viernes, 4 de septiembre de 2015

"Libertar la Oscuridad": Capítulo 29


En la próxima representación besó a Elliott como siempre, pero sintió más intención de parte de él, especialmente por la caricia que le dio en la nuca. Temió que siguiese besándole mientras se enderezaba para decir sus líneas, pero Elliott siguió el mismo guión de siempre.
Sin embargo, en la escena final con Titania, donde besaba a Marion, pudo ver su rostro lleno de sarcasmo mientras decía su último gran parlamento.
-”... Esta es la hora de la noche en que las tumbas se abren del todo para dejar salir los espectros que se deslizan por los senderos del cementerio y de la iglesia; y nosotros, duendes y hadas, huímos de la presencia del sol, siguiendo las sombras como un sueño...
Lo dijo magníficamente, y no pudo evitar sonreírle olvidando cualquier tensión entre ellos que de todas maneras volvió cuando hubieron acabado. Esa era la última función, y debieron salir muchas más veces a recibir la aprobación del público. Marion se subió a su espalda para ser más notada, y él rió como un chiquillo, sintiendo que por fin terminaba algo.
Pero le bastó mirar un breve momento para notar la mirada fulminante de Elliott en Marion. Las cosas habían cambiado, y no podía ver la direción a la que se dirigían. Sin embargo, debió mirar en dirección a Jude en su lugar. Habría visto mucho más.
-¿Irás con Persefone hoy? -le preguntó a su esposa a eso de las doce de la noche.
Se habían ido a celebrar a un bar luego. No era necesario decir que no habían tomado ni comido nada.
La joven ya iba vestida con su camisón y su cabello estaba suelto tras su espalda. A Persefone también le gustaba así, y la había visto tocarlo incluso a horas del día.
-Sí. Jude está en la biblioteca charlando con Philip. ¿Por qué no vas a hablar con él? Es un buen método para quedarse dormido. O con Elliott.
Debiera hablar con Elliott sobre lo que había pasado, pero titubeaba. En cuanto a Jude... Marion aún era ignorante de lo ocurrido con él, de la pelea, y aún veía a Jude como alguien taciturno pero amable. Jude era siempre amable con ella, a pesar de su verdadera naturaleza.
-Creo que intentaré dormir, de hecho -le dijo a Marion.
Marion asintió y lo besó en la mejilla. La ventaja que tenía de no ver nada, es que no notaba las reacciones de nadie de los cuales la rodeaban, por lo que era inmune a los sentimientos. Marion había ido noche tras noche a juntarse con Persefone ignorando la posesividad y lascivia con que la miraba Persefone durante el día. A Perry no le agradaba que la mirase así, Marion no era una mujer cualquiera y tenía la sensación de que sólo estaba jugando con ella.
Después de que la joven se fuera, decidió seguirla para vigilar que llegase al lejano dormitorio de Persefone. Desconfiaba de Jude y Persefone, pero sentía que había menos peligro dejando a Marion en manos de la vampireza.
Cerca del dormitorio de la dueña de cada la decoración era un tanto barroca, y las pinturas de las paredes se confundían con los gatos que Philip tenía, y que se quedaban lo suficientemente quietos para matarlo de un susto cada vez que se movían, dándose por advertidos. Esta vez, el gato gris, de ojos verdes y pelaje largo y sucio, se movió junto a una pared cubierta de pinturas trampantojo, las cuales lo confundían todo el tiempo, a pesar de haber estudiado tanto de ellas. No obstante, si bien los gatos lograban confundirse en ese universo que parecía vivo al otro lado de la pared, el color llamativo del cabello de Elliott sí advirtió su presencia.
Estaba junto a la puerta del cuarto de Persefone, y desde el interior se podían oír sus voces, aparentemente rememorando la reacción del público por la última representación.
Elliott le miró desde donde estaba, mientras Perry se quedaba parado en lo alto de la escalera por la que se accedía a esa parte de la casa. Persefone estaba apartada de los demas y cuidaba su espacio y sonido. Eso facilitaba el que nadie oyese nada desde otra parte de la casa, lo cual agradecía. Marion aparecía cada mañana con una cara llena de risa y cubierta del perfume de Persefone. Se preguntaba si tanta actividad terminaría por cansarla algún día.
Le hizo un gesto con la cabeza a Elliott para que se alejara, pero este no se alejó, sonriendo insolente.
Se acercó a zancadas hacia donde estaba, tras quitarse los zapatos para ser más silencioso, y una vez allí lo cogió del codo alejándolo de allí.
-¡Suéltame! -le exclamó el chico.
