Me gustan los lugares transitorios. Me he dado cuenta de que cuando voy paseando y me detengo en lugares, como un parque, un Café -OK, hace raaato que no piso un Café a sentarme a tomar un café, pero... ya saben- , un paradero, esto me llena de una libertad que no conozco en lugares familiares como mi casa o el trabajo. Y creo que es porque en casa uno siente que tiene que hacer cosas, cumplir con procesos, cumplir con acciones. Levantarse, desayunar, almorzar, limpiar, tomar once, y todo esto con interrupciones cada cinco minutos de las personas con las que vives. Es decir, aunque no te interrumpan por... no sé, veinte minutos, para preguntarte si hiciste esto o aquello -que siempre ya lo has hecho, pero te preguntan por si acaso porque no confían en que lo hayas hecho- , en esos veinte minutos no puedes concentrarte, porque siempre estás en la expectativa de que te pregunten algo.
Esto no pasaría si fuera un hombre, claro. La gente no tiende a interrumpir a un hombre que está en una tarea en que se lo ve concentrado o inmerso. Se da por hecho que está haciendo algo importante. Además la sociedad no le obliga a atender a otros. La mujer en cambio, tiene que hacer miles de cosas porque históricamente somos las sirvientas de todo el mundo.
Los lugares transitorios me permiten no ser interrumpida, porque nadie -idealmente- me conoce alrededor. En un paradero, en otra ciudad, como hoy que fui a Los Andes a ver "Buscando a Dory" -AWWWW- no te interrumpen. Y mucho menos en un parque, o en la plaza. Puedes estar una hora escribiendo allí y no te van a interrumpir.
Otro lugar transitorio es la micro cuando vas viajando, obvio. Aunque se mueve bastante y a veces encuentra baches en el camino que hace imposible la tarea de leer o escribir, es agradable porque en ese espacio de tiempo, cuando vas con tu música y en mi caso, la libreta donde estoy escribiendo una historia sobre un chico común de Brooklyn -siempre otro país, lo siento. No puedo evitarlo. No tengo identidad nacional. Sólo si me fuera de Chile por un rato empezaría a extrañarlo. A extrañar... no sé, la cazuela, las empanadas, las fiestas patrias y weás- , cuando estás en la micro, incluso si es por sólo 20 minutos -siempre 20 minutos- , ese espacio de libertad en que no tienes que hacer nada excepto esperar a llegar, la libertad que tienes es infinita. No tienes que cumplir con nada, no estás en el trabajo, no tienes que comprar cosas para la comida. Estás ahí en una burbuja en que no pasa el tiempo y puedes hacer lo que sea confiando en que no serás interrumpido, excepto por la llegada a destino.
En serio. He escrito páginas y páginas encima de una micro. He leído la mitad de un libro en una micro -ahora mismo estoy leyendo "Sol de Tokio" de Francisco Joaquín Marro. Qué wea más divertida, hace rato que un libro no me movía... bueno, pasar de página. Ya nada me gusta, weón, pero me gustó "Sol de Tokio", la novela más sin sentido que he leído- , se me han ocurrido mis mejores ideas encima de una micro.
Igual, triste que tengas que alejarte de tu propia casa para tener un tiempo para ti misma. Qué bueno que soy asexual, en este caso, porque seguro ya tendría hijos por accidente como el 90% de las mujeres de mi edad. Y ahí sí que no tendría ni cinco minutos para relajarme y concentrarme en mi escritura.
PD: Ya puedo escuchar los insultos. "Perra", "Egoísta", "Egocéntrica", "Antinatural" y "Satánica" por no querer tener hijos. La gente es muy simple, weón. Y muy sexista.
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