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Vio a Elliott beber una copa sangre entera al desayuno. Lo había visto caminar famélico y pálido por el pasillo de los cuartos de huéspedes hacia la solitaria sala de estar, vacía a esas horas tan tempranas, cuando el sol apenas había salido.
Vio a Elliott beber una copa sangre entera al desayuno. Lo había visto caminar famélico y pálido por el pasillo de los cuartos de huéspedes hacia la solitaria sala de estar, vacía a esas horas tan tempranas, cuando el sol apenas había salido.
Marion
regresó a casa por la noche con el parlamento de Titania calcado en
su cerebro. Persefone había lograba darle toda la entretención que
necesitaba, esto con una aparición sólo introductoria del Moulin
Rouge. Marion le relató, soñadora, tras lanzarse en sus brazos en
la cama en la madrugada, cómo Persefone la había besado “como se
debe besar a alguien”.
-¿Cómo
es eso? -preguntó.
-Como
si fueras de cristal. Como si tus labios fueran plumas que pudieran
desperdigarse por el mundo hasta desaparecer si los presionas mucho.
Perry
sintió otra punzada de dolor en la garganta.
-¿Besa
mejor que yo? -preguntó.
-¡Oh,
Perry! -dijo ella.
Y
lo besó en la mejilla con la fuerza y descuido de quien no desea.
Perry, algo celoso, se volteó y la puso boca arriba en la cama, para
luego atacarla con cosquillas. Estaba agotado y melancólico, pero le
dio algo de gozo, dada la sonrisa tan ancha y descomunal que traía
en la cara. Su rostro estaba rosado de vida, y Perry, aprovechando
esos deseos por acariciar, descansó sobre su pecho, dejándose
acariciar en el cabello. Sin embargo, pronto fue Garrett quien
acarició su pelo. Se preguntó cuándo le diría a Marion lo que
había encontrado en su visita al cementerio en Londres.
No
supo porqué lo había recordado en medio del ataque de motivación
por decir todo el texto de Oberon de un santiamén allí encima del
techo de la casa. Empezaba a sentir afición por verse escuchado por
Elliott, un vampiro con tantas experiencias de vida. Elliott había
adquirido la actitud propia de un ermitaño que ha visto tanto y
hablado tanto consigo mismo, que ahora prefiere escuchar, olvidado de
que los demás también quieren escucharlo a él, ya que uno mismo
nunca es suficiente. Él quería escuchar a Elliott. Hacer un voto de
silencio y no pensar en Garrett y en el vacío en su estómago.
El
tercer día de la semana fueron al teatro clandestino a ensayar sus
líneas. Los vistieron con los trajes, encontrándose Perry con que
no usaría nada arriba, ni siquiera vello artificial como solían
hacer en la Compañía en Bristol. Vio a Elliott intervenir ante uno
de los jóvenes que le estaban vistiendo sobre su propia vestimenta.
-Quizá
podríamos pintar algo de vello para dotarlo de ferocidad. Puck es un
fauno, una criatura del bosque. Los faunos secuestraban a las
doncellas y se aprovechaban de ellas como viles demonios...
Perry
rió por lo bajo. Elliott alzó la vista.
-Estás
pálido. Tendrás que pedir sombras -le dijo, indicando su torso.
-¿Sombras?
-dijo el muchacho que vestía a Elliott.
-Sí,
sombras -dijo Elliott cortante- . ¿No me oíste? Ese cajón está
lleno de ellas, las vi.
-Nunca
hemos maquillado a nadie. Es otro quien se encarga de eso.
De
pronto veía al Elliott desagradable de nuevo. No pudo más que
provocarle risa.
-Déjalo.
Yo sé maquillar. ¿Dónde están las sombras? Y recuerda que este es
un ensayo.
-Debemos
hacerlo lo más realista posible.
-Lo
más cercano posible del resultado final. Pero sólo el
viernes tendremos el ensayo general.
-Tenemos
muy poco tiempo. No lo lograremos -dijo Elliott, pasándole el
maquillaje.
Se
sentó en una silla frente a un espejo, mientras Perry se ponía
frente a otro.
-¿Cómo
es que sabes cómo pintar?
-Soy
un artista frustrado.
-¿Frustrado?
-No
me gusta el color. Prefiero el dibujo en seco, retratos pulcros, a
veces de mí mismo, y eso no gustó a mis profesores.
Elliott
rió por lo bajo, mientras Perry se pintaba el torso. Se veía
extraño de ese modo, frente a un espejo mirándose a sí mismo.
-Dirían
que sufres de vanidad compulsiva.
-Que
cojan su concepto de vanidad y se vayan lejos. Y si es así, corrompí
a Marion. La hice vanidosa y desde entonces no hay mujer que le guste
más que sí misma.
Elliott
se tornó serio. Quería despejar una duda.
-Entonces
ella de verdad... gusta de otras mujeres.
-Sí.
Y no puede haber nada más hermoso que eso. Nunca lo creí posible,
pero según Marion es posible para ellas llegar hasta el final del
camino. Debieran escribirse poesías sobre eso.
-Si
pueden llegar hasta el final del camino, las damas, entonces no es
poético en lo absoluto. Es carnal.
Perry
se volteó a mirarlo reprobatoriamente.
-¿Crees
que es sucio?
-Dije
que es carnal, no sucio.
El
vampiro se lo quedó mirando pensativo, no habiendo esperado una
respuesta de esa naturaleza. Había creído que Elliott era una
persona más intolerante respecto de las prácticas en la cama.
Después de todo reprobaba a los hombres. No tenía ningún sentido.
Ese
sábado el teatro no se llenó tanto como hubiesen querido. Esperaron
por veinte minutos a que los últimos llegaran, mientras algunos de
los actores perdían compostura a causa de aquel alargue. Elliott de
por sí estaba nervioso por la reacción de la gente ante sus ojos, a
pesar de que serían todos vampiros. Ninguno de sus congéneres tenía
un descoloramiento tan radical de sus iris.
-Supongo
que esta obra es menos popular aquí -dijo Persefone.
-Quienes
vienen a ver el teatro clandestino, ¿tienen conocimiento de lo que
ocurre diferentemente de las reproducciones usuales? -preguntó
Marion.
Perry
estaba junto a ella, viéndola nerviosa con un báculo de lianas y
madera en la mano. Lo usaría de guía por el escenario.
-Sí.
El Mercader mismo fue presentado de esa manera la temporada
anterior.
Perry
miró hacia atrás, a la puerta del camarín.
-¿No
será tiempo ya?
-Hay
ochenta y cuatro personas en los asientos -dijo Marion- . ¿Qué más
podríamos esperar?
-Normalmente
no están por debajo de las ciento cincuenta.
-Sólo
hagámoslo -dijo Perry.
-De
acuerdo. Ve a avisar a los actores.
Perry
fue hacia el camarín. Comenzó a considerar como realmente correcta
la decisión de no besar a Elliott. Es decir, a Puck. Tal vez la
gente no venía porque se sentía incómoda ante los cambios hechos.
Tal vez los parisinos eran menos liberales de lo que creían.
Minutos
después, no obstante, pudo ver la expresión de consternación de
Persefone desde la primera fila, cuando la Escena II del Acto II dio
su introducción. Sólo estaba iluminado el escenario, pero parte de
la luz de las lámparas de aceite camufladas detrás de biombos
transparentes y paños de seda, y que daban al escenario un aire
misterioso y verdoso, iluminaban la primera fila cuando soltó a
Elliott sin haber tocado sus labios.
