miércoles, 8 de julio de 2015

LOVE IS BLINDNESS - Capítulo 10

Capítulo 10:
"Borrar por siempre de ti la palabra soledad"

Pasamos a comer algo por petición de Greg. Él también estaba sintiendo mucha sed por el cambio de clima, y en vez del usual café pidió un vaso de cerveza. Sherlock pidió una ensalada.
-Tu cuerpo va a trabajar sobre esa ensalada, de todas maneras, si lo que buscas es no gastar energía en digestión -le dijo Haneen.
-Lo sé, pero prefiero evitarme los reclamos de John.
-Aún así lo repruebo -dije- . ¿Dónde está la carne en ese plato?
-He aprovechado de no consumirla aquí -dijo, mirando por la ventana- . En Inlgaterra no tengo tiempo para una dieta vegetariana.
Dio un suspiro, mientras partía mi posta con ensaladas surtidas y arroz. Tuve el impulso de ofrecerle un trozo con mi tenedor, como había hecho muchas veces en Londres cuando salimos a comer, o más bien cuando yo salí a comer acompañado por Sherlock. Pero habían dos presentes además de nosotros dos.
-¿En serio no habrá Luna de Miel? -preguntó Lestrade de la nada.
Seguí comiendo, sintiéndome tenso de repente.
-OK, ni en broma lo repitamos. Sherlock sólo me hizo un favor -dijo Haneen, riendo de puro nerviosismo.
-Es que Sherlock estuvo a punto de casarse una vez. Janine era su nombre.
-¿Quién? -preguntó Haneen, frunciendo el ceño.
Sonó molesta, y alcé el mentón para ver su reacción. Sherlock no ponía atención: Adnan había estirado el brazo para coger su oreja, y no paraba de tironearla.
-Es una amiga. Le pedí matrimonio en...
-Oh, a ella también se lo pediste. ¿Es un pasatiempo tuyo? Lo siento, lo siento, es broma -dijo la joven- . Es que tú te ofreciste con la idea en primer lugar, y lo cierto es que nunca creí que harías algo como eso. Tuve que averiguar la mayor parte de las cosas sobre ti en Internet. No querías decir nada.
-¿Por qué querías saber cosas de mí? -preguntó Sherlock, sinceramente extrañado.
Porque eres interesantísimo, maldito idiota dije para mis adentros. OK, no había sido un pensamiento tan sarcástico como me había propuesto. Yo mismo había hecho mi propia investigación sobre él apenas le conocí.
-Es instinto de preservación, Sherlock -le susurré, un tanto taciturno, y sin despegar la vista de mi plato- . Haneen sólo quería saber con quien se estaba involucrando.
-Yo jamás le haría daño.
-Ohm, pero hasta los psicopatas tienen caras de príncipe -dijo Haneen.
-James Moriarty tenía una cara engañosa -dijo Lestrade.
-Pero puedes ver su locura si miras de cerca -dijo Sherlock. Tarde o temprano llegas a vislumbrar sus patas de araña sobresaliendo.
-Uou, parece que odias a ese tipo en verdad -dijo Haneen.
-Hay peores que él.
Sonreí con la boca chueca. Los celos me estaban escosiendo la piel. Las mujeres a las que les gustaba Sherlock siempre eran directas con él. No les quedaba opción dada la poca capacidad de iniciativa que Sherlock poseía en cuestión de relaciones.
Di un suspiro involuntario al recordar que había sido él quien me había besado en primer lugar. OK, algunas veces hacía excepciones, suponía. Sonreí involuntariamente, y alcé la vista hacia él.
Ver que él estaba haciendo lo mismo me tomó desprevenido, y volví a la cara de poker de antes. Había sonreído, pero por supuesto Sherlock no lo haría. No me besaría. Sin embargo, en el momento en que aparté mi mirada a causa de lo cohibido que me sentí, él se levantó de la mesa y fue hacia la barra de postres del restaurante, la cual estaba ubicada en la zona de fumadores. Miré hacia allí disimuladamente, mientras Lestrade y Haneen comían.
-Pienso que no fue cosa de suerte que te encontraras con Sherlock -dijo el inspector.
En la barra, Sherlock había pedido un papel y había empezado a escribir algo en él.
-Fue casualidad, aunque una bendita casualidad -dijo Haneen, sonriendo. Se volteó a ver a Sherlock, y su sonrisa se acentuó, para luego dirigirla hacia mí.
-Entonces, ¿Qué sabemos de los asesinatos -dijo Lestrade- . Eran siete empresarios españoles. Dos de ellos con rasgos más bien escandinavos. El segundo de ellos fue probablemente disparado en la cabeza cuando miró hacia sus asesinos, por lo que el ángulo de entrada de la bala no concordó con su ubicación en el segundo puesto de la fila. El modo en que iban inclinados hacia adelante podría indicar una pregunta siesta.
-¿Por qué el segundo? -pregunté- ¿Eso ya está resuelto?
-Sherlock dijo que el hombre que tenía el agujero de bala era el eslabón perdido de los siete. Todos tenían el ángulo de los agujeros en cierta inclinación, pero habían dos que se diferenciaban mucho entre sí. Digamos que el primero tenía el agujero en una dirección de setenta grados, el siguiente de setenta y cinco, luego ochenta, ochenta y cinco, noventa, otra vez ochenta y cinco pero en reversa, y el siguiente con el agujero en un ángulo correcto lo tenía en una inclinación de setenta y cinco grados. Falta el correcto entre el de setenta y el de ochenta y cinco. El segundo en la fila. Así fue cómo lo calculó Sherlock.
-Ya veo -dije, mirándola sorprendido.
-Pero está el detalle de cómo iban inclinados hacia adelante. No tiene sentido. Tendrían que ser dos de ellos quienes tienen los agujeros de bala en lugares equivocados, porque dos se habrían dado cuenta de la presencia de los hombres de Moriarty, su jefe y Sherlock.
-¿Eso basado en...?
-Que en cualquier caravana el primero de la fila debiera ir despierto. Y como sabemos que el segundo iba despierto, el segundo, lo lógico es creer que dos iban despiertos, el primer que vigilaba, y el segundo que tal vez se despertó por casualidad.
Asentí. Lestrade miraba a Haneen pasmado. Si hubiera estado boquiabierto habría sido perfecto.
-¿A cuántos metros estaba Sherlock de los siete hombres cuando fueron disparados por los francotiradores? -pregunté.
-Cincuenta metros.
-No era un exceso.
-El audio llegaba perfectamente entre un punto y otro -dijo Lestrade- . Perfectamente podría haberse despertado todos y no sólo... uno.
-Eso es extraño. Hay un error.
-Tú mencionaste en la morgue lo de la conservación de los cuerpos -me dijo Haneen, apuntándome con el dedo.
-Sí.
-¿Por qué lo mencionaste?
-Ahm... porque...
Miré hacia Sherlock de nuevo. Miraba hacia mí con una expresión de serenidad en la cara.
No quería dar mis sospechas sin él presente.
-Se me ocurrió que tal vez... -Seguí mirándole. Le vi guardarse el papel en el bolsillo y dejar el lápiz de vuelta en la barra- que tal vez esos siete hombres ya estaban muertos cuando fueron disparados por Moriarty. La sal haría el trabajo de engañarnos.
-Eso es brillante -dijo Lestrade- . Es una posibilidad. Se la diré a Sherlock.
-La inteligencia es el nuevo sexy -susurró Haneen, sonriéndome con renovado interés.
Me sentí un tanto abrumado. Haneen tenía al menos quince años menos que yo y era muy obvio su atracción por mí en su expresión. ¿Así eran jóvenes ahora?
Carraspeé. Entonces la joven tomó mi mano a través de la mesa.
-Lo siento. Es que nunca me había gustado alguien así -susurró.
-¿Y... el padre de Adnan?
-No hay padre -dijo, sin apartar la mirada de mí. Tomó mi mano con ambas suyas. Quise que me soltara. ¿Y si Sherlock nos veía?- Nunca me había enamorado antes, Doctor Watson. Pero... no deseo que me correspondas para nada. Sólo... quería decírtelo.
Asentí, tragando. Traté de sonreí sinceramente, sin éxito. No podía gustarme alguien por quien tenía tanta desconfianza acumulada. Nada me sacaba de la cabeza que allí había gato encerrado, a pesar de la sinceridad con que nos miraba a Sherlock o a mí. Haneen sentía un gran afecto por él, el tipo de afecto que se siente por un hermano mayor ejemplar, y por mí... pues ya lo había dejado claro.
-Creo que Sherlock te llevará al Mar Muerto -susurró- . Es uno de los lugares donde puede recolectar pistas, pero... me ha dicho que ha querido sacarte a pasear desde que tú y el Inspector Lestrade llegaron, aunque no me dijo el lugar. Perdona que te arruine la sorpresa. Sherlock es un poco tímido y quiero asegurarme de que al menos tú lo sepas. Así se lo propones si él no lo menciona.
-Ahm. No creo que sea alguien tímido -dije.
Ella frunció el ceño. Dios, sus ojos eran grandes y oscuros como perlas negras, pero tremendamente expresivos y dulces. Me habría gustado si no tuviera el corazón tan extensamente ocupado.
No obstante, le recordé atento a mis sonrisas, a cada una de ellas desde que despertamos. Había tenido fijo el recuerdo de mi petición por horas, pero no se había atrevido a responderla. Sí, se podía decir que era tímido.
-Aquí viene -dijo Haneen, apartando las manos de la mía.
Miró a Sherlock con expresión de disculpa. Él le sonrió, no le importaba. Me pregunté si Haneen le habría dicho que yo le gustaba. Quise preguntárselo.
