domingo, 5 de julio de 2015

"Libertar la Oscuridad": Capítulo 21

(Kanes: Para leer los anteriores 20 capítulos de "Libertar la Oscuridad", ir a este LINK.
El link de YouTube que se presenta más adelante en el capítulo sirve de ambientación musical. Por supuesto, es opción de cada uno utilizarlo.

Pueden visitar la entrad en que presenté esta novela en este LINK.

Gracias por leer "Libertar la Oscuridad")


Capítulo 21: "La muerte y el joven"

Eloy llevaba un traje que lucía grande para el nivel de respeto que Perry le profesaba. Nunca había conocido a alguien tan desagradable y empezaba a dudar del buen sentido de Jude.
Las noches pasadas fuera de esa ciudad bajo tierra le devolvieron un poco la claridad, cuando al internarse una vez más en un cementerio, el de la calle Bridge, Jude los llevó de vuelta a esconderse del sol en una tumba vaciada.
Había vagado durante días, escondiéndose en bodegas, en basurales, en casas abandonadas... Perry empezaba a comprender la verdad más triste: eran vagabundos, y el más aclimatado a ello era el más desagradable de todos. Quizá Eloy sí sería bueno como consejero. Incluso se controlaba un poco más que él y Marion a la hora de satisfacerse de alimento. Jude se había llevado una botella con ellos, y a Eloy le bastaba un trago para quedar listo para el resto del día. Pero Marion seguía sufriendo de aquellos ataques de ansiedad que le impedían parar de beber. Había que quitarle la botella de las manos.
Su ansiedad durante el día no era mucho mejor. Si bien no dormían, Jude decía que descansar era un requisito para mantener la sed a raya. Si no se movían demasiado, necesitaban de menos sangre, y de esa forma la reserva duraba un poco más. Sus movimientos durante la noche debían ser también medidos, y Perry comenzó a ver algo de lógica en la extrema quietud que se había apoderado de Eloy Dittoli en cuanto salieron de la Ciudad Bajo Tierra. Había momentos en que era un auténtico cadaver, empecinado en ahorrar la energía eternamente.
Durante la noche debían trasladarse por la alcantarilla, y sólo de vez en cuando salían a la superficie a tomar una víctima viva. En esos momentos Eloy se mantenía aparte, e iba a por una presa lejos de ellos. Era lo único que los retrasaba, pues si bien conseguían moverse muy poco incluso con esa rapidez de trote, el resto del recorrido era bastante expedito.
-Es el precio de desear salir de la ciudad escondida. Debes esconderte a ti mismo -comentó Jude, mientras limpiaba de los restos putrefactos de la casa abandonada donde se detuvieron a pernoctar.
-Yo puedo salir a la luz del sol -dijo Perry.
-Tu esposa no -dijo Jude- . A menos que el cielo vuelva a nublarse como el día que dejamos Londres, no podremos movernos durante el día. Además, que harías por allí tú solo... No sabes cazar. Marion con su talento natural ha cazado todo para ti.
Perry tragó. Miró a Eloy, avergonzado. El vampiro no había dudado en reírse de él cuando la primera noche en que se vieron obligados a cazar Perry fue incapaz de morder a su víctima.
-Tranquilo -había susurrado Marion, alzando la vista del cuerpo del hombre que había atacado.
Perry la miró con miedo. Fue como si sus ojos pudieran verle tras la venda, y comprendió que la satisfacción de su sed despertaba sus sentidos. El hombre debajo de ella todavía conservaba algo de vida.
-Es inocente... -le dijo, viendo cómo Marion apretaba la herida de su cuello para impedir que la sangre fluyera.
Marion lo miró con impaciencia, y se inclinó a beber del cuello degollado de aquel hombre. Cuando se levantó, se acercó a Perry y le dio de beber en la boca. Nunca olvidaría el modo en que su garganta quemó antes de ser aliviado con el delicioso sabor a metálico.
-Lo siento... -le dijo a Marion, limpiando su rostro.
-Podrás hacerlo, tarde o temprano. La necesidad es el motor de la naturaleza. Nosotros sólo somos como... los leones en África que cazan gacelas, o los gatos que cazan aves... No somos diferentes de eso. Debemos ser fuertes.
-Ya que el débil pierde -añadió Eloy, pasando detrás de ellos.
Volvía de su propia caza, y miró a Perry con esos ojos retadores que lo hacían recordar que no era un adolescente de dieciocho años. Sin embargo, traía un trofeo: una bufanda envuelta en un anuncio de papel, que probablemente había estado pegado en la calle.

-¿Estoy astacado con ustedes, eso quieres decir? -dijo Eloy, cuando oyó la excusa de Jude, sentado flojamente contra la pared de la mansión sobre los restos de un sillón y un mueble.
Ahora la bufanda le envolvía la cabeza como un turbante, en vez del cuello, y el anuncio de “Se Busca” con el que la había envuelto estaba pegado en la pared cerca suyo.
-No puedes irte solo -dijo Jude, acercándose a él- . Volverán a capturarte, Eloy.
Perry notó el miedo en el rostro de Jude. Miedo auténtico.
-He estado solo por trescientos años -dijo Eloy- . Puedo intentarlo de nuevo, lejos de La Ciudad Bajo Tierra. No estaré mejor solamente porque estás tú alrededor, Jude -masculló, parándose de repente sobre el montón, permitiendo que la luz del sol de la ventana alta diera en su rostro.
Este prácticamente brilló de tal blanco, y luego Perry se percató de que a la luz del sol las manchas de la vejez vampírica dejaban de ser invisibles. Eran hermosos en la penumbra, pero el sol los delataba, en incluso Eloy, con su rostro aniñado, le fue poderosamente temible.
-Estoy preocupado de tu baja seguridad -dijo Jude- . Es como si quisieras ser capturado.
-Ese sólo eres tú romantizando todo -dijo Eloy, bajando del montón- . No quieras sentirte responsable por haberme convertido, ¿está bien?
Salió de la casa saliendo por la ventana alta, tras quitarse la bufanda de la cabeza. Jude no alcanzó a agarrarlo del pie, pero un alarido salió de sus labios cuando su mano fue tocada por los rayos del sol. Cayó pesadamente junto al montón de restos.
-Lo has retado y te has quemado -dijo Perry, burlesco.
-¿De quién estás parte? No te recibiría muy bien si supiera que te gustaban las colas... -masculló Jude, molesto- ¡No puede ir por allí solo! ¡Lo capturarán otra vez, ¿no lo entiendes?!
-Vas a caer siempre en ese riesgo -dijo Marion- . Se volverá loco si permanece encerrado entre catacumbas y casas a medio caer. Y nosotros también necesitamos otra cosa.
-¿Soy su cuidador, ahora?
-Tú nos convertiste en esto -susurró Marion.
-Perry, ve tras él -le ordenó Jude.
-Volverá tarde o temprano.
-Fue a visitar a uno de sus proveedores -explicó Jude, mirando hacia la ventana inquieto- . Él confía en él pero yo no. Podría traicionarlo, atraparlo y llevarlo a ser estudiado como han hecho con tantos de nosotros.
-Pensé que nuestra existencia era un misterio -dijo Marion- . No voy a ir por ahí sabiendo que pueden matarme. Ya era de ese modo cuando era una humana. ¡¿Nos has convertido en una presa para ellos?! -gritó la joven con una voz portentosa.
-No, señorita Swerzvelder, ellos son la presa. ¿Olvida que tiene la ventaja?
Perry miraba hacia la ventana inquieto.
Mientras Marion y Jude discutían, su mente se fue lejos de nuevo. Al inicio del anterior amenecer, cuando se escondieron en unos túneles bajo tierra, comenzó a soñar despierto, a falta de soñar realmente, y tras pensar en Garrett con los ojos cerrados, incapaz de decirle a su mente que se borrara de toda percepción sensorial que lo mantenía conciente, había encontrado a Eloy mirándole con aquellos ojos gatunos y blancos, y había dado un salto de terror.
-No gastes emociones -le susurró, mientras Jude, extraordinariamente, dormía, y Marion escuchaba el goteo inquietante de un rincón- . No sueñes, o te dará sed más rápido.
-No es algo conciente.
-Vi cómo te predispusiste a sentir. Eres prisionero de tus recuerdos.
-¿Tú no tienes ninguno por el que valga la pena distraerte?
-No. Y he entrenado por demasiado tiempo para rechazar las emociones. Sólo me las permito cuando tengo sangre en cantidades ridículas a mi disposición.

-¿Quién es su proveedor? -preguntó a Jude.
El rostro de Marion pareció ceder.
-Procura llegar pronto -dijo Marion- . Sólo puedo cazar de noche y sólo bebiste un poco anoche.
Estaba preocupada por él. Se fue de ese salón de la casa, pasando a otro por un bastidor. Jude se dirigió a él.
-Su proveedor es un hombre que vive en el camino de Guilhall, cerca del Royal & Derngate. Sólo le he visto de lejos, pero al parecer su esposa está enferma desde hace mucho tiempo, encerrada en el Hospital San John. Provee a Eloy de sangre desde hace años. No entiendo porqué Eloy confiaría en un hombre, puesto que le repugnan tanto.
-¿Cuál es su nombre?
-Hess. Su primer nombre no lo conozco.
-Lo traeré de vuelta cuanto antes.
-No dejes que te distraiga. Normalmente Eloy va a por su proveedor porque tiene ganas de divertirse.
-De buscar emociones -dijo Perry, sonriendo- . Sí, me ha hablado de ello. Nos vemos.
Salió por la ventana de la mansión a la calle.

Había olvidado el detalle de Jude siendo el vampiro quien fuera el responsable del estado actual de Eloy. Había sido lo lógico. Habría siempre culpabilidad en Jude por lo que había hecho con él, especialmente por el hecho de que hasta ahora Eloy no se había adaptado, en comparación con alguien natural como Marion.
Le daba miedo lo rápido que se había vuelto una buena cazadora. Marion estaba usando aquellos atributos que en vida tanto despreció, los atributos que le permitían aprovecharse de cualquier hombre del cual necesitase ayuda. Sus víctimas la seguían ciegamente, a pesar de sus gafas en medio de la noche, y se dejaban llevar por la dulce sonrisa que les regalaba por minutos, antes de matarlos lentamente. Temía por su alma, si es que aún la conservaba, y temía por él mismo, por esa horrible sensación que tenía de que Marion no era la misma, y de que no estaba disimulando su rechazo hacia ella. Antes de irse en busca de Eloy, había notado su descontento.
No tardó mucho en encontrar a Eloy. Iba a paso casual por la calle Guildhall, ignorando el aguacero suave que había hecho a otros transeuntes sacar sus sombrillas, y que aliviaría de lo que Jude llamaba la “penitencia de coloramiento ocular”. Aunque él fuera vampiro de día, si vivía lo suficiente, sufriría de lo mismo que Eloy sufría ahora en sus ojos, que según palabras de Jude, habían sido color marrón oscuro. Un color muy diferente del que tenía ahora: blanco amarillento.
Pudo ver a la distancia que, el dueño de aquellos ojos escalofritantes, que parecían enfriar cualquier intención -potencial- de mostrar amabilidad en su expresión, se había quitado su chaqueta. Perry pudo ver su figura de pronto larga, y cuando miró hacia su derecha, hacia el escaparate de un negocio de sombreros, vio que se había puesto los lentes redondos.
Caminó hasta él con calma.
-¿Cuál es el método de un vampiro cuando quiere adquirir algo de un negocio? -le preguntó Perry, llegando hasta él.
Vieron sus reflejos en el espejo. No supo porqué, pero esperó que el mito de que no tenían reflejos se viera cumplido en ese momento. Pero podía ver su rostro tal como siempre, y se dio cuenta del aspecto enfermizo que ofrecía.
-Robo -dijo Eloy- . O Chris lo compra. Es mi proveedor -le explicó.
Entró al negocio. Sólo en ese momento, Perry se percató del gran edificio a la izquierda.
Adentro de la tienda de sombreros se encontraron con la más variada colección de sombreros, puestos en repisas a derecha e izquierda en ese espacio tan reducido. Al fondo había una dama con miriñaque que contemplaba maravillada un sombrero con plumas de faisán. Por su parte, el delgado hombre en el mostrador estaba confeccionando otro más con flores azules de tela, por lo que no se percató de la presencia de Eloy hasta que le llamó.
-Chris.
El joven Chris, el proveedor de Eloy, alzó la vista de su trabajo, con aquello lentes de montura cuadrada sobre la nariz, y Perry tarde se dio cuenta de que era una mujer por el pequeño detalle de su fina mandíbula, a pesar de su vestimenta masculina.
-¡Elliott! -exclamó con voz no obstante grave, pero armoniosa.
Salió de detrás del mostrador rápidamente y se lanzó a abrazar a Chris, ante la desaprobación del hombre del fondo, que vio con extrañeza tanto afecto entre “dos hombres”, si bien jóvenes. O eso parecía Chris. Si la miraba bien, debía alcanzar ya los treinta y cinco años.
-¡Fue hace dos años la última vez que te pasaste por aquí! ¡Qué te había ocurrido!, estaba preocupado.
Se refería a ella misma como un hombre, lo que le pareció a Perry muy curioso. Frente a ella, Eloy sonreía sinceramente, con las gafas todavía puestas, y Perry sintió que el monstruo se había vuelto mariposa. Sentía afecto por esa mujer, un dulce y cariñoso afecto.
-Pasaron muchas cosas. Ya te contaré.
-¿Y quién es el caballero? -preguntó, mirando a Perry.
-Él es Perry Whitmore, un conocido de Jude.
-No me digas que ha vuelto a atraparte el codicioso de Jude -dijo ella. Pero se detuvo a saludar a Perry, cuya mano estrechó fuertemente. Se sintió extraño- ¿Va a llevar eso, señora Colbert? -le preguntó a la mujer del fondo.
-Ahm... quizá...
-Puede volver mañana. Le haré un descuento...
Posó las manos delicadamente en las espaldas de los clientes y en unos segundos los tuvo fuera del negocio. Puso el letrero de “Cerrado” a pesar de que aún no despuntaba el mediodía.
-Tu visita merece un brindis. Creo que nunca me había sentido tan aliviado en mi vida. No podría soportar perder a otro de mis amigos.
-No vas a perderme, Chris.
La siguieron a la parte de atrás del local. Allí era aún más estrecho, y las paredes resonaban con el ruido del lado izquierdo. Era música, y Perry supuso que sería del teatro de la Royal & Derngate. Cuando estuvo allí dentro, entre muebles viejos, telas colgadas y moldes de gorros, Perry se detuvo a mirar las fotografías que plagaban las paredes color ocre.
La mayoría de ellas eran ocupadas por una joven. Tenía el cabello oscuro y se veía sumamente rígida. Pero en una de ellas llevaba una sonrisa más pronunciada, además de... estar por completo desnuda. Comprendió que aquella mujer era amante de Chris.
-¿Ha mejorado? -preguntó Eloy a su amiga.
-Sí. Se está riendo más, pero temo que ha perdido un poco más de color. Oh, quítate esos, no son necesarios aquí -le dijo Chris, sacándole las gafas.
Eso lo dejó de una pieza. La sonrisa en la cara de Eloy no combinó con sus ojos fríos, pero Chris le sonrió cómo si se viese perfecto.
-Quizá un poco de color para esta noche -dijo, yendo al mueble del fondo, donde tenía botellas de múltiples licores que, por lo que veía, no había tocado. Debía tener pocas amistades, especialmente dado el hecho de donde vivía. Delante del mueble había un camastro en no muy buen estado, si bien la higiene del lugar era indiscutible. Las paredes habían sido pintadas recientemente, y las fotografías tenían un orden lógico de tiempo.
Chris sacó una botella de sangre, como había esperado. Perry se puso rígido, y se alejó quedándose junto a la puerta de salida. Le sirvió una copa a Eloy, y luego le sirvió una a él.
-Tomé anoche -dijo, mirando a Eloy.
-Iremos al teatro -dijo este- . La necesitarás.
-Están dando la Novena Noche. Será hasta este miércoles -dijo Chris, sirviéndose vino tinto.
Perry vio esto con cierto desagrado. ¿No sentía asco al ver a un vampiro tan cerca bebiendo sangre? Su nivel de inmunidad hacia Eloy era poco creíble. ¿Sería Chris otra de las muchas personas que Eloy había manipulado a través de los años?
-Estará lleno de gente -dijo Perry- . Aún no tengo resistencia suficiente.
-¿Por qué? ¿Cuántos años tienes como vampiro?
-Tengo un mes.
Chris miró a Eloy, sin creerlo.
-Es arriesgado.
-Dale dos copas si es necesario.
-La última vez que estuve rodeado de más de tres o cuatro seres humanos fue en el tren desde Londres.
-Jude dijo que lo soportaste bastante bien esa vez -le dijo Eloy, con los labios rojos en la parte más interior. Se los lamió, sin ninguna reacción de satisfacción- . Chris te dará dos copas si eso necesitas para estar bien.
-Volveré donde Jude -dijo Perry, rechazando la copa.
Hizo un ademán de salir de la pieza, dándoles la espalda, pero la voz amable de Eloy lo detuvo.
-Después de un mes con Jude, ¿No has perdido aún la cabeza? Su nivel de precaución es capaz de enloquecer a cualquiera.
-No quiero lastimar a nadie.
Sin embargo, no se movió de allí, queriendo despertar en él otro momento de amabilidad. Quizá eran esos pequeños momentos los que empujaban a Jude a seguir tratando, como si aquel vampiro tan muerto en vida tuviera esperanza. Apenas le conocía, pero el haber presenciado su misericordia también le daba esperanza.
-¿Eloy te habló de Bessie? -intervino Chris- Es mi dulce de miel. Es la joven que está en el hospital. Eloy prometió darle una muerte rápida cuando su sufrimiento fuera demasiado.
Perry contempló el rostro esperanzado de Chris pasmado. Eloy y sus promesas eran hábiles, pero la firmeza de su rostro sólo le habló de buenas intenciones. Quiso creer en él.
No confíes en él.
Jude lo conocía por más tiempo que él, y Eloy hasta ahora no se había mostrado ofendido por la desconfianza de su creador. Casi se mostraba orgulloso de su deshonestidad.
-Es muy amable de su parte -le dijo a Chris.
Ella sonrió, y le volvió a ofrecer la copa. Perry le dio un sorbo y fue como cientos de caricias desde la boca hasta la punta de los pies. Sintió calidez en el esófago y una suave quemazón en los brazos. Dio un suspiro, con los ojos cerrados, apenas habiendo dado un trago. Frente a él, Eloy le miró maravillado, mientras Chris miraba su rostro preocupado.
-Es como droga, ¿no? Pronto no sentirás nada. Será como agua en el desierto seco.
-¿No puede ser así todo el tiempo?
-No. No sería práctico. El solo bienestar que te provoca saciarte está provocando la aceleración en la llegada de tu próxima crisis sedienta.
-Entiendo.
-Y hoy, la sangre no sólo te servirá para sentirte menos tentado por la multitud de vivos -dijo Chris- , sino para poder sentir todas las emociones que desees. Regocijo, melancolía... La mayoría de los vampiros se han rendido a no sentir nada nunca más, con tal de no aumentar su sed, pero Elliott se ha revelado contra esto.
-Por eso no soporto la compañía de Jude -le dijo Eloy a Perry- . No dejará que vivas. Y si yo puedo vivir cada... seis meses, lo haré. Pero aprovecharé esta eternidad.
Perry asintió, un poco hipnotizado y aterrado por sus ojos muertos.
-Bebe -le dijo.
Dio un sorbo. Su garganta se agitó más de lo normal, notando el escalofrío nuevamente. No pudo tomar más que un trago antes de volver a bajar la copa.
-Date tu tiempo. No hay apuro -dijo Chris, cogiendo a Eloy del codo.
Se lo llevó frente al armario, donde comenzó a cambiar su tenida. Perry percibió las sensaciones aflojando lo tenso de su organismo, despertando esa existencia de tensión que era la de un No Muerto, y que lo había aquejado por las últimas tres semanas. Saboreó cada escalofrío, cada murmullo bajo la piel, cada caricia en sus sienes, y por fin dio otro sorbo. Pronto ya no quedó nada, y se sintió satisfecho.
Eloy fue vestido con un traje de Chris que le quedó a la medida, y fueron a la previa de la obra de las ocho de la noche, en el teatro de Royal & Derngate, ubicándose en el palco reservado por Chris.. Pasaron fácilmente por tres solteros que deseaban divertirse.
Todo estaba decorado al estilo Imperio, y Perry pronto comenzó a hartarse del color rojo, que sólo le dejó más sensación de sed, despertada en la entrada por la multitud.
Eloy le había dado dos pares de guantes para que evitara cualquier contacto accidental con la piel de otro humano. “Debes ser fiel a tu esposa incluso a la distancia” le había dicho Eloy. Pero no era el desliz sexual de lo que estaba Perry preocupado, como tampoco Eloy. Era verdad, después de todo, lo que había dicho Jude sobre las tentaciones, los deseos de aquellos como ellos. Los deseos carnales de la humanidad estaban ahora muertos para ellos, o demasiado dormidos por la sed de sangre. No cabía nada más en sus mentes que la de saciar el hambre, como perros callejeros.
Había dejado de mirar, había dejado de admirar la belleza de otros hombres, y ansiaba los cuellos palpitantes de hombres y mujeres por igual. Eran como frascos de tres litros andando por ahí, cuya cantidad casi le provocaban nauseas. Había tomado una copa en el negocio de Chris y eso había sido suficiente, pero había visto a Eloy perfectamente tomarse dos, la última antes de salir, sin siquiera inmutarse. No se inmutaba al tomar poco, y no lo hacía al tomar en exceso. Estaba acostumbrado al exceso y al hambre, y envidió su falta de afección frente a esa vida de ocultamientos, su indiferencia.
¿Aunque era realmente envidiable no sentir nada? Por un mes entero lo había visto no reaccionar ante nada, ni siquiera en los días especialmente brillantes, cuando Eloy lograba dormir como ninguno de ellos.
-¿Cómo logra hacerlo? -le preguntó Perry a Jude, mientras hacía círculos sobre la arena de la catacumba.
Eloy estaba acurrucado dentro de un nicho, con la cabeza contra la roca y las piernas contra el torso. La dureza de esta no había impedido que se quedara impasible mirando el vacío, con los ojos entrecerrados casi dándole un grado de suavidad a su expresión constantemente fría.
-Es como morir -susurró Jude. Su voz suave resonó en la recamara de piedra- . Se deja ir y su alma se despega por un momento.
-¿Entonces el alma es real?
-Tan real como la arena de mar que hay en esta catacumba. Me pregunto cómo llegó aquí.
El nicho estaba en lo alto, y vio a Eloy mirar hacia abajo sin mover la cabeza, ahorrándose incluso el trabajo de inclinar el mentón. Su falta de sentimiento le hizo ver en él su propia falta de este. Se recordó a sí mismo alrededor de Garrett, no pudiendo resistirse de tocar al menos un trozo de él en los momentos de más seriedad. Ahora no sentía nada, ni siquiera el deseo de acariciarse a sí mismo.
Extrañaba desear cosas.
Miró a Chris, sentada casi al borde de su asiento para mirar la multitud de abajo. Sus venas palpilataban en cada rincón de su cuerpo, y las formas de mujer de sus caderas y su torso se adivinaban debajo. Pero su voluptuosidad era tan poca como la de Marion, y supo que si la viese en su desnudez le parecería hermosa. En ese momento pensó en Marion y en su melancolía. Tal vez también extrañaría sentir cosas tanto como él, especialmente porque habían dormido lejos el uno del otro por semanas. Ya no sentían frío y la necesidad inicial se había borrado. Parecía complicado aproximarse al otro y pedir dormir cerca si no había utilidad en ello. Sólo durante el día permanecían cerca, esto porque en ello sí había una utilidad: Marion caminaba con más facilidad cuando iba de su mano.
Pensó en que cuando volviera a la casa esa noche, le daría un abrazo y le pediría dormir abrazados la siguiente noche.
Eloy se apoyó contra el respaldo de la silla. Había estado suspirando por el último cuarto de hora. Perry miró sus manos, sus dedos en constante movimiento, a diferencia de la quietud usual. Luego se miró sus propias manos, la inquietud de sus dedos también, y luego sus pensamientos mientras esperaban a por la apertura de la obra.
Había estado teniendo pensamientos que en el último mes no había tenido en su cabeza. Su añoranza por Marion había aparecido de la nada, siendo que no tenían más que una relación amistosa.
-Me siento diferente -susurró.
-Sí. Es el exceso -susurró Eloy- . Yo siento... cada célula despierta, como ser humano otra vez.
Se quitó las gafas. Perry lo miró pasmado, pero no le reclamó nada, ni siquiera cuando se volteó a mirarle.
-Cuando vuelva a mi estado normal, deberán cuidar de nosotros más de lo normal. Nos dará síndrome de abstinencia.
-Pero sólo nos hemos excedido hoy -dijo Perry.
-Es suficiente para hacernos desear más -dijo, mirando la lámpara de gas en un extremo del palco como hipnotizado- . Por eso Jude no le gusta que haga esto, o que arrastre a otros conmigo.
-No me arrepiento -dijo Perry, mirándole casi con afecto- . Quisiera traer a Marion la próxima vez.
-En invierno, cuando la luz sea nula. En una nevazón si es conveniente.
-Sí. Le gustará.
-Si toman un poco más, incluso podrían... renovar sus actividades maritales.
Perry se quedó en silencio.
-¿Cuánta sangre requiere eso?
-¿Cuatro vasos? -dijo Eloy, riendo. Apoyó la cabeza en el respaldo de su silla- Nunca lo he medido. No lo he necesitado.
Perry vio su expresión de pronto abatida. No quiso interpretar literalmente sus palabras, dado el hecho de su ventaja frente a otros vampiros. Con dos vasos de sangre en el cuerpo, Eloy lucía más radiante que nunca. Sin embargo, le vio colocarse las gafas para ocultar su pesar, que en días normales no habría sentido a falta de algo que empujara sus emociones.
Sangre. Eran totalmente dependientes de ella, pero estaba sintiendo cosas que hace tiempo no sentía.
Miró hacia otro palco, en busca de alguien con el que disfrutar su vista, y vio a un hombre de su edad, elegante y bien vestido, en un palco más cercano al escenario. Estaba bebiendo un escocés.
Dio un suspiro, y se paró de su silla para verlo con más claridad.
Se requerían cuatro vasos, pero con su sensación de satisfacción por sangre, bien podría hacerlo con una copa en las venas.
-Creo que la apertura se atrasó -comentó Chris- . Para esta hora, los músicos debieran estar ubicados, y sólo veo a los violinistas.
No era lo más conveniente del mundo, pero había logrado captar la mirada de ese hombre. Le miraba de vuelta, sin un brindis de su copa, nada. Sólo su mirada retándolo.
Y el movimiento de cabeza que había visto otras veces. Sutil pero suficiente.
Tragó, empezando a excitarse.
-Debo ir a un lugar por un momento -anunció.
Eloy le vio irse sin inmutarse, allí disfrutando él mismo con la saciedad, y él dobló a la derecha al salir del palco, con las lámparas de gas por todas partes. No tardó en vez a su amigo venir desde ese lado, sin el escocés en la mano. Tomó la delantera, guiándolo a un lugar más privado. Lo llevó a un tocador para mujeres, el cual estaba plagado del aroma de los perfumes mezclados. El hombre cerró la puerta tras de sí, y él se mantuvo quieto, dejando que decidiera. No tardó mucho tiempo antes de empujarlo contra la pared del tocador.
Le bajó el pantalón, tras él desaprocharse el botón delantero, y le sintió rozarse contra él. Mientras, la sed de sangre empezaba a aparecer. Supo al instante que toda la que había tomado se iría de un plumazo en esa ocasión.
Con un poco de saliva, el hombre se ayudó para penetrarle. Perry dio un quejido de dolor, pero este se esfumó cuando su amigo empezó a tocarle.
-Estás ardiendo. ¿Qué tomaste? -le preguntó.
Dio una estocada y Perry dio un quejido. Todavía sentía dolor, y temió que aquello no estuviera funcionando. Le sintió tocar su torso, su abdomen duro, su ingle en llamas, y supo que a este hombre sin nombre le parecía hermoso. Nunca lo pensó como tal en sus treinta y cuatro años, la edad en que se había estancado.
Pero aquel hombre le deseaba como no le deseaban desde hace tiempo, y el placer como consecuencia de ello empezó a aquejarlo intensamente.
-Ahh... -Sintió sus labios en la oreja, y en su cuello, bajo la nuca. Sus manos en su abdomen, una de ellas bajando regularmente hacia su sexo, apretando al ritmo de sus estocadas. Era delicioso.
-Perry, eres delicioso...
Las palabras de Garrett siempre le hicieron sentir como un pecador. Su mano en su pierna derecha, empujando para que separara sus rodillas sobre la sábana. Empujando, obligándole a tumbarse del todo.
-Ahhh... hm...
Tenía la mejilla pegada a la pared de madera. Aquel hombre le empujaba contra ella. Él y Garrett nunca lo hicieron en un lugar que no fuera dentro de su cuarto de soltero o sobre el manto de un prado. Garrett siempre se las arreglaba para hacerlo romántico.
Se afirmó del borde del tocador, sintiendo las estocadas acelerarse. Por su parte, el hombre cogió nuevamente su sexo y le estimuló para que se apurase. Perry olió la ponzoña, que había conocido al ver a la primera víctima de Marion muerta en la oscuridad. Era como plata, como el veneno de una serpiente. Sin embargo, no le importó que fuese a lucir diferente. Empezaba a sentir sed y en cuanto acabaran se iría sin decir palabra. Había sido así siempre.
Sintió la humedad escurrirse fuera de él. El desconocido mantuvo su mano en su hombro, afirmándose, y le sintió respirar en la nuca. Sintió el vaho humedeciéndole. Ese vaho tan humano y natural. Y pudo escuchar los latidos en sus venas, palpitando para él.
Y sintió el sabor de la ponzoña en la boca.
El hombre le volteó para mirarle, y le cogió las solapas de la chaqueta para acercarle a él. Perry corrió la cara, sabiendo cual era su intención, y el hombre se quedó de piedra, mirándole.
-¿Cuál es tu nombre? ¿Podríamos vernos de nuevo?
Lo apartó de él, apenado. Se abrochó el pantalón rápidamente, y él lo imitó, con cara de empezar a ofenderse.
-Está bien. Eres de una sola vez. Pero ya sabes, ser regulares podría salvarnos de muchos riesgos.
Perry alzó la vista hacia él. Tragó, sintiendo el sabor de su ponzoña en cada centímetro de su lengua. Se arregló el pelo y ante la mirada decepcionada de aquel desconocido, salió del tocador. Se sintió seco, sabiendo que tendría que tomar una copa más en breve.
Cuando llegó al palco no se sentó en su puesto, al ver que eso significaría interrumpir a Chris y a Eloy. Estaban sumamente atentos en la obra. Habían corrido las sillas para adelante, y Eloy estaba apoyado contra el respaldo, enmudecido.
Aún sentía aquel sabor en la boca, y comenzó a mirar el traje de Chris a por el bulto de alguna botella de repuesto. Quizá tomaría precauciones y traería más para cuando Eloy cometiera deslices. Pero Eloy mismo había dicho que se abstenía.
Volvió a mirarle, allí sentado en su silla, con las emociones expresándose sutiles pero a flor de piel. Le vio acariciarse el pelo dorado y la sien con el dedo índice. Se preguntó si eso lo desconcentraría de la obra, esa necesidad intrínseca de contacto que estaba satisfaciendo por sí mismo, como Marion cuando se tocaba el cabello de la nuca.
Se miró las mano quietas en el respaldo de su propio asiento. Quietas como antes de beber esa copa. Comprendió lo que sería el síndrome de abstinencia, y temió por su cordura.