-Habla en voz baja -le dijo Perry, pasmado.
Los pasos de Persefone no se hicieron esperar. Perry soltó a Elliott, malhumorado, mientras la vampireza salía del cuarto cubierta por una bata de diseños orientales con un largo escote que marcaba su delantera. Elliott apartó la vista, avergonzado.
-Oh, Jean-Pierre -dijo, apoyando la mano en el umbral de su puerta, con aire seductor- . ¿Qué te trae por aquí?
-Nada. Buscaba a Eloy.
Elliott ladeó la cabeza, mirándole con esa insolencia que le recordaba a sus primeros días como miembros del mismo grupo. Siguió evitando mirar a Persefone, quien mostraba pistas de sus atributos sin ninguna vergüenza. Era muy diferente de Marion, pero era una mujer hermosa. Ojalá Jude se hubiera fijado en ella en lugar de en Marion.
-Si vino en busca de su esposa, debo advertirle que no querrá recibirle. Está ocupada y no quiere a hombre alguno cerca suyo ahora -dijo, riendo por lo bajo.
-¡Persefone! -la regañó Marion, gritando desde el interior.
Entonces Perry la vio aparecer arrastrando consigo una sábana que le envolvía el cuerpo. Lo saludó inocentemente y él apartó la vista un tanto abrumado. No le gustaba el papel que aquella vampireza le estaba dando a Marion. No era el papel que merecía, y ella lo estaba tomando sin dudar.
-Nos vemos mañana -se despidió Persefone.
Perry oyó la puerta cerrarse. Cogió los zapatos sin alzar la mirada y bajó por los escalones, con el deseo de emborracharse abrumándolo. Emborracharse y olvidarse de esa nostalgia.
Caminó hacia la biblioteca con los zapatos colgando de sus manos, y Elliott siguiéndole como había hecho el otro día. Dio por hecho que intentaría lo mismo de nuevo, pero en la biblioteca cualquier plan que tuviera se vio truncado por la presencia de Philip en el lugar. Perry dio un suspiro aliviado, y fue a sacar un libro cualquiera de la sección de Leyes. Mejor sería leer algo que no entendiera para distraer la mente.
Elliott se sentó en un sillón alejado, junto a la sección de Astronomia, pero pudo sentirlo mirándolo desde allí.
-¿Una mala noche? -le preguntó Philip.
Perry negó con la cabeza, pasando las páginas con parsimonia. Las palabras de lenguaje jurídico entraban en su cabeza y salían inmediatamente por detrás.
-¿No sería mejor este libro? -le preguntó el hombre, hincándose junto a su sillón.
Perry alzó la vista hacia el libro. El que Philip le ofrecía era un estudio completo de anatomía hecho por Da Vinci. Lo tomó con lentitud y lo abrió lentamente sobre sus piernas, mientras el nudo en su garganta empezaba a apretarse.
En su mente apareció con detallada perfección la visión de un grabado del Hombre de Vitrubio en el cuarto donde Garrett dormía, frente al escritorio. El hombre de Vitrubio parecía mirar de reojo hacia la cruz que había junto a la cama, colgando de la pared con un Cristo pintado en una silueta poco natural que recordaban al San Domenico de Giunta Pisano. Perry una vez señaló que los atributos de Vitrubio eran muy menores a los de Garrett, con cierto tono de burla. Garrett estuvo de acuerdo.
-No malgastes lágrimas. Sólo te dará más sed -le dijo Philip en voz suave.
Esta vez Perry le miró a los ojos. Una lágrima resbaló de su ojo izquierdo, alertándolo. Se tapó el rostro con una mano y se quebró en un sollozo.
-Hey, hey...
Philip le apretó el hombro con firmeza, reconfortándolo, y Perry lloró ahogado en la angustia por no dejar atrás tantos recuerdos que amaba. Se dejó estar por un momento, finalmente arrullado por la persona con quien menos había hablado en ese tiempo en casa de Persefone. Philip era como un fantasma en ese caserón, apareciendo en las esquinas con un rostro amable pero misterioso, atrayendo a todos y al mismo tiempo alejándolos, como si estuviese de reserva, siempre disponible para quien quisiera hablar, pero nunca acercándose a ofrecer sus oídos. La gente tendía a desconfiar de personas así.
Philip le ofreció su pañuelo, y durante minutos trató de recuperarse a sí mismo, pero sin apuro por lograrlo. Sin embargo, pronto la cercanía de Philip fue obvia, y Perry supo su destino, cuando posó la mano en su pierna. Perry posó la suya sobre esta, y la alejó, sin que palabras fueran necesarias. Philip movió su mano de allí, y se sentó en el sillón junto al suyo, esperando a que acabase.