Sherlock dejó el papel en el bolsillo de mi camisa. Haneen miró hacia el techo, haciéndose la distraída.
-Iré a ver qué hace Lestrade. Creo que pidió un postre.
Sherlock volvió a sentarse a la mesa, y nos quedamos finalmente solos. Sin embargo, no dijo una palabra.
Saqué el papel del bolsillo, y tras carraspear de nuevo, lo leí.

Debemos ir al Mar Muerto, al lugar donde fui abandonado. El hombre de la barra me dio un mapa y me ayudó a determinarlo, pero necesito tu ayuda para llegar a las coordenadas, Capitán John Watson...

En este punto sonreí.

No le menciones nada a Haneen. O a Lestrade. Hay algo que no está encajando en la historia de ella, y decirle a Lestrade donde vamos y por cuanto tiempo, nos delataría ante Haneen. Sabes que le gustan las mujeres jóvenes.

Alcé la mirada hacia Sherlock, y asentí levemente. Miré hacia la barra, donde Lestrade y Haneen habían pedido dos postres.
-Puedo contarte sobre mi conflicto con Mycroft -me dijo- . Te responderé hoy.
Asentí. Sus ojos eran intensos sobre mí, como si fuese una prueba que intenta descifrar.
-¿Puedo... llamarla una cita? -preguntó entonces.
Qué niño ingenuo.
-Sí. Hemos tenido montones, de todos modos. Les pongo nombres en mi blog -dije, bajando la cabeza.
Sherlock sonrió. Yo sonreí a mi vez. Quise poner la mano sobre la mesa y que él la cogiera como había hecho Haneen. No obstante, con su contacto sí que sentiría las mariposas. Había salido con muchas mujeres, Haneen era totalmente mi tipo y si no hubiese comprobado el grado de atracción casi biológica que sentía por Sherlock, habría sentido atracción por ella también. Pero Sherlock había apagado cualquier posibilidad de que eso sucediera con cualquier otra persona. Era algo demasiado intenso, tanto que no notaba las variaciones de mis latidos con otros u otras. Sólo notaban mis latidos dedicados para él.
-Vamos -dijo.
No quise mencionarle que Haneen sabía donde íbamos.

Sherlock

-Estuvieron enterrados -le dije a John- . Pero no pudo ser por mucho tiempo. Parecían recién muertos, y aunque la sal ayude a conservarlos...
John había hecho una gran deducción para ayudar en el caso. Me sorprendía, y sin embargo no me sorprendía lo suficiente. John estaba realmente atento en resolver eso, y si no le conociera, pensaría que era por motivación para sorprender a Haneen. Todos queríamos sorprenderla, yo, Lestrade y John, pero nunca lo lográbamos. Lestrade me había dicho que ella también estaba demostrando ser una buena detective, sólo que se limitaba a lo técnico. No tenía mi capacidad de intuición, esta reforzada por años y años de estudios que para la mirada de un detective de investigaciones serían una pérdida de tiempo. Pero a veces el conocimiento de los detalles podía resolver un caso.
-Sherlock, ¿revisaste los ojos de los cadáveres? ¿Cómo estaban sus ojos? -me preguntó John, mientras íbamos en el autobus hacia el lugar. A partir de allí tendríamos que arrendar unos camellos. Tendría que enseñarle a John antes de eso. No se lo había mencionado aún.
-Como los de un cadaver normal -le respondí- . Sus pupilas... estaban dilatadas.
-¿Pero les fueron cerrados o murieron con los ojos cerrados? -pregunté.
Entonces me di cuenta.
-Supieron que morirían antes de ser asesinados. Las arrugas al lado de sus ojos indicaban cerramiento forzado -dije- . Si la teoría de que uno de ellos se dio cuenta de que iban a ser disparados, entonces sólo uno debió tener la piel de este modo, pero e todos ellos se les habían sido cerrados los ojos. Todos vieron a sus asesinos antes de morir.
Noté la mirada de John sobre mí. Estaba fascinado. Adoraba tenerlo fascinado.
-Eso refuerza la teoría de que estaban muertos antes de ser disparados por Moriarty -dijo John.
-Sí. Si tan sólo pudiéramos toparnos con los cuerpos. Podríamos revisarlos de nuevo. Podríamos saber donde están si preguntamos a los guardias que autorizaron su retiro, el cual no debió ser mucho antes de que llegásemos, pues las camillas de metal aún yacían sucias. Eran compartimentos usados. Siete de ellos. Habían sido usados recientemente y las marcas de arrastre seguían allí.
-¿Marcas de arrastre?
-Sí. Si los quitaron de las camillas de metal haciendo un poco de arrastre, entonces quienes se los llevaron eran pocos hombres. Estamos buscando una banda limitada de hombres.
-Quizá... es la banda que te secuestró y te llevó al desierto por guía de Moriarty.
-No. Esos eran fugitivos. Dos de suiza, tres americanos, un ruso y un... bielorruso. O pudo haber sido un ucraniano. No podían entenderse entre sí. Sólo podían comunicarse gracias a que Moriarty conocía sus idiomas. Lo oí hablar con ellos.
-Un ucraniano tendría más lógica dentro del grupo, no un bielorruso -dijo John- . ¿Algún judío?
Me volteé a mirarlo. Lo decía por Haneen. Las sospechas que yo tenía, que eran más bien como una piedra en el zapato más que sospechas fundadas en la lógica, estaban dando vueltas en la cabeza de John. Eso significaba que él no confiaba en Haneen desde antes que yo le advirtiera mi desconfianza mediante el mensaje escrito.
Siempre íbamos en la misma dirección de pensamiento. Me preguntaba en qué momento nos habíamos sincronizado de ese modo.
-Eran cuatro judíos -le dije, mirándolo fijamente. Su desconfianza por Haneen era aún mayor que la mía, pero se sentía claramente culpable por desconfiar de ella, pues al igual que yo la encontraba encantadora. Ninguno de los dos quería desconfiar de ella.
-Cuatro... ¿Cuáles lo eran?
-Moriarty tiene un octavo de sangre judía, tendría sentido que se topara con personas de su raza, aunque temo que su sentido de la moral es universal.
-Estamos en un mundo moralmente comprometido -dijo John, sonriendo. Le parecía gracioso por alguna razón.
-¿Qué? -le pregunté.
-¿Ya olvidaste el discurso?
-¿Discurso? ¿De qué, cuándo?
-Tu discurso en mi boda. Dios, no debí abrazarte esa vez. Lestrade me ha estado mirando raro desde entonces.
-¿Pero porqué mencionas el discurso? -insistí. Sinceramente recordaba muy poco de este. Había estado tan nervioso que sólo recordaba... precisamente el abrazo, cuya causa aún no comprendía. Si tan sólo hubiera conservado esas tarjetas de apoyo.
-Yo jamás lo olvidaría -dijo John- . Las cosas que dijiste fueron... Hiciste llorar a los invitados.
-Y hasta ahora lo siento -mentí. No recordaba que habían llorado. Me había ido de ese matrimonio con un sabor tan amargo en la boca...
John rió en consecuencia de lo que dije, y miró por la ventana del bus.
-Dijiste que... Mary y tú eran las personas que más me amaban. Fue un poco sorpresivo que dijeras eso, especialmente después de que te sorprendieras tanto de que te eligiera como Mejor Hombre.
-Sinceramente creí que elegirías a Mike Stamford.
-Pude haberlo hecho. Le estoy agradecido de por vida.
-¿Por qué? Sólo salen... a tomar algunas veces. Siempre estás rechazando sus invitaciones. Debes cuidar no hacerlo.
-Le estoy agradecido de por vida porque... fue quien nos hizo conocernos.
Miré hacia el frente, recordando este hecho.
-Oh. Eso. Hm -Me quedé callado un rato- . ¿Sinceramente crees que fue una bendición conocerme? No has tenido un día de paz desde entonces.
-Y lo agradezco. Tuve demasiados días de paz antes de conocerte, y eran jodidamente aburridos.
Rió por lo bajo. Me volteé a verlo, pero lo único que pude ver fue su nuca, pues insistía en mirar por la ventana. Quise pasar mi brazo por sus hombros, tocarle el cabello...
Pero no. Podrían matarnos allí por algo como eso. No las autoridades, sino los fanáticos religiosos. La homosexualidad era un depravación allí y en muchas partes. No obstante, podría tal vez coger su mano. La tenía apoyada en su pierna, muy cerca de la mía. Aún así no me atreví.
Y estaba sonriendo. Se la había pasado sonriendo todo el día, a pesar de la sombra de pesar que persistía en sus ojos, provocada por Mary. Si tan sólo pudiera borrarla de su cabeza por un rato.
-Te he puesto en peligro convirtiéndote en mi amigo. En mi colega -le confesé.
-Sí. Pero el peligro me viene -dijo, en tono divertido- . No me importa el peligro, Sherlock. Y por favor no te sientas culpable si te pasa algo.
-No es por ti. Bueno, sí es por ti, pero... también es por mí. No pienso correctamente cuando sé que podrías salir... herido.
John finalmente se volteó hacia mí. Rehuí rápidamente cualquier contacto visual con él.
-Prometo cuidarme más -me dijo en un susurro.
Nos quedamos callados. Faltaba poco para llegar.
-Entonces usa esto -dije.
Me quité el paño blanco del hombro, dejando sólo el mío y se lo pasé.
-No, no, no, no usaré eso, es ridículo.
-Hazlo. Es bueno para el sol. Hazme caso.
John dio un suspiro, pero rendido comenzó a ponérselo.
-Luzco ridículo.
Reí por lo bajo. No iba a llevarle la contra. Sí se veía ridículo.


No había nadie cuando llegamos hasta nuestro destino, tras dos horas de camino. Eran las seis de la tarde y pronto el cielo se podría rojo.
Pedimos los camellos para no tener que explicar a nadie donde estábamos. Prefería que nuestro paradero no se filtrara. Que el paradero de John no se filtrara, y tardé un rato en enseñar a John a montar. John no confiaba en esas “mulas” como los había llamado, y estuvo a punto de pedir un caballo, pero se lo prohibí terminantemente. “Los caballos no avisan cuando se están cansando” le expliqué. John no pareció confiar mucho. La ventaja fue que después, un tanto más dado a no replicar, no replicó cuando lo cubrí aún más colocándole un pañuelo más grande para cubrir también su rostro. Prefería que él se mantuviera de incógnito.
Ya era bastante riesgoso haber dejado entrar a otra persona en mi vida en un país tan lejos del nuestro. Haneen había llegado como una bendición para mi sobrevivencia, y me distraía, pero a veces sentía que estaba tomando demasiados riesgos acerca de ella. Apenas sabía algo de su pasado. Estaba aparentemente sola en el mundo y sin embargo era una guía turística licenciada. ¿Las mujeres judías hasídicas estudiaban? Lo dudaba, y si era así, ¿Cómo había pagado sus estudios para convertirse en una profesional en el campo? Ella misma me había dicho que tenía la licencia. De algún lado tenía que haberla conseguido.
John bajó del camello trastabillando. La tierra estaba dura allí, pero John apenas puso atención a sus pasos cuando bajó del animal. No había apartado la mirada de ese mar en extremo salado desde hace un par de kilómetros, cuando comenzamos a verlo más claramente.
-¿Dices que este es el punto del mar más cercano a donde les dispararon a los siete? -preguntó.
-El más cercano.
-Podríamos recorrer toda la costa.
-No será necesario.
Había visto un punto de la sala amontonada en ese lado Este del Mar Muerto que estaba desordenado de manera desigual, como en fractales hechos por una mano humana. Alguien había desordenado la sal con la mano derecha para disimular los rastros. Uno de los hombres de Moriarty, cualquiera de ellos, ya que recordaba haberlos visto bajar los rifles en la posición de alguien diestro. El único allí que era zurdo era Jim Moriarty, zurdo y de maneras inquietas, pero más bien inquieto como un gato que luego de mucha calma, explota en movimientos frenéticos cuando es alertado, para luego parar violentamente.
-¿Fueron arrastrados fuera del agua? -dijo John, mientras yo miraba loas rastros de disimulo forzado sobre la sal. Estaba cerca del agua, pero lo bastante lejos para no ser borrados por el leve movimiento de estas.
-No. Fueron enterrados por aquí -dije, indicando el lugar- . Nunca estuvieron en el agua, sólo lo bastante cerca para ser preservados por la sal que yace en la mismísima arena, un metro o dos bajo tierra. Hay menos ondas naturales en la arena y sal de este lado, signo de que estuvieron aquí, y de que luego borraron los rastros olvidando seguir el patrón de las formas en la arena. ¿Notas como en este lado de la costa hay ondas creadas naturalmente por el agua, ondas endurecidas por la falta de humedecimiento y oleaje? Es porque el mar muerto se está secando y está dejando tras de sí estás marcas. Este mar nunca va a recuperarse -susurré.
-Eso es triste -dijo John, mirando el agua quieta.
-Los mataron antes, y luego los pusieron en ese camellos y los echaron a andar delante de nosotros. ¿Pero por qué no matarlos en ese momento? ¿Por qué matarlos días antes y enterrarlos, desenterrarlos y ponerlos en una escena a ser asesinados por segunda vez?
-Tal vez debieron matarlos antes por alguna razón. Tal vez sería más controlable ponerlos en un escenario, muertos sobre unos camellos. Moriarty quería asegurarse de que te culpaban a ti de asesinato.
Asentí.
-Entonces... ¿Dónde entra Haneen en todo esto?
John me miró pasmado.
-Es una vigilante quizá. Lo mantiene informado sobre mí.
-¿Y si estamos sospechando demás, Sherlock?
-No. ¿Por qué armaría una amistad conmigo tan rápido? ¿Y por qué le agrado?
Le vi hacer una expresión de incredulidad.
-¿Es sospechosa porque le agradas? A Lestrade le agradas, a Molly, a mí...
-No. Con ella no tiene sentido. No tiene sentido. Fue demasiado rápido. Además supo de mí. Buscó mi nombre en Internet y llegó a tu blog. ¿Por qué buscaría el nombre de una persona que no conoce en Internet?
-Yo hice lo mismo cuando te conocí.
-Es diferente. Me oíste hacer una deducción segundos después de conocerme. Tal vez dedujiste que era alguien importante.
-O tal vez lo hice porque ahora puedes encontrar el nombre de cualquier persona en Internet, no sólo de los famosos -sugirió John- , y quería saber con quién me estaba metiendo. ¿No hiciste una deducción de ella cuando la conociste?
