenó.
Yo estaba de manos atadas. Literalmente. Jim se paseó por delante mío, sin quitarme la mirada de encima. Sus hombres, cuyas caras no podía ver, apuntaron.
Los siete hombres en camellos cayeron más allá. Miré a Moriarty sin entender.
-Han caído los dueños de España. Hemos hecho un bien común, ¿no?
Me miró desafiante.
-No me trajiste a este punto por pura suerte. Quieres acusarme de asesinato.
-Siete asesinatos de hecho. Dejaremos el fusil aquí y todo -dijo Moriarty, señalando el fusil de uno de sus hombres. Todos los usados eran exactamente iguales.
Estos hombres comenzaron a empacar. Debían irse pronto. Uno de ellos pasó por delante mío. Su rostro estaba cubierto hasta sus ojos, y me hizo bajar la cabeza al suelo de un manotazo. No querían ser vistos. Miré mis amarras,
-¿Estás seguro de que era sólo buena memoria? -preguntó Jim.
-Muy seguro.
Pareció pensarlo. Los francotiradores se alejaron, allí bajo el sol quemante.
-No confío en ti. No has pensado claramente en todo este tiempo, Sherlock. Estimar a alguien no es una ventaja, ¿no lo ves? Imagínalo: si matase a John sólo quedaría Irene Adler. Pero ella no te importa de esa manera.
-Era una persona interesante.
Jim Moriarty se encogió de hombros, flexible como un niñato.
-Y John Watson... Irene Adler -dijo, extendiendo sus palmas delante, midiendo.
Por supuesto que para él ganaba Irene, y en el rincón lógico de mi cabeza, cada vez más perezoso, Irene también lo era. Interesante.
-¿Vas a siquiera resolver casos después de esto? ¿O estás tan enamorado que dependes de la absurda e incipiente ayuda de John Hamish Watson para funcionar? Estamos hablando del dispositvo maestro de Charles Augustus Magnussen y tú estás pensando en... aquel hombre común.
-No. Estoy pensando en ti y en la bufanda que me debes -susurré.
Jim sonrió lentamente. Sus ojos negros y fríos parecieron refulgir de rabia.
-Estás atado de manos y aún así estás tan confiado. Crees que te valoro lo suficiente para no matarte. Es verdad que te veo como mi alma gemela, Sherlock, pero...
-No soy tu...
-Calla -Jim me tapó la boca- … pero nunca podría verte de esa manera. No eres siquiera atractivo.
-¿Y a quien le escanearías el cerebro si muero? ¿A uno de tus colegas? ¿A ti mismo? No -susurré con placer- . Ninguno de ustedes es lo bastante rápido para desafiar a esa maquina. Mi cerebro nunca se quedó en blanco, Jim. Estabas revisando otra cosa, ¿no es así?
-Por supuesto, y tienes un espacio en blanco en tu cerebro, Sherlock. En tus recuerdos. Un espacio muy pequeño llamado... William.
Le miré con atención. No pude asegurar si mentía. Tal vez sólo era una treta. Y aún así...
John
Miré el número del celular de Sherlock en mis contactos. Había un apellido “Holmes” registrado en las últimas llamadas, pero por más que revisaba, Mycroft seguía siendo quien llamaba todos los días. ¿Qué bicho le había picado?
-Me queda una hora. ¿Cuál era la prisa por salir... a cenar? Es extraño -dije.
-¿Por qué? Cenabas todos los días con Sherlock, ¿no es así? Y nunca se sintió extraño.
-Es diferente. Me agradaba su compañía.
-Hm -balbuceó el hermano de Sherlock.
-¿De qué hablaban mayormente?
-De los casos. A veces yo estaba trabajando y no podía acompañarlo, así que... me ponía al tanto.
-Y él lo resolvía durante la cena.
Miré hacia arriba. Estábamos en un restaurante muy caro. Las lámparas parecían joyas. Naturalmente nunca había venido allí.
Supongo que sí. Sherlock resolvió muchos casos durante la cena.
-Usted es una persona altamente ordinaria, señor Watson... -dijo Mycroft.
-¿Gracias?
-Pero extraordinaria para la mente de mi hermano. ¿Cuáles eran las palabras clave para estimular el intelecto de mi hermano? Siempre me provocó curiosidad.
-Ahm... No creo que fuera un estimulante, simplemente... le hacía las preguntas correctas.
-Agudeza. Eso es agudeza. Eso es lo que Sherlock está extrañando.
Le miré con los ojos como platos.
-¿”Está”? Ahm... ¿Te has contactado con él? ¿Está bien?
-Lo está -Le miré con ansiedad- , pero me temo que no puede entrar a Inglaterra. En el extranjero fue acusado de asesinato múltiple. Me contó su versión: al parecer, luego de forzarlo a resolver el misterio de C.A.M., Moriarty lo dejó solo en medio del desierto. Ya no le era util. Una vez más, mi hermano demostró su inconveniente ansia por parecer brillante delante de otros. Pero me temo que no ha dado con la respuesta correcta. Está acusado de asesinato, y al no poder entrar al país, está por completo desprotegido. Moriarty tarde o temprano se dará cuenta de que Sherlock se ha equivocado, y le matará en consecuencia.
Negué levemente con la cabeza. ¿Acusado de asesinato múltiple? ¿Moriarty le había dejado en medio del desierto? ¿Sherlock se había equivocado en sus deducciones?
-Dios mío... -dije en un suspiro, sintiendo mi corazón violentamente acelerarse.
-Necesito que Sherlock lo resuelva. Ya.
-¿Que resuelva el caso?
-Por supuesto.
-Pero estaría ayudando a un asesino.
-Parcialmente. Pero estaría salvándose a sí mismo. No te preocupes, John. Soy la puerta hacia la monarquía, pero soy una tumba.
-¿Esperas que me crea eso? -mascullé.
Dejé la servilleta de tela violentamente sobre la mesa, y miré hacia otro lado. Un hombre en otra mesa estaba leyendo un periódico de crónicas. La de ese día trataba sobre un resumen de las teorías y conspiraciones tras la nueva desaparición de Sherlock Holmes, y su relación con la reaparición de Moriarty meses atrás.
Estaba por todos lados ahora. Su cara. Mi cara no aparecía afortunadamente, pero Sherlock estaba en cada rincón, como un depredador, llenando mi cabeza ya de por sí perturbada tras su desaparición.
Ni siquiera había escuchado sus pasos al irse esa noche. Simplemente había desaparecido del pórtico, con el sigilo de un tigre. Por momentos pensé que había tenido una cita con un fantasma, pero las mariposas en mi estómago por las noches no podían tener origen en un invento, un idílico y maravilloso invento de mi imaginación. No. Había sido demasiado perfecto para ser una mentira. Demasiado parecido a Sherlock, no las burdas imitaciones que a veces mis sueños inventaban. Este había sido Sherlock, incluso cuando bailamos casi imperceptiblemente junto a la parada de buses. Él, en cada fibra...
-Por favor, John.
-No confío en ti, Mycroft. De hecho, no confío en ninguno de los hermanos Holmes. Son unos profesionales de la mentira y mi vida estaría mucho mejor si ninguno de los dos hubiera aparecido.
Mycroft alzó el mentón con una sonrisa socarrona.
-¿En verdad lo estaría? Quizá estaría a salvo, Doctor Watson, pero en ninguna medida sería feliz. Imagine una vida sin Sherlock y dígame cual es la paleta de colores con que su mente la pintaría. ¿Van Gogh en sus inicios o en su madurez?
Sería una paleta tremendamente fría. No oscura, sino fría, de azules pálidos, tirados a los grises, no el azul de las monarquías. Un azul desteñido y frío, como el Londres de noviembre. Insoportable al salir del calor del metro. Y a pesar de que había vivido allí por tanto tiempo, recién había sido con la aparición de Sherlock cuando había comenzado a ver los colores de la ciudad, como si Sherlock hubiese traído una paleta completamente diferente a mi vida. Oscura en algunas ocasiones, pero siempre colorida.
-Dígame la verdad, Doctor Watson, ¿Qué tanto necesita a mi hermano? Hay muchos hombres brillantes caminando por Londres, muchos de ellos anónimos, muchos demasiado tímidos, humildes o condescendientes con todos para ser todo lo inteligentes que pueden ser. Porque debemos decirlo: si a Sherlock le importase “el que dirán”, nunca habría comenzado a trabajar con Scotland Yard. Habría permanecido en el anonimito, consumido eternamente por sus fracasos sociales en la Universidad. ¿Le contó alguna vez de sus experiencias en la Universidad, Doctor Watson? Fueron las que construyeron su desconfianza por la gente.
-Nunca me contó nada sobre la Universidad. Lo único que llegué a conocer de su vida antes de ser detective consultor fue Sebastian Wilkes.
-Pero Sherlock sí que resolvió casos en la Universidad. No con Scotland Yard, pero ganó su fama desde allí. ¿Le importaría decirme si el nombre “Victor Trevor” le hace eco?
Fruncí el ceño. ¿Victor Trevor?
-No. ¿Por qué tendría que recordarlo?
-Fue un buen amigo de Sherlock. Mi hermano resolvió la verdad oculta tras la muerte de su padre. La amistad se quebró a partir de entonces.
-No veo la lógica en ello.
-No sé los detalles, pero Sebastian Wilkes me dijo a grandes rasgos que había sido por problemas de envidia -Me ahorré protestar ante el contacto mantenido entre Mycroft y ese imbecil- . Sherlock siempre ha podido ver a a través de la gente, y muchos no lo soportan. Usted es extrañamente paciente en ello, Doctor Watson. Por eso valoro tanto su cercanía para con mi hermano. Confío en que siempre tendrá su apoyo y que de hecho me ayude en lo siguiente que le pediré. Por otro lado, espero que cualquier sentimiento superior al de la amistad que sienta hacia Sherlock quede en ello, un afecto no consumado. ¿Está de acuerdo conmigo? Una relación menos platónica puede arruinar amistades de años.
Aquello me dejó paralizado. ¿Mycroft sabría lo que había pasado esa noche? Con él podía ocurrir cualquier cosa. Mycroft tenía ojos en toda Inglaterra.
-¿Por qué estás diciendo esto? -le pregunté, cauteloso.
-Yo también deduzco, Doctor Watson. Yo enseñé a Sherlock las bases de lo que su trabajo es actualmente, de lo cual me arrepiento, ciertamente. Su pequeño talento le ha valido muchas acusaciones. Entre ellas un asesinato, como ya sabemos. Sólo que esta vez es cierto y a raíz de él ha quedado expulsado de Scotland Yard formalmente.
-Creí que Sherlock estaba ayudando a Greg...
-Lo ayuda por debajo. Ya no participa directamente con la policía en campo. El Inspector Lestrade se limita a pasarle las pruebas reunidas, tales como fotos y apuntes, los cuales no siempre son las pruebas que Sherlock necesita. La gente no sabe observar, Doctor Watson.
Escuchar aquello sobre Scotland Yard me entristeció. Sherlock me había dado a entender por meses que acompañaba a Greg en sus casos. ¿Dónde había estado todo ese tiempo fuera, si lo único a lo que había tenido acceso había sido a fotografías y notas? ¿Acaso se sentía avergonzado por haber sido delegado a una participación tan indirecta, luego de años entrando él mismo a las escenas del crimen como civil, muchas veces sin protección? No quería ni imaginar las burlas de la Agente Donovan sobre esto. Ya la encararía un día...
-En cuanto a los sentimientos de mi hermano hacia usted... prefiero dejarlos en el limbo. Dudo que siquiera Sherlock los entienda.
Tragué. Mycroft parecía ir en serio en ello. Me pregunté qué tan lejos iría por impedir que algo sucediera entre nosotros dos. Por otro lado, Mycroft parecía tener una idea equivocada de cómo funcionaban Sherlock y sus sentimientos. Sherlock no era ignorante acerca de cómo se sentía, simplemente hacía ojos ciegos ante la gente y sus afecciones. Como él decía, prefería evitar las cursilerías, y estaba sumamente en sintonía con su sentir, pero Sherlock sí que entendía lo que sentía por otros. Tan sólo no lo demostraba todo el tiempo, excepto en el hecho de que nunca les fallaba.
Le había visto preocupado por cada detalle del matrimonio, y a pesar de que me había dicho que por entonces ya sospechaba sobre lo que sentía... por mí -dios, él sólo pensar en ello me hacía sentir arrogante. Cómo podía gustarle a Sherlock...- había puesto todo su esfuerzo porque todo saliese bien.
-Si, no creo que Sherlock tenga idea -dije, mirando a Mycroft desafiante- . Dudo que tenga idea de cómo lo malentiende su hermano mayor. Sinceramente, Mycroft, si no hubieras demostrado un par de veces que realmente te importa Sherlock, dudaría totalmente de tu afecto por él. No pareces conocerlo nada en lo absoluto.
-Sólo estoy cuidando que no salga herido otra vez. La mente de Sherlock es más brillante que la de nosotros en todos los sentidos. Su mente se ha encargado incluso de borrar eventos que no le agradan. Si un día resulta que ustedes no pueden seguir siendo amigos porque han ido más allá y han tenido una pelea de... enamorados -dijo esto con tal desdén que me provocó un espasmo facial- , la vida de Sherlock resultará en un decaimiento, y muy probablemente sus capacidades deductivas comiencen a caer como kamikazes. O en un escenario contrario, tal vez se concentre tanto en su trabajo que vuelva a... las drogas. El trabajo le supone mucho esfuerzo por concentrarse, y Sherlock no siempre logró concentrarse antes de que su maravillosa presencia, Doctor Watson, apareciera en el escenario. Recurrió a las drogas muchas veces en orden de acabar con sus ansiedades y su falta de... enfoque.
-No veo que yo haya intervenido mucho en que se concentrara.
-Usted sirvió como distracción para Sherlock. Además de ser un estimulante para la resolución de casos, usted ha servido como una maravillosa distracción para alguien que antes de compartir piso, solía concentrarse en los casos las veinticuatro horas del día. Eso lo volvió loco muchas veces, hundiéndolo en sus adicciones. Ahora bien, ya que le he advertido, quiero que tenga esto presente cuando vaya a verlo a Jordania.
-¿Jordania? ¿Sherlock está en Jordania? -dije, incrédulo.
Eso me tomó por sorpresa. Imaginé un destino más cercano.
-No... no puedo dejar Londres e ir a Jordania. Hamish...
-Ya tengo todo bajo control sobre Hamish.
-No pretenderás que lo saque del país, tiene siete meses. No puedo hacerlo -dije con el dolor de mi alma.
Mycroft me miró elocuentemente. ¿Por qué no decía su solución y ya?
-La agente Donovan puede hacerse cargo.
-¿Qué? No soy amigo de...
-No importa. Anderson la ayudará. Él tiene más experiencia con niños. Muchos hermanos menores -explicó- . Harry Watson también debiera estar disponible, según me dijo, así que no puedes quejarte de que no tendrás ayuda.
-¿Cuál fue la excusa que le diste?
-A Harry no debí extorsionarla. A los demás... siempre ayuda tener el favor del gobierno británico. Les di ciertos beneficios. Temporales, por supuesto.
Dí un suspiro, indignado.
-Ve con Sherlock, resuelvan el caso, prueben que es inocente e Inglaterra volverá a recibirlo con los brazos abiertos como solía hacer. Es la única manera, y sólo tú puedes permitir que esto tenga éxito.
-Sherlock podría resolverlo solo.
-¿En verdad lo crees? Además, y más importante, ¿lo dejarás solo en esto? Crei que la lealtad era importante para usted,Capitán Watson. Si va, estoy seguro de que Sherlock se lo agradecerá.
-¿Y tú? ¿Cómo me lo agradecerás? ¿Me quitarás los impuestos como supongo hiciste con la Agente Donovan?
Mycroft miró sus manos, nervioso.
-No. No haré nada. No creí que aceptara nada de mí, Doctor Watson, por lo que no preparé nada para usted. Sé cuando alguien aún tiene resentimientos, y usted todavía los tiene por mí.
-Por supuesto. Y no estás haciendo esfuerzos por borrarlos. ¿Qué haces aquí mandando a alguien más a por Sherlock? ¿No irías tú perfectamente?
-No es conveniente. El gobierno vería la inocencia probada de mi hermano como un arreglo personal. No sería confiable. Por otra parte, usted y Sherlock son héroes populares. Si vuelven a la acción dando informes a través de su blog, lograrán que la gente se levante a su favor. Aún les quedan fans, Doctor Watson.
Di un bufido. Me sobé la cara, complicado. No podía dejar a Hamish con extraños. Bueno, Harry no era una extraña, pero no era la persona más idónea para cuidar bebés. Anderson parecía el único confiable por lo que me había explicado Mycroft, pero... de nuevo... era Anderson.
Y Sherlock. Pensé en Sherlock, encarcelado en el resto del mundo. Inglaterra le significaba la libertad. Londres. Sherlock era un hombre de costumbres, de rutinas. Necesitaba constancia... en la acción. Quedar en blanco, no pensar no era una posibilidad sana para él. Sherlock necesitaba la constancia de la deducción, y solo, en algún rincón de Jordania, no debía estar alardeando de salud mental.
-Otro detalle: el Inspector Lestrade irá con usted. No quiero quejas.
Si eso no funcionaba, no sé qué funcionaría. Estaba acudiendo a mis últimos recurdos para retenerlo. Sherlock había estado por horas así, haciéndome creer casi a la perfección que se quedaría, y haciéndome dudar luego como si fuese una especie de juego. Nunca había necesitado tanto alguien y sentía que estaban jugando conmigo.
Y había explotado. No lloraba desde hace años. Por un momento me ahogué un poco, a causa de la falta de costumbre, y las lágrimas fueron como ácido en mis párpados y mejillas. Y Sherlock fue incapaz de reaccionar. Se quedó paralizado, aunque su mano que aún cogía la mía se apretó cortándome la circulación.
Iba a dejarme solo de nuevo.
-OK -dije, rendido.
Tragué, tratando de cortar la corriente de humillación, y tras apartar la vista de Sherlock, me solté de su agarre y procedí a abrir la puerta de la casa. Mientras buscaba la llave, sentí la emoción agolparse, negativa contra mis párpados, amenazando con volver a desatarse. Sentía tanta vergüenza.
-John... -me dijo.
Abrí la puerta, no pudiendo extender más el momento, y crucé el umbral dejando la puerta abierta tras de mí. No sé cuanto tiempo me quedé allí parado, esperando a que diera alguna señal, otra más, de que seguía allí, pero el silencio se volvió demasiado profundo e impenetrable. Y lo supe.
Sherlock
Esperé junto a la vereda dos horas. Apenas las vi pasar, mientras me entumía con las manos enterradas en mis bolsillos. Estaba nervioso y asustado, y pasé muchos minutos imaginando que él aparecía de la nada con una pistola apuntando a mi frente. Sí, Moriarty podía ser perfectamente de esos, o cualquier que él enviara a mancharse las manos. Pero él me quería vivo, esta vez entraba en la condición. Lo que me aproblemaba era qué cosas me exigiría hacer a cambio de no dañar a nadie.
Mycroft siempre tuvo razón. Nunca hay que atarse. No obstante, la idea de no querer a John me era insoportable. ¿Qué sentiría en su lugar? ¿Nada? Nunca había necesitado una motivación para resolver crimenes, pero ahora John era el motor. ¿Qué habría sido de mí si él nunca hubiera entrado a mi vida? Probablemente seguiría en lo mismo, ni feliz ni infeliz, pero en un departamento vacío, sin nadie que me acompañase a la hora del desayuno, sin nadie que estuviera insistiéndome que comiese a las horas y cada día, sin nadie que corrigiera mi poco sentido común para con los otros con una expresión de comprensión en el rostro. Sí, habría seguido miserable, sólo que nunca supe en ese entonces que era miserable. Era de hecho feliz, y aún así...
Reí amargamente a la noche. Recordé a John diciendo que dormiremos juntos. Me era tan urgente ahora mismo. Pensando en ello un suspiro se escapó de mis labios, mientras la noche se veía negra y las calles vacías. La garganta se me anudó, y carraspeé incómodo por la sensación.
Dios, tenía tantos deseos de volver. Los deseos me torturaban. Y entonces pensaba en ese “Te amo” inconcluso de parte suya y yo sólo... ¿En verdad era eso lo que iba a decir? ¿John me...? Parecía tan increíble. Que alguien me... quisiera así. Si tan sólo le hubiera respondido directamente. Se lo habría dicho cortando del todo la cercanía física, con su frente cálida contra la mía.
Dios, esas sensaciones. Nunca más las experimentaría excepto cuando rememorara cada minuto compartido con él ese anochecer. Y no era suficiente. Era irracional, estúpido, cursi y repetido, pero... necesitaba tocarle.
A continuación todo se fue a negro de repente. Alguien me golpeó en la nuca de repente, y no supe nada por las diez siguientes horas.
John
-Arriba.
Levanté a Hamish de la cuna, y cambié sus pañales. Tenía los ojos hinchados de sueño luego de una noche en vela, y las cortinas de la sala delantera, que daba vista a la calle, aún estaban abiertas. Era un día gris y un tanto apagado, pero estoy seguro de que me habría parecido brillante y glamoroso si hubiera despertado junto a Sherlock.
Sherlock...
Había tenido un sueño. Uno en que despertaba así mismo, volteado hacia el lado izquierdo. Había una ventana en el cuarto, blanca, muy blanca, pero no enceguecedora, y Sherlock dormía en su abrigo junto a mí. Despertamos al mismo tiempo. Fue un instante maravilloso, un instante que fue instante, y que por tanto se esfumó literalmente en un parpadeo. Lo siguiente que veía era a Mary disparándole a Sherlock en la sala donde le había encontrado. No recordaba haber asustado así desde que vi a Sherlock saltar del techo del hospital, para luego sentir la nuña palpitación de su corazón en su muñeca, que le cogí la mano tratando de encontrar un sólo hálito de vida. Mi mundo se fue abajo y recuerdo haber estado en shock por horas, tanto que recordándolo ahora, me preguntaba cómo no había estado enojado con él por mucho más tiempo.
Porque nunca podría odiarle. El alivio de ver que no estaba muerto, el alivio de saber que podría verle cuando quisiese de nuevo, oír su voz relajante cada vez que hacía sus deducciones, o verle simplemente sentado con las manos juntas delante de su boca, pensando... todo eso le ganó a mi furia.
-Allí estás... -le dije a Hamish, sonriéndole enternecido a sus pequeños y rasgados ojos. Tenía ojos pequeños y cejas un tanto pobladas para un bebé.
Boté su popo en la basura del baño y me devolví para cargarlo en brazos un rato.
Miré hacia el ventanal, con la silueta imaginaria de Sherlock en mi cabeza. Su bufanda estaba alrededor de su cuello, pero estaba casi todo igual desde la última vez que lo viera. Me miraba con seriedad y me ofrecía sutilmente su mano, como si me invitara a resolver un caso. No obstante, nunca tuvo que hacer absolutamente nada para que yo le siguiera, y aún, mucho más, puesto que ofrecer su mano era un gesto tan sutil que no podía con ningún otro gesto compararse.
Y la soledad me aplastó una vez más, como cada mañana. Claro, tarde o temprano la sentiría aniquilándome las venas, pero lo cierto es que después de un mes de su ausencia, creí que en algo mejoraría.
Dejé a Hamish en la sala cuna, y fui al hospital, donde mis nuevos e inesperados amigos me acompañaban.
Había pasado el año nuevo en la fiesta de unos colegas del trabajo, quienes ahora me seguían como si tuviera dulces para ellos en mi bolsillo. No era desagradable, pero últimamente sólo necesitaba de la soledad. Cualquier otra cosa que no se le pareciera me incomodaba.
-¿Un partido de bolos? Yo y Mike queremos aprender -me dijo un colega.
Mike. Recordé a Janine y su seudónimo para el maldito de Mycroft. Había rechazado sus invitaciones a pasar noches de viernes con ella y sus amigos muchas veces. Janine sentía, aparentemente, una especie de compromiso conmigo, lo cual era absolutamente bizarro dado el hecho de mis celos hacia ella. Después de todo había estado con él.
Sherlock
Aún no estaba con nadie en la cama, pero me encontraba en un asentamiento terrorista sin suficiente agua, sin suficiente comida y sin... John. Era como si estuviera viviendo las experiencias al revés.
Me estaba muriendo de aburrimiento. Y estaba cansadísimo. Las revisiones periódicas a mi cerebro me estaban matando. Lo único que tenía era hacer ejercicio, moverse de ese horrible sedentarismo físico y mental. Pero los hombres de Moriarty chequeaban inclusive mi dieta. No querían que comiera demasiadas carnes blancas. Querían mantenerme debilitado, y Moriarty no podía estar más feliz.
Nunca lo creí tan sociable. Tenía una organización bastante grande.
-¡No, Sherlock! ¡Pon tu mente en blanco! ¡Necesito saber qué es lo que te está volviendo un retrasado!
Estaba en resonancia magnética. Estábamos en zona desértica, con poca agua, poca comida dulce, y Mortiarty tenía acceso a un edificio hospitalaria abandonado en las afueras de la ciudad. Había pertenecido a los norteamericanos, cuando quisieron apartarse de los iraníes mientras les invadían. Sentía nauseas de estar allí, y no, no podía poner mi mente en blanco.
Pensaba en muchas cosas a la vez, como una pelea contra la calma que Moriarty me estaba imponiendo. Pero sólo pensaba en cosas negativas... Magnussen chasqueando el rostro de John... John preguntándome “¿Sherlock?”, pidiendo una solución para que ese maníaco parara. Y sí, se había metido con el peor blanco posible. Sabía perfectamente cual era mi punto débil...
“Sólo quiero que sea todo perfecto. Contigo, conmigo...
-No tienes la memoria de Charles Augustus Magnussen, Sherlock, pero creo que podemos desarrollar el dispositivo.
Di un suspiro. ¿Por qué me interrumpía? Por fin había surgido un bune recuerdo involuntariamente.
-¿Qué dispositivo? -pregunté, mientras sentía la maquina en la cabeza. Me estaban cortando el cabello. Vi los rizos negros caer al suelo y sobre mis brazos. Se sentían como cuchillas sobre mis muslos desnudos.
-El dispositivo, ya sabes. Tú te enfrentaste a él. Le viste. Tenía hombres allí.
-¿Tú tenías hombres infiltrados en Appledore?
-Claro. Oh, Sherlock -dijo Mortiarty, inclinándose hacia mí, delante de la silla donde yo estaba sentado- , no porque no uses infiltrados, yo no lo hago.
Me resistía a mencionar la cadena de vagabundos. Les pagaba con el dinero que Mycroft me daba.
-¿Cuál es el pensamiento que aparecerá más a menudo en tu cabeza, Sherlock? -preguntó el maniaco. Arrastró una silla y se sentó frente a mí.
-¿Quieres saber cómo funciona mi cabeza? Creí que eras más brillante que yo.
Moriarty rió.
-Tengo la sospecha, pero siento que es porque estás priorizando otras cosas. Batiste el record de casos sin resolver el año anterior, Sherlock. Con la boda y todo eso. Pero ya averiguaremos si te has atrofiado. Creo que desde que me fui dejaste de tener estímulos fuertes. Ya saben, casos de verdad, de esos por los que arriesgarías el pellejo. De lo que sí estoy seguro es de que comprobaré cuan diferente funcionan nuestros cerebros. Tú haces deducciones involuntarias, Sherlock. Eso es inteligencia, Sherlock. La usas por instinto. No la usas porque la llames. Está siempre allí. Aunque para asuntos emocionales no eres nada bueno.
-No es tan cierto. Puedo adivinar fácilmente las emociones. La gente es altamente predescible.
-No las tuyas. Será “John Watson”, ¿no? Vaya, hice bien en amenazarte con dañarlo en la ocasión anterior.
-¿De qué hablas?
Moriarty puso los ojos en blanco y se levantó de la silla.
-¡¿Es que no me estás siguiente?! Acabo de decirlo hace unos segundos. Dios, eres como un bebé, Sherlock. ¡El pensamiento que más a menudo aparecerá en tu cabeza será “John Watson”!
-¡Hamish! -mascullé despertando del sueño.
Por supuesto que no sería John. John siempre depositaba su felicidad en la felicidad de otros. Nunca era personal, por lo que mi punto débil siempre residiría en algo que iba más allá de John, en aquello de lo cual pende su felicidd. Si tan sólo hubiera estado el tiempo suficiente junto a él para hacerlo personal.
Me sobé la cara. Por primera vez había tenido la imagen de una ocasión sexual con él en mi cabeza, y era perturbadora. Me provocaba tantas cosas.
Al final había sido mi imaginación la que había avanzado por mí. El calido y calmo lugar donde John y yo habíamos estado esa noche, compartiendo miradas y adn, empezaba a desmenuzarse en escenas que se dirigían hacia otro lugar traicionándome hasta en mis sueños. ¿Así funcionaba la mente de todos los hombres? Ahora me explicaba la urgencia de todos por tener sexo en la primera cita versus el romanticismo de las mujeres. Bueno, no todos ellos ni todas ellas. “Hemos tenido un montón de sexo” había dicho Molly. Espero esté feliz compartiendo su cama con otro chico, uno mejor que el anterior. Se lo merecía.
Estaba en la letrina, de cara al pasillo sin puerta de acceso de aquellas ruinas. Cada mañana sentía que me achicharraba, y cada noche era como volver al frío. Pero las noches eran las mejores. Era entonces que mi imaginación volaba.
-No es un dispositivo -le corregí a Moriarty- . Sólo es buena memoria.
-Quien hace las deducciones aquí es el señor Moriarty -dijo el hombre junto a este.
Estaba con un turbante, y se sentía extraño. Mi pelo estaba demasiado corto y aún así sudaba a mares. Las ruinas habían quedado atrás hace unas horas, y ahora nos encontrábamos junto a una roca en medio del desierto. Podía ver la ciudad más allá, casi como un espejismo, borrosa y danzante. Estaba realmente lejos, y aunque tuviera la oportunidad de escapar de esos hombres, probablemente no la alcanzaría.
Hacia la derecha, aproximándose en un horizonte borroso, siete hombres en camellos avanzaban hacia el Este, probablemente desde Israel pasando por el sur del Mar Muerto. Llevaban turbantes y lucían encorvados sobre sus sillas, probablemente por el sol. Aparte de ellos y nosotros, no había más señal de ser humanos por allí.
-No. Déjalo. Es una buena teoría -dijo Moriarty, defendiéndome como un secuestrador que quiere congraciarse con su secuestrado- . Hay que considerar todas las posibilidades. Aunque Mary era la de las mejores ideas, según el señor Magnussen. Dime, Sherlock, ¿era buena desencriptadora?
-Si preguntas eso en específico, lo sabrás mejor que yo. Pasaste dos meses con ella.
-Sí, pero no hablaba demasiado. Fingió muchas cosas. Fingió imbecilidad, de hecho, y nunca llegaba a ella tan fácilmente. Así era Mary Morstan. Sí, Morstan. Ni siquiera tu John pudo llegar a su eje cerebral. Allí estaba toda la información, Sherlock, tanta información perdida... A menos -dijo, alzando el dedo, con una mirada de loco en sus ojos- a menos que la memoria de C.A.M fuera un dispositivo. Déjame creer que lo es, Sherlock. ¿Me harías ese favor?
-Nunca te haría favor alguno.
Él rió.
-Disparen -ordenó.
Yo estaba de manos atadas. Literalmente. Jim se paseó por delante mío, sin quitarme la mirada de encima. Sus hombres, cuyas caras no podía ver, apuntaron.
Los siete hombres en camellos cayeron más allá. Miré a Moriarty sin entender.
-Han caído los dueños de España. Hemos hecho un bien común, ¿no?
Me miró desafiante.
-No me trajiste a este punto por pura suerte. Quieres acusarme de asesinato.
-Siete asesinatos de hecho. Dejaremos el fusil aquí y todo -dijo Moriarty, señalando el fusil de uno de sus hombres. Todos los usados eran exactamente iguales.
Estos hombres comenzaron a empacar. Debían irse pronto. Uno de ellos pasó por delante mío. Su rostro estaba cubierto hasta sus ojos, y me hizo bajar la cabeza al suelo de un manotazo. No querían ser vistos. Miré mis amarras,
-¿Estás seguro de que era sólo buena memoria? -preguntó Jim.
-Muy seguro.
Pareció pensarlo. Los francotiradores se alejaron, allí bajo el sol quemante.
-No confío en ti. No has pensado claramente en todo este tiempo, Sherlock. Estimar a alguien no es una ventaja, ¿no lo ves? Imagínalo: si matase a John sólo quedaría Irene Adler. Pero ella no te importa de esa manera.
-Era una persona interesante.
Jim Moriarty se encogió de hombros, flexible como un niñato.
-Y John Watson... Irene Adler -dijo, extendiendo sus palmas delante, midiendo.
Por supuesto que para él ganaba Irene, y en el rincón lógico de mi cabeza, cada vez más perezoso, Irene también lo era. Interesante.
-¿Vas a siquiera resolver casos después de esto? ¿O estás tan enamorado que dependes de la absurda e incipiente ayuda de John Hamish Watson para funcionar? Estamos hablando del dispositvo maestro de Charles Augustus Magnussen y tú estás pensando en... aquel hombre común.
-No. Estoy pensando en ti y en la bufanda que me debes -susurré.
Jim sonrió lentamente. Sus ojos negros y fríos parecieron refulgir de rabia.
-Estás atado de manos y aún así estás tan confiado. Crees que te valoro lo suficiente para no matarte. Es verdad que te veo como mi alma gemela, Sherlock, pero...
-No soy tu...
-Calla -Jim me tapó la boca- … pero nunca podría verte de esa manera. No eres siquiera atractivo.
-¿Y a quien le escanearías el cerebro si muero? ¿A uno de tus colegas? ¿A ti mismo? No -susurré con placer- . Ninguno de ustedes es lo bastante rápido para desafiar a esa maquina. Mi cerebro nunca se quedó en blanco, Jim. Estabas revisando otra cosa, ¿no es así?
-Por supuesto, y tienes un espacio en blanco en tu cerebro, Sherlock. En tus recuerdos. Un espacio muy pequeño llamado... William.
Le miré con atención. No pude asegurar si mentía. Tal vez sólo era una treta. Y aún así...
John
Miré el número del celular de Sherlock en mis contactos. Había un apellido “Holmes” registrado en las últimas llamadas, pero por más que revisaba, Mycroft seguía siendo quien llamaba todos los días. ¿Qué bicho le había picado?
-Me queda una hora. ¿Cuál era la prisa por salir... a cenar? Es extraño -dije.
-¿Por qué? Cenabas todos los días con Sherlock, ¿no es así? Y nunca se sintió extraño.
-Es diferente. Me agradaba su compañía.
-Hm -balbuceó el hermano de Sherlock.
-¿De qué hablaban mayormente?
-De los casos. A veces yo estaba trabajando y no podía acompañarlo, así que... me ponía al tanto.
-Y él lo resolvía durante la cena.
Miré hacia arriba. Estábamos en un restaurante muy caro. Las lámparas parecían joyas. Naturalmente nunca había venido allí.
Supongo que sí. Sherlock resolvió muchos casos durante la cena.
-Usted es una persona altamente ordinaria, señor Watson... -dijo Mycroft.
-¿Gracias?
-Pero extraordinaria para la mente de mi hermano. ¿Cuáles eran las palabras clave para estimular el intelecto de mi hermano? Siempre me provocó curiosidad.
-Ahm... No creo que fuera un estimulante, simplemente... le hacía las preguntas correctas.
-Agudeza. Eso es agudeza. Eso es lo que Sherlock está extrañando.
Le miré con los ojos como platos.
-¿”Está”? Ahm... ¿Te has contactado con él? ¿Está bien?
-Lo está -Le miré con ansiedad- , pero me temo que no puede entrar a Inglaterra. En el extranjero fue acusado de asesinato múltiple. Me contó su versión: al parecer, luego de forzarlo a resolver el misterio de C.A.M., Moriarty lo dejó solo en medio del desierto. Ya no le era util. Una vez más, mi hermano demostró su inconveniente ansia por parecer brillante delante de otros. Pero me temo que no ha dado con la respuesta correcta. Está acusado de asesinato, y al no poder entrar al país, está por completo desprotegido. Moriarty tarde o temprano se dará cuenta de que Sherlock se ha equivocado, y le matará en consecuencia.
Negué levemente con la cabeza. ¿Acusado de asesinato múltiple? ¿Moriarty le había dejado en medio del desierto? ¿Sherlock se había equivocado en sus deducciones?
-Dios mío... -dije en un suspiro, sintiendo mi corazón violentamente acelerarse.
-Necesito que Sherlock lo resuelva. Ya.
-¿Que resuelva el caso?
-Por supuesto.
-Pero estaría ayudando a un asesino.
-Parcialmente. Pero estaría salvándose a sí mismo. No te preocupes, John. Soy la puerta hacia la monarquía, pero soy una tumba.
-¿Esperas que me crea eso? -mascullé.
Dejé la servilleta de tela violentamente sobre la mesa, y miré hacia otro lado. Un hombre en otra mesa estaba leyendo un periódico de crónicas. La de ese día trataba sobre un resumen de las teorías y conspiraciones tras la nueva desaparición de Sherlock Holmes, y su relación con la reaparición de Moriarty meses atrás.
Estaba por todos lados ahora. Su cara. Mi cara no aparecía afortunadamente, pero Sherlock estaba en cada rincón, como un depredador, llenando mi cabeza ya de por sí perturbada tras su desaparición.
Ni siquiera había escuchado sus pasos al irse esa noche. Simplemente había desaparecido del pórtico, con el sigilo de un tigre. Por momentos pensé que había tenido una cita con un fantasma, pero las mariposas en mi estómago por las noches no podían tener origen en un invento, un idílico y maravilloso invento de mi imaginación. No. Había sido demasiado perfecto para ser una mentira. Demasiado parecido a Sherlock, no las burdas imitaciones que a veces mis sueños inventaban. Este había sido Sherlock, incluso cuando bailamos casi imperceptiblemente junto a la parada de buses. Él, en cada fibra...
-Por favor, John.
-No confío en ti, Mycroft. De hecho, no confío en ninguno de los hermanos Holmes. Son unos profesionales de la mentira y mi vida estaría mucho mejor si ninguno de los dos hubiera aparecido.
Mycroft alzó el mentón con una sonrisa socarrona.
-¿En verdad lo estaría? Quizá estaría a salvo, Doctor Watson, pero en ninguna medida sería feliz. Imagine una vida sin Sherlock y dígame cual es la paleta de colores con que su mente la pintaría. ¿Van Gogh en sus inicios o en su madurez?
Sería una paleta tremendamente fría. No oscura, sino fría, de azules pálidos, tirados a los grises, no el azul de las monarquías. Un azul desteñido y frío, como el Londres de noviembre. Insoportable al salir del calor del metro. Y a pesar de que había vivido allí por tanto tiempo, recién había sido con la aparición de Sherlock cuando había comenzado a ver los colores de la ciudad, como si Sherlock hubiese traído una paleta completamente diferente a mi vida. Oscura en algunas ocasiones, pero siempre colorida.
-Dígame la verdad, Doctor Watson, ¿Qué tanto necesita a mi hermano? Hay muchos hombres brillantes caminando por Londres, muchos de ellos anónimos, muchos demasiado tímidos, humildes o condescendientes con todos para ser todo lo inteligentes que pueden ser. Porque debemos decirlo: si a Sherlock le importase “el que dirán”, nunca habría comenzado a trabajar con Scotland Yard. Habría permanecido en el anonimito, consumido eternamente por sus fracasos sociales en la Universidad. ¿Le contó alguna vez de sus experiencias en la Universidad, Doctor Watson? Fueron las que construyeron su desconfianza por la gente.
-Nunca me contó nada sobre la Universidad. Lo único que llegué a conocer de su vida antes de ser detective consultor fue Sebastian Wilkes.
-Pero Sherlock sí que resolvió casos en la Universidad. No con Scotland Yard, pero ganó su fama desde allí. ¿Le importaría decirme si el nombre “Victor Trevor” le hace eco?
Fruncí el ceño. ¿Victor Trevor?
-No. ¿Por qué tendría que recordarlo?
-Fue un buen amigo de Sherlock. Mi hermano resolvió la verdad oculta tras la muerte de su padre. La amistad se quebró a partir de entonces.
-No veo la lógica en ello.
-No sé los detalles, pero Sebastian Wilkes me dijo a grandes rasgos que había sido por problemas de envidia -Me ahorré protestar ante el contacto mantenido entre Mycroft y ese imbecil- . Sherlock siempre ha podido ver a a través de la gente, y muchos no lo soportan. Usted es extrañamente paciente en ello, Doctor Watson. Por eso valoro tanto su cercanía para con mi hermano. Confío en que siempre tendrá su apoyo y que de hecho me ayude en lo siguiente que le pediré. Por otro lado, espero que cualquier sentimiento superior al de la amistad que sienta hacia Sherlock quede en ello, un afecto no consumado. ¿Está de acuerdo conmigo? Una relación menos platónica puede arruinar amistades de años.
Aquello me dejó paralizado. ¿Mycroft sabría lo que había pasado esa noche? Con él podía ocurrir cualquier cosa. Mycroft tenía ojos en toda Inglaterra.
-¿Por qué estás diciendo esto? -le pregunté, cauteloso.
-Yo también deduzco, Doctor Watson. Yo enseñé a Sherlock las bases de lo que su trabajo es actualmente, de lo cual me arrepiento, ciertamente. Su pequeño talento le ha valido muchas acusaciones. Entre ellas un asesinato, como ya sabemos. Sólo que esta vez es cierto y a raíz de él ha quedado expulsado de Scotland Yard formalmente.
-Creí que Sherlock estaba ayudando a Greg...
-Lo ayuda por debajo. Ya no participa directamente con la policía en campo. El Inspector Lestrade se limita a pasarle las pruebas reunidas, tales como fotos y apuntes, los cuales no siempre son las pruebas que Sherlock necesita. La gente no sabe observar, Doctor Watson.
Escuchar aquello sobre Scotland Yard me entristeció. Sherlock me había dado a entender por meses que acompañaba a Greg en sus casos. ¿Dónde había estado todo ese tiempo fuera, si lo único a lo que había tenido acceso había sido a fotografías y notas? ¿Acaso se sentía avergonzado por haber sido delegado a una participación tan indirecta, luego de años entrando él mismo a las escenas del crimen como civil, muchas veces sin protección? No quería ni imaginar las burlas de la Agente Donovan sobre esto. Ya la encararía un día...
-En cuanto a los sentimientos de mi hermano hacia usted... prefiero dejarlos en el limbo. Dudo que siquiera Sherlock los entienda.
Tragué. Mycroft parecía ir en serio en ello. Me pregunté qué tan lejos iría por impedir que algo sucediera entre nosotros dos. Por otro lado, Mycroft parecía tener una idea equivocada de cómo funcionaban Sherlock y sus sentimientos. Sherlock no era ignorante acerca de cómo se sentía, simplemente hacía ojos ciegos ante la gente y sus afecciones. Como él decía, prefería evitar las cursilerías, y estaba sumamente en sintonía con su sentir, pero Sherlock sí que entendía lo que sentía por otros. Tan sólo no lo demostraba todo el tiempo, excepto en el hecho de que nunca les fallaba.
Le había visto preocupado por cada detalle del matrimonio, y a pesar de que me había dicho que por entonces ya sospechaba sobre lo que sentía... por mí -dios, él sólo pensar en ello me hacía sentir arrogante. Cómo podía gustarle a Sherlock...- había puesto todo su esfuerzo porque todo saliese bien.
-Si, no creo que Sherlock tenga idea -dije, mirando a Mycroft desafiante- . Dudo que tenga idea de cómo lo malentiende su hermano mayor. Sinceramente, Mycroft, si no hubieras demostrado un par de veces que realmente te importa Sherlock, dudaría totalmente de tu afecto por él. No pareces conocerlo nada en lo absoluto.
-Sólo estoy cuidando que no salga herido otra vez. La mente de Sherlock es más brillante que la de nosotros en todos los sentidos. Su mente se ha encargado incluso de borrar eventos que no le agradan. Si un día resulta que ustedes no pueden seguir siendo amigos porque han ido más allá y han tenido una pelea de... enamorados -dijo esto con tal desdén que me provocó un espasmo facial- , la vida de Sherlock resultará en un decaimiento, y muy probablemente sus capacidades deductivas comiencen a caer como kamikazes. O en un escenario contrario, tal vez se concentre tanto en su trabajo que vuelva a... las drogas. El trabajo le supone mucho esfuerzo por concentrarse, y Sherlock no siempre logró concentrarse antes de que su maravillosa presencia, Doctor Watson, apareciera en el escenario. Recurrió a las drogas muchas veces en orden de acabar con sus ansiedades y su falta de... enfoque.
-No veo que yo haya intervenido mucho en que se concentrara.
-Usted sirvió como distracción para Sherlock. Además de ser un estimulante para la resolución de casos, usted ha servido como una maravillosa distracción para alguien que antes de compartir piso, solía concentrarse en los casos las veinticuatro horas del día. Eso lo volvió loco muchas veces, hundiéndolo en sus adicciones. Ahora bien, ya que le he advertido, quiero que tenga esto presente cuando vaya a verlo a Jordania.
-¿Jordania? ¿Sherlock está en Jordania? -dije, incrédulo.
Eso me tomó por sorpresa. Imaginé un destino más cercano.
-No... no puedo dejar Londres e ir a Jordania. Hamish...
-Ya tengo todo bajo control sobre Hamish.
-No pretenderás que lo saque del país, tiene siete meses. No puedo hacerlo -dije con el dolor de mi alma.
Mycroft me miró elocuentemente. ¿Por qué no decía su solución y ya?
-La agente Donovan puede hacerse cargo.
-¿Qué? No soy amigo de...
-No importa. Anderson la ayudará. Él tiene más experiencia con niños. Muchos hermanos menores -explicó- . Harry Watson también debiera estar disponible, según me dijo, así que no puedes quejarte de que no tendrás ayuda.
-¿Cuál fue la excusa que le diste?
-A Harry no debí extorsionarla. A los demás... siempre ayuda tener el favor del gobierno británico. Les di ciertos beneficios. Temporales, por supuesto.
Dí un suspiro, indignado.
-Ve con Sherlock, resuelvan el caso, prueben que es inocente e Inglaterra volverá a recibirlo con los brazos abiertos como solía hacer. Es la única manera, y sólo tú puedes permitir que esto tenga éxito.
-Sherlock podría resolverlo solo.
-¿En verdad lo crees? Además, y más importante, ¿lo dejarás solo en esto? Crei que la lealtad era importante para usted,Capitán Watson. Si va, estoy seguro de que Sherlock se lo agradecerá.
-¿Y tú? ¿Cómo me lo agradecerás? ¿Me quitarás los impuestos como supongo hiciste con la Agente Donovan?
Mycroft miró sus manos, nervioso.
-No. No haré nada. No creí que aceptara nada de mí, Doctor Watson, por lo que no preparé nada para usted. Sé cuando alguien aún tiene resentimientos, y usted todavía los tiene por mí.
-Por supuesto. Y no estás haciendo esfuerzos por borrarlos. ¿Qué haces aquí mandando a alguien más a por Sherlock? ¿No irías tú perfectamente?
-No es conveniente. El gobierno vería la inocencia probada de mi hermano como un arreglo personal. No sería confiable. Por otra parte, usted y Sherlock son héroes populares. Si vuelven a la acción dando informes a través de su blog, lograrán que la gente se levante a su favor. Aún les quedan fans, Doctor Watson.
Di un bufido. Me sobé la cara, complicado. No podía dejar a Hamish con extraños. Bueno, Harry no era una extraña, pero no era la persona más idónea para cuidar bebés. Anderson parecía el único confiable por lo que me había explicado Mycroft, pero... de nuevo... era Anderson.
Y Sherlock. Pensé en Sherlock, encarcelado en el resto del mundo. Inglaterra le significaba la libertad. Londres. Sherlock era un hombre de costumbres, de rutinas. Necesitaba constancia... en la acción. Quedar en blanco, no pensar no era una posibilidad sana para él. Sherlock necesitaba la constancia de la deducción, y solo, en algún rincón de Jordania, no debía estar alardeando de salud mental.
-Otro detalle: el Inspector Lestrade irá con usted. No quiero quejas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario