Ni siquiera sé qué estoy haciendo aquí. Aquí en el blog. No tengo duda de que NO SÉ qué estoy haciendo aquí en el mundo. Desde muy chica me di cuenta de que siempre fui un estorbo para mi hermana, y últimamente para mis padres.
Estudié la carrera equivocada. Estudié algo que no era mi vocación y aunque le encontré sentido en el camino, me di cuenta cuenta de que dependiendo de la sociedad, el gobierno y el país en que naces, lo que yo personalmente estudié puede ser o la experiencia más llenadora del mundo o... la mentira más grandes.
Enseñar debería ser un trabajo que debiera estar reservado a pocos. No todos saben enseñar, y no todos tienen el carisma para entusiasmar a otros con lo que estás enseñando. Yo desde siempre sentí pasión por lo que hacía. Yo no hago las cosas con ánimo de destacar. No hago las cosas pensando como meta el ser la mejor. Hago las cosas porque quiero hacerlas. Siempre fue así. Pero en los últimos años de escolaridad me descubrí amando algo que quizá no me daría mucho dinero, y nunca lo vi como una posibilidad de carrera,
Me refiero al oficio -o arte o lo que sea- de escribir. Me vi inmersa en la escritura de una historia por aproximadamente dos años. Su nombre fue definitivo desde el principio fue "La última raza libre", y es aunque podré sonar arrogante, es lo mejor que he escrito. Es lo que escrito con mayor sangre y esfuerzo. Hice hasta una lista de nombres inventados, le pedí a una compañera de curso que me ayudara a crear los nombres, y cree parte -no totalmente- de un idioma para una raza humanoide de nereidos a la cual pertenecía el personaje principal.
Me inspiré de todas partes. Del animé -"Inuyasha"- de las películas que había visto y libros que habá leído -"El señor de los anillos", "Narnia"- y de conceptos de distintas culturas, como del sintoísmo, la mitología celta y nórdica, y muchas otras partes que ahora mismo no recuerdo. Pero fue un conjunto de cosas que inspiraron y construyeron poco a poco la historia sin darme cuenta. No fue algo conciente, y ciertamente nunca se me pasó por la cabeza publicarla. La hice, la escribí porque así era mi deseo. Porque algo me movía a hacerlo. Mi cerebro, mi cuerpo, todo. Incluso recuerdo a una compañera diciéndome que estaba sacrificando la sociabilidad en orden de escribir esa historia. Hasta pasaba los recreos escribiendo, con bulla alrededor, con toda distracción posible, sin que eso significara un obstáculo.
Pero ahora se ha convertido en un obstáculo. Tengo que trabajar, tengo que mantenerme a mí misma, ser responsable, sacrificar mis deseos simples por algo mayor. Y he intentado publicar, aunque no lo suficiente, pero lo he hecho, y mucha gente ha leído mis historias en wattpad. Pero uno no vive de los buenos comentarios de la gente, aunque sí te ayudan a seguir escribiendo. Es lo que más adoro hacer, y es porque me entretiene, porque es una diversión mía, porque me produce un placer inmenso hundirme en un mundo que yo creé y que puedo controlar.
De hecho, todo lo que dije es mierda.
Escribo porque me dan ganas. Porque me dan ganas.
Y al parecer he perdido el derecho a eso. Porque debo trabajar, y además de eso, cuando me independice me tendré que cocinar a mí misma, limpiar una casa, preocuparme por las cuenta y por cientos de papeles burocráticos que me van a permitir ser válida en esta sociedad llena de procedimientos y mierdas innecesarias. Tengo que validar mi existencia en la sociedad básicamente, cuando mi deseo más profundo sería poder vivir en una cabaña destartalada, con mis prpios cultivos, con tiempo para escribir y espacio para andar en bici.
No quiero mucho. Sólo quiero escribir. SÓLO QUIERO ESCRIBIR,
Y aprender muchos idiomas.
viernes, 31 de marzo de 2017
viernes, 24 de marzo de 2017
A propósito de la Upcoming Semana Santa
Inculcar una religión, en mi caso la religión católica, en un niño que no es capaz de juzgar por su propio juicio, ya que su juicio no está desarrollado, es CRUELDAD.
Crueldad no porque la religión sea algo de dudosa confianza. Crueldad porque uno es inculcado a amar algo que no sabe qué significa realmente, ya que no puedes saber qué significa una religión a tan corta edad. No sabes qué significa lo que Jesús hizo, dijo y dejó para todos. No sabes a ciencia cierta si Jesús existió, no sabes lo que significa el que amen a una mujer que murió virgen, porque te convencen de que la virginidad es buena y nada más, cuando no es buena, sólo ES.
Es cruel porque cuando algunos de nosotros nos hacemos ateos y dejamos de creer en las cosas que nos inculcaron, quedamos con un vacío. No porque la religión que nos inculcaron sea buena y una razón válida para vivir. Uno no debería apoyar el sentido de la vida en la religión, porque la religión fue creada por hombres, o establecida y organizada por hombres. Queda ese vacío porque otros lo llenaron con una religión que uno no eligió.
Yo no elegí ser cristiana, como tampoco elegí aprender a escribir o aprender ciencia en el colegio. Yo no elegí ninguna de esas cosas, en estos días nadie elige lo que quiere aprender porque el aprendizaje se ha convertido en una institución y en un negocio, convencidos los hombres y mujeres que dirigen esa institución de que si no obligamos a los niños a aprender cosas, no lo harán, lo cual no es el caso, porque la curiosidad es parte innata del ser humano. Queda ese vacío porque ese espacio de conocimiento y sentimiento lo llenaste cuando eras niño, y cuando eres niño, cuando tu cuerpo y cerebro se están desarrollando, todo lo que grabas en ti mismo queda allí para siempre. Por algo la mayor parte de los recuerdos significativos se establecen en la niñez, porque en la niñez todavía eres capaz de disfrutar de las cosas naturalmente, porque de niño el tiempo parece pasar más lento, mientras que de adulto todo se convierte en una obligación y el tiempo se hace humo. Porque de adulto dejas de ser feliz en el momento, y empiezas a fingir, a construir una persona que no eres, a no ser natural.
Enseñar una religión que tiene tantos mensajes lindos (sí, el catolicismo tiene mensajes lindos, pesar de toda la misoginia y homofobia que la componen) es CRUEL, porque de grande quieres volver a ella, pero no puedes porque ya aprendiste que todo es un constructo, que todo es una creación. Te enteras de que es una copia de algo más, y que las religiones son sólo una moda de cada época, por muy útiles que sean las enseñanzas que dejan, por muy útil que su filosofía sea. Pero quieres creer en la religión que te inculcaron de nuevo, porque al haberla asimilado siendo tan joven, es parte importante del órgano de tu nostalgia.
Así que dejen de enseñar la religión a niños. Dejen que ellos elijan cuando sean maduros y mejor educados, más informados y cultos, y capaces de pensamiento crítico. Déjenlos abrazar una religión por sí mismos. Se los dice una atea que ve "Jesús de Nazaret", la mini serie de los setentas, todas las Semanas Santas (son 6 horas pué. Non stop. Mi escena favorita es la última, cuando Pedro le dice a Don Jesho, "Oh, señor, quédate con nosotros". Bello, hueón. Bello).
Crueldad no porque la religión sea algo de dudosa confianza. Crueldad porque uno es inculcado a amar algo que no sabe qué significa realmente, ya que no puedes saber qué significa una religión a tan corta edad. No sabes qué significa lo que Jesús hizo, dijo y dejó para todos. No sabes a ciencia cierta si Jesús existió, no sabes lo que significa el que amen a una mujer que murió virgen, porque te convencen de que la virginidad es buena y nada más, cuando no es buena, sólo ES.
Es cruel porque cuando algunos de nosotros nos hacemos ateos y dejamos de creer en las cosas que nos inculcaron, quedamos con un vacío. No porque la religión que nos inculcaron sea buena y una razón válida para vivir. Uno no debería apoyar el sentido de la vida en la religión, porque la religión fue creada por hombres, o establecida y organizada por hombres. Queda ese vacío porque otros lo llenaron con una religión que uno no eligió.
Yo no elegí ser cristiana, como tampoco elegí aprender a escribir o aprender ciencia en el colegio. Yo no elegí ninguna de esas cosas, en estos días nadie elige lo que quiere aprender porque el aprendizaje se ha convertido en una institución y en un negocio, convencidos los hombres y mujeres que dirigen esa institución de que si no obligamos a los niños a aprender cosas, no lo harán, lo cual no es el caso, porque la curiosidad es parte innata del ser humano. Queda ese vacío porque ese espacio de conocimiento y sentimiento lo llenaste cuando eras niño, y cuando eres niño, cuando tu cuerpo y cerebro se están desarrollando, todo lo que grabas en ti mismo queda allí para siempre. Por algo la mayor parte de los recuerdos significativos se establecen en la niñez, porque en la niñez todavía eres capaz de disfrutar de las cosas naturalmente, porque de niño el tiempo parece pasar más lento, mientras que de adulto todo se convierte en una obligación y el tiempo se hace humo. Porque de adulto dejas de ser feliz en el momento, y empiezas a fingir, a construir una persona que no eres, a no ser natural.
Enseñar una religión que tiene tantos mensajes lindos (sí, el catolicismo tiene mensajes lindos, pesar de toda la misoginia y homofobia que la componen) es CRUEL, porque de grande quieres volver a ella, pero no puedes porque ya aprendiste que todo es un constructo, que todo es una creación. Te enteras de que es una copia de algo más, y que las religiones son sólo una moda de cada época, por muy útiles que sean las enseñanzas que dejan, por muy útil que su filosofía sea. Pero quieres creer en la religión que te inculcaron de nuevo, porque al haberla asimilado siendo tan joven, es parte importante del órgano de tu nostalgia.
Así que dejen de enseñar la religión a niños. Dejen que ellos elijan cuando sean maduros y mejor educados, más informados y cultos, y capaces de pensamiento crítico. Déjenlos abrazar una religión por sí mismos. Se los dice una atea que ve "Jesús de Nazaret", la mini serie de los setentas, todas las Semanas Santas (son 6 horas pué. Non stop. Mi escena favorita es la última, cuando Pedro le dice a Don Jesho, "Oh, señor, quédate con nosotros". Bello, hueón. Bello).
martes, 21 de febrero de 2017
“Y tu mamá también”: el beso que los príncipes nunca dieron
“Y tu mamá también”:
el beso que los príncipes nunca dieron (Este material no es mío)
El beso final en el cine clásico, el beso del The End subrayado por la orquesta completa del estudio, supone la celebración absoluta de la pareja heterosexual y de sus ritos. Es algo así como el equivalente fílmico de las perdices, las del “fueron felices”. Un beso antes del The End indica que se consumarán los ritos, que la pareja vivirá en una extática y estática felicidad permanente que, de algún modo también, será cotidianamente eterna. Lo indicó muy bien el semiólogo Yuri Lotman al principio de los 70, en Estructura del Texto Artístico: la obra narrativa no puede ir más allá de su marco. No empieza antes del principio, no continúa más allá del final. Los personajes se quedan donde se quedan. El famoso “mañana será otro día” de Escarlata O'Hara no llegará nunca puesto que la espera de ese mañana está eternizada para siempre, precisamente porque Vivien Leigh decide esperarlo justo en el último plano del film.
Así que un beso final es siempre ceremonialmente conyugal. Se consigue lo deseado durante todo el film y los amantes se sacralizan: lo indica el marco: el final. Esa sacralización ha contaminado nuestra realidad cotidiana. Es una de esas ocasiones en las que el cine conforma la realidad y no viceversa: las bodas. No está claro si antes de la llegada del cine y de sus símbolos, el novio “podía besar a la novia” al final de la ceremonia con un cinematográfico beso de tornillo. Porque quizás una de las cosas más divertidas y excitantes que nos ha aportado el cine es precisamente eso: la cultura del beso.
Estoy seguro de que muchas de estas reflexiones se habrán desatado en la mente de los colaboradores del número de VO que tienen en sus manos. En mi caso, yo quería encontrar el lado oscuro del beso, su lado represor, quería recordar alguna película en la que se mostrara no ya el aspecto íntimo o emocional o erótico del beso, sino las formas en las que el poder usa para sus propios fines el beso de pasión, el beso de intimidad, el beso erótico. He intentado revisar besos de cine, más allá de los dibujos de la Warner y de las escenas en las que dos hombres se limpian la boca con asco después de besarse, o incluso dos machos de especies distintas, como hacían Bugs Bunny y Michael Jordan en Space Jam (1996), de Joe Pytka[1], o los dibus de ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (Who framed Roger Rabbit?, 1988) de Zemeckis, sin encontrar mucho más a lo largo de todo el primer siglo de películas.
Sin embargo, la película del mejicano ya casi universal, Alfonso Cuarón, Y tu mamá también (2001) abrió el milenio hablando de algo muy pocas veces dicho en la ficción: la actuación del poder: que el género y la orientación sexual se construyen a partir de la pérdida. Aunque el tema ya se había analizado en otras disciplinas. Una de las más importantes pensadoras contemporáneas, Judith Butler, lo había desarrollado ampliamente[2]. Según Butler, la violencia de la regulación social obliga a reprimir el deseo homosexual de todo individuo, y esa pérdida genera inevitablemente un duelo, la tristeza del individuo ante ese componente cercenado, perdido, y un repudio del vínculo homosexual, lo cual convierte a la homosexualidad en pasión no vivible y crea una heterosexualidad siempre precaria; lo que ella llama "identificación rechazada." Rechazamos lo que una vez fuimos y ya olvidamos, del mismo modo que se rechaza y se teme a los fantasmas de los que quisimos y murieron, del mismo modo que superamos el duelo por un difunto. La creación de toda identidad sexual, sobre todo de las autorizadas, ha tenido que cercenar, reprimir.
Y hablar de ese proceso, que sucede fuera de lo que podríamos llamar cultura homosexual, es casi siempre tabú. Por eso creo que no existe ningúna obra narrativa que retrate ese conflicto de una forma más efectiva y estética que el film de Alfonso Cuarón. En él, Diego Luna y Gael García Bernal, dos preuniversitarios mejicanos de clase alta, post-adolescentes y amigos intimísimos, engañan a sus pulcras familias juntos, fuman marihuana juntos, se masturban juntos, despiden a sus novias juntos, su fraternidad es tan especial que hasta le ponen nombre: no son amigos, son más: son “charolastras”. El guión, nominado al Oscar y premiado en el festival de Venecia, no tarda en empezar a dar pistas, usando con maestría un denostado recurso: la voz en off. Cuarón la usa de una forma muy caracterísitica: cerrando la banda de sonido durante unos segundos, creando una sensación de silencio y de vacío alrededor de la voz en off, que suena en todas las ocasiones para contar lo que no se ve, lo que no se enseña nunca, lo que Gael y Luna no se atreven a contarse el uno al otro, las partes de la historia personal que no son capaces de revelar, o incluso las anécdotas –casi siempre profundamente metafóricas– de los personajes circunstanciales. Maribel Verdú, casada con un familiar lejano de Luna, aparece en sus vidas con el típico halo de liberación sexual de los europeos. Ella está ostensiblemente fuera del mundo patriarcal y represor en el que los chicos se mueven, además está secretamente enferma: la cercanía de la muerte la obliga a vivir en libertad. Así que algo más potente que las hormonas puede ser lo que hace que los dos amigos se queden fascinados por la chica. Lo cierto es que los tres se embarcan en una road movie hacia una playa imposible. A lo largo del trayecto, Maribel Verdú se va encargando de señalar sutilmente las etapas de una historia de amor, si es que puede llamarse así, entre los dos chicos, todo un sistema cerrado de deseos que vive en la sombra, prácticamente ahogado, pero no por ello menos fuerte, y que el espectador va a tardar mucho en advertir. De hecho, y a pesar de que en alguna escena Maribel Verdú lo grita a voces, el espectador medio no va a percibir la historia de Gael y Diego Luna hasta que el beso de la escena penúltima le obligue a releer desde el principio todas las emociones que han estado latiendo entre los dos chicos, sin explicitarse jamás.
El itinerario emocional de los tres es fascinante e intrincado, como en toda road movie que se precie. La trama superficial es muy fácil de ver y de seguir: entretiene mucho: los celos entre ellos, las traiciones entre ellos (cada uno se acuesta con la novia del otro), el sexo compartido con la misma mujer, con Maribel Verdú, van desvelando una trama subterránea dificílisima de ver: un extrañísimo y solitario cortejo amoroso entre ellos, que paradójicamente se muestra sólo para no ser percibido y que está siendo reprimido desde el origen. Quizás por eso “Y tu mamá tambien” permite tantas revisiones. En los foros de Internet, en el Facebook, los espectadores confiesan haberla visto veinte, treinta veces. Las revisiones enganchan porque hay otra historia bajo la historia. Constantemente los dos chicos bucean bajo la superficie de sus piscinas, en algun caso hasta por una piscina que además parece enterrada, pero toda road movie que se precie tiene que acabar en el mar. Y esa otra historia acaba estallando, saliendo a la superficie. Mientras Maribel Verdú provoca un encuentro sexual entre los tres, mientras los dos chicos están de pie ante una Verdú que se dispone de rodillas a practicar una sesión de doble sexo oral, sucede algo tan inesperado como esperado: se ilumina lo que no debe iluminarse. Junto a una bombilla desnuda, molestísima, que alumbra en exceso, y mientras Verdú juega “ahí abajo”, Gael y Diego Luna se besan con una pasion tal que les reportó el premio de la MTV de 2001 al mejor beso de cine. Y desde luego no forma parte de esa cultura del beso que el cine ha legado a la vida cotidiana. Es más que un beso sexual, es un beso profundamente romántico. Un beso que “no debería” ser para otro hombre, ni siquiera para otro charolastra.
A la mañana siguiente se separan para siempre. Ambos amigos se encontrarán friamente en una cafetería más de un año después, se contarán la suerte fatal de Maribel Verdú, y tras ese encuentro ya no volverán a verse nunca. Si el principio del filme nos presentaba a cada uno de los chicos en pleno encuentro sexual con sus novias, el plano final nos muestra su separación definitiva, sin fisuras, sin concesiones: su muerte como seres deseantes, el repudio del vínculo, justo unos segundos después de haberse contado orgullosamente el principio de sus carreras profesionales. El beso de “Y tu mamá también” no ha sido capaz de dinamitar los mecanismos del poder: no ha remontado la muerte. Los príncipes ya no pueden resucitar con su beso a las princesas, a una Blancanieves/Bella Durmiente que se dispone a morir/dormir. Y la princesa, agonizante, intenta conseguir lo más lógico: que los príncipes se besen entre ellos. Pero los príncipes están inmersos dentro de una estructura patriarcal, de la que la princesa se ha escapado, y que va a castrarlos, a cercenarlos: ésa es la madurez: la imposibilidad de que el beso entre príncipes post-adolescentes pueda ser fértil.
No me extraña que Cuarón sea el responsable de la mejor entrega de Harry Potter: ha entendido como nadie la adolescencia y sus duelos.
Marcelo Soto
FUENTE
el beso que los príncipes nunca dieron (Este material no es mío)
El beso final en el cine clásico, el beso del The End subrayado por la orquesta completa del estudio, supone la celebración absoluta de la pareja heterosexual y de sus ritos. Es algo así como el equivalente fílmico de las perdices, las del “fueron felices”. Un beso antes del The End indica que se consumarán los ritos, que la pareja vivirá en una extática y estática felicidad permanente que, de algún modo también, será cotidianamente eterna. Lo indicó muy bien el semiólogo Yuri Lotman al principio de los 70, en Estructura del Texto Artístico: la obra narrativa no puede ir más allá de su marco. No empieza antes del principio, no continúa más allá del final. Los personajes se quedan donde se quedan. El famoso “mañana será otro día” de Escarlata O'Hara no llegará nunca puesto que la espera de ese mañana está eternizada para siempre, precisamente porque Vivien Leigh decide esperarlo justo en el último plano del film.
Así que un beso final es siempre ceremonialmente conyugal. Se consigue lo deseado durante todo el film y los amantes se sacralizan: lo indica el marco: el final. Esa sacralización ha contaminado nuestra realidad cotidiana. Es una de esas ocasiones en las que el cine conforma la realidad y no viceversa: las bodas. No está claro si antes de la llegada del cine y de sus símbolos, el novio “podía besar a la novia” al final de la ceremonia con un cinematográfico beso de tornillo. Porque quizás una de las cosas más divertidas y excitantes que nos ha aportado el cine es precisamente eso: la cultura del beso.
Estoy seguro de que muchas de estas reflexiones se habrán desatado en la mente de los colaboradores del número de VO que tienen en sus manos. En mi caso, yo quería encontrar el lado oscuro del beso, su lado represor, quería recordar alguna película en la que se mostrara no ya el aspecto íntimo o emocional o erótico del beso, sino las formas en las que el poder usa para sus propios fines el beso de pasión, el beso de intimidad, el beso erótico. He intentado revisar besos de cine, más allá de los dibujos de la Warner y de las escenas en las que dos hombres se limpian la boca con asco después de besarse, o incluso dos machos de especies distintas, como hacían Bugs Bunny y Michael Jordan en Space Jam (1996), de Joe Pytka[1], o los dibus de ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (Who framed Roger Rabbit?, 1988) de Zemeckis, sin encontrar mucho más a lo largo de todo el primer siglo de películas.
Sin embargo, la película del mejicano ya casi universal, Alfonso Cuarón, Y tu mamá también (2001) abrió el milenio hablando de algo muy pocas veces dicho en la ficción: la actuación del poder: que el género y la orientación sexual se construyen a partir de la pérdida. Aunque el tema ya se había analizado en otras disciplinas. Una de las más importantes pensadoras contemporáneas, Judith Butler, lo había desarrollado ampliamente[2]. Según Butler, la violencia de la regulación social obliga a reprimir el deseo homosexual de todo individuo, y esa pérdida genera inevitablemente un duelo, la tristeza del individuo ante ese componente cercenado, perdido, y un repudio del vínculo homosexual, lo cual convierte a la homosexualidad en pasión no vivible y crea una heterosexualidad siempre precaria; lo que ella llama "identificación rechazada." Rechazamos lo que una vez fuimos y ya olvidamos, del mismo modo que se rechaza y se teme a los fantasmas de los que quisimos y murieron, del mismo modo que superamos el duelo por un difunto. La creación de toda identidad sexual, sobre todo de las autorizadas, ha tenido que cercenar, reprimir.
Y hablar de ese proceso, que sucede fuera de lo que podríamos llamar cultura homosexual, es casi siempre tabú. Por eso creo que no existe ningúna obra narrativa que retrate ese conflicto de una forma más efectiva y estética que el film de Alfonso Cuarón. En él, Diego Luna y Gael García Bernal, dos preuniversitarios mejicanos de clase alta, post-adolescentes y amigos intimísimos, engañan a sus pulcras familias juntos, fuman marihuana juntos, se masturban juntos, despiden a sus novias juntos, su fraternidad es tan especial que hasta le ponen nombre: no son amigos, son más: son “charolastras”. El guión, nominado al Oscar y premiado en el festival de Venecia, no tarda en empezar a dar pistas, usando con maestría un denostado recurso: la voz en off. Cuarón la usa de una forma muy caracterísitica: cerrando la banda de sonido durante unos segundos, creando una sensación de silencio y de vacío alrededor de la voz en off, que suena en todas las ocasiones para contar lo que no se ve, lo que no se enseña nunca, lo que Gael y Luna no se atreven a contarse el uno al otro, las partes de la historia personal que no son capaces de revelar, o incluso las anécdotas –casi siempre profundamente metafóricas– de los personajes circunstanciales. Maribel Verdú, casada con un familiar lejano de Luna, aparece en sus vidas con el típico halo de liberación sexual de los europeos. Ella está ostensiblemente fuera del mundo patriarcal y represor en el que los chicos se mueven, además está secretamente enferma: la cercanía de la muerte la obliga a vivir en libertad. Así que algo más potente que las hormonas puede ser lo que hace que los dos amigos se queden fascinados por la chica. Lo cierto es que los tres se embarcan en una road movie hacia una playa imposible. A lo largo del trayecto, Maribel Verdú se va encargando de señalar sutilmente las etapas de una historia de amor, si es que puede llamarse así, entre los dos chicos, todo un sistema cerrado de deseos que vive en la sombra, prácticamente ahogado, pero no por ello menos fuerte, y que el espectador va a tardar mucho en advertir. De hecho, y a pesar de que en alguna escena Maribel Verdú lo grita a voces, el espectador medio no va a percibir la historia de Gael y Diego Luna hasta que el beso de la escena penúltima le obligue a releer desde el principio todas las emociones que han estado latiendo entre los dos chicos, sin explicitarse jamás.
El itinerario emocional de los tres es fascinante e intrincado, como en toda road movie que se precie. La trama superficial es muy fácil de ver y de seguir: entretiene mucho: los celos entre ellos, las traiciones entre ellos (cada uno se acuesta con la novia del otro), el sexo compartido con la misma mujer, con Maribel Verdú, van desvelando una trama subterránea dificílisima de ver: un extrañísimo y solitario cortejo amoroso entre ellos, que paradójicamente se muestra sólo para no ser percibido y que está siendo reprimido desde el origen. Quizás por eso “Y tu mamá tambien” permite tantas revisiones. En los foros de Internet, en el Facebook, los espectadores confiesan haberla visto veinte, treinta veces. Las revisiones enganchan porque hay otra historia bajo la historia. Constantemente los dos chicos bucean bajo la superficie de sus piscinas, en algun caso hasta por una piscina que además parece enterrada, pero toda road movie que se precie tiene que acabar en el mar. Y esa otra historia acaba estallando, saliendo a la superficie. Mientras Maribel Verdú provoca un encuentro sexual entre los tres, mientras los dos chicos están de pie ante una Verdú que se dispone de rodillas a practicar una sesión de doble sexo oral, sucede algo tan inesperado como esperado: se ilumina lo que no debe iluminarse. Junto a una bombilla desnuda, molestísima, que alumbra en exceso, y mientras Verdú juega “ahí abajo”, Gael y Diego Luna se besan con una pasion tal que les reportó el premio de la MTV de 2001 al mejor beso de cine. Y desde luego no forma parte de esa cultura del beso que el cine ha legado a la vida cotidiana. Es más que un beso sexual, es un beso profundamente romántico. Un beso que “no debería” ser para otro hombre, ni siquiera para otro charolastra.
A la mañana siguiente se separan para siempre. Ambos amigos se encontrarán friamente en una cafetería más de un año después, se contarán la suerte fatal de Maribel Verdú, y tras ese encuentro ya no volverán a verse nunca. Si el principio del filme nos presentaba a cada uno de los chicos en pleno encuentro sexual con sus novias, el plano final nos muestra su separación definitiva, sin fisuras, sin concesiones: su muerte como seres deseantes, el repudio del vínculo, justo unos segundos después de haberse contado orgullosamente el principio de sus carreras profesionales. El beso de “Y tu mamá también” no ha sido capaz de dinamitar los mecanismos del poder: no ha remontado la muerte. Los príncipes ya no pueden resucitar con su beso a las princesas, a una Blancanieves/Bella Durmiente que se dispone a morir/dormir. Y la princesa, agonizante, intenta conseguir lo más lógico: que los príncipes se besen entre ellos. Pero los príncipes están inmersos dentro de una estructura patriarcal, de la que la princesa se ha escapado, y que va a castrarlos, a cercenarlos: ésa es la madurez: la imposibilidad de que el beso entre príncipes post-adolescentes pueda ser fértil.
No me extraña que Cuarón sea el responsable de la mejor entrega de Harry Potter: ha entendido como nadie la adolescencia y sus duelos.
FUENTE
domingo, 22 de enero de 2017
Cómo la Heteronormatividad arruinó a BBC Sherlock
(x) |
Acabo de desperdiciar una hora de mi vida viendo un nuevo tvshow llamado "Apple Tree Yard" acerca de gente heterosexual que tiene sexo después de cinco minutos de conocerse.
SUPER ORIGINAL, ¿VERDAAAAAAAAAAAD??
Diario de una Pasión (x) |
Ahora, se preguntarán porqué vi esta serie?? Normalmente veo series sabiendo de qué van, y no en streaming, o sea, directo. O sea, la estaba viendo al mismo tiempo que la estaban estrenando en la BBC 1 en Inglaterra.
¿Por qué lo hice, se preguntarán?
Porque estaba esperando, porque mis esperanzas aún están vivas, que de la nada se interrumpiera la transmisión y resultara que había un cuarto episodio en la cuarta temporada de Sherlock (siempre son tres episodios), ya que el último capítulo fue tan raro y fuera de lugar y con tantas faltas de lógica en las deducciones que todo el fandom estuvo esperando que en realidad fueran cuatro episodios y que JOHNLOCK SUCEDIERA (Johnlock = John + Sherlock). Además, en el segundo episodio, "The Lying Detective", Sherlock dijo algo que nos quedó dando vueltas: "¿Qué es lo que reconforta tanto a todos acerca del número 3?" o "¿Por qué se rinden de buscar después del número 3?" cuando el villano, Culverton, confiesa que sacó todos los micrófonos que había en la habitación donde Sherlock estaba del hospital, y que por ello nada de su confesión podrá ser escuchada. Entonces Sherlock dice que debe haber algo reconfortante acerca del número tres y John cae en la cuenta de que el cuarto micrófono está en su bastón, que él fue a dejar allí temprano tal como predijo Sherlock que haría (aún me parece un poco inverosímil esto que hizo Sherlock de predecir las acciones de todos).
(x) |
Bueno, ya pasaroon 17 minutos desde que el capítulo Piloto de "Apple Tree Yard" pasó, y nada, no ha pasado nada, en la BBC1 no pasa nada, y la mayoría del fandom ha perdido la esperanza, porque al parecer el que se muestren tres escenas de sexo en la TV, plus una escena de violación (¿Podrían dejar de mostrar escenas de violación en TV, por favoooor?) es más aceptable que John y Sherlock se den un piquito, que no pasó y al parecer no pasará.
Por otra parte, y esto hace las cosas aún peores, el cast de Sherlock dijo que "El Final de la cuarta temporada" haría historia, que quedaría escrito en la historia de la televisión, lo cual, como vemos, no ocurrió.
Imagen promocional del tercer capi de la 4ta temporada (x) |
Foto promocional de London Spy (x) |
Pero todavía tengo esperanzas, algo bastante tonto. Vimos por años todo el subtexto y señales nada sutiles a veces, sobre cómo estos dos, John y Sherlock, estaban obviamente destinados a estar juntos. Yo no creí en ello hasta el segundo capítulo de la tercera temporada (en esta entrada hablo de ello al detalle), así que no es que esté como fangirl (nada contra las fangirls) deseando ver a dos tipos teniendo sexo en TV. Fue algo que vi, que está en las miradas, en la actuación.
No obstante, si la intención de los creadores no era que los protagonistas terminaran juntos, pues, ya sabemos la conclusión:
BENEDICT CUMBERBATCH Y MARTIN FREEMAN ESTÁN ENAMORADOS Y ESO SE TRASPASÓ A LA PANTALLA!! XDDD
lunes, 16 de enero de 2017
Sobre BBC Sherlock 4x03
Me duele todo. ¿Conocen esa sensación cuando tropiezan y casi se caen? Yo la siento en el pecho constantemente... Desde ayer.
Ayer fue el último capítulo de Sherlock de la cuarta temporada, y aunque aún confío en habla otro capítulo, uno sorpresa, aún así la decepción me la esta ganando
El capítulo me gustó, me encantó Eurus, los casos, las voladeras de cerebro y tal... Pero Johnlock no se hizo, y después de un capítulo como el de The Lying Detective, una pensaría que lo obvio y el único camino posible después de ese abrazo, de las confesiones, la sinceridad, John y Sherlock finalmente confesarian sus sentimientos. Pero naaaaah, fue como si fueran sólo dos amigos rrconciliandose. Y hasta se comportaban como compadres en algunos puntos, cosa que nunca había sucedido antes. O sea, en The Sign of three John llamó "mate" (algo así como compadre) a Sherlock y luego puso una cara de extrañeza de los mil demonios. Y siempre han actuado incómodos alrededor del otro.
Pero en este capítulo... Bueno igual se me ocurre que quizás es porque finalmente hicieron las pases con la incomodidad y finalmente son naturales el uno con el otro, porque están bien y Mary ya no está y ya nadie se interpone, aunque la muerte de Mary haya sido triste y todo.
Pero de todos modos! No hubo u a sola pista. Es decir si hubiera otro capítulo sorpresa dónde Johnlock sr hace canon, entonces The final problem no tiene ni pies ni cabeza! Porque no hubo insinuaciones de nada. En otros capítulos se miraban cuando el otro no miraba, sonreían por algo que el otro había dicho, se elogiaban sin intención, etc. Pero en TFB, naaadaaaa! ¿Qué pasó?
Y siento un vacío tan tremendo. Siendo que de nuevo somos invisibles (no soy gay, pero soy asexual, una minoría), que se está ignorando a una parte de la población porque la otra no puede soportar ver nada que no los refleje a ellos mismos.
No es justo! ¿No estamos en una democracia?
¿Por qué es tan difícil hacerlo canon?
Ok igual me siento mejor ahora. Y no quiero sentirme mejor porque estoy enojada!! Y porque llevo tantos años mal que la tristeza se volvió adictiva.
Ayer fue el último capítulo de Sherlock de la cuarta temporada, y aunque aún confío en habla otro capítulo, uno sorpresa, aún así la decepción me la esta ganando
El capítulo me gustó, me encantó Eurus, los casos, las voladeras de cerebro y tal... Pero Johnlock no se hizo, y después de un capítulo como el de The Lying Detective, una pensaría que lo obvio y el único camino posible después de ese abrazo, de las confesiones, la sinceridad, John y Sherlock finalmente confesarian sus sentimientos. Pero naaaaah, fue como si fueran sólo dos amigos rrconciliandose. Y hasta se comportaban como compadres en algunos puntos, cosa que nunca había sucedido antes. O sea, en The Sign of three John llamó "mate" (algo así como compadre) a Sherlock y luego puso una cara de extrañeza de los mil demonios. Y siempre han actuado incómodos alrededor del otro.
Pero en este capítulo... Bueno igual se me ocurre que quizás es porque finalmente hicieron las pases con la incomodidad y finalmente son naturales el uno con el otro, porque están bien y Mary ya no está y ya nadie se interpone, aunque la muerte de Mary haya sido triste y todo.
Pero de todos modos! No hubo u a sola pista. Es decir si hubiera otro capítulo sorpresa dónde Johnlock sr hace canon, entonces The final problem no tiene ni pies ni cabeza! Porque no hubo insinuaciones de nada. En otros capítulos se miraban cuando el otro no miraba, sonreían por algo que el otro había dicho, se elogiaban sin intención, etc. Pero en TFB, naaadaaaa! ¿Qué pasó?
Y siento un vacío tan tremendo. Siendo que de nuevo somos invisibles (no soy gay, pero soy asexual, una minoría), que se está ignorando a una parte de la población porque la otra no puede soportar ver nada que no los refleje a ellos mismos.
No es justo! ¿No estamos en una democracia?
¿Por qué es tan difícil hacerlo canon?
Ok igual me siento mejor ahora. Y no quiero sentirme mejor porque estoy enojada!! Y porque llevo tantos años mal que la tristeza se volvió adictiva.
viernes, 13 de enero de 2017
Adultos de mierda y forma extraña dentro de mi seno
Anoche me detecté una leve protuberancia en el seno. Me dije que debería ir al médico, pero esta mañana desperté, vi el sol abrasador, noté la temperatura ambiente post-apocalíptica, me enfrenté a la frialdad de mi madre, vi las noticias un ratito, me acordé de lo jodido que está el mundo en general, y recordé porqué quiero morir.
No soy una suicida, no me malentiendan. Pero si me llegara un cáncer, si tuviera un accidente, no lucharía por vivir en la camilla exactamente.
Eso creo al menos. Espero que si llega la hora luche por, bueno... MORIR . Me asusta cambiar de opinión en la camilla, porque, ya saben, el instinto de supervivencia es una fuerza loca e inmanejable en los seres vivos.
Ah, y estuve de vacaciones por 10 semanas. Nada notable. Buen aire, buen sol, no sentí que me estaba entrando fuego a los pulmones como me sucede en San Felipe por lo menos. Fueron diez días normales, en los cuales, claro, no pude ir a donde quería, porque cuando sales con adultos más adultos que tú, tienes que acatar sus deseos o sino eres una MALA HIJA, MALA PERSONA, MALA TODO.
Obvio, mientras exigían eso a los más jóvenes, los adultos más adultos se dedicaron a puntualizar porque la juventud era una mierda. Super consecuente.
No soy una suicida, no me malentiendan. Pero si me llegara un cáncer, si tuviera un accidente, no lucharía por vivir en la camilla exactamente.
Eso creo al menos. Espero que si llega la hora luche por, bueno... MORIR . Me asusta cambiar de opinión en la camilla, porque, ya saben, el instinto de supervivencia es una fuerza loca e inmanejable en los seres vivos.
Ah, y estuve de vacaciones por 10 semanas. Nada notable. Buen aire, buen sol, no sentí que me estaba entrando fuego a los pulmones como me sucede en San Felipe por lo menos. Fueron diez días normales, en los cuales, claro, no pude ir a donde quería, porque cuando sales con adultos más adultos que tú, tienes que acatar sus deseos o sino eres una MALA HIJA, MALA PERSONA, MALA TODO.
Obvio, mientras exigían eso a los más jóvenes, los adultos más adultos se dedicaron a puntualizar porque la juventud era una mierda. Super consecuente.
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