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Gracias por leer "Libertar la Oscuridad")
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Capítulo 21: "La muerte y el joven"
Eloy
llevaba un traje que lucía grande para el nivel de respeto que Perry
le profesaba. Nunca había conocido a alguien tan desagradable y
empezaba a dudar del buen sentido de Jude.
Las
noches pasadas fuera de esa ciudad bajo tierra le devolvieron un poco
la claridad, cuando al internarse una vez más en un cementerio, el
de la calle Bridge, Jude los llevó de vuelta a esconderse del sol en
una tumba vaciada.
Había
vagado durante días, escondiéndose en bodegas, en basurales, en
casas abandonadas... Perry empezaba a comprender la verdad más
triste: eran vagabundos, y el más aclimatado a ello era el más
desagradable de todos. Quizá Eloy sí sería bueno como consejero.
Incluso se controlaba un poco más que él y Marion a la hora de
satisfacerse de alimento. Jude se había llevado una botella con
ellos, y a Eloy le bastaba un trago para quedar listo para el resto
del día. Pero Marion seguía sufriendo de aquellos ataques de
ansiedad que le impedían parar de beber. Había que quitarle la
botella de las manos.
Su
ansiedad durante el día no era mucho mejor. Si bien no dormían,
Jude decía que descansar era un requisito para mantener la sed a
raya. Si no se movían demasiado, necesitaban de menos sangre, y de
esa forma la reserva duraba un poco más. Sus movimientos durante la
noche debían ser también medidos, y Perry comenzó a ver algo de
lógica en la extrema quietud que se había apoderado de Eloy Dittoli
en cuanto salieron de la Ciudad Bajo Tierra. Había momentos en que
era un auténtico cadaver, empecinado en ahorrar la energía
eternamente.
Durante
la noche debían trasladarse por la alcantarilla, y sólo de vez en
cuando salían a la superficie a tomar una víctima viva. En esos
momentos Eloy se mantenía aparte, e iba a por una presa lejos de
ellos. Era lo único que los retrasaba, pues si bien conseguían
moverse muy poco incluso con esa rapidez de trote, el resto del
recorrido era bastante expedito.
-Es
el precio de desear salir de la ciudad escondida. Debes esconderte a
ti mismo -comentó Jude, mientras limpiaba de los restos putrefactos
de la casa abandonada donde se detuvieron a pernoctar.
-Yo
puedo salir a la luz del sol -dijo Perry.
-Tu
esposa no -dijo Jude- . A menos que el cielo vuelva a nublarse como
el día que dejamos Londres, no podremos movernos durante el día.
Además, que harías por allí tú solo... No sabes cazar. Marion con
su talento natural ha cazado todo para ti.
Perry
tragó. Miró a Eloy, avergonzado. El vampiro no había dudado en
reírse de él cuando la primera noche en que se vieron obligados a
cazar Perry fue incapaz de morder a su víctima.
-Tranquilo
-había susurrado Marion, alzando la vista del cuerpo del hombre que
había atacado.
Perry
la miró con miedo. Fue como si sus ojos pudieran verle tras la
venda, y comprendió que la satisfacción de su sed despertaba sus
sentidos. El hombre debajo de ella todavía conservaba algo de vida.
-Es
inocente... -le dijo, viendo cómo Marion apretaba la herida de su
cuello para impedir que la sangre fluyera.
Marion
lo miró con impaciencia, y se inclinó a beber del cuello degollado
de aquel hombre. Cuando se levantó, se acercó a Perry y le dio de
beber en la boca. Nunca olvidaría el modo en que su garganta quemó
antes de ser aliviado con el delicioso sabor a metálico.
-Lo
siento... -le dijo a Marion, limpiando su rostro.
-Podrás
hacerlo, tarde o temprano. La necesidad es el motor de la naturaleza.
Nosotros sólo somos como... los leones en África que cazan gacelas,
o los gatos que cazan aves... No somos diferentes de eso. Debemos ser
fuertes.
-Ya
que el débil pierde -añadió Eloy, pasando detrás de ellos.
Volvía
de su propia caza, y miró a Perry con esos ojos retadores que lo
hacían recordar que no era un adolescente de dieciocho años. Sin
embargo, traía un trofeo: una bufanda envuelta en un anuncio de
papel, que probablemente había estado pegado en la calle.
-¿Estoy
astacado con ustedes, eso quieres decir? -dijo Eloy, cuando oyó la
excusa de Jude, sentado flojamente contra la pared de la mansión
sobre los restos de un sillón y un mueble.
Ahora
la bufanda le envolvía la cabeza como un turbante, en vez del
cuello, y el anuncio de “Se Busca” con el que la había envuelto
estaba pegado en la pared cerca suyo.
-No
puedes irte solo -dijo Jude, acercándose a él- . Volverán a
capturarte, Eloy.
Perry
notó el miedo en el rostro de Jude. Miedo auténtico.
-He
estado solo por trescientos años -dijo Eloy- . Puedo intentarlo de
nuevo, lejos de La Ciudad Bajo Tierra. No estaré mejor solamente
porque estás tú alrededor, Jude -masculló, parándose de repente
sobre el montón, permitiendo que la luz del sol de la ventana alta
diera en su rostro.
Este
prácticamente brilló de tal blanco, y luego Perry se percató de
que a la luz del sol las manchas de la vejez vampírica dejaban de
ser invisibles. Eran hermosos en la penumbra, pero el sol los
delataba, en incluso Eloy, con su rostro aniñado, le fue
poderosamente temible.
-Estoy
preocupado de tu baja seguridad -dijo Jude- . Es como si quisieras
ser capturado.
-Ese
sólo eres tú romantizando todo -dijo Eloy, bajando del montón- .
No quieras sentirte responsable por haberme convertido, ¿está bien?
Salió
de la casa saliendo por la ventana alta, tras quitarse la bufanda de
la cabeza. Jude no alcanzó a agarrarlo del pie, pero un alarido
salió de sus labios cuando su mano fue tocada por los rayos del sol.
Cayó pesadamente junto al montón de restos.
-Lo
has retado y te has quemado -dijo Perry, burlesco.
-¿De
quién estás parte? No te recibiría muy bien si supiera que te
gustaban las colas... -masculló Jude, molesto- ¡No puede ir por
allí solo! ¡Lo capturarán otra vez, ¿no lo entiendes?!
-Vas
a caer siempre en ese riesgo -dijo Marion- . Se volverá loco si
permanece encerrado entre catacumbas y casas a medio caer. Y nosotros
también necesitamos otra cosa.
-¿Soy
su cuidador, ahora?
-Tú
nos convertiste en esto -susurró Marion.
-Perry,
ve tras él -le ordenó Jude.
-Volverá
tarde o temprano.
-Fue
a visitar a uno de sus proveedores -explicó Jude, mirando hacia la
ventana inquieto- . Él confía en él pero yo no. Podría
traicionarlo, atraparlo y llevarlo a ser estudiado como han hecho con
tantos de nosotros.
-Pensé
que nuestra existencia era un misterio -dijo Marion- . No voy a ir
por ahí sabiendo que pueden matarme. Ya era de ese modo cuando era
una humana. ¡¿Nos has convertido en una presa para ellos?! -gritó
la joven con una voz portentosa.
-No,
señorita Swerzvelder, ellos son la presa. ¿Olvida que tiene la
ventaja?
Perry
miraba hacia la ventana inquieto.
Mientras
Marion y Jude discutían, su mente se fue lejos de nuevo. Al inicio
del anterior amenecer, cuando se escondieron en unos túneles bajo
tierra, comenzó a soñar despierto, a falta de soñar realmente, y
tras pensar en Garrett con los ojos cerrados, incapaz de decirle a su
mente que se borrara de toda percepción sensorial que lo mantenía
conciente, había encontrado a Eloy mirándole con aquellos ojos
gatunos y blancos, y había dado un salto de terror.
-No
gastes emociones -le susurró, mientras Jude, extraordinariamente,
dormía, y Marion escuchaba el goteo inquietante de un rincón- . No
sueñes, o te dará sed más rápido.
-No
es algo conciente.
-Vi
cómo te predispusiste a sentir. Eres prisionero de tus recuerdos.
-¿Tú
no tienes ninguno por el que valga la pena distraerte?
-No.
Y he entrenado por demasiado tiempo para rechazar las emociones. Sólo
me las permito cuando tengo sangre en cantidades ridículas a mi
disposición.
-¿Quién
es su proveedor? -preguntó a Jude.
El
rostro de Marion pareció ceder.
-Procura
llegar pronto -dijo Marion- . Sólo puedo cazar de noche y sólo
bebiste un poco anoche.
Estaba
preocupada por él. Se fue de ese salón de la casa, pasando a otro
por un bastidor. Jude se dirigió a él.
-Su
proveedor es un hombre que vive en el camino de Guilhall, cerca del
Royal & Derngate. Sólo le he visto de lejos, pero al parecer su
esposa está enferma desde hace mucho tiempo, encerrada en el
Hospital San John. Provee a Eloy de sangre desde hace años. No
entiendo porqué Eloy confiaría en un hombre, puesto que le repugnan
tanto.
-¿Cuál
es su nombre?
-Hess.
Su primer nombre no lo conozco.
-Lo
traeré de vuelta cuanto antes.
-No
dejes que te distraiga. Normalmente Eloy va a por su proveedor porque
tiene ganas de divertirse.
-De
buscar emociones -dijo Perry, sonriendo- . Sí, me ha hablado de
ello. Nos vemos.
Salió
por la ventana de la mansión a la calle.
Había
olvidado el detalle de Jude siendo el vampiro quien fuera el
responsable del estado actual de Eloy. Había sido lo lógico. Habría
siempre culpabilidad en Jude por lo que había hecho con él,
especialmente por el hecho de que hasta ahora Eloy no se había
adaptado, en comparación con alguien natural como Marion.
Le
daba miedo lo rápido que se había vuelto una buena cazadora. Marion
estaba usando aquellos atributos que en vida tanto despreció, los
atributos que le permitían aprovecharse de cualquier hombre del cual
necesitase ayuda. Sus víctimas la seguían ciegamente, a pesar de
sus gafas en medio de la noche, y se dejaban llevar por la dulce
sonrisa que les regalaba por minutos, antes de matarlos lentamente.
Temía por su alma, si es que aún la conservaba, y temía por él
mismo, por esa horrible sensación que tenía de que Marion no era la
misma, y de que no estaba disimulando su rechazo hacia ella. Antes de
irse en busca de Eloy, había notado su descontento.
No
tardó mucho en encontrar a Eloy. Iba a paso casual por la calle
Guildhall, ignorando el aguacero suave que había hecho a otros
transeuntes sacar sus sombrillas, y que aliviaría de lo que Jude
llamaba la “penitencia de coloramiento ocular”. Aunque él fuera
vampiro de día, si vivía lo suficiente, sufriría de lo mismo que
Eloy sufría ahora en sus ojos, que según palabras de Jude, habían
sido color marrón oscuro. Un color muy diferente del que tenía
ahora: blanco amarillento.
Pudo
ver a la distancia que, el dueño de aquellos ojos escalofritantes,
que parecían enfriar cualquier intención -potencial- de mostrar
amabilidad en su expresión, se había quitado su chaqueta. Perry
pudo ver su figura de pronto larga, y cuando miró hacia su derecha,
hacia el escaparate de un negocio de sombreros, vio que se había
puesto los lentes redondos.
Caminó
hasta él con calma.
-¿Cuál
es el método de un vampiro cuando quiere adquirir algo de un
negocio? -le preguntó Perry, llegando hasta él.
Vieron
sus reflejos en el espejo. No supo porqué, pero esperó que el mito
de que no tenían reflejos se viera cumplido en ese momento. Pero
podía ver su rostro tal como siempre, y se dio cuenta del aspecto
enfermizo que ofrecía.
-Robo
-dijo Eloy- . O Chris lo compra. Es mi proveedor -le explicó.
Entró
al negocio. Sólo en ese momento, Perry se percató del gran edificio
a la izquierda.
Adentro
de la tienda de sombreros se encontraron con la más variada
colección de sombreros, puestos en repisas a derecha e izquierda en
ese espacio tan reducido. Al fondo había una dama con miriñaque que
contemplaba maravillada un sombrero con plumas de faisán. Por su
parte, el delgado hombre en el mostrador estaba confeccionando otro
más con flores azules de tela, por lo que no se percató de la
presencia de Eloy hasta que le llamó.
-Chris.
El
joven Chris, el proveedor de Eloy, alzó la vista de su trabajo, con
aquello lentes de montura cuadrada sobre la nariz, y Perry tarde se
dio cuenta de que era una mujer por el pequeño detalle de su fina
mandíbula, a pesar de su vestimenta masculina.
-¡Elliott!
-exclamó con voz no obstante grave, pero armoniosa.
Salió
de detrás del mostrador rápidamente y se lanzó a abrazar a Chris,
ante la desaprobación del hombre del fondo, que vio con extrañeza
tanto afecto entre “dos hombres”, si bien jóvenes. O eso parecía
Chris. Si la miraba bien, debía alcanzar ya los treinta y cinco
años.
-¡Fue
hace dos años la última vez que te pasaste por aquí! ¡Qué te
había ocurrido!, estaba preocupado.
Se
refería a ella misma como un hombre, lo que le pareció a Perry muy
curioso. Frente a ella, Eloy sonreía sinceramente, con las gafas
todavía puestas, y Perry sintió que el monstruo se había vuelto
mariposa. Sentía afecto por esa mujer, un dulce y cariñoso afecto.
-Pasaron
muchas cosas. Ya te contaré.
-¿Y
quién es el caballero? -preguntó, mirando a Perry.
-Él
es Perry Whitmore, un conocido de Jude.
-No
me digas que ha vuelto a atraparte el codicioso de Jude -dijo ella.
Pero se detuvo a saludar a Perry, cuya mano estrechó fuertemente. Se
sintió extraño- ¿Va a llevar eso, señora Colbert? -le preguntó a
la mujer del fondo.
-Ahm...
quizá...
-Puede
volver mañana. Le haré un descuento...
Posó
las manos delicadamente en las espaldas de los clientes y en unos
segundos los tuvo fuera del negocio. Puso el letrero de “Cerrado”
a pesar de que aún no despuntaba el mediodía.
-Tu
visita merece un brindis. Creo que nunca me había sentido tan
aliviado en mi vida. No podría soportar perder a otro de mis amigos.
-No
vas a perderme, Chris.
La
siguieron a la parte de atrás del local. Allí era aún más
estrecho, y las paredes resonaban con el ruido del lado izquierdo.
Era música, y Perry supuso que sería del teatro de la Royal &
Derngate. Cuando estuvo allí dentro, entre muebles viejos, telas
colgadas y moldes de gorros, Perry se detuvo a mirar las fotografías
que plagaban las paredes color ocre.
La
mayoría de ellas eran ocupadas por una joven. Tenía el cabello
oscuro y se veía sumamente rígida. Pero en una de ellas llevaba una
sonrisa más pronunciada, además de... estar por completo desnuda.
Comprendió que aquella mujer era amante de Chris.
-¿Ha
mejorado? -preguntó Eloy a su amiga.
-Sí.
Se está riendo más, pero temo que ha perdido un poco más de color.
Oh, quítate esos, no son necesarios aquí -le dijo Chris, sacándole
las gafas.
Eso
lo dejó de una pieza. La sonrisa en la cara de Eloy no combinó con
sus ojos fríos, pero Chris le sonrió cómo si se viese perfecto.
-Quizá
un poco de color para esta noche -dijo, yendo al mueble del fondo,
donde tenía botellas de múltiples licores que, por lo que veía, no
había tocado. Debía tener pocas amistades, especialmente dado el
hecho de donde vivía. Delante del mueble había un camastro en no
muy buen estado, si bien la higiene del lugar era indiscutible. Las
paredes habían sido pintadas recientemente, y las fotografías
tenían un orden lógico de tiempo.
Chris
sacó una botella de sangre, como había esperado. Perry se puso
rígido, y se alejó quedándose junto a la puerta de salida. Le
sirvió una copa a Eloy, y luego le sirvió una a él.
-Tomé
anoche -dijo, mirando a Eloy.
-Iremos
al teatro -dijo este- . La necesitarás.
-Están
dando la Novena Noche. Será hasta este miércoles -dijo
Chris, sirviéndose vino tinto.
Perry
vio esto con cierto desagrado. ¿No sentía asco al ver a un vampiro
tan cerca bebiendo sangre? Su nivel de inmunidad hacia Eloy era poco
creíble. ¿Sería Chris otra de las muchas personas que Eloy había
manipulado a través de los años?
-Estará
lleno de gente -dijo Perry- . Aún no tengo resistencia suficiente.
-¿Por
qué? ¿Cuántos años tienes como vampiro?
-Tengo
un mes.
Chris
miró a Eloy, sin creerlo.
-Es
arriesgado.
-Dale
dos copas si es necesario.
-La
última vez que estuve rodeado de más de tres o cuatro seres humanos
fue en el tren desde Londres.
-Jude
dijo que lo soportaste bastante bien esa vez -le dijo Eloy, con los
labios rojos en la parte más interior. Se los lamió, sin ninguna
reacción de satisfacción- . Chris te dará dos copas si eso
necesitas para estar bien.
-Volveré
donde Jude -dijo Perry, rechazando la copa.
Hizo
un ademán de salir de la pieza, dándoles la espalda, pero la voz
amable de Eloy lo detuvo.
-Después
de un mes con Jude, ¿No has perdido aún la cabeza? Su nivel de
precaución es capaz de enloquecer a cualquiera.
-No
quiero lastimar a nadie.
Sin
embargo, no se movió de allí, queriendo despertar en él otro
momento de amabilidad. Quizá eran esos pequeños momentos los que
empujaban a Jude a seguir tratando, como si aquel vampiro tan muerto
en vida tuviera esperanza. Apenas le conocía, pero el haber
presenciado su misericordia también le daba esperanza.
-¿Eloy
te habló de Bessie? -intervino Chris- Es mi dulce de miel. Es la
joven que está en el hospital. Eloy prometió darle una muerte
rápida cuando su sufrimiento fuera demasiado.
Perry
contempló el rostro esperanzado de Chris pasmado. Eloy y sus
promesas eran hábiles, pero la firmeza de su rostro sólo le habló
de buenas intenciones. Quiso creer en él.
No
confíes en él.
Jude
lo conocía por más tiempo que él, y Eloy hasta ahora no se había
mostrado ofendido por la desconfianza de su creador. Casi se mostraba
orgulloso de su deshonestidad.
-Es
muy amable de su parte -le dijo a Chris.
Ella
sonrió, y le volvió a ofrecer la copa. Perry le dio un sorbo y fue
como cientos de caricias desde la boca hasta la punta de los pies.
Sintió calidez en el esófago y una suave quemazón en los brazos.
Dio un suspiro, con los ojos cerrados, apenas habiendo dado un trago.
Frente a él, Eloy le miró maravillado, mientras Chris miraba su
rostro preocupado.
-Es
como droga, ¿no? Pronto no sentirás nada. Será como agua en el
desierto seco.
-¿No
puede ser así todo el tiempo?
-No.
No sería práctico. El solo bienestar que te provoca saciarte está
provocando la aceleración en la llegada de tu próxima crisis
sedienta.
-Entiendo.
-Y
hoy, la sangre no sólo te servirá para sentirte menos tentado por
la multitud de vivos -dijo Chris- , sino para poder sentir todas las
emociones que desees. Regocijo, melancolía... La mayoría de los
vampiros se han rendido a no sentir nada nunca más, con tal de no
aumentar su sed, pero Elliott se ha revelado contra esto.
-Por
eso no soporto la compañía de Jude -le dijo Eloy a Perry- . No
dejará que vivas. Y si yo puedo vivir cada... seis meses, lo haré.
Pero aprovecharé esta eternidad.
Perry
asintió, un poco hipnotizado y aterrado por sus ojos muertos.
-Bebe
-le dijo.
Dio
un sorbo. Su garganta se agitó más de lo normal, notando el
escalofrío nuevamente. No pudo tomar más que un trago antes de
volver a bajar la copa.
-Date
tu tiempo. No hay apuro -dijo Chris, cogiendo a Eloy del codo.
Se
lo llevó frente al armario, donde comenzó a cambiar su tenida.
Perry percibió las sensaciones aflojando lo tenso de su organismo,
despertando esa existencia de tensión que era la de un No Muerto, y
que lo había aquejado por las últimas tres semanas. Saboreó cada
escalofrío, cada murmullo bajo la piel, cada caricia en sus sienes,
y por fin dio otro sorbo. Pronto ya no quedó nada, y se sintió
satisfecho.
Eloy
fue vestido con un traje de Chris que le quedó a la medida, y fueron
a la previa de la obra de las ocho de la noche, en el teatro de Royal
& Derngate, ubicándose en el palco reservado por Chris.. Pasaron
fácilmente por tres solteros que deseaban divertirse.
Todo
estaba decorado al estilo Imperio, y Perry pronto comenzó a hartarse
del color rojo, que sólo le dejó más sensación de sed, despertada
en la entrada por la multitud.
Eloy
le había dado dos pares de guantes para que evitara cualquier
contacto accidental con la piel de otro humano. “Debes ser fiel a
tu esposa incluso a la distancia” le había dicho Eloy. Pero no era
el desliz sexual de lo que estaba Perry preocupado, como tampoco
Eloy. Era verdad, después de todo, lo que había dicho Jude sobre
las tentaciones, los deseos de aquellos como ellos. Los deseos
carnales de la humanidad estaban ahora muertos para ellos, o
demasiado dormidos por la sed de sangre. No cabía nada más en sus
mentes que la de saciar el hambre, como perros callejeros.
Había
dejado de mirar, había dejado de admirar la belleza de otros
hombres, y ansiaba los cuellos palpitantes de hombres y mujeres por
igual. Eran como frascos de tres litros andando por ahí, cuya
cantidad casi le provocaban nauseas. Había tomado una copa en el
negocio de Chris y eso había sido suficiente, pero había visto a
Eloy perfectamente tomarse dos, la última antes de salir, sin
siquiera inmutarse. No se inmutaba al tomar poco, y no lo hacía al
tomar en exceso. Estaba acostumbrado al exceso y al hambre, y envidió
su falta de afección frente a esa vida de ocultamientos, su
indiferencia.
¿Aunque
era realmente envidiable no sentir nada? Por un mes entero lo había
visto no reaccionar ante nada, ni siquiera en los días especialmente
brillantes, cuando Eloy lograba dormir como ninguno de ellos.
-¿Cómo
logra hacerlo? -le preguntó Perry a Jude, mientras hacía círculos
sobre la arena de la catacumba.
Eloy
estaba acurrucado dentro de un nicho, con la cabeza contra la roca y
las piernas contra el torso. La dureza de esta no había impedido que
se quedara impasible mirando el vacío, con los ojos entrecerrados
casi dándole un grado de suavidad a su expresión constantemente
fría.
-Es
como morir -susurró Jude. Su voz suave resonó en la recamara de
piedra- . Se deja ir y su alma se despega por un momento.
-¿Entonces
el alma es real?
-Tan
real como la arena de mar que hay en esta catacumba. Me pregunto cómo
llegó aquí.
El
nicho estaba en lo alto, y vio a Eloy mirar hacia abajo sin mover la
cabeza, ahorrándose incluso el trabajo de inclinar el mentón. Su
falta de sentimiento le hizo ver en él su propia falta de este. Se
recordó a sí mismo alrededor de Garrett, no pudiendo resistirse de
tocar al menos un trozo de él en los momentos de más seriedad.
Ahora no sentía nada, ni siquiera el deseo de acariciarse a sí
mismo.
Extrañaba
desear cosas.
Miró
a Chris, sentada casi al borde de su asiento para mirar la multitud
de abajo. Sus venas palpilataban en cada rincón de su cuerpo, y las
formas de mujer de sus caderas y su torso se adivinaban debajo. Pero
su voluptuosidad era tan poca como la de Marion, y supo que si la
viese en su desnudez le parecería hermosa. En ese momento pensó en
Marion y en su melancolía. Tal vez también extrañaría sentir
cosas tanto como él, especialmente porque habían dormido lejos el
uno del otro por semanas. Ya no sentían frío y la necesidad inicial
se había borrado. Parecía complicado aproximarse al otro y pedir
dormir cerca si no había utilidad en ello. Sólo durante el día
permanecían cerca, esto porque en ello sí había una utilidad:
Marion caminaba con más facilidad cuando iba de su mano.
Pensó
en que cuando volviera a la casa esa noche, le daría un abrazo y le
pediría dormir abrazados la siguiente noche.
Eloy
se apoyó contra el respaldo de la silla. Había estado suspirando
por el último cuarto de hora. Perry miró sus manos, sus dedos en
constante movimiento, a diferencia de la quietud usual. Luego se miró
sus propias manos, la inquietud de sus dedos también, y luego sus
pensamientos mientras esperaban a por la apertura de la obra.
Había
estado teniendo pensamientos que en el último mes no había tenido
en su cabeza. Su añoranza por Marion había aparecido de la nada,
siendo que no tenían más que una relación amistosa.
-Me
siento diferente -susurró.
-Sí.
Es el exceso -susurró Eloy- . Yo siento... cada célula despierta,
como ser humano otra vez.
Se
quitó las gafas. Perry lo miró pasmado, pero no le reclamó nada,
ni siquiera cuando se volteó a mirarle.
-Cuando
vuelva a mi estado normal, deberán cuidar de nosotros más de lo
normal. Nos dará síndrome de abstinencia.
-Pero
sólo nos hemos excedido hoy -dijo Perry.
-Es
suficiente para hacernos desear más -dijo, mirando la lámpara de
gas en un extremo del palco como hipnotizado- . Por eso Jude no le
gusta que haga esto, o que arrastre a otros conmigo.
-No
me arrepiento -dijo Perry, mirándole casi con afecto- . Quisiera
traer a Marion la próxima vez.
-En
invierno, cuando la luz sea nula. En una nevazón si es conveniente.
-Sí.
Le gustará.
-Si
toman un poco más, incluso podrían... renovar sus actividades
maritales.
Perry
se quedó en silencio.
-¿Cuánta
sangre requiere eso?
-¿Cuatro
vasos? -dijo Eloy, riendo. Apoyó la cabeza en el respaldo de su
silla- Nunca lo he medido. No lo he necesitado.
Perry
vio su expresión de pronto abatida. No quiso interpretar
literalmente sus palabras, dado el hecho de su ventaja frente a otros
vampiros. Con dos vasos de sangre en el cuerpo, Eloy lucía más
radiante que nunca. Sin embargo, le vio colocarse las gafas para
ocultar su pesar, que en días normales no habría sentido a falta de
algo que empujara sus emociones.
Sangre.
Eran totalmente dependientes de ella, pero estaba sintiendo cosas que
hace tiempo no sentía.
Miró
hacia otro palco, en busca de alguien con el que disfrutar su vista,
y vio a un hombre de su edad, elegante y bien vestido, en un palco
más cercano al escenario. Estaba bebiendo un escocés.
Dio
un suspiro, y se paró de su silla para verlo con más claridad.
Se
requerían cuatro vasos, pero con su sensación de satisfacción por
sangre, bien podría hacerlo con una copa en las venas.
-Creo
que la apertura se atrasó -comentó Chris- . Para esta hora, los
músicos debieran estar ubicados, y sólo veo a los violinistas.
No
era lo más conveniente del mundo, pero había logrado captar la
mirada de ese hombre. Le miraba de vuelta, sin un brindis de su copa,
nada. Sólo su mirada retándolo.
Y
el movimiento de cabeza que había visto otras veces. Sutil pero
suficiente.
Tragó,
empezando a excitarse.
-Debo
ir a un lugar por un momento -anunció.
Eloy
le vio irse sin inmutarse, allí disfrutando él mismo con la
saciedad, y él dobló a la derecha al salir del palco, con las
lámparas de gas por todas partes. No tardó en vez a su amigo venir
desde ese lado, sin el escocés en la mano. Tomó la delantera,
guiándolo a un lugar más privado. Lo llevó a un tocador para
mujeres, el cual estaba plagado del aroma de los perfumes mezclados.
El hombre cerró la puerta tras de sí, y él se mantuvo quieto,
dejando que decidiera. No tardó mucho tiempo antes de empujarlo
contra la pared del tocador.
Le
bajó el pantalón, tras él desaprocharse el botón delantero, y le
sintió rozarse contra él. Mientras, la sed de sangre empezaba a
aparecer. Supo al instante que toda la que había tomado se iría de
un plumazo en esa ocasión.
Con
un poco de saliva, el hombre se ayudó para penetrarle. Perry dio un
quejido de dolor, pero este se esfumó cuando su amigo empezó a
tocarle.
-Estás
ardiendo. ¿Qué tomaste? -le preguntó.
Dio
una estocada y Perry dio un quejido. Todavía sentía dolor, y temió
que aquello no estuviera funcionando. Le sintió tocar su torso, su
abdomen duro, su ingle en llamas, y supo que a este hombre sin nombre
le parecía hermoso. Nunca lo pensó como tal en sus treinta y cuatro
años, la edad en que se había estancado.
Pero
aquel hombre le deseaba como no le deseaban desde hace tiempo, y el
placer como consecuencia de ello empezó a aquejarlo intensamente.
-Ahh...
-Sintió sus labios en la oreja, y en su cuello, bajo la nuca. Sus
manos en su abdomen, una de ellas bajando regularmente hacia su sexo,
apretando al ritmo de sus estocadas. Era delicioso.
-Perry,
eres delicioso...
Las
palabras de Garrett siempre le hicieron sentir como un pecador. Su
mano en su pierna derecha, empujando para que separara sus rodillas
sobre la sábana. Empujando, obligándole a tumbarse del todo.
-Ahhh...
hm...
Tenía
la mejilla pegada a la pared de madera. Aquel hombre le empujaba
contra ella. Él y Garrett nunca lo hicieron en un lugar que no fuera
dentro de su cuarto de soltero o sobre el manto de un prado. Garrett
siempre se las arreglaba para hacerlo romántico.
Se
afirmó del borde del tocador, sintiendo las estocadas acelerarse.
Por su parte, el hombre cogió nuevamente su sexo y le estimuló para
que se apurase. Perry olió la ponzoña, que había conocido al ver a
la primera víctima de Marion muerta en la oscuridad. Era como plata,
como el veneno de una serpiente. Sin embargo, no le importó que
fuese a lucir diferente. Empezaba a sentir sed y en cuanto acabaran
se iría sin decir palabra. Había sido así siempre.
Sintió
la humedad escurrirse fuera de él. El desconocido mantuvo su mano en
su hombro, afirmándose, y le sintió respirar en la nuca. Sintió el
vaho humedeciéndole. Ese vaho tan humano y natural. Y pudo escuchar
los latidos en sus venas, palpitando para él.
Y
sintió el sabor de la ponzoña en la boca.
El
hombre le volteó para mirarle, y le cogió las solapas de la
chaqueta para acercarle a él. Perry corrió la cara, sabiendo cual
era su intención, y el hombre se quedó de piedra, mirándole.
