jueves, 29 de mayo de 2014

"Fuck-Marry-Kill" con el Cast de X-Men: Days of Future Past



En resumen: todos quieren tener relaciones con el Profesor X, incluída Ellen Page, quien dijo que era como sexy...
Todos quieren matarse a sí mismos, y Peter Dinklage quiere casarse con Wolverine, Profesor X y Bestia, y mudarse con ellos al campo...

Sweet...

La “Marcha de las Putas”, en Buenos Aires

Fuente: Entremujeres.clarin.com

Esta iniciativa surgió en Toronto, Canadá, tras las declaraciones de un policía en una charla universitaria, en la que recomendaba que las mujeres deberían “dejar de vestirse como putas para evitar violaciones”. Las alumnas realizaron la primera marcha para concientizar que nada justifica la violencia. Tiempo después, se replicó en varios países, como Argentina.

Unos meses tardó en llegar a Buenos Aires “La Marcha de las Putas”. El escándalo surgió en la Facultad de Derecho de Osgoode Hall en Toronto, Canadá, cuando el policía Michael Sanguinetti hizo más que polémicas declaraciones. “Las mujeres deberían dejar de vestirse como putas para evitar violaciones”, dijo durante una charla universitaria ese día, pero sus palabras resuenan hasta hoy en múltiples lugares del planeta y, claro, son repudiadas con efervescencia.
“Esta declaración evidenció algo que está implícito en la sociedad, una forma de pensar que culpabiliza a la víctima y resta culpabilidad al abusador”, dice Pamela Querejeta Leiva, una de las organizadoras de la iniciativa en Argentina, junto a Flavia Baca Hubeid, Verónica Lemi, Nadia Ferrari y Victoria Sandrini. Con el lema “no, significa no”, se realizaron ya varias marchas en nuestro país, “no sólo para repudiar esta formar de pensar, sino también para reivindicar el derecho a la mujer a vestirse como quiera sin que esto justifique cualquier tipo de violencia”, explica.
Es usual escuchar que culpabilicen a una mujer si, por ejemplo, cruza una plaza sola y la asaltan o la violan. Es común escuchar comentarios acerca de cómo iba vestida o por qué circulaba sola a altas horas de la noche. En este sentido, Ana Falú, profesora e investigadora de la Universidad Nacional de Córdoba, explicaba en una nota de Entremujeres que “se culpabiliza a la mujer por ser objeto de violencia, como si no tuviéramos el derecho ciudadano de circular por la calle. Se genera una revictimización de la víctima que genera un círculo vicioso del miedo”. Es que las mujeres no sólo estamos más expuestas, por nuestra mayor vulnerabilidad física, a vivir situaciones violentas: existe además un “plus de temor” relacionado con la violencia sexual.
Sonya Barnett y Heather Jarvis organizaron la primera “Slutwalk” o “Marcha de las Putas” en Toronto el 3 de abril. Miles de mujeres las acompañaron. Luego, la iniciativa se replicó en más de veinte países alrededor del mundo, como México, Nicaragua, Brasil, Inglaterra, India, Francia y Estados Unidos. Con adhesiones de distintas organizaciones (como Las Juanas), partidos políticos, bandas de rock femeninas (Las Liers y Las VinUp) y la artista Adriana Minolti (que organizó reuniones para pintar carteles y remeras), la iniciativa llegó a nuestro país el viernes 12 de agosto, con la marcha en la ciudad de Mar del Plata y siguió el viernes 19 en Rosario y Buenos Aires -ya que fueron pospuestas por las malas condiciones meteorológicas-.
“Esta forma de pensar, de justificar la violencia, también se vive en nuestro país. Decidimos tomar esta idea y replicarla a nuestra forma, ‘argentinizando’ el llamado a la conciencia social”, dice Pamela. “Además de concientizar acerca del derecho de la mujer a vestirse como se sienta mejor, también decimos que no hay por qué aguantar silenciosamente aquellos piropos callejeros groseros o aquella mirada que te desnuda, que te deja vulnerable ante los demás. La mujer se arregla para verse bien, para sentirse atractiva, para hacer uso de su derecho a mostrar su sensualidad, pero eso no es sinónimo de violencia ni es una invitación a nada. Queremos vivir en una sociedad con respeto. Aceptamos los piropos, siempre y cuando sean respetuosos”.
La psicóloga y sexóloga Adriana Arias, columnista de Entremujeres, analiza el tema del piropo en una nota para el sitio y concuerda en que, “muchas veces, lo vivimos como una real amenaza, nos obliga a apurar el paso o cruzarnos de vereda. Nos impotentiza ante el hecho de no poder responder al mismo al encontrarnos en inferioridad de condiciones. En estas situaciones, el ‘piropo’ se transforma en un hecho violatorio de nuestra intimidad en el punto de que se apropia de nosotras sin nuestra menor participación”.
Se utiliza la palabra “puta” porque suele utilizarse para menospreciar e insultar a las mujeres. “Todas las mujeres merecen respeto, sea de los hombres, como de las mismas mujeres. Entonces, ¿qué mejor que adueñarse de una palabra y cambiarle el significado? Si se le quita la connotación negativa, y ya nadie se ofende por que le digan ‘puta’, no será usado para violentar a nadie”, dice Pamela.
En Buenos Aires, la “Marcha de las Putas” es un llamado de atención acerca de la violencia de género. Mientras tanto, en Facebook, la convocatoria ya acumula más de 38.000 “me gusta” en Buenos Aires y más de 5 mil en Rosario.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Final de Temporada 9 de Supenatural


Una vez más, Supernatural ha probado ser y seguir siendo una de las mejores series que he visto jamás. No sé si una de las mejores series en la televisión, pero lo cierto es que vuelve a ser de mis favoritas, incluso de unos cuantos capítulos en que sinceramente estuvo con humor bajo y pocas expectaciones acerca de cada capítulo.

Pero ayer vi el capítulo en directo después de muchas semanas de no poderlo hacer, y el gustito que me di se pareció mucho en calidad a cuando vi la Temporada 3 de Sherlock enteramente en directo, con un conocimiento semi completo del inglés que no me impidió estar al borde del desmayo por la cantidad y variabilidad de emociones que sentí en el curso de la hora y media que cada capítulo de la serie inglesa me provoca.

Supernaturral 9x23 " ¿Crees en milagros?" tuvo al fandom al borde del colapso en comentarios en Tumblr que se sucedían unos a otros a la velocidad del rayo. Mi límite de 250 comentarios por día se cortó y me encontré ya minutos después de terminado el capítulo leyendo numerosas teorías de lo que podría venir para la temporada 10.


SPOILERS
Lo que pasó exactamente en este capítulo fue una resolución basada en lo que pasó a lo largo de esta temporada. El resumen de temporada que se dio antes del capítulo en sí fue extremadamente valioso y emocionante para los fans, con una muestra rápida y llena de ritmo de todos los estados en que estuvieron nuestros tres héroes, con especial gusto por parte mía del viaje que realizó Castiel desde que cayera y perdiera su Mojo, como dice él, hasta ahora.

Metatron estuvo en el episodio obvio, haciéndolas de mesías entre un grupo de vagabundos. Pero Dean, quien lo ha estado persiguiendo, se separa del lado de Sam y va tras él con la daga de Caín con ayuda de Crowley, luego de haber sido encerrado en un calabozo del bunker de los Hombres de Letras. Esto por su intento de asesinato contra Gadreel, quien si bien mató a Kevin, llegó al bunker el pasado capítulo ofreciento su ayuda, tras quedar decepcionado y horrorizado por los planes de Metatron de convertirse en el amo y señor del universo. Dios, básicamente.

Bueno, como decía, Dean encuentra a Metatron y pelean un ratico. Diría uno que sería fácil matar a alguien que luce como él, pero las apariencias siempre engañan, y el poder de Metatron, el poder de un ángel al fin y al cabo -es un ángel, ¿no?- y un escriba de Dios, logra herir de gravedad a Dean. Luego Sam llega y Dean muere en su brazos.

Sí, Dean muere. Dean muerto. Dean....


Luego pasamos una escena en que Metatron y Castiel se reunen. Castiel acaba de romper la "Palabra de Dios", una nueva tabla con predicciones, que Metatron ha escrito él mismo. Tanta chachara sobre el plan de un escritor del que estuvo hablando Metatron los pasados capítulos, hablando de cómo los finales pueden ser cambiados y esas cosas, hablando sobre el peso de los personajes, sobre el peso de los sucesos, fue totalmente inutil. Castiel rompió la Palabra de Dios por -como Metatron mismo dice- un ser humano.

Metatron dijo el pasado capítulo que la mayor debilidad de Castiel era que estaba enamorado. "He's in love... with Humanity". Esa pausa provocó gran cantidad de posts destielosos en Tumblr y sigue provocándolos. Pero en este capítulo el escriba de Dios reafirmó esto con más ahínco, y en frente de Castiel:

 
"Esta fue tu meta, no?"

 
"Salvar a Dean Winchester"

 
"Es decir, te abanderaste con el Paraíso, pero..."

"Todo fue acerca de salvar a un ser humano... no?"
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Una indirecta bastante directa, no? En el anterior capítulo, Metatron dice que Castiel está enamorado de la humanidad, y en este dice que su meta fue siempre salvar a Dean Winchester. ¿Qué podemos deducir de eso? Es decir, si Castiel estuviera en el cuerpo de una mujer, para el televidente que se niega a reconocer el subtexto que nos habla de amor entre ángel y humano, reconocería de inmediato la llama del amor romántico. Es decir, sólo hay que compararlo con Mulder y Scully. Si hubieran sido dos hombres, o dos mujeres, muy pocos los habrían shippeado. Pero el hecho de que dos personajes hombre y mujer se encuentren en una escena, se miren largamente o se den un sólo abrazo en una serie random sin nombre, para el televidente común y corriente ya es suficiente razón para creer que hay una futura relación allí.

Es decir, miren estos gifs, y pongan un ángel en el cuerpo de una fémina en lugar del cuerpo de Jimmy Novak:







Y la más importante de todas:


Siguiendo con el capítulo 9x23, luego de decirle estas cosas que para nosotros han sido obvias desde hace mucho, especialmente por lo que dijo una vez Samandriel acerca de Castiel ("Mucho corazón fue siempre el problema de Castiel"), Metatron por supuesto le viene con la noticia: Dean está muerto, aludiendo a que ya no vale la pena luchar por la humanidad.

Su reacción:

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Metatron pasea delante de Cas la daga con la que mató a Dean, y que aún conserva su sangre en la hoja... El rostro de Cas lo dice todo. (x)

Pero una pensaría que la tortura termina allí.

Cuando crei que lo de la muerte de Dean se resolvería, porque estos chicos se han salvado y revivido tantas veces que una ya no se asusta, aunque igual se angustia y se muere de pena y blah blah blah maldito show me arruinó... bueno, luego de que Dean muere en los brazotes de su hermano T.T, Sam lleva el cuerpo de Dean al bunker, y allí en modo de escena montaje casi, haciéndome creer por un momento que mostrarían el tiempo pasando sin que el tema no se resolviera, Sam decide llamar a Crowley. Yo me pregunté por eso, pero entonces recordé que Crowley es un demonio -a veces lo olvido, es tan educado y elegante y carismático y... bknoso- y que Dean una vez trajo a Sam de vuelta apostando su alma, y que luego Castiel lo rescató del infierno, reconstruyéndolo desde la celula como nos informaron después -así que Castiel vio a Dean desnudiño- ... recordé eso y caché que Sam iba a hacer lo mismo. A veces soy media lenta para entender lo que pasará, por eso siempre me sorprendo, y adoro y odio eso...

Pero Crowley no hace eso en lo absoluto. Sam no vende su alma. No hace falta. Porque la maldición de Caín no termina en que puedas convertirse en un asesino sediento de sangre. NOOO... y yo por un momento pensé en la opción de la transformación en vampiro, ya que se dice que Caín fue el primer vampiro. Creepy. Pero no, era otra cosa. Algo peor si están de acuerdo conmigo:

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Yep. Kill me.



Awesome finale, guys. Asombroso final. Nunca decepciona.
Estoy que corto las huinchas por la temporada 10.





Imagen Principal de la Entrada

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martes, 13 de mayo de 2014

Nuevo programa "Faking It" es en realidad realista, dice productor

Traducido desde esta fuente

El hombre que dirige la "secundaria más tolerante que hemos visto en televisión" habla a TIME.

Cuando Carter Covington escuchó por primera vez de la premisa del nuevo programa de MTV "Faking It", que se estrena en Abril 22, sonó irrealista - e incluso ofensivo. El programa es acerca de dos chicas de secundaria que pretenden ser lesbianas como meta para volverse populares, para de esa manera ser elegidas las Reinas de la secundaria; a Covington le preocupó que fueran a fingir sólo porque "los chicos hétero encontraban sexys a las lesbianas."


Pero ahora, Covington es el dirigente de "Faking It", y la trama está basada parcialmente en las experiencias reales de su vida. "Me dije, si trato esto, realmente quiero que una de las chicas tenga sentimientos genuinos por su mejor amiga y que explore cómo se siente," dijo a TIME. "Eso es algo que como hombre homosexual viví estando aún en el closet en secundaria, el tema de tener gusto por mis amigos y no ser capaz de decir nada."

Y aquí es donde la inspiración en la vida real se detiene. Si bien la secundaria de ficción que "Faking It" presenta está muy lejos del esteretoipo de los colegios de la cultura popular - deportistas y porristas en el tope de la jerarquía, con chicos que sufren de bullying por ser diferente - Covington dice que esa es sólo una visión de la secundaria que está exagerada, no un cuento de hadas.

"No es el monolito que esperamos, la secundaria no es este lugar tan horrible para la juventud gay," Covington dice, citando su propia experiencia trabajando con el Proyecto Trevor como su fuente de conocimiento para la enorme variedad de experiencias entre los jóvenes gay. "Hay lugares donde eres celebrado por ser un individuo. Yo decidí tomar eso y hacerlo real y transformarlo en una secundaria que sea la más tolerante que se ha visto en televisión."

Y, él dice, la secundaria es el lugar correcto en el cual contextualizar una historia como "Faking It": los personajes son de la edad en que la "experimentación y el cuestioamiento" son normales y en que, para adolescentes de todas las orientaciones, la sexualidad está siendo definida. Covington nota que, antes de "Faking It", él no tenía deseo algunos por revisitar la secundaria de manera creativa, después de trabajar en torno a ella en "Greek" y "10 cosas que odio de ti". "Si tú me hubieras dicho cinco años atrás que estaría haciendo otro programa de televisión conextualizado en la secundaria, me habría reído," él dice; "Pensé que había contado todo lo que había contar sobre la secundaria."

En cierto modo, esos programas lo guiaron hasta este en particular: él fue primero traído por Mina Lefevre, quien llegó a MTV a principios del 2013 como directora de programación desde ABC Family, casa de Covington previa al show "Greek" y a la película "10 cosas que odio de ti".

Covington discute sobre trabajar en el canal; él dice que los recursos relativamente bajos disponibles para él como productor para MTV - comparado con los recursos para mayores programas del canal - fueron de gran ayuda, y gran parte de la razón por la cual el canal se ha transformado en un centro más innovador en cuanto a guiones para adolescentes (como "Awkward"). De esta manera fue motivado para contratar a actores desconocidos, a contratar gente detrás de cámara desde el mundo del film independiente y a trabajar con gente que no sería considerada como calificada si el canal tuviera más dinero para contratar a veteranos. "Una vez que todos aceptan que tienen la mitad del dinero que un programa del canal, teniendo que hacerlo lucir igual que si lo tuvieran (como programa de televisión), la gente se vuelve creativa" dice. Pero también sabe que la audiencia de MTV es dificil y dura de impresionar. Aunque si bien las audiencias todavía tienen que decidir si verán "Faking It", hay una cosa por la que Covington no está preocupado: si creerán que, bueno, es fingido.

"Mi esperanza es que la audiencia de MTV vea este programa y lo encuentren divertido, pero que reaccionen como ¿Recién ahora tenemos un programa de este tipo?" él dice. "Si ves el país en general, la actitud está cambiando acerca de los derechos LGBT, pero esta actitud ya cambió entre la gente joven."

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jueves, 8 de mayo de 2014

LOVE IS BLINDNDESS - Capítulo 5

Capítulo 5:
Pero te adoro en silencio



Dando una inspiración, rodeé el torso de John y le abracé con todas mis fuerzas. Finalmente respondía al abrazo que me había dado junto a su esposa vestida blanco, en aquella mesa y ese salón lleno de flores y felicidad. Esa vez había estado tan tenso que no pude responder. Sólo podía pensar en las tarjetas que tenía en la mano, en la necesidad de hacer el discurso bien, de hacer bien las cosas para que él viera que me importaba. Para que me perdonara por mentirle.


Por eso le apreté contra mí, y pretendí hacerlo hasta que él diera alguna señal de querer ser soltado. Pero John no hizo movimiento alguno por un minuto entero, y cuando me separé voluntariamente de él fue casi lógico coger sus mejillas de nuevo y besarlo de nuevo.


Fue superficial de nuevo, apenas un gesto de adelantar mis labios y toparlos con los suyos. Mucho más me habría desarmado, y... nunca había experimentado la pasión física en mi vida. ¿Qué tal si en cuanto la viviera no podía verle final? Pero John se encargó de desbaratar cualquier plan que tuviera de abandonar Baker Street a la brevedad. Mantuve los ojos cerrados y aparté las manos de sus mejillas para largarme, pero él se adelantó y me besó de vuelta. Di un suspiro en cuanto se separó.


Le busqué de nuevo, en la penumbra del pasillo, como si estuviéramos lejos a pesar de estar al borde de otro abrazo, y separé mis labios cuando le sentí separar los suyos. Sentí la calidez y sentí su lengua rozar la mía. Mis pulmones reclamaron desesperados por aire y di una larga inspiración, antes de ladear instintivamente mi cabeza y recibir otro beso de John, más húmedo y más dulce. Nunca pensé que se sentiría tan bien. Nunca había sentido agrado al besar a nadie, a nadie jamás, y aunque había sentido la necesidad de besar a John muchas veces, fue una total sorpresa.


Lo cogí de las mejillas, a la vez que él cogía las mías y continuamos, olvidados, como si el tiempo se hubiera detenido. Respiré como un loco, cogiendo los labios de John para mí, y siendo más y más insistinte a cada beso, que parecía ir escalando dejando la barrera de la superficialidad cada vez más atrás. Le acaricié las mejillas, dando un suspiro cuando por casualidad nos separábamos, y le tomé el lóbulo de la oreja derecha y entrepuse los dedos entre su cabello, sintiéndolo suave, imposiblemente suave. Y él recorrió mi mandíbula con sus dedos, delineándola, y me tocó el cabello, y pestañeó cada tanto contra mis mejillas. Sentía el roce de sus pestañas bajo mis ojos, a veces junto a mi nariz, y oía el sonido húmedo de nuestros labios al separarse. Y le abracé más cerca de mí, y él me abrazó más cerca suyo, y le oí suspirar cuando simplemente rozamos nuestros labios, sintiéndolos entibiados. Dios, era tan agradable. Podría... podría besarlo por horas y no hacer absolutamente nada más. No dar un paso más. No necesitaba nada más.


Y ya no podría irme. No así. Oh, no, ¿Qué había hecho? ¿Cómo podría irme ahora de allí? Me era imposible siquiera apartar las manos de él, y John tampoco parecía querer soltarme todavía. Me besó de nuevo, y yo, con los párpados apretadísimos, traté de alejarme un poco para que no se tornara tan imposiblemente íntimo de nuevo. Pero lo hizo, se tornó tan íntimo, y tan calmado... Déjame ir, John. Se suponía que... no te vería nunca más, John...


Sentí una lágrima resbalar por mi mejilla, y sentí a John dudar un momento. Mi expresión se descompuso, pero le besé igual.


-Sher...


Di un suspiro contra sus labios, y pasé mi mano por su frente, despejándosela tiernamente. John abrió sus ojos, pero yo cerré los míos, mientras retenía dolorosamente otro suspiro en mi garganta. Finalmente salió de mí cuando John recorrió mi brazo con su mano. Apoyé la frente contra la suya, y le rocé con ella, queriendo sentirle.


-Debo irme -dije, con la voz temblorosa. Ni siquiera había decidido que esas palabras saliesen de mi boca. No quería, no quería, no quería... La lógica me estaba gritando tantas cosas, pero no podía. Tenía que encontrar una forma, o me hundiría por siempre en la prisión de las emociones. Las había mantenido apartadas de mí por tanto tiempo, había intentado por tanto tiempo convertirme en un auténtico sociópata, pero lo único que había logrado había sido aprisionar esas emociones en vez de hacerlas desaparecer.


-Ya no importa, Sherlock -susurró John. Negué con la cabeza, quería que se callara. Calla antes de que sea demasiado tarde- . Podemos seguir viéndonos. Tan sólo... no me protejas más...


Me dio otro beso, dulce y sutil. Sentí mi garganta... dolía tanto...


-Prefiero saber la verdad -dijo John.


-Debo irme... Es la condición... -dije, tratando de apartarme.


-No -dijo, cogiéndome de las solapas del abrigo con fuerza- . No me importa la condición.


Me abrazó. Lo hizo con renovada fuerza. Negué con la cabeza de nuevo. Detente, John...


-Es la condición... -dije, bajando la cabeza y sintiendo el roce de su pelo contra mi mejilla. ¿Así era el amor? Tan ilógico que un sólo roce podía hacerme quedarme y arruinar todo? No, no iba a caer en eso, no si podía poner a John en peligro. Tenía que pensar racionalmente.


-No. No te dejaré ir -dijo con seguridad, pero en voz baja- . Vas a quedarte aquí y cuidaremos a Hamish.


Su voz nunca sonaría cursi en lo absoluto. No diría palabras bellas. Nunca. Pero me gustaba eso de él. No disfrazaba nada con bellas palabras. No le hacía falta. Sus acciones lo decían todo.


-Sherlock...


Sí. Porqué no decía sí y ya. Era lo que deseaba. Debería hacer por una vez lo que deseo, pero me es tan difícil. Me requerían en otro lugar.


John rompió el abrazo para ver mi cara. Le miré a los ojos con temor. Me suplicaban. John me estaba suplicando...


-Por favor... Sherlock. No más.


Me tomaba una mano entre las suyas. Temblaba.


-John... -susurré.


-Por mí.


Por él. Sí. Por supuesto que podía hacerlo por él.


Asentí. John sonrió radiante. Pero seguía estando en peligro, y mi cuerpo se tensó en la conciencia de ello. Por supuesto que no podía quedarme.


En el momento en que dije que sí, supe que me había equivocado. Me quedaría una sola noche. Sí. Así no tendría... no tendría que despedirme.





John





Estaba temblando, la ansia me tenía de esa manera, como también un alivio abrasador. Había estado tantos años en estado de espera. Esperando y esperando, y ansiando, ansiándole a él... Y en unos segundos Sherlock había cambiado eso. ¿Cómo diliaba uno con sentimientos tan poderosos? No podía, y temía morir de alegría.


Moriría de alegría. Oh, sí lo haría.


Caminamos por la calle camino a mi departamento en silencio. Era un silencio compartido, el mismo silencio de siempre que compartíamos cuando milagrosamente no teníamos prisa ante nada. El silencio acordado que debería sentirse igual ahora, pero que nunca más podría sentirse igual. Ni siquiera el caminar con las manos en los bolsillos se sentiría igual. Quería tomarle la mano. Quería caminar por la calle y tomarle la mano y nunca más soltarlo. Estaba tan feliz. Años queriéndole sin decir nada, y ahora... de repente todo estaba demasiado bien para ser verdad.


Excepto por Mary. Sabía que en algún momento volvería a recordarla. Lo haría en el momento en que viera a Hamish, pero es que los sentimientos eran tan recientes. Estaba todavía palpitando dentro de mí.


-Ahm... Amanda debía quedarse con Hamish hasta las ocho -le dije en la puerta de la casa.


Él asintió. Todavía parecía tenso. ¿Y si estaba dudando? Tamborileé con mis dedos en mis muslos, nervioso.


-Pero puedo pedirle que se quede un poco más y... podemos salir a algún lado.


Sonreía demasiado, era conciente de que un poco más y podría estar saltando. Y Sherlock... Bueno, era Sherlock. Solía no demostrar mucho.


El sol ya se había escondido. Miré hacia el Oeste, pensando en algún bar, o quizá un restaurante donde cenar y tomar un buen vino. Dios, qué rápido iba. Pero al fin y al cabo era lo que hacíamos siempre, sólo que... hoy quería que fuera un lugar especial. Más íntimo.


-Está bien -accedió Sherlock.


-OK. Subiré a avisarle. Tú... ven conmigo...


-Esperaré aquí -dijo.


Le miré dubitativo. Sherlock se mantuvo impertérrito, aunque me miraba con cierto brillo en los ojos que sólo le había visto unas pocas veces.


-OK, espera aquí -dije.


Miré a la vereda. Pasaba mucha gente a pesar del frío, pero mis labios seguían tibios.


Y seguí allí, mirándole inseguro. ¿Y si cuando volvía no estaba allí? No... no lo soportaría.


-John, te esperaré aquí.


Di un paso atrás, dubitativo. Estaba un escalón sobre el pequeño pórtico. Las puertas y ventanas eran bastante privadas y no podría vigilarlo desde adentro.


-OK -susurré.


Unas adolescentes pasaron ralentizando el paso. Ya toda la prensa sabía donde vivía yo, así que todos sabían quieres éramos. Me sentí algo cohibido.


-Confiaré en ti -le dije.


Sherlock asintió. Sus ojos parecieron aclararse, como si se abrieran un poco más, ablandando incluso más su expresión. Me miró con seguridad, y entonces dio un paso hacia mí y me besó nuevamente. Cerré los ojos, sintiéndome soñar, y contuve la respiración. Unos grititos agudos se oyeron desde la izquierda. Sherlock me soltó, cohibido.


-OK. Vuelvo de inmediato -le dije, con una sonrisa que de seguro pareció tonta. Pero ni siquiera me dio vergüenza. Besarlo en público equivalía a alardear.


Abrí la puerta calmado, pero en cuanto estuve adentro comencé a correr piso arriba.


-Amanda -Me la encontré en la sala de estar viendo televisión. Hamish ya debía estar dormido- . Hola. ¿Puedes quedarte hasta las... hm... doce?


-Claro -dijo con una sonrisa forzada. No le agradaba la idea exactamente.


-Te pago el doble, Amanda. Sólo por hoy.


-Sí, señor Watson.


-Gracias.


Sonreí de contento y corrí hacia la habitación de Hamish. Me despedí rápidamente de él y fui de vuelta al piso de abajo.


Sherlock no estaba frente al edificio. Se me cayó el alma a los pies. Miré alrededor asustado.


-No...


Me abracé a mí mismo, sintiendo un frío atroz de repente, y miré desesperado en todas direcciones.


-Sherlock.


-¡John! -llamó desde un lado.


Había salido de un negocio de confites de al lado. Di un suspiro aliviado.


-¿Qué estás haciendo allí? Vamos -me dijo.


-Creí que te habías esfumado.


Caminamos con las manos en nuestros bolsillos en dirección hacia un restaurante cercano. Pero en vez de eso, Sherlock siguió caminando, y yo le seguí preguntándome cual era el destino.


Me llevó hacia una terraza envidriada. Estaba en un parque y daba a una laguna congelada, pero el lugar era frío.


-No quiero que... sigas evitando el tema de Mary -dijo Sherlock, entonces.


No íbamos a tener un momento de felicidad. Por supuesto que no.


-Quiero que las cosas queden claras.


Le miré al rostro. No se debatía nada, tenía planeado todo ya. Planeada largarse.


-¿Para qué? -pregunté con firmeza- ¿Para que puedas irte sin culpas? Porque aún vas a irte -dije, dolido. Caminé de cara al vidrio de la terraza- . Siempre ibas a irte.


-No, para que  no sientas culpas. Por favor, John. Han pasado sólo siete meses y tú...


-¿Ya quiero estar con alguien más? No es lo mismo, Sherlock -dije tratando de ser más amable. Me volteé a mirarlo- . Hace cinco que quiero estar contigo así. No es lo mismo que... No es como fue con Mary. Ella me ocultó muchas cosas, y la odié, pero a ti... nunca podría odiarte.


-No te crees ni a ti mismo. No cinco años. Te traicioné al segundo año de conocerte. Me golpeaste por mentirte.


-Pero así es. Así y todo nunca te odie. No es tan duro de creer. Sólo inténtalo.


Sherlock dudó, inmensamente incrédulo. Nunca había sido conciente de lo que provocaba en mí. No sé porqué me fue decepcionante.


-Si vas a irte -dije, con dolor al decir cada palabra- al menos dame estas horas antes de volver a casa.


La expresión de Sherlock se ablandó. Esperé, ilusionado. Sólo unas horas, Sherlock. Para mí.


-Ya son tuyas -dijo.


Sonreí. Se me humedecieron los ojos. Estaba muy sensible esa noche, espero se pase.


-Tan sólo no te pongas cursi -añadió.


-No es lo mío.


Nos miramos por un momento.


-Y vamos a un lugar más brillante.





Fuimos a un restaurante cercano. Creí que eso nunca pasaría, y Sherlock incluso pidió algo de comida.


-¿Vas a fingir comértelo o comerás de verdad? -le preguntó cuando servían nuestro platos. Eran enormes.


Se limitó a sonreírme.


-OK -dije, algo cohibido. Me había sonreído antes, pero esta vez era diferente.


Y no. No comió absolutamente nada. Sólo bebió un vaso del vino que pedimos, y apagó diez veces las velas de en medio de la mesa sólo por diversión.


-No hagas eso... Vas a terminar con los dedos quemados. Déjame ver...


-Oh, eso es tan típico -dijo Sherlock- . Como esto... “Hm... tienes comida en el dedo”.





Me tomó la mano a través de la mesa. Tenía wasabi, y cuando fue y lamió mi dedo, me quedé en blanco. Lo que debió ser algo provocativo me llenó de escalofríos.





-Ahm... ¿Qué es esto? -preguntó, horrorizado.





-Es... wasabi. Lo siento.





-Cuál es la lógica de comer algo tan desagradable... -Sherlock cerró los ojos con fuerza, mientras las otras parejas de otras mesas lo miraban escandalizados. No era un restaurante cualquiera.





-¿Lo ves? ¿Si supieras un poco más de cultura general...?





-La cultura general es inutil.





-... no pasarían por estos problemas. Toma algo de agua.





Sherlock se tomó toda el agua, pero su ojo izquierdo siguió cerrado, como si el ardor hubiera llegado hasta sus párpados.





-Dios... Es muy desagradable.





-No vas a provocarme lamiendo mi dedo -le dije.





Entonces se echó a reír. Al menos el vino ya había hecho algo de efecto. La situación en sí era bastante cursi, típica a rabiar, y Sherlock no estaría comportándose así si no tuviera licor en el cuerpo. O quizá sí lo haría.





-¿Qué más quieres comer? -preguntó Sherlock.





-Quiero que  comas algo. Mira, nos dejaron los menús -le dije, preocupado por su salud digestiva. Hasta ahora me preocupaba.





Sherlock esperó. La forma fija en que me miraba me tenía con los pelos de punta. Me daba miedo responderle y encontrarme con sus ojos ablandados por completo por los sentimientos. Le había visto esa clase de ojos en el casamiento, cuando nos dijo a mí y a Mary que seríamos padres. La forma en que su sonrisa se desvaneció de su rostro, aunque no de sus ojos, me lleno de calidez. Nunca me sentí tan querido, y sólo ahora entendía que sus palabras del discurso no habían sido de amistad en lo absoluto.





-De hecho, me gustaría... un postre, quizá -dije, sin levantar la vista.





-Con la edad uno va perdiendo la percepción de lo dulce en las cosas. Supongo que lo natural es que pidas algo en extremo dulce.





-¿Supiste esa información por que era necesaria para un caso? -le pregunté, tratando de burlarme de él.





-No. Fue para un trabajo de la universidad. Nunca me han gustado mucho las cosas dulces y quería averiguar porqué.





-Hm -sonreí.





-Habías comido papilla de cereales. Muy dulce, cuando llegaste a Baker Street -me dijo.





-¿Hm?





Noté que me miraba los labios. El nivel de sonrojamiento al que llegué fue sobrenatural. Sherlock no hizo más que fruncir el ceño. Supliqué que ahora en adelante no hiciera ese análisis cada vez que nos besáramos. Si es que lo hacíamos por un largo tiempo.





Si se iba mañana, mi vida... sin duda... volvería al vacío que había sentido antes siquiera de tener una terapista. Hamish me hacía feliz, pero...





-¿Qué ocurre? -me preguntó.





Me había puesto serio ante ese terrible pensamiento.





-Vas a irte.





-Deja de pensar en ello.





-Por favor, no te vayas -susurré. Tragué, nervioso. Las palabras se juntaban como borbotones en mi cabeza. Cosas cursis que normalmente no diría. Entonces lo dije:- . Te a...





-¿Qué postre quiere, señor? -preguntó el mozo, quien llegó y me vio con el menú abierto en la página de postres.





-¿Eh? -pregunté.





Vi la expresión de Sherlock. Estaba en blanco. Noté su respiración acelerándose sutilmente.





-Sí, ahm... -Carraspeé. Revisé el menú de nuevo- Una tarta de manzana.





-De inmediato, señor.





Esta vez se llevó los menús. Yo volví a mi comida, tenso ante lo que... el mozo había interrumpido. Tal vez era mejor así.





-John... -susurró Sherlock- John...





Sentí mi corazón tamborileando. Una pareja se acercó a nuestra mesa.





-Disculpen. ¿Ustedes son el Doctor Watson y el señor Holmes? -preguntó la mujer.





-Juraría que son ustedes. Leo su blog todo el tiempo -dijo el hombre.





Eran un matrimonio distinguido. Me sentí un poco ridículo en mi chaleco con figuras geométricas.





-¿Querrían unirse a nuestra celebración? Sería una bendición que ustedes participaran. Un honor, de hecho.





-Ahm, sería fabuloso -dije sin dudarlo.





Sherlock me siguió donde ellos, aún un poco cabizbajo. Estaba en shock, al parecer. Le tomé la muñeca, poco valiente todavía para tomarle de lleno la mano.





-John, ¿Qué ibas a decir? -me preguntó por lo bajo.





-Te lo diré luego -le dije.





-¿Por qué?





-Hay muchas distracciones.





Eran un grupo grande de personas. Tal vez había sido un error unirnos a ellos, pero no había querido ser rudo. Quería estar solo con Sherlock. Aprovechar cada minuto.





-Creo que sé lo que es -me dijo, con el rostro dirigido hacia mí. Yo miraba a los demás, sonriendo y respondiendo a sus saludos- . Quiero que sepas que... me siento igual.





Me volteé a mirarlo. Sentí las mariposas en mi estómago, si no era muy infantil decirlo. Tragó con dureza y volví a mirar al frente.





-¿Y ustedes? ¿Cuando volverán a resolver casos juntos? Son los tesoros de Inglaterra -dijo uno de los presentes.





-No lo sé. Quién sabe. Tenemos muchas ocupaciones -me excusé. Sentí la mano de Sherlock en mi espalda, pasando el pulgar por mi nuca.





-¿Qué dice usted, señor Holmes?





-Los crimenes no se acaban, por lo que mi trabajo tampoco. Aunque... es infinitamente más enroquecedor cuando el, aquí presente, Doctor Watson me ayuda.





Noté a las mujeres sonreír. Antes de casarme con Mary los rumores estaban bastante calientes, pero luego se habían apagado un poco. Ahora Sherlock acariciaba mi espalda y no quería su mano en ninguna otra parte. No me sorprendería que los rumores reiniciaran.





-Ahora, los dejamos si nos disculpan -les dije.





Sherlock sonrió, satisfecho. Ninguno de los dos era de estar alrededor de mucha gente, y parecía que nunca cambiaríamos.





-Eran agradables, pero... -dije, con el café helado en la mano. Había pedido un vaso de plástico.





-Sonreían demasiado.





-Hm.





Nos paramos junto a la entrada, dentro aún. Era un restaurante elegante en verdad, y los clientes de las mesas cercanas a la ventana iban en vestimentas distinguidas, y por muy neutrales que fuéramos con nuestros abrigos, no encajábamos allí dentro. Además, a Sherlock se le asomaba la camisa desabotanada en la parte superior, dejando ver su cuello al frío del invierno.





-¿Dónde está tu bufanda? -le pregunté.





-Alguien la tomó prestada.





Quería evitar el tema. Bajé la vista a mi café helado. Sherlock se acercó un poco más a mí, con un dejo de misterio fingido que me hizo sonreír.





-¿Qué?





-Creo que ha pasado suficiente tiempo -susurró.





Fruncí el ceño.





-¿A qué te refieres?





Sherlock miró a los clientes de las mesas más cercanas y luego a mi rostro de nuevo. Oh, a eso se refería. ¿Le molestaría que nos vieran aquí? Lo dudaba.





-¿No te importa que haya comido algo en extremo dulce?





-No me hagas contestar eso -dijo, neutral como siempre.





Me miró fijamente, avisándome, y se inclinó hacia mí mientras yo trataba de sostener el vaso sin que la crema se cayese. Lo bajé un poco a la altura de mi estómago, y los labios de Sherlock se apretaron contra los míos. Aún no podía acostumbrarme.





OK, no quedaba tanto café helado. Suponía que podía dejarlo en alguna mesa.





Cuando se separó de mí, fui rápidamente a dejarlo en una mesa cercana. Un hombre nos estaba mirando desde una mesa.





-No te lo has terminado -me dijo Sherlock.





-No importa. Vamos.





Lo tomé de la muñeca, mientras algunas miradas nos seguían. No me importaban, pero tampoco quería que alguien me viera besándole.





Fuimos hasta una parada de buses, a esas horas bastante vacías, allí cerca del parque, y Sherlock, aparentemente aficionado a tan universal actividad, volvió a cogerme de la nuca y a besarme cuando yo aún no tenía tiempo para cerrar los ojos.





-Hm... Sherlock, ¿y si esperamos a llegar a casa?





Él negó con la cabeza, y puso ambas manos en mis mejillas, algunas dedos bajo mi oreja. Me costó un poco más dejame llevar, producto de la poca privacidad. Sin embargo, fue más suave que la primera vez y Sherlock me apoyó contra uno de los pilares de la para de autobus, la cual seguía vacía, y demostró lo rápido que aprendía. Cerré los ojos por completo, y di suspiros irregulares, mientras mis manos subían hasta el torso de Sherlock, poco dueñas de sí mismas. No podía concentrarme en moverme yo mismo. Estaba gastando demasiado energía en un beso tan calmo.





Y me daba miedo cuan calmo. Cada segundo sentía que era una despedida.





Un bus se detuvo junto a la parada. Sherlock rompió lentamente el beso, pero mantuvo su frente apoyada contra la mía. Verle con los ojos cerrados, aún dado al momento, me hizo pensar en el Sherlock inexperto. ¿Había descubierto algo nuevo hoy? ¿Algo totalmente nuevo a pesar de haber besado a otras personas antes? Parecía tan dado, incluso más que yo.





Bajaron personas del bus, y me dio un poco de vergüenza al principio. Gritaron algunas cosas, pero cerré los ojos tal como Sherlock estaba haciendo, y cuando la luz del bus se hubo ido y sólo quedó la de la farola ubicada a veinte metros, noté que habíamos empezado a movernos como en un baile. Sherlock se estaba meciendo conmigo, sin despegar los pies del suelo. Aunque en cierto modo teníamos los pies muy alto.





Era una noche de ensueño, y no quería que nunca acabara.








Sherlock





Era tan curioso. Aún no podía encontrar el punto de acuerdo entre mi mente y mis emociones. Seguía resbalándome contínuamente hacia el mundo de las sensaciones. Por más que besase a John Watson, no encontraría un punto medio, un punto que hiciera la separación menos dolorosa. Seguiría ansiando algo tan mundano como lo que estábamos haciendo ahora mismo, junto a una parada de bus en la noche.


Y si lo hacía más intenso, me hundiría en el lado de las emociones para siempre. Aunque por muy suave que fuera, seguía habiendo lapsos en que me olvidaba de todo.


-Creo que ya no tengo frío -susurró John.


-Yo tampoco.


Tenía que... tenía que ponerme de acuerdo con mi corazón. Era ahora o nunca. Así me iría sin el corazón destrozado.


¿Y si estaba haciendo todo mal? ¿Y si el punto de la lujuria era el punto correcto? No quería llegar allí todavía. Era agradable y cálido donde estábamos. Tan medido y calmo. Seguro. Como tres parches de nicotina en mi brazo. Pero ¿Y si probaba mi punto? ¿y si me dejaba resbalar hacia allí? Pero no había una medida de tiempo en que pudiera incluirse el “muy pronto”. Me iría al final de esa noche. Tenía que. No habría un momento posterior para avanzar. Esa noche debía ser un resumen, por mucho que quisiera ralentizar el conocimiento de cada una de las reacciones que estaba experimentando, como si quisiera abusar del beneficio de la espera. Nunca había vivido nada como eso. Nunca había estado tan conciente de mi cuerpo en vez de mi mente.


-¿Estamos bailando? -preguntó John.


Había empezado a mecerlo conmigo, aunque levemente, junto a la acera. ¿Y si sólo... probaba?


Entonces pensé en John. Si iba demasiado rápido para no largarme con el corazón destrozado, me estaría olvidando de tomarlo en consideración. Si era verdad que me quería, él  quedaría destrozado. No quería que la separación fuera peor para uno o para uno. No quería sacrificarlo a él por querer quedar bien yo. Al fin y al cabo era yo quien había empezado con ese dulce infierno.


-¿Sabes que bailar en medio de la calle podría considerarse cursi? -preguntó John, con la risa contenida.


Sentí un calor irresistible en el corazón cuando le oí reír.


-No -le dije- . No lo es hoy al menos.


Abrí los ojos finalmente. Había estado anestesiado. Le miré en la penumbra, su rostro radiante. Sus labios sonrosados y sus ojos... nunca me habían mirado tan fijo y sin huella de sarcasmo, incredulidad o admiración. Era una mirada transparente, a través de la cual dejaba todo claro. ¿Por qué había tenido que ser siempre tan transparente con todo? No había huella de deshonestidad en él, no como yo. Y ahora se desvestía emocionalmente frente a mis ojos, deshecho de toda defensa contra mi interminable sarcasmo.


-Sherlock -me dijo, frunciendo el ceño- , ¿Estás seguro de que todo esto es real?


-No podemos asegurarlo, pero todas las señales dicen que sí -dije, haciéndome el enigmático. John sonrió, atento- . Esta parte de Londres está normalmente vacía a estas horas, tiene casas de clase alta, pero llegan habitantes de la parte sur a estas horas, más ruidosos y expresivos que el inglés común...


-Fueron los que nos gritaron.


-No obstante, no fueron groseros. Otro detalle es que el café ha dilatado tus pupilas, de la forma que normalmente lo hace cuando... -Lo siguiente me dio escalofríos- cuando ven algo que les gusta. Tus pupilas nunca se dilataban por el café -me di cuenta.


-Te veía recién levantado en la mañana, y tomaba café a la misma hora -explicó John- . Siempre tienes los párpados hinchados por la mañana, pero... te benefician. Se me dilataban las pupilas por esa causa.


Sonreí, y casi reí por su observación. No me gustaba yo mismo por la mañana, tendía a encorvarme por el uso de la bata, luego de toda la noche durmiendo desnudo, pero a John le gustaba como lucía.


Siempre había cuidado que John no lo supiera, hasta que en nuestro segundo año juntos, me levanté para hablar con él por la laptop. La pereza me había impedido ponerme el pijama y la bata, y la rebeldía finalmente me había llevado a Buckingham vistiendo nada más que una sábana.


Habíamos juntado tantos recuerdos. No recordaba asuntos triviales de cultura general, pero recordaba muchas mañanas rutinarias despertando en Baker Street con el sonido de la ducha. John siempre fue un madrugador, haciendo todas las compras de la casa y trabajando sagradamente todos los días. Era el tradicional, atado a rituales sociales, pero era el único que me había hecho sentir bien por lo que hacía como detective. Él único que siempre había creído ciegamente en mí. Pero llegó el momento en que rompí con eso, y John dejó de confiar en mi capacidad de decir la verdad por costumbre. Siempre había sido sincero, antes de conocer a John lo era sin razón alguna. Simplemente decía la verdad. No tenía a nadie a quien proteger de ella. Pero John apareció, me apegué a él y comencé a temer por la vida de alguien... finalmente. Había perdido a RedBeard, había perdido a un hermano, por lo que la perspectiva de perderle a él me fue insoportable.


Pero ahora las cosas eran distintas. Moriarty había prometido no tocarlo y podía creer en él en esto, pero dejaría de ver a John para que así fuera su cometido cumplido, y el dolor, aunque sin duda podía ser menor que el de verlo muerto, era igualmente excesivo.


-Caminemos a casa -le dije.


John asintió.


Hizo el ademán de meter sus manos en sus bolsillos, mientras una pareja iba saliendo del restaurante que antes habíamos dejado. Había un estacionamiento en frente. Tomé la mano de John a tiempo, y él, nervioso, miró a la pareja que se subía al auto. Teníamos las manos desnudas, algo frías, pero entrelacé los dedos con los de John mientras sentía su mirada en la cara. Este solo gesto me produjo tal fascinación, por las reacciones corporales de las que fui víctima, y de las que no dejaba de ser víctima. ¿Cuánto duraría ese nivel de sensibilidad? ¿Y cuándo me aburriría de estos rituales amorosos, que paso a paso estábamos cumpliendo? Ir a un parque, ir a cenar, besarse en la noche, cogerse de las manos... Era el colmo del romanticismo, ese romanticismo que tan falso me parecía, tan repetitivo, cursi y fingido. Lo único que nos salvaba era el no tener esa absurda necesidad de decirnos poesía en voz alta. Los hombres eran buenos con las palabras románticas, esa seducción vanal y armada, basada en la estrategia interesada que siempre he despreciado. Pero John no había cumplido con ninguno de estos pasos. Me había conquistado con actos. Actos nada más, con su confianza, su seguridad, su afecto, y esa ingenuidad que entre caso a caso se había manifestado a raíz de su mundana ignorancia, de la cual si bien presenté muchas quejas, muchas veces me hizo enternecer. John era conciente de su ignorancia en ciertos asuntos, su incapacidad para observar y deducir, pero nunca fingía saber las cosas. Si no sabía, preguntaba y despejaba sus dudas. ¿Por qué no todos lo hacían?


-Pareces ensimismado -comentó cuando llegamos a la calle donde él vivía. No nos habíamos alejado mucho.


Miré mi reloj. Eran las once y cuarenta. Me quedaban veinte minutos. Moví los dedos atrás de la mano de John, retorciéndolos para rozarlo, ante lo cual él por un momento creyó que quería soltarse, hasta que volví a afirmar el agarre. Me detuve y volteé a mirarlo, y le vi con la vista fija en nuestras manos. Era un gesto tan infantil, dos niños tomados de la mano, sin malicia, sin lujuria. El cómo estábamos era perfecto. Tan... perfecto.


-Tardé tanto en aprender todo esto -dije en un susurro- . O sólo no quise aprender. No lo necesitaba. Siempre evité el querer. Y a veces desearía que hubiese seguido de esa manera. Te he causado sólo problemas.


-No -dijo, con un tono que sugería que era absurdo- . No sigas con eso. Tú también me has salvado, Sherlock, y... entraremos a esa casa -indicó su hogar con la mano libre, donde Hamish le esperaba- y seremos padres para Hamish. Será maravilloso.


-¿Pasaremos la Navidad juntos? -pregunté, tratando de mostrarme entusiasmado.


-Sí -dijo casi riendo. John tenía los ojos brillosos. Le vi tragar: me veía irme. No tenía duda alguna, pero estaba allí fingiendo creer que me quedaría- . Compraremos pavo, muérdago artificial...


-Muérdago artificial... -repetí riendo. Qué cursilería.


-... y lo pondremos en casa rincón de la casa.


-¿En los rincones oscuros?


-En todos. No importa -John me miraba con tanta intensidad. Quería convencerse. Se estaba dejando llevar- . Y comerás conmigo. Tendremos una cena apropiada y comerás pavo conmigo, y tocarás una canción en violín y... y quizá invitemos a todos, a Molly, a Lestrade, al novio de Molly si tiene uno para entonces... -reí por lo bajo- , o... si quieres no invitamos a nadie. Pasamos la Navidad solos.


-Eso suena mejor -dije, sinceramente. No más rituales sociales.


-Y dormirás conmigo. Y dormirás conmigo y... Hamish... -su voz se quebró- Sólo quiero que sea todo perfecto. Contigo, conmigo. Me estás dando unas pocas horas y siento que no es suficiente -Su rostro se quebró totalmente, y las lágrimas rodaron por sus mejillas. John se las enjugó rápidamente y respiró profundamente, evitándolas- . ¿Vas a hacerlo, Sherlock?


-¿Dormiremos juntos?


-Cuando tú quieras, y si prefieres nunca, está bien. No me importa. Pero... -Eso me dejó helado. Qué estaba diciendo, y porqué su llanto aumentaba a pesar de su intento de autocontrol- pero quédate.


.

¿Qué es la Unanimidad?

Es esa tendencia del ser humano a desear que todos los que le rodean entren en una cajita con una etiqueta que ellos aprueben. Si uno no entra en ese cajita, uno es rechazado socialmente.
Tenemos que destruir esa cajita, porque el ser humano es complejo por naturaleza. Todos somos diferentes y aceptables, a menos que uno sea un sacoehuéa abusivo con tendencias dictatoriales.

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Chile ya no es un país

Nunca pensé que entraría a este blog de nuevo. Después de la decepción que dejó Sherlock en mi vida , con esa última temporada, están pasan...