-¿Lloras por un humano? -susurró- ¿Le extrañas?
-No. Es culpa mía.
Philip no entendió.
-Es mi culpa -susurró. Ya había olvidado que Elliott estaba en la biblioteca, y habló con soltura- . Si no me hubiera convertido en esto, habría tenido tiempo para impedir que muriera. Debí cuidarme más, a mí y a Marion.
Philip recorrió su cara en toda su amplitud, registrando cada reacción.
-Todos los vampiros pasan por un período de culpa. Ya pasará el tuyo, y te prometo que serás más inmune a los sentimientos. ¿O es que quieres seguir sufriendo?
Perry alzó la vista hacia él. Había puesto algo tan difícil de entender en una frase tan simple.
-Temo dejar de sentir -susurró Perry.
-No tienes que -dijo Philip, posando la mano sobre la de él de nuevo.
-No me refiero a esto -dijo Perry- . No quiero olvidarle, aunque duela.
El mero pensamiento de él llenando su cabeza fue suficiente para despertar ese sentir que le hizo llorar sangre de nuevo. Cerró los ojos.
-Eres fascinante... -susurró la voz de Elliott de manera imperceptible, al otro lado de la biblioteca.
-Eres fascinante -susurró Philip.
-Te burlas de mí -dijo Perry, pasando su mano por su rostro.
-No.
Perry dio un suspiro, un tanto harto de toda aquella atmósfera ya tan cargada de culpas, y apretó el pañuelo del vampiro entre sus manos.
-Prometo devolvértelo tal como estaba.
-Te lo doy. Era de Persefone -dijo Philip.
Pero el vampiro, a pesar de las advertencias de Perry, posó la mano nuevamente en su hombro. Unos pasos se oyeron alejándose cerca, y supuso que sería Elliott. Mantuvo los ojos cerrados, dispuesto a disfrutar de aquel conforte, si bien sabía que no se dirigía a ello.
No se dirigía a ello para nada.
Pasó de nuevo, sólo que esta fue un poco más controlado. Los mismos labios de ayer se posaron en los suyos, el mismo sabor, la misma suavidad en labios y lengua, titubeando por educación, por adoración, por lo que fuera. Sin embargo, el tener a Philip en mente por los primeros segundos le impidió reaccionar a tiempo. Simplemente respondió, ya un tanto cansado de rechazar algo que en realidad deseaba.
Elliott separó un poco más los labios, y apretando el cabello de su nuca entre sus manos, lo levantó del sillón tirando del cuello de su camisa. Su altura le alertó de su identidad, tan perdido como estaba en sus tribulaciones y en la superación de ellas.
-No -le dijo, al abrir los ojos- . ¡Te dije que no lo hicieras!
Buscó a Philip con la mirada, pero no lo vio por ninguna parte.
-¡No puedo llegar a tu cabeza como con los otros! -dijo el chico, mirándole con frustración. Hablaba de manipulación- No tengo más opciones...
Perry lo tomó de las muñecas, alejándolo de él, y lo empujó lejos de sí, perturbado. Era un chico de dieciocho, sólo dieciocho.
-Pensé que te desagradaba esto... -dijo Perry, haciendo un gesto con los brazos abarcando su derredor- Todo lo que tuviera que ver con los que son como yo. No te entiendo, eres... ¡Eres una contradicción!
-Te dije que me agradabas. Yo...
-Elliott, detén esto... -masculló Perry, hablándole de cerca- Fue sólo una obra, estábamos actuando.
-¿Crees más en unos recuerdos que en un beso fingido en una obra? No puede ser. Garrett Parrish está muerto. ¡Está muerto, está muerto, ESTÁ MUERTO!
-¡Calla!
Las manos de Perry se habían empuñado. Elliott se puso en alerta, pero Perry sólo se echó hacia atrás, y apoyándose contra el sillón, se llevó las manos al pelo. Se sobó el rostro e hiperventilando, como si necesitase aire siquiera, luchó contra aquella desesperación, esa vaciedad que se había apoderado de él, ahogándolo en un sin sentido al que empezaba a dejar de ser indiferente, para convertido en todo lo que veía, olía y sentía durante el día, ahogándolo, como un mar que nunca se termina, y que ni siquiera lo deja caer por el borde para morir.
Garrett...
-Lo siento -dijo la voz de Elliott.
Esta vez no rehuyó a nada ni nadie. Todos querían algo de él de pronto, y se quedó quieto esperando a que Elliott hiciera lo que quisiera con él. Pero en vez de eso, Elliott le abrazó, y esa fue la mejor manipulación de todas. Sólo un poco de contacto hizo que su cuerpo despertase por segunda vez esa noche, sólo un poco del contacto inocente y delicado de Elliott, que se extendió en tiempo hasta convencerlo de que no había segundas intenciones, fue suficiente para hacerlo caer. Si al final fue manipulación o no, no tuvo la menor idea. La decisión de romper ese abrazo y besar a Elliott fue demasiado rápido, tanto que este pareció rechazarle al principio.
-Hm...
Empujó a Elliott hacia un mueble de biblioteca, y le hizo subirse sobre su superficie encerada, cogiéndolo de las caderas. Elliott dejó que le dirigiera, y Perry tomó el pelo dorado de su nuca, ladeando su cabeza sin la delicadeza que usase en Marion en su primera vez. Fue casi violento, lleno de frustración, y le apegó contra sí como si fuese un muñeco, y no otro ser humano. Otro vampiro.
Y es que Elliott era tan cálido, como un transeunte en la noche que espera a ser mordido. Pero la sangre que Elliott tenía en las venas no era apetitosa. Su piel fue suficiente, y mientras la saboreaba con su lengua y sus labios, este pareció disfrutarlo.
Le desnudó, desesperado, y para cuando pudo sentirle contra su cuerpo, las velas del candelabro encendido de la biblioteca se habían apagado. Bajó a Elliott del mueble y le hizo darle la espalda. Quedaron en penumbra, pero fueron inconcientes del frío, y cuando no pudo ya ver nada, todo pareció pausarse, y el no ver nada del rostro de Elliott, que había expresado nada más que confusión y quejas los últimos minutos por lo violento de su proceder, le obligó en un sin sentido a recorrer su rostro con la mano, para ver esas reacciones que no estaba recibiendo, y a las que había estado haciendo la vista gorda. Decidió en ese momento no llegar hasta el final, y cuando apartó la mano de su rostro, se dio libertad para pensar en Garrett, a pesar de que el cuerpo de Elliott era muy diferente al suyo. El cuerpo de Elliott era suave y casi femenino, un cuerpo que perteneciendo a un vivo, debería recibir mucha más delicadeza de la que lo estaba proveyendo. Elliott no merecía su frustración.
Recorrió su oreja con la lengua y cogió su lóbulo, mientras acariciaba su torso con una mano, y su cabello con otra. Elliott se afirmaba del borde del mueble, y pronto aligeró el agarre. Perry pudo percibirlo en el suspiro que surgió de entre sus labios, en el modo entregado en que bajó la cabeza, dejando entrar a los labios de Perry hacia el sector bajo su nuca. Perry besó allí, y entonces la mano de Elliott se posó sobre la suya, en el abdomen del chico. Entrelazó los dedos con los suyos, y de pronto aquello que comenzó como desquite se volvió más profundo de lo que deseaba, todo lo profundo que se volvía cuando, al estar con Garrett, olvidaba su promesa de actuar sin sentimientos, de no ser cariñoso, cuando en realidad su cuerpo lo llamaba a serlo. Todo lo profundo que no debiera ser, dado el que no estaba enamorado de Elliott, dado que no le gustaba de esa manera.
Nunca le vio de ese modo, ni siquiera el segundo antes de darle lo que en un principio Elliott había querido de él, lo que el día anterior quiso cuando se subió a su cama y le besó sólo con el aviso de “Sólo uno...”
Sólo uno... Había sido como un mendigo, completamente despojado de su dignidad. Ni siquiera él había hecho tal cosa en toda su vida.
Llevó su mano a su frente y lo acarició perdido en esa tactilidad, en esa suavidad, que de pronto le recordó a Marion, pero que esta vez deseaba.
Le hizo voltearse de nuevo, y tomó sus labios, rindiéndose. Sintió el poder y lo refrescante de esos labios jóvenes, y le poseyó con su lengua y esa saliva viva que procedía de la vida prestada que corría por sus venas. Garrett comenzó a echar a volar, desgarrando su interior por última vez, pero dándole esa fuerza para, todavía, necesitar de ese contacto que aquel chico le estaba proveyendo. Y no se lo proveía, él era quien lo necesitaba y se lo daba. Se lo daba y lo apartaba de ese mundo real a su alrededor.
Tomó la muñeca del chico, desesperado porque le acariciase, y lo hizo posarla alrededor de su hombro. Se sorprendió de lo flojo de sus movimientos, de la pesadez.
Elliott estaba ido.
-¿Qué... te ocurre? -dijo entre suspiros besando su cuello.
-Nada. Nunca... había sentido esto... Siento que me voy a desmayar.


No estaba enamorado. Sabía lo que era estar enamorado y no se sentía de esa manera. No era una sensación calma ni controlada, pero eso era controlado.
Despertó con Elliott en su cama. No había luces encendidas, pero la luz del sol entraba por el pequeño resquicio de la ventana cerrada. Caminó hacia ella y la abrió, recibiendo esos rayos en su piel como un humano lo haría. Sintió la calidez tocando cada centímetro, y fue como una mano leyendo el mapa de los besos que había depositado sobre él Elliott la noche anterior.
No habían llegado hasta el final, y el chico no había insistido. No lo necesitaron, y parte de ese control fue lo que lo hizo agradecer el ser vampiro por primera vez en su vida. En vida habría hecho y deshecho con alguien por quien sus sentimientos no estaba claros, siendo sus pulsiones tan potentes como para nublar su mente de lucidez.
No sintió sed al despertar, tampoco. Le quedaba suficiente energía para el resto del día, aunque sospechaba que para Elliott esta vez no sería suficiente. No habían llegado hasta el final, pero entre tanto contacto y sentimientos, le había sentido correrse. Cuando lo hizo, supo unos pocos tecnicismos sobre los vampiros que llegaban hasta el final, y empezó a preguntarse cómo sería en el caso de las mujeres.
Se recostó en la cama junto a Elliott, y recordó el cómo después de someter a su cuerpo a tales sensibilidades, le quedó energía para cubrir su cuerpo de besos. Perry habría llegado hasta el final si no hubiera detenido a Elliott en su camino por su torso hasta su ingle. Había reaccionado a tiempo. Pensaba en que era Elliott quien se merecía tal regalo primero, y decidió hacerlo esa noche, cuando Marion se hubiese ido donde Persefone. Lo que pasase después sería cosa del destino.
-¡¿Elliott?! -dijo alguien golpeando a la puerta.
Elliott se despertó de un salto. Se cubrió con la sábana por instinto, y Perry dejó de juguetear con su porta documentos, donde guardaba la foto de Garrett. Se la había quedado mirando por minutos.
-Es Jude... -dijo Elliott.
Perry dio un suspiro.
-Tiene que entender que tú también tienes vida. ¿Dónde duermes normalmente?
-Comparto una pieza de huéspedes con él -dijo Elliott.
-¿Qué?
-¡Elliott!
Se puso los calzoncillos largos, ya dispuesto a soportar lo que viniera después de abrir esa puerta. No era posible que Elliott se estuviera sometiendo a tal maniaco posesivo.
-¡Sé que estás ahí!
-¿Qué ocurre? -preguntó la voz de Marion.
Perry caminó a zancadas hacia la puerta, pasmado. Marion normalmente llegaba horas después del amanecer. Era apenas una hora después de este. Fue a cerrar las ventanas que cubrían de luz la habitación, y que entraba desde el patio a ese caserón privilegiado. Elliott empezó a vestirse.
Fue a abrir la puerta.
-No, no lo hagas -dijo Elliott, angustiado.
-Tienes que cortar esto de raíz, Elliott -le susurró.
-No. No puedo.
Perry le miró incrédulo, y siguió su camino hacia la puerta. Elliott se agachó junto a la cama, mientras se abrochaba la camisa. Perry abrió la puerta.
-¡Elliott!
Jude vio al vampiro de inmediato. Marion estaba detrás de él con el ceño fruncido, poco informada sobre la situación. Pero cuando percibió a Elliott y el aroma a sangre y ponzoña, se llevó la mano a la boca sonriendo. Perry se sintió enrojecer.
-Pero es casi un chiquillo -dijo, no obstante divertida.
-¡Eso es lo que digo! -dijo Jude.
-Jude, no puedes pasar.
-No eres un maldito humano, no necesito tu permiso para entrar.
Cogió a Elliott del codo, levantándole del suelo violentamente.
-¡Jude, suéltalo! Esto puede seguir de este modo. Elliott es una persona independiente.
-Sí, Jude. Esto es francamente estúpido -dijo Marion, yendo a su armario.
-Y perdónenme, necesito darme un baño.
Jude se llevó a Elliott a rastras. Sin embargo, Perry se interpuso colocándose frente a la puerta y golpeando el umbral con más fuerza de la que había planeado. Marion dio un salto.
-No te lo llevarás.
-No es tuyo.
-Ni tuyo. Así que por favor quítale las manos de encima.
-No, está bien, Perry... -dijo Elliott, con mirada baja.
-¡No está bien! Jude... -lo tomó del cuello de la camisa, ante lo cual Marion se puso alerta, ya dada por advertida de que aquello era más grave de lo que pensaba- Para ya con este comportamiento enfermo, y deja a Elliott vivir.
-¿No es suficiente con una noche? ¿No le tuviste ya? Deberías estar satisfecho ya.
-No pasó nada entre nosotros -dijo Elliott, rápidamente.
Perry le miró sin entender.
-Nada -repitió, sin mirarle.
-Oh, así que por eso no quieres dejarlo salir de aquí -dijo Jude- . No vas a ser su Compañero, Perry, no si cuando estés satisfecho le botarás. Así que déjanos pasar.
-Elliott, no puedes seguir bajo el yugo de este hombre. Si vas a salir de aquí, por favor escapa de este tipo, o nunca te dejará tranquilo -dijo Perry, mirándole. No obstante, Elliott no despegaba la vista del piso- . No sigas siendo una víctima. Eres lo suficientemente fuerte para enfrentarle.
Recordó la noche anterior, cuando su propio rechazo hacia él no hizo efecto en él. Elliott era fuerte a pesar de las apariencias, y bien podría acabar con Jude él mismo. Pero por alguna razón, permanecía en ese estado de sumisión del que no era posible sacarlo.
-Perry, déjanos pasar -dijo el chico.
Perry dio un suspiro. Se quedó quieto por un instante, esperando un cambio en su opinión, pero Elliott fue testarudo. Les dejó pasar apegándose al umbral de la puerta. En el pasillo vio a Jude soltarle, y a Elliott sobarse el codo.
-¿Por qué Jude está actuando de esta forma? -preguntó Marion.
-Eres la única con la que es amable en esta casa, Marion -le dijo Perry- . Pero te pido, por favor, que tengas cuidado con él.
Marion frunció el ceño, pero asintió con la cabeza. Entró al baño arrastrando los pies.


Elliott permaneció apartado, como sospechó que haría, y la vigilancia de Jude alrededor de él se afianzó. Y Perry, conciente de su egoísmo, se vio cada noche devuelto a los brazos de la nostalgia. Garrett aparecía en cada sueño, y a mitad de una noche solitaria, se vio evitando cerrar los ojos.
Ese mismo apego involuntario al sentimiento le obligó a reducir las dosis. Se decía a sí mismo que no tenía con quien gastarlas, y a pesar de los paseos matutinos y nocturnos por París, no encontró júbilo en ningún lugar donde malgastar sus energías. Ni siquiera Philip pareció una opción plausible, dado que ver la posesividad de Jude hacia Elliott, posesividad tan carente de sexualidad que parecía poco creíble, que decidió no empujar ningún tipo de relación con nadie, consolándose con que la suya con Marion era suficiente.
Pero lo cierto es que apenas la veía. Le decía cada mañana, cuando llegaba al cuarto a eso del mediodía, después de su paseo matutino desde las cinco de la mañana, que estaba pasándola bien. París tenía muchos panoramas, incluso por las noches si se buscaba bien, y Marion creyó sus mentiras acerca de su humor. Al fin y al cabo no podía confiar más que en la voz de Perry. No tenía nada más en qué apoyarse. Sin embargo, Persefone no se dejaba llevar por sus mentiras.
-Philip me comentó sobre sus andanzas por París. Él mismo es un amante de esta ciudad y se pregunta si quiere acompañarlo en una caminata por los puentes del Sena. Le contará una historia diferente de cada uno de ellos, confíe en que no se aburrirá.
-Lo siento, pero no quiero dar a Philip ilusiones.
Estaban en la biblioteca, escuchando la vitrola en una habitación que debiera estar en silencio. Persefone no tardó en abrir los ojos como platos.
-¿Se le estuvo insinuando?
-Sí, pero... fue muy educado. Tiene un Compañero muy considerado, señorita Persefone.
Compañero... esos días Marion era quien ocupaba el puesto de Compañera. Esa institución vampírica era una patraña.
-Philip es así. No le gusta ser invasivo, pero cuando le gusta alguien, hace avances. Sin embargo, nunca le vi interesarse por un hombre.
Perry no hizo nungún comentario a eso. Estaba desanimado, dada la poca sangre que estaba consumiendo.
-¿Estoy acaparando a Marion? -preguntó entonces la vampireza.
Perry la miró de reojo. Vio su reflejo vulnerable en los ojos de Persefone, y se sintió algo desnudo frente a ella. Persefone era tan segura de sí misma, tan dueña de su ser que cualquier síntoma de estar flaqueando se magnificaba en su presencia.
No le dijo una palabra, pero eso para ella fue suficiente.
-Disculpen -dijo la voz de Elliott en la puerta.
Perry alzó los ojos hacia el mueble principal de biblioteca, sintiendo la presencia del joven pasar a su izquierda, tras Persefone. Irradiaba ese mismo calor, y pronto se vio cerrando los ojos, llenándose de su aroma. Usualmente era de ese modo cuando se cruzaban en la misma habitación o en el pasillo, pero con el tiempo se había vuelto más tortuoso, si bien tenía en cuenta que era sólo deseo. Si por la noche pensaba en Garrett, en medio de su soledad, no era posible que alguien estuviera ocupando su corazón tan rápido. Él no era así.
-¿Quiere acompañarnos al Moulin Rouge está noche? Estamos liberados de la obra de teatro, así que...
-¿No prepararemos otra?
-No, es el turno de otro grupo. Esperaremos para el próximo año, y como somos varios, haremos una votación esta vez -dijo Persefone, entusiasmada.
-Pero alguien debe decidir la lista de obras opcionales de todos modos -dijo Perry.
Vio a Elliott caminar hacia el mueble principal de la biblioteca, la sección de ficción, y Perry bajó la vista abrumado.
-Marion las elegirá.
-Ya veo.
Dirigió su atención a su libro, tratando de ignorar a Elliott. Persefone confundió esto con su añoranza por Marion.
-Le diré que hoy no podré estar con ella. Irá con Marion al Moulin Rouge, solos. Y si bien me da un poco de celos, dejaré que compartan lecho. Nada puede pasar entre ustedes, de todos modos, ¿no?
Perry asintió con la cabeza.
-¿No?
El llamamiento de Persefone fue elocuente. Perry la miró a los ojos, viendo la duda.
-No me molestaría, son esposos, pero Marion ha remarcado tantas veces que no hay nada más que amistad entre ustedes, que un desliz no me sería agradable de reconocer. Sé cuando Marion no está del todo conmigo cuando... lo hacemos, y es a menudo, y siento que está con usted en esos momentos.
Perry frunció el ceño, extrañado ante esa sospecha, y negó con la cabeza.
-No. No hay nada entre nosotros. No -repitió, casi con horror.
De hecho, le horrorizaba. La única vez que lo hicieron, la mitad de la experiencia fue tan penosa que repetirla no era una posibilidad.
-Confiaré en usted. Pero le pediré algo como favor: quisiera saber porqué Marion se aleja de mí en los momentos menos esperados.
Perry asintió.
-Le consultaré. Pero no iremos al Moulin Rouge, señorita Persefone.
-Vayan donde quieran. No es asunto mío -dijo ella, alzando las cejas.

Sonrió, mirándole atentamente. Era casi amenazante, como Jude con Elliott, y eso le convenció por completo de que algunas cosas necesitaban cambiar allí, o aquello se saldría de control.

Dejaron el caserón a eso de las ocho. El sol ya estaba escondido y Marion respiró aliviada el aire nocturno.
-Siento que no he salido de esa casa en años.
Iba tres pasos por delante suyo, de camino al centro bohemio de la ciudad.. Perry la vio asomarse a inclinarse sobre la baranda como si mirase el río. Probablemente estaría sintiendo la frescura del río en su cara.
-Tal vez debieras darte un respiro de Persefone.
-Lo estoy haciendo -dijo Marion- . Aunque he querido salir por París sola. La próxima vez lo haré.
Perry bajó la vista. Tal vez no quería estar con él.
-Pero te estás divirtiendo.
-Sí, aunque Persefone a veces me ahoga. Supongo que es el precio.
-No debiera tener precio. Ten cuidado con ella, Marion.
-No te preocupes, seré cuidadosa. Sé que puede ser posesiva. Ese es el problema que tiene Jude con Elliott, ¿no? -dijo Marion. Fue y tomó a Perry del codo- . Es muy posesivo. Por eso no los deja estar juntos, ¿verdad?
-Eso es decisión de Elliott -dijo Perry.
-No. Elliott podría estar asustado, Perry -le dijo Marion, extrañada- . Podría tener miedo de que algo pudiera pasarle.
-Eso no tiene sentido. Elliott puede defenderse solo.
-O tal vez sabe que no podría defenderte a ti de Jude. Tal vez te está protegiendo a ti, Perry.
Eso no lo había considerado antes. Miró los globos oculares de Marion ennegrecidos a la luz de las farolas, dirigidos hacia él como si lo estuvieran mirando.
-Él me lo diría.
-No. No lo haría. Estás esperando demasiado de él. Se conocen hace muy poco.
-Pero... estuvimos juntos. Eso claramente es un signo de confianza.
Marion dio un suspiro. Casi pudo imaginarla rodando los ojos.
-No lo entiendes, Elliott desconfía mucho de los hombres, y que estuviera conmigo es... una gran cosa.
-No estuvo contigo hasta el final. Es lo que dijo. ¿O mintió?
-No. No mintió -reconoció, entristecido.
Se detuvo en medio del puente y apoyó los codos en la baranda de piedra. Marion hizo lo mismo, tanteando a su alrededor para ubicarlo de nuevo.
-Es como si Elliott aceptara el que le pertenece a Jude, siendo que no lo hace.
-Debe haber algo más detrás, algo que le impide ir en contra de Jude.
-Jude es quien le convirtió en vampiro, pero eso no lo hace su dueño.
-Tal vez Elliott piensa de otra forma -dijo Marion- . Persefone misma cree que todos quienes se convierten en vampiros se vuelven sexualmente fluidos.
-¿A qué refiere?
-A que nos empiezan a atraer todos los sexos. Dice que le pasó a ella, que le pasó a Philip, y por ello cree que le pasa a todos. Es un modo de ver la vida de vampiro, pero no todos compartimos esa visión.
-Ya entiendo. Está empecinada en que pasa algo entre nosotros.
-Me lo ha dicho y es ridículo. Espero no siga insistiendo. Además, no te has sentido atraído por ninguna mujer ahora que eres un chupasangre -dijo, riendo. Perry rió también, mirándola bellísima bajo la luz amarillenta del farol- . ¿O estoy equivocada?
-No lo estás. Mis preferencias siguen intactas.
-Y las mías.
-¿En quién piensas cuando estás con ella? -le preguntó Perry, decidiendo ir al grano.
-Ahm... En ella -dijo Marion, con un tono de quien piensa que es obvio.
-¿No piensas en nadie más?
Marion se quedó en silencio, con el rostro en su dirección, y Perry vio cómo poco a poco se expresión se suavizaba, pensativa.
-A veces pienso... -dio un suspiro y bajó el mentón, un tanto ida. Perry la vio tragar, y eso le recordó a sí mismo por las noches, tratando de no llorar- en... A...
Su voz se cortó, pero su rostro siguió casi inexpresivo.
-Agnes -susurró Perry.
Marion no hizo ni dijo nada. Sus ojos ennegrecidos se habían quedado fijos en el vacío, y ninguna señal de quiebre vino a su joven rostro. Perry se inclinó para besarla en los labios, algo asustado por su silencio. Marion le respondió cariñosamente.
-No le digas a Persefone -susurró Marion.
-¿Por qué no nos vamos? -preguntó Perry, con su frente apoyada contra la de ella. Marion empujó el agarre que estaba haciendo alrededor de su brazo- Persefone no es buena para ti. Temo que sea tan posesiva como... Jude.
-No. Ella no es así. Y me trata bien. Quedémonos un poco más, hasta que... ella se canse de mí y yo me canse de ella.
-¿No prefieres... buscar a alguien que esté siempre para ti?
Marion tragó. Su rostro estaba inexpresivo, escuchando. Había visto como el último tiempo, su rostro había empezado a separarse de pronto de su expresividad. La ceguera le estaba ocasionando aquello, pero esta vez fue más elocuente.
-No. Las cosas están bien como están. No creo que encuentre a nadie más fiel que ella.
-O yo -dijo Perry, riendo por lo bajo.
Marion asintió. Dirigió el rostro hacia otra parte, mientras Perry la rodeaba de la cintura. La joven volvió a empujarlo con suavidad, y él se dejó, soltándola. La vio mirar la nada pensativa, como si estuviera reflexionando su siguiente movimiento.
-¿Qué hay de Philip? -preguntó, sonriendo de repente. Perry frunció el ceño- A Philip le gustas. Es mejor él, ya que Elliott luce tan joven. Me sorprendió un poco que estuvieras con Elliott, él no es tu tipo.
-Tal vez mis gustos han cambiado -dijo Perry.
-Claro.
Volvió a la inexpresividad de antes.
-Ahm... volvamos a casa. Está un poco solo por aquí.
Pasó por su lado y Perry, algo decepcionado por la brevedad de su paseo, la siguió para tomarla de la mano y hacer de lazarillo.


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