-Sí. Y luego vi que tenía el blog en su computadora y...
Entonces me di cuenta. Recordé por memoria fotográfica la ventana entera del navegador, con la página abierta. Era la única pestaña del navegador, aunque tenía disponibilidad para abrir varias, y la flecha para ir a las páginas anteriores estaba en gris. El blog de John era la primera página que visitaba tras abrir el navegador. Si Haneen había llegado hasta el blog de John por medio de mi nombre, lo lógico habría sido ver que tuviera la flecha para ir hacia atrás en verde. Pero no lo estaba. Haneen ya sabía del blog de John antes de conocerme en persona. Ya sabía sobre mí.
Qué imbécil, cómo no había reparado en ese detalle.
-¿Qué ocurre, Sherlock? -dijo John.
-Es una espía -dije- . De Moriarty. Tiene que serlo.
Me senté sobre la arena endurecida. Era sorprendentemente decepcionante no tener ya dudas sobre Haneen.
-Me había encariñado con Adnan. Quien sabe si realmente es suyo -susurré, con la mirada perdida..
John se sentó a mi lado.
-No importa, Sherlock. Sólo tenemos que alejarnos de ella.
Reí por lo bajo.
-¿Bromeas? Es nuestra conexión con Jim. Debería deshacerme de él en cuanto tenga la oportunidad. Ya estoy acusado de asesinato. Uno más no es gran cosa.
-No. No debes ensuciarte más las manos. Deja esto en manos de la justicia.
-¿Qué justicia? La justicia me vendió a él.
Esta vez no me refutó. Sabía que me refería a Mycroft. John aún sentía resentimientos contra él.
-Mycroft habría resuelto esto mucho más rápido -dije, desanimado.
-Mycroft no resolvería esto. Le teme a Moriarty. Sabe que tiene demasiado poder para detenerlo. Tú quieres detenerlo aún sabiendo eso. Mycroft se aburriría resolviendo casos como este...
-... quizás porque le sería demasiado fácil.
-No, es porque es un cabeza hueca. Tú sabes lo que dicen de la gente que se aburre fácilmente.
-Tienen la cabeza vacía -respondió.
Me quería hacer sentir bien, pero lo que John decía no era mi opinión de las cosas. Aún así sonreí agradecido, y le miré a los ojos bañándome en su calidez. Incluso me incliné un poco hacia él, mientras mi corazón se aceleraba.
Pero John se apartó. Me quedé estático, y él se levantó de la arena carraspeando, como si aquella situación le incomodara. Mi garganta comenzó a doler. No recordaba haber pescado un resfriado allí en Jordania.

(Kanes: https://www.youtube.com/watch?v=2QT5eGHCJdE)

-OK, ¿Cuántas oportunidades tienes de venir aquí? -dijo, estirando los brazos.
Alcé la vista y aunque sentía ese dolor en la garganta sonreí viendo cuan a gusto estaba. No obstante, sus ojos seguían tristes, y cuando se quitó la camisa de lino y los pantalones, esa tristeza se expandió hasta sus labios.
-No te sumerjas -le recomendé.
-No creo que pueda aunque lo intente -dijo con una sonrisa doliente.
¿Por qué había evitado el beso? ¿Y si lo intentaba otra vez?
Vi a John correr hacia el agua, y yo me levanté para no perder vista de él. La piel blanca de su torso se vio graciosa contra la arena oscura, y cuando finalmente llegó hasta el agua, se zambulló en ella sin mediar aclimatación. Estaba tibia.
Sólo John Watson podría sumergirse en el Mar Muerto tras hablar de asesinato. Sólo él.
Quise intentarlo de nuevo.
Corrí hacia la orilla mientras me quitaba la ropa. No había nadie por allí, y si llegaba a aparecer alguien, sólo tenía un número contado de minutos para poder robarle un beso. Había tenido tantos deseos de hacerlo desde que llegara a Madaba.
-Está tibia -dije, mientras nadaba hacia él. Por suerte los siete hombres no habían sido enterrados allí mismo, bajo la arena del agua. El nivel de conservación habría sido aún mayor.
Intenté borrar eso de mi cabeza. Si era capaz de deleitarme con las estrellas, el espectáculo del atardecer en el Mar Muerto era incluso más digno de apreciar. Vi a John mirar hacia el horizonte a pesar de haber entrado al agua a acompañarlo, y me dí cuenta de que su objetivo también había sido el de grabar esa imagen en su memoria para siempre. John no había visto muchas cosas hermosas en ese lado del mundo, y probablemente quería cambiar ese escenario de sangre por otro más apacible.
Sólo cuando estuve a un metro de él, noté que estaba rígido en vez de conmovido, como debiera suceder cuando ve algo que le agrada. John estaba rígido, casi nervioso, como si una bomba atómica fuese a venir desde esos confines.
-Debiste quedarte en la orilla -dijo, mirando hacia el horizonte.
-Aún estás enojado conmigo -le dije, manteniendo la distancia.
Flotábamos sin esfuerzo. El agua era tan densa que podía sentirla empujándome hacia arriba.
-No lo estoy -dijo.
Tragué. Empecé a ponerse nervioso. Nadé hasta él apenas moviendo mis manos y me situé en frente de él. John no tuvo más opción que mirarme a los ojos.
-Tenemos que avisar a Lestrade sobre las pruebas que reuniste, antes de que estas desaparezcan -dijo, manteniendo el ambiente de seriedad. Era tan difícil quebrarlo entre los dos. Notaba la incomodidad de John ante mi falta de romanticismo. Él era un romántico y ciertamente no trataba de introducirme en ello él mismo, aunque tenía prácticas seduciendo a mujeres. John hasta ahora no había tratado de seducirme. Eso sólo me dejaba la opción de hacerlo yo, y no era un experto en ello.
Me aproximé un poco más a él, y él con la mirada fija en otro lado, pareció no inmutarse cuando rocé mi frente contra su rostro. No le toqué por debajo del agua. Ambos estábamos en ropa interior, pero hice todo lo posible por no tocar un sólo centímetro. Había visto a personas seducirse sutilmente en público. Era un juego de miradas, entonaciones y toques casuales. Que parecían casuales pero que eran todo menos eso. Tal vez si empezaba lentamente, en una suerte de imitación de lo que había visto en otros, funcionaría con John.
-¿Qué haces? -preguntó, manteniendo los ojos abiertos. Yo los mantuve entrecerrados, vigilando su garganta. Al primer trago, sabría que iba por buen camino.
-Nada. Sólo... -susurré. Alcé el mentón y rocé su mejilla con mis labios. Era tan extraño. Así era como las personas se comportaban y siempre lo encontré antinatural y estúpido, un medio hipócrita para lograr tener sexo por una noche. Había presenciado a hombres hacer eso muchas veces, seduciendo, siendo encantadores, pero con la característica mirada del cazador lujurioso en sus ojos, esperando tener una ocasión de sexo esa noche para luego levantarse y largarse por la mañana.
Yo no quería hacer eso. No había pensado en lo que quería conseguir, excepto que deseaba un beso.
-No... no eres de los que seducen a la gente... a propósito -dijo John- . Si descuento a Molly, a cuyo cabello elogiaste una vez sólo para... conseguir un favor de ella. Eso fue cruel...
Estaba calmado, casi sarcástico, pero segundos después de que emitiera la palabra “cruel”, tragó fuerte. Volví a rozar la frente contra su rostro, sintiendo un escalofrío inexplicable a partir del punto de roce. Fue sutil al principio, luego eléctrico, hasta acabar en un suspiro. ¿Por qué me era tan placentero hacer una acción tan superficial? Sólo era piel contra piel. Ni siquiera piel de las manos contra torso o muslo contra muslo. Era rostro contra rostro, sin que siquiera el sonido del roce hiciera presencia. Era mudo y calmado, pero me provocaba tantas cosas. Las feromonas se multiplicaban y no podía detenerlas.
-¿Te estoy seduciendo? -le pregunté en un susurro.
-No. ¿Dónde habrías aprendido a hacerlo?
-Observando, ¿recuerdas? Observo y deduzco sin proponérmelo.
-¿Qué has deducido de esto?
-Que está funcionando -dije, volviendo a enfrentarlo. Los ojos de John estaban brillantes, y respiraba más profundamente que antes. Estaba rebosando en feromonas.
-Hm... Tal vez -dijo, serio.
Rocé su nariz con la mía. Le vi entrecerrar los ojos, y finalmente me permití cerrar los míos por completo. Le rocé por unos segundos, en sus labios y mejillas, y cuando di un suspiro, sentí las manos de John en el rostro, haciéndome prever lo que luego fue un beso. Me dejé, con los ojos cerrados, en descanso, no apretados, y dio otro suspiro, ruidoso, mientras sentía a John suspirar a su vez. Nuestros torsos terminaron por rozarse bajo el agua, y me rodeó con un brazo antes de apartar un poco sus labios y entreabrirlos contra los míos. Di un largo suspiro, y entreabrí mis ojos para ver los suyos cerrados. Pasé el brazo por su espalda, por debajo de su axila, y con fuerza, le atraje hacia mí para sentir desesperado toda la piel de su torso contra el mío bajo el agua salada. Introduje mi lengua en su boca, y sentí el sabor del agua instantáneamente en mi lengua. Le apreté contra mí, con la respiración agitada, y le besé como no había hecho nunca.
Le acaricié la nuca, mientras John me acariciaba el pelo, allí en el agua, ambos sin peso. Nuestras piernas se enredaron bajo el agua, y sentí mi corazón golpear mi pecho desesperado, y el pecho de John chocar contra el mío insistente, inflándose y desinflándose. Entrepuse los dedos entre su cabello, mis cejas contraídas en el dolor de no sentir que era suficiente, desesperado por llegar más allá, y mis emociones explotando en una carrera por vencerse una a la otra, tras años y años de estar suprimidas. Eso es lo que pasaba cuando las trataba de aventar contra el vacío, en la esperanza de deshacerme de ellas y convertirme en el sociópata que rezaba ser, pero que no había logrado en lo absoluto. No estaba en mí. Expresarlas estaba en mí, y era horriblemente doloroso y desesperante sentirlas todas salir en tan potente torrente.
Contraí los dedos en la espalda de John, sintiéndole respondiendo a mi ritmo. Hundí mi boca en la suya, sintiendo conmovido las manos de John en mi nuca y en mi mejilla. Acariciaba el cabello de mi nuca y de vez en cuando bajaba sus dedos hasta mi espalda, allí en mi vertebra, en el hundimiento entre mis omoplatos, y luego sentía los dedos de su otra mano en mi orejas, en mi mandíbula, en mi cuello, en mi hombro, y le sentía respirar agitado, tratando de ganarle incluso a la cantidad de aire disponible. Y su torso empujaba el mío bajo el agua, y su pierna estaba doblada con su pantorilla contra mi muslo. Y flotábamos y flotábamos y John luchaba por mantenerse muy pegado a mí, y sus hombros se encogían a veces, cuando mi lengua socavaba especialmente hondo. Le sentía estremecerse, pero sospechaba que yo me estremecía diez veces más, poco acostumbrado a tan potentes caricias.
Un beso podía destruir a alguien. Ahora lo entendía, entendía el a veces ciego amor de hombres y mujeres, que adictos al amor que una vez les dieron, reclaman más, porque ya no pueden estar un sólo día sin un poco de afecto. Era como mi adicción a la nicotina. Era lo mismo, sólo que aún no había probado tan intensamente la abstinencia. Los besos en Londres habían sido tan inocentes comparados con este, que la abstinencia de más de un mes y medio no había sido tan dolorosa, si bien no ver el rostro de John todos los días sí lo fue. Pero sospechaba que después de esto, la abstinencia me mataría.
Cómo podía estar pensando en renunciar definitivamente a la vida en libertad si ello me significaba dejar de besarle.
John dio un suspiro, y rompió el beso de golpe. Nos mantuvimos abrazados, y tratamos de recuperar el aliento. Incluso le oí emitir un gemido. Sólo le oí, pues me mantuve a ojos cerrados, ciego, adicto a la intensificación de las sensaciones que a ojos abiertos no era tan dulce.
Sentí su mano en mi mejilla derecha, acariciando, y en mi oreja, y luego delineando mi ceja. Seguí abrazándole contra mí, y a cada movimiento que John hacía con su mano y brazo, oí el agua sonar. Estábamos en el Mar Muerto, y ya no sabía a qué distancia de la orilla. Debíamos habernos movido un poco, pero no me importó averiguar a qué distancia estábamos, qué tan oscuro estaba o qué tan solos. Podía ver el brillo anaranjado, pero más débil, del sol en mis párpados. Aún no estaba del todo oscuro, pero estaba próximo a estarlo. Incluso el agua había perdido su tibieza. O era que mi cuerpo había subido de temperatura.
-Gracias -susurró John.
Gracias a ti, John Watson. Me has salvado de tantas maneras.
Alcé la mano hacia su rostro, manteniendo los ojos cerrados, y cubrí su mejilla con mi palma, y pasé el dedo pulgar por sus labios. Sentí su aliento contra mi dedo, y abrí los ojos, más valiente. El sol estaba detrás de John ahora. Vi su rostro medio escondido en la penumbra, animada para mi vista por el sol escandilante, y fui consciente de la calma en sus ojos. Gran calma, casi conformidad, como si no necesitara nada más.
Puse la mano en su frente, apartándole el pelo, y una sonrisa surgió de sus labios, y echó la cabeza hacia atrás, como si mi mano le empujara. Reí por lo bajo, y él rió, y sentí una exquisita tibieza en mi pecho. Reímos más fuerte, y adelanté mis labios para besar su cuello liberado mientras él dirigía su mirada hacia el cielo. Le oí reír de nuevo, y besé la piel bajo la línea de su mandíbula. John dio un gemido disimulado en una risa, y luego lo hizo de nuevo y de nuevo, hasta que alcancé su oreja. Nadie me habían enseñado a dar placer a alguien, estaba aprendiendo sobre la marcha. O quizá sólo era que estaba aprendiendo a dar placer a John.
-Vámonos. El desierto es frío de noche -dijo.
-Hm...
Nos miramos a los ojos por fin, y ya no vi la sombra de pesar en ellos. Sólo vi tranquilidad y felicidad. Estaba satisfecho. Tanto como yo.


<-- Capítulo 9


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