-Pueden quedarse aquí por esta noche. Iré a dormir donde mi abuela -les comunicó Chris- . Será mejor que pasen la “resaca” aquí.
-Las resacas deben ser más soportables que esto -dijo Perry, sentado en la silla frente al espejo de cuerpo entero. Este también estaba cubierto de fotos, pero sólo en el marco de madera labrada.
Eloy se había recostado en la cama, y miraba con ojos muertos hacia la puerta del dormitorio de Chris.
-Miren, les dejaré media copa. Pero tómenla de a poco -indicó la joven con su voz varonil- . No quieran volverse adictos a tan buena cosecha.
-Gracias, Chris.
-Nos vemos al amanecer.
Chris cerró la puerta tras de sí. Perry miró hacia Eloy, en su estado semiinconciente, y vio su mano colgando de la cama. Intentó levantarse, con la intención de ir y ubicarlo mejor, pero fue incapaz de moverse.
Era peor que una resaca. No sentía nada en lo absoluto, como una ceguera de la sensibilidad. Tocaba su rostro y era como tocar tierra gruesa. Era desagradable, el tacto de una cosa con otra, la repuesta y el inicio del estímulo.
Estiró un poco la pierna, reuniendo toda su voluntad para hacerlo, y se levantó notando la molestia de la posición sentada. Vio su reflejo en el espajo, sin chaqueta, con uno de sus suspensores bajados, y se sintió delgadísimo, se vio delgadísimo en ese reflejo demacrado. No entendió cómo Chris había podido soportar ver sus aspectos. La belleza del vampiro bien alimentado se había ido, y ahora eran dos piezas de hojarasca que amenazaban con requebrajarse.
Caminó hacia la cama de Chris, dispuesto a hacer algo por sí mismo, puesto que esa noche de cacería estaba aparentemente perdida, y reuniendo sus pocas fuerzas, acomodó a Eloy en la cama para dejar espacio para él. Este apenas reaccionó. Sólo volvió a acurrucarse hacia su izquierda, mientras Perry trataba de acomodarse sin que la tensión corporal e insensible le pusiera obstáculos. Le costaba moverse, como si sus articulaciones se hubiesen congelado.
Pasó la mano sobre el cuerpo semimuerto de Eloy, y al contacto de su mentón contra el pelo de su coronilla, no le sorprendió no sentir nada de la sensación que normalmente proyectaba hacia él, tras una cacería. La sensación de que su pelo sería suave al tacto, como el de un niño pequeño. El niño pequeño que debiera haber sido el hijo de él y Marion, pero que no habían tenido.
No sintió absolutamente nada, ni siquiera el alivio de estar cerca de alguien, aunque este fuera el pupilo desagradable de Jude, su Consejero. Su supuesto guía en la vida como vampiro.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué es la Unanimidad?

Es esa tendencia del ser humano a desear que todos los que le rodean entren en una cajita con una etiqueta que ellos aprueben. Si uno no entra en ese cajita, uno es rechazado socialmente.
Tenemos que destruir esa cajita, porque el ser humano es complejo por naturaleza. Todos somos diferentes y aceptables, a menos que uno sea un sacoehuéa abusivo con tendencias dictatoriales.

Buscar este blog

Entrada apasionada

Chile ya no es un país

Nunca pensé que entraría a este blog de nuevo. Después de la decepción que dejó Sherlock en mi vida , con esa última temporada, están pasan...