En
cuanto a Elliott, este era significativamente más liviano de lo que
había esperado. Le rodeó con un brazo, como habían coreografiado
en el ensayo general, y él se dejó caer hacia atrás como las
doncellas de los cuentos. En el mismo Romeo y Julieta que
hicieron en la pequeña compañía de Bristol, Romeo presionaba a
Julieta hacia atrás mientras la besaba. Elliott, en este caso se
dejaba ir porque era de mentira, y porque prefería controlar sus
movimientos para no caer. No confiaba en Perry lo suficiente. Sin
embargo, Perry sí confiaba en sus propios movimientos, más ahora
que era un vampiro. Era más ágil y coordinado que cuando era
humano, la rapidez de movimientos ya no era tan trabajosa, y se
sentía más ligero, aunque no lo fuera. Pero Elliott sí que era
ligero, casi tan ligero como Marion, y aunque era delgado, su cuerpo
era todo fibra y músculo, huella de la vida como humano, como Jude
le había explicado una vez. El tipo era un monstrio, pero tenía una
larga vida detrás de él. “Nunca envejecerás, nunca morirás,
como tampoco nunca encanecerás. Tu cabello nunca crecerá, tu barba
nunca reaparecerá, y nunca engordarás. Lo único que te queda es
tonificarlo todo, aprovechar la vida que te da la sangre para
fortalecerte. Pero sólo durará mientras te alimentes regularmente,
o volverás a lucir del modo en que naciste, del modo en que eras
antes de ser convertido. Nunca te embellecerás, será una ilusión
que la sangre te brindará por pocos momentos, porque siempre lucirás
como un muerto: pálido, una página en blanco que adquiere más
color de vez en cuando, pero sobre la cual la tinta resbala.”
Pero
Jude había olvidado una cosa. Si bien no embellecían, se volvían
más suaves y más medidos, como gatos. Y eso atraía a los seres
humanos, eso los convertía en presas. O el vampiro que hubiese
tenido pocos privilegios estéticos en vida moriría de sed.
Elliott
había tenido muchos privilegios, y quedarse en los dieciocho sólo
había permitido que su belleza permaneciera intacta. Todos
empeoraban con la edad. Él a sus diecisiete no tenía nada que ver
con lo que era ahora. Perry había visto el cambio abrupto después
de los veintiuno. Había perdido la finura, la ligereza y la
elegancia. La elegancia posterior era un gesto reforzado por la
pérdida de la naturalidad de ella. Su espalda y su cuello se habían
engrosado, sus brazos se habían vuelto los de un hombre. Había
perdido esa androginia que tanto le gustaba de esos tiempos, y que lo
volvían atractivo a la primera mirada. Antes de convertirse había
estado a medio camino de volverse un viejo de cuarenta. De allí en
adelante todo era cuesta abajo. Su estómago se pondría aún más
fláccido, sus brazos gruesos y pesados y su cabeza gris. Se habría
vuelto lo que su padres, de piel caída y suelta, imposible de
devolver a su sitio.
Su
padre y su madre. Se preguntaba si Margarett les habría comunicado
la mentira. Si lo creían, pensarían que él y Marion se habían ido
de viaje para siempre. Esperaba que no intentaran buscarlos, ni ellos
ni la madre de ella.
Cuando
estuvieron de vuelta en el camarín y él empezó a sacarse el poco
maquillaje de la cara, vio la diferencia suya con Elliott, quien
extrañamente comenzó a cambiarse de ropa allí mismo, a pesar de
sus “vicios”. Sin embargo, estuvo más preocupado de las
imperfecciones que su edad había alcanzado a darle. Estuvo por
minutos mirándose la tez, de pronto alisada por esa existencia, por
la sangre ajena. Cuando estaba sediento, su piel lucía como la de un
muerto, y era entonces que se volvía problemático. Siempre había
sido vanidoso, y ahora era peor, especialmente con un vampiro joven
cuya imagen preferiría fuera la suya.
Envidiaba
tanto la juventud de Elliott.
-Lo
hiciste bien -le dijo, volteándose a mirarlo.
Ya
estaba listo. Se estaba lustrando los zapatos. El chico sonrió en
agradecimiento. Sus mejillas se adelantaron, resaltando.
-Persefone
no está muy feliz -dijo, alzando las cejas.
-Sí,
me di cuenta.
-Pero
está enojada sobre todo por el público: la felicitaron al final
porque el teatro estuviera regresando a las “buenas costumbres”
-dijo con un tinte de sarcasmo.
Perry
sintió una punzada de molestia.
-¿Eso
dijeron?
-Sí.
Son contradictorios: muchos de ellos habían visto El Mercader
en la temporada anterior y aunque no les agradó la inclusión de un
beso entre Bassanio y Antonio, seguieron viniendo.
-Probablemente
por morbo.
Sí.
Son bastante hipócritas.
Se
colocó el zapato que había estado abrillantando. Su comentario dejó
pensando a Perry un tanto descolocado.
-Pensé
que estarías feliz de la aprobación del público por estos cambios.
-Sólo
me molestó lo de las buenas costumbres. Como dije, son muy
contradictorios.
-Tú
también eres contradictorio.
Elliott
alzó la vista hacia él. Se puso a la defensiva al instante.
-¿Qué?
Perry
se encogió de hombros.
-Es
lo que has dado a entender. No te agradan los hombres como yo.
-Pero
tú me agradas.
Aquello
le molestó aún más, si bien Elliott parecía esperar una reacción
marcadamente diferente.
Y
es que Perry se había vuelto lo que Garrett en vida: le molestaba la
hipocresía. Había estado con Garrett por años mientras seguía
creyendo que lo de ellos era un pecado, mientras Garrett ennoblecía
sus actividades a escondidas, sus encuentros. Perry era Garrett
ahora, y odiaba lo que había sido él en vida.
Cogió
su ropa de la silla, malhumorado, y se fue detrás del biombo a
desvestirse.
-Hey,
dije que no me molestaba ya -dijo Elliott.
-No
mientras no hayan dos tipos en frente tuyo haciendo sabe Dios qué.
Se
puso la camisa rápidamente, y los pantalones con suspensores. Vio la
sombra de Elliott paseándose por delante.
-Todos
opinan lo mismo. Hasta Marion...
-No,
Marion es muy diferente de todos ustedes -dijo Perry, saliendo de
detrás del biombo- . No tiene dos caras. Cuando ve algo, le
desagrada o no, y punto. Pero se da el tiempo para entender porqué
le desagrada y si es justo seguir opinando lo mismo. Se da el tiempo
para cuestionarse, pero tú y Jude están fijos en el tiempo. No
cambian nada sobre sí mismos, sobre lo que piensan -Elliott bajó la
mirada, visiblemente atribulado. Pensó en detenerse allí, pero el
chico parecía dispuesto a escuchar y no iba a perder la oportunidad,
no luego de saber que se iría con Jude a Languedoc- ¿Sabes? Yo
solía ser como ustedes dos. Garrett y yo nos encontrábamos tres, a
veces cuatro veces a la semana, y aunque me creía cometiendo un
pecado, pero seguía haciéndolo. No es así como debieran funcionar
las cosas, Elliott, y las personas que nos verán todos los días
creen que están haciendo algo rebelde, algo prohibido, sólo porque
están viniendo a un teatro clandestino. Pero su rebeldía llega
hasta una línea y no la cruzan. Nunca. Nunca la cruzan. Marion puede
no cruzar una línea un día, pero lo reflexiona después, y piensa
“¿Debiera ir más allá? Tal vez estoy siendo una aguafiestas. La
cruzaré y luego veré si quiero seguir cruzándola.”
Elliott
alzó la vista hacia él.
-Ustedes
dos se merecen, ¿sabes? -añadió Perry, mirándolo frustrado- Están
fijos en el tiempo. Es una suerte que te vayas a Languedoc con él.
No te gustaría quedarte conmigo y Marion. Demasiado liberales para
ti.
-¿Si
eres tan liberal por qué decidiste no hacer caso del libreto?
-Es
diferente.
-No
lo es. Estamos actuando, no es real. ¿Entonces por qué no hacer
caso del libreto?
-Porque
eres muy joven.
Elliott
hizo una mueca de indignación.
-Tú
te besabas con un hombre quince años mayor en el escenario. Él no
hizo consideraciones.
-Oscar
nunca hacía consideraciones -dijo Perry. Entonces se dio cuenta- .
¿Quién te dijo que Oscar era mayor que yo?
-Marion.
-Ah
-dijo Perry, molesto.
Pasó
a su lado.
-La
tienes en muy alta estima -dijo Elliott entonces- . No es
conveniente: podría decepcionarte.
Perry
había olvidado su buen oído. Marion estaba en el escenario
repasando líneas cuando se quedó escuchando, mientras Persefone
decía el diálogo de Bottom.
La
discusión de Perry y Elliott era demasiado intensa para ser casual.
Se sintió desanimar, mientras la sangre que había bebido antes de
la obra empezaba a largarse. Qué fácil era desperdiciar energía en
emociones inútiles. Estaba viendo cosas donde no las había, pero el
temor de ver a Perry deshacerse de ella como Compañera seguía
abrumándola. Además, estaba lo de Garrett...
Persefone
se agachó frente a ella y tomándola de la cintura, le dio un largo
y sorpresivo beso en los labios. El actor que había hecho de Bottom
ese día las vio desde las butacas delanteras, removiéndose
incómodo. Jude se había quedado en espera de Elliott, excusándose
con que debía cuidar que tomara una dosis de sangre pronto, puesto
que en los últimos días se había descuidado.
-Estabas
un poco ida -dijo Persefone.
Marion
sonrió levemente. Indicó a Jude con la cabeza, avergonzada.
-Oh,
no te preocupes, para un hombre que ha vivido tanto esto es una
nimiedad.
-Por
supuesto. ¿Por que qué podrían hacer dos señoritas en la cama?
Persefone
rió, y su risa se volvió más elocuente, asustando a Marion.
-Mucho
más que un hombre y una mujer. Al menos hay una carrera terminada
cuando dos mujeres están juntas, Jude. Con un hombre nunca se sabe
si llegarás a destino.
Marion
se guió con el báculo. Pudo oír los pasos de Elliott acercándose.
Se puso tensa, y pronto le escuchó dirigirse hacia Jude.
-Nos
vamos -dijo.
-Espera,
estoy teniendo un argumento -dijo Jude.
Marion
tragó, escuchando a Elliott sentarse. La butaca chirrió, indicando
que se había dejado caer con brusquedad. Si estuviera vivo se habría
hecho un moretón en la muñeca derecha.
Persefone
le había dicho que Elliott y Perry no se habían besado en el
escenario como el libreto había indicado. Y si bien habían fingido
acercándose lo suficiente para crear la ilusión, al menos cinco
filas de espectadores se dieron cuenta de la mentira. “Habrá más
público en la próxima representación después de esto”, comentó
la vampireza, con tono de quien cree que no es algo bueno. “Nos
convertiremos en un teatro 'legal' en poco tiempo.”
Perry
llegó poco después. Tomó a Marion de la mano con cierta brusquedad
y se fue sin despedirse de los que se supone eran sus compañeros de
casa.
-¿Olvidan
que tengo la llave? -dijo Persefone, mientras caminaban entre las
butacas.
-¡Oh,
por favor! -dijo Perry con arrogancia.
Se
fueron en carruaje. Seguían pagando ese medio de transporte para
ahorrarse copas de sangre, sin embargo, al llegar a casa, sólo ella
se tomó la dosis correspondiente a la cena.
-Quiero
salir de casa. ¿Quieres? -le preguntó Perry de la nada, mientras
yacía sentado en la larga mesa. Había hecho el sonido de la botella
para hacerla creer que se estaba tomando su dosis, pero Marion no se
engañaba. Sólo fingió hacerlo, un tanto preocupada por él.
-¿A
dónde?
Perry
rió por lo bajo.
-Quizá...
Versailles -dijo Perry con un pobre acento francés.
-EsVersailles
-dijo Philip, corrigiéndole en su acento. Había salido de la nada.
-Oh,
gracias -dijo Perry, con cierto tono apesadumbrado.
-En
lo que necesites.
Philip
había venido a servirse una copa.
-Y
no creo que nos permitan entrar -dijo Marion.
Le
sintió pararse de la silla, conteniendo una encantadora risa. Deseó
poder verla en su rostro y un nudo en su garganta se formó. Supuso
que era a causa de ese vino vampírico. Le hacía sentir esas
extrañas y humanas emociones.
Perry
la tomó sorpresivamente de la cintura, mientras ella mantenía el
mentón bajo por costumbre de no tener que alzar la vista para mirar
a nadie. La besó en la frente dulce y extendidamente, de modo
diferente de lo acostumbrado. Le daba un beso de buenas noches en la
mejilla a veces, o ella lo hacía, si bien le costaba ubicarlo. Perry
era imperceptible como vampiro, mientras que con Persefone, Marion
sabía siempre en qué lugar de aquella enorme cada estaba. Empezaba
a querer saber las razones para esa diferencia.
Perry
la abrazó estrechamente, apoyando los labios a un costado de su
cabeza, y ella esperó paciente, aguantándose los deseos de
preguntarle acerca de Elliott, de advertirle que algo no andaba bien.
-Creo
que seguiré el libreto mañana -le oyó decir entonces.
Marion
pestañeó varias veces.
-Ya...
ya veo.
-Después
de ir al Palacio de Versailles -dijo, pronunciándolo mal de nuevo- ,
podríamos...
-¿Qué
ocurrió con Garrett Parrish?
Perry
apartó las manos de ella, tensándose. Marion puso la mano en su
codo, para seguir al tanto de donde estaba.
-Fui
a despedirme de él a Londres, con Elliott.
-Mentiras.
Si te hubieras encontrado con él, no habrías vuelto con nosotros.
Habrías sido incapaz de irte.
-Creo
que soy más fuerte de lo que creí -dijo, alejándose- . Además
nunca te dejaría...
-Perry,
espera... -Alcanzó a tomarlo de la mano. Había prácticamente
desaparecido frente a sus sentidos por unos segundos. Se sintió en
el vacío de repente, como si estuviera rodeada del mar sobre una
roca larga y alta donde sus pies apenas cupieran- Cuéntame, ¿qué
ocurrió?
Perry
se dejó asir hacia ella, y Marion lo rodeó con los brazos.
-Estuve
tres días junto a su tumba -susurró.
Se
quedó callado, pero comenzó a temblar.
-Debiste
contarme -le susurró.
Perry
negó con la cabeza.
Marion
asintió, un poco nerviosa por escucharle llorar. No sabía cómo
exactamente aliviar emociones como esa, menos ahora.
La
puerta de la casa sonó a la distancia. Perry se alejó de ella, y
desapareció de su alcance en un instante, para sentir la presencia
instantánea de Persefone al entrar en la habitación.
-¿Qué
ocurrió? Manchaste tus mangas, Perry -dijo la vampireza.
Marion
se limpió las manos en el pantalón, confundida. Perry no quería
poner celosa a Persefone, al parecer, a pesar de que ella sabía que
nada pasaba entre los dos. No pudo sentirse menos que frustrada.
-Perry
y yo vamos al Versailles.
-No
pueden entrar allí -dijo Persefone.
-Podemos
entrar donde queramos -dijo Marion- . ¿Lo olvidas?
-En
ese caso ve conmigo. Me lo sé de memoria.
-Perry
también. Es historiador de Arte...
-Yo
debo... hacer algunas cosas. Ve con Persefone -dijo Perry.
-Pero...
Pero
el vampiro ya no la escuchó. Se fue del comedor y sólo sus zancadas
indicaron su apuro.
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