-¿Cuál
es tu nombre? ¿Podríamos vernos de nuevo?
Lo
apartó de él, apenado. Se abrochó el pantalón rápidamente, y él
lo imitó, con cara de empezar a ofenderse.
-Está
bien. Eres de una sola vez. Pero ya sabes, ser regulares podría
salvarnos de muchos riesgos.
Perry
alzó la vista hacia él. Tragó, sintiendo el sabor de su ponzoña
en cada centímetro de su lengua. Se arregló el pelo y ante la
mirada decepcionada de aquel desconocido, salió del tocador. Se
sintió seco, sabiendo que tendría que tomar una copa más en breve.
Cuando
llegó al palco no se sentó en su puesto, al ver que eso
significaría interrumpir a Chris y a Eloy. Estaban sumamente atentos
en la obra. Habían corrido las sillas para adelante, y Eloy estaba
apoyado contra el respaldo, enmudecido.
Aún
sentía aquel sabor en la boca, y comenzó a mirar el traje de Chris
a por el bulto de alguna botella de repuesto. Quizá tomaría
precauciones y traería más para cuando Eloy cometiera deslices.
Pero Eloy mismo había dicho que se abstenía.
Volvió
a mirarle, allí sentado en su silla, con las emociones expresándose
sutiles pero a flor de piel. Le vio acariciarse el pelo dorado y la
sien con el dedo índice. Se preguntó si eso lo desconcentraría de
la obra, esa necesidad intrínseca de contacto que estaba
satisfaciendo por sí mismo, como Marion cuando se tocaba el cabello
de la nuca.
Se
miró las mano quietas en el respaldo de su propio asiento. Quietas
como antes de beber esa copa. Comprendió lo que sería el síndrome
de abstinencia, y temió por su cordura.
-Pueden
quedarse aquí por esta noche. Iré a dormir donde mi abuela -les
comunicó Chris- . Será mejor que pasen la “resaca” aquí.
-Las
resacas deben ser más soportables que esto -dijo Perry, sentado en
la silla frente al espejo de cuerpo entero. Este también estaba
cubierto de fotos, pero sólo en el marco de madera labrada.
Eloy
se había recostado en la cama, y miraba con ojos muertos hacia la
puerta del dormitorio de Chris.
-Miren,
les dejaré media copa. Pero tómenla de a poco -indicó la joven con
su voz varonil- . No quieran volverse adictos a tan buena cosecha.
-Gracias,
Chris.
-Nos
vemos al amanecer.
Chris
cerró la puerta tras de sí. Perry miró hacia Eloy, en su estado
semiinconciente, y vio su mano colgando de la cama. Intentó
levantarse, con la intención de ir y ubicarlo mejor, pero fue
incapaz de moverse.
Era
peor que una resaca. No sentía nada en lo absoluto, como una ceguera
de la sensibilidad. Tocaba su rostro y era como tocar tierra gruesa.
Era desagradable, el tacto de una cosa con otra, la repuesta y el
inicio del estímulo.
Estiró
un poco la pierna, reuniendo toda su voluntad para hacerlo, y se
levantó notando la molestia de la posición sentada. Vio su reflejo
en el espajo, sin chaqueta, con uno de sus suspensores bajados, y se
sintió delgadísimo, se vio delgadísimo en ese reflejo demacrado.
No entendió cómo Chris había podido soportar ver sus aspectos. La
belleza del vampiro bien alimentado se había ido, y ahora eran dos
piezas de hojarasca que amenazaban con requebrajarse.
Caminó
hacia la cama de Chris, dispuesto a hacer algo por sí mismo, puesto
que esa noche de cacería estaba aparentemente perdida, y reuniendo
sus pocas fuerzas, acomodó a Eloy en la cama para dejar espacio para
él. Este apenas reaccionó. Sólo volvió a acurrucarse hacia su
izquierda, mientras Perry trataba de acomodarse sin que la tensión
corporal e insensible le pusiera obstáculos. Le costaba moverse,
como si sus articulaciones se hubiesen congelado.
Pasó
la mano sobre el cuerpo semimuerto de Eloy, y al contacto de su
mentón contra el pelo de su coronilla, no le sorprendió no sentir
nada de la sensación que normalmente proyectaba hacia él, tras una
cacería. La sensación de que su pelo sería suave al tacto, como el
de un niño pequeño. El niño pequeño que debiera haber sido el
hijo de él y Marion, pero que no habían tenido.
No
sintió absolutamente nada, ni siquiera el alivio de estar cerca de
alguien, aunque este fuera el pupilo desagradable de Jude, su
Consejero. Su supuesto guía en la vida como vampiro.
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