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Fue a sentarse en lo alto del techo de la casa. Desde allí Paris lucía lleno de luciérnagas eléctricas, pero tanta belleza no pudo desconcentrarlo de su propia vida.
Fue a sentarse en lo alto del techo de la casa. Desde allí Paris lucía lleno de luciérnagas eléctricas, pero tanta belleza no pudo desconcentrarlo de su propia vida.
Pasaba
por aquellas crisis cada cien años. Siempre aparecía algún
detonante, como una plaga que afectaba una ciudad cada cien años
para mantener la población balanceada. Para mantenerlos asustados.
Ese Dios que Jude quería tanto, aparentemente no podía permitirse
el dejar a sus criaturas vivir en la felicidad y tranquilidad por
mucho tiempo. Debía hacerlas reevaluar sus vidas, reevaluar sus
errores, para que estos mismos errores cometidos los torturaran hasta
la muerte, provocándoles la enfermedad que los matara.
Pero
la diferencia era que él no moriría. Estaba destinado a sufrir de
las regulares llegadas de esas crisis que acababan por dejarlo en
estados intertes de indiferencia extrema, en los que ni siquiera le
nacía la sed de sangre. Llevaba demasiado tiempo bebiendo se ese
rocío humano para extrañarlo cuando no lo tenía. Sólo seguía
bebiendo por inercia, como un alcohólico que toma cerveza aunque ya
no le agrade.
Perry
no sufriría de esas crisis horribles hasta mucho tiempo más. La
ausencia de desmotivación por la vida estaba en él muy débil,
convirtiéndole en una buena opción de Compañero. Por supuesto, ya
había acordado con Jude no tomarlo de Compañero aunque la
posibilidad se presentase. Y sin embargo, Perry le había ofrecido a
Marion, desafiando sus propias suposiciones. Si le quería ceder a
Marion, ¿Por qué, entonces no se ofrecía a él mismo, aunque la
Institución del Compañerismo fuera un mito ya? Igual valía que
fuera uno u otro, estarían los tres juntos de todos modos.
Jude
salió de la casa a eso de las tres, salido de su aturdimiento de la
anterior pelea. Elliott le vio caminar diez pasos hacia adelante,
pisando la calle por la que de tanto en tanto pasaban carrozas, y le
vio mirar en dirección a la casa. Al techo.
-¡Ven
aquí, Elliott! -lo llamó con mirada culpable.
Pensó
que le odiaría, pero Jude desafió como Perry sus expectativas, y
eso lo asustó, advirtiéndole sobre Jude. Había vivido esa
situación muchas veces, y Jude siempre se transformaba en un perro
fiel después de eso. Sin embargo, en las peleas que habían tenido,
nunca había intentado matarlo.
Bajó
del techo por la escalera del lado, y miró a ambos lados de la
calle, cuidando que no hubiese curiosos.
-¿Qué
sucede?
-Te
invitó una copa. Tenemos que arreglar lo que ha pasado antes de
partir.
-¿O
interferirá en tus planes? -le preguntó, manteniéndose lejos.
-Sí
-dijo, mirando a otro lado, evidentemente avergonzado- . No volveré
a atacarlo, lo prometo.
Dio
un paso hacia él. Elliott dio uno hacia atrás, y la mirada de Jude
se suavizó.
-No
me tengas miedo.
Elliott
tragó.
-Pero
debes... debes tener en cuenta que nunca le acepté como Compañero.
Sólo matas a aquellos que llegan a serlo, no aquellos que se
ofrecen. Te saliste del guión esta vez y eso no está bien.
Jude
tragó.
-Esta
vez es diferente. Veo algo diferente: te interesa Perry Whitmore de
alguna forma.
-No
me interesa. Sólo creo que es una buena persona. Iré... contigo a
Languedoc, ¿de acuerdo?
Jude
sonrió triunfante.
-Sólo
evita... intentar matarme en el futuro -dijo, entonces.
-Si
está en peligro mi vida por causa tuya, por supuesto que podría
matarte -dijo Elliott.
-Eso
es justo -dijo Jude, alzando las cejas.
Se
volteó hacia la puerta de entrada, y Elliott le siguió, con las
manos temblando de miedo. Temía que esta vez todo fuera un teatro y
no una disculpa de verdad. Jude podía ser peligroso de verdad.
-Este
está fresco -dijo Jude, sacando una botella del armario de la sala
de estar de Persefone. La vampireza no estaba por ningún lado- . Es
una ironía, ¿no? El vino, mientras más viejo, es mejor. La sangre
no.
-No
es una ironía. El vino y la sangre no tienen nada que ver entre sí.
-Oh,
yo creo que sí. Tienen mucho que ver -dijo Jude, pasándole su vaso.
-¿Cómo?
-dijo Elliott. Se tomó el centímetro de contenido de una vez. Ya
fuera de la botella, la sangre comenzaba a coagular inmediatamente.
Perry
cerró la puerta de la habitación donde él y Marion dormirían con
llave. Tras dejar Jude el salón, Perry había dejado el mobiliario
como estaba, si bien un jarrón de una mesa de esquina se había
quebrado con el impacto de la mesa contra una pared lateral. La
vibración había sido suficiente para que la porcelana cayese tras
un titubeo sobre la mesa.
Persefone
no se asomó en ningún momento, pero había visto a Philip mirar
desde lo alto de una de las escaleras del ala sur de la casa, cuando
Perry salió del salón con el cabello desordenado. No hizo
preguntas, pero Perry le consultó por Persefone.
-Ha
salido de cacería.
Perry
asintió, y fue directo al cuarto de Marion.
La
joven ya dormía en su cama. Se había puesto un camisón que había
encontrado bajo la almohada. Perry, tenso aún, se quitó los zapatos
y se quitó los suspensores, y de ese modo se refugió bajo las
sábanas, abrazando la cintura de su esposa. Esta dio un quejido en
sueños, y se acomodó quedando un poco boca arriba. Perry respiró
contra su cuello, sintiendo algo más de seguridad allí, y olió el
perfume que le recordaba a Bristol, porque allí había sido donde
primero lo había olido.
Deseó
por un momento que nunca hubiesen ido de viaje a Londres, que nunca
hubiesen ido tras Garrett, quien ahora yacía en la tumba por razones
que no terminaba de comprender.
Dormir
en una cama hizo la diferencia. Después de la copa que Jude le
ofreció, se fue directo a la cama. La copa era sangre pura, sacada
de un bebé hace dos días por Philip. Un bebé que estaba destinado
a una muerte cruel, y la pureza de su composición le permitió tener
una noche tranquila llena de satisfaciones. No hubo nada del torrente
de emociones adultas que muchas veces sentía al tomar una copa
entera de sangre, sino paz, la paz que sólo los niños tienen.
El
libreto de Sueño de una Noche de Verano se encontraba en la
mesa de luz de su cuarto cuando abrió los ojos. Le habían sido
asignado el papel de Puck, y la versión contenida en esas páginas
era la de una versión hecha a principios de ese siglo, con la
cercanía entre Oberon y Puck más implícita, fiel a lo que
Shakespeare hubiera querido. El beso de un Rey que arma caballero a
un fiel vasallo estaba allí. Leyó la indicación en una página del
Acto II, mientras estaba sobre el techo de la casa. Desde allí tenía
la vista de las carrozas que pasaban frente a la casona, brindando de
vida a la ciudad. Más allá, la esquelética construcción de una
torre se erigía casi terminada. Desde la vereda no había podido
verla, y ahora en la techumbre, si bien miró el paisaje frente a él,
fue incapaz de apreciar su belleza. Quería romper ese libreto.
En
la cena de ese día -Persefone gustaba de los rituales humanos, si
bien no los necesitaban- , la dueña del caserón les habló de su
intención de tener la obra lista para ser presentada ese Sábado,
como le había mencionado a él. Elliott, quien se había pasado el
tiempo en el techo, bebió su media copa demasiado rápido, con la
intención de no decir palabra al respecto, pero estuvo todo el
tiempo con la vista fija en Perry, quien lucía lisa y llanamente
como si nada hubiese pasado antenoche. Y el libreto tampoco parecía
perturbarle.
-Será
presentada en un teatro clandestino. Asistirá la sociedad de
vampiros más preciada de París, por lo que espero sean educados.
Quiero que se comporten como unos caballeros. Y como una dama
-añadió, mirando a Marion- . La ventaja que tenemos en esto es que
esta sociedad es una bastante liberal. Estos vampiros no son amigos
de las reglas que Jude ha implantado en la comunidad de Northampton,
pero son civilizados, por lo que gustan de buenos ambientes. No les
hacen falta las reglas para comportarse.
Jude
la miró con una media sonrisa. Persefone pareció esperar a que
dijese algo, pero el hombre permaneció callado.
-Confío
en que puedan aprenderse el texto en una semana. Si algo poseemos los
vampiros, es buena memoria, la cual los vuelve locos algunas veces,
por lo que si practican se darán cuenta de que pueden hacerlo.
¿Estás de acuerdo, Elliott? Según Jude me dijo, nunca has
participado de una obra teatral.
Elliott
miró a Jude con cautela. Este tenía la fría mirada fija en Perry.
Elliott sintió un escalofrío.
-Jude
no ha ensayado conmigo, por lo que no se puede confiar en su
testimonio sobre mí -dijo el joven, para llamar su atención. Sin
embargo, Jude no quitó su mirada envenenada de Perry- . Sí he
estado en una obra de teatro, en Novena Noche, hace...
doscientos años en Venecia. No se permitían mujeres vampiro en las
representaciones y fui seleccionado para interpretar a Olivia.
-¿Pertenecías
a algún grupo de teatro?
-No.
Era una comunidad de vampiros en Venecia. Vivíamos cuarenta de
nosotros hacinados en una casa junto al canal. No era muy agradable.
Me eligieron porque era el más joven del grupo. Podría haber sido
Viola, pero no tenía experiencia en las tablas y no consideraron que
pudiera llevar a cabo la tarea.
-Vas
a ser un Puck maravilloso, te lo aseguro. Tienes una expresión de
dramatismo sumamente atractiva.
-Pero
Puck es un inmaduro -dijo Elliott- . Comete error tras error, y es un
perro faldero que...
-Es
un amigo fiel del Rey de las Hadas.
-Y
mientras se entretiene haciéndose cargo de los affairs de otros deja
a su esposa botada después de discutir con ella para andar de rosa
en rosa con este Puck creando lazos amorosos entre otros que no
tienen nada que ver con él. ¿Por qué le interesan los intereses
amorosos de otros?
-Porque
se compadece de ellos -dijo Perry.
-¿Quién
será Bottom? -preguntó Marion a Persefone- Seré Titania. Esperaba
que Bottom fuera...
-Será
Jude. Creo que será el más indicado para usar las orejas de burro.
-Esto
será muy divertido -dijo Jude- . No pensé que me incluirías en
esto. ¿Estás falta de participantes?
-No,
pero es una buena manera de encantar a los nuevos huéspedes con
París. La sociedad parisina es mucho más divertida que la de
Languedoc.
Jude
la fulminó con la mirada, notando la indirecta. Elliott siguió
inquieto en su asiento, sumido en las tribulaciones que aquello le
estaba significando.
-Persefone
-dijo Perry, entonces.
Elliott
suplicó que interviniera.
-Ya
sé que me dirás. No hay posibilidad -dijo la vampireza- . Las obras
siempre se han hecho así en el teatro clandestino. ¿Cómo eran
actuadas en las representaciones en que participaste en Bristol? ¿Son
más conservadoras?
-Cualquier
reino es más conservador que el francés -dijo Perry- , pero
esperaba que no tuviera que hacerse de esta forma. No hay pista en la
obra de que Oberon y Puck deban...
-Se
sugiere gran intimidad entre ellos. Espero puedan ser capaces de
hacerlo. Es sólo un segundo sin importancia que da cuenta del buen
ánimo de Oberon al hacer travesuras por despecho a Titania. Los
esposos eran dos traviesos, al fin y al cabo.
Perry
tragó, visiblemente incómodo. Se terminó su copa de sangre y
entonces Elliott le vio mirar hacia él, y él no pudo más que
contestarle con una mirada defensiva. Probablemente le culpaba por no
haber intervenido al respecto.
-Esta
obra será un éxito, ya verán que sí -dijo Persefone,
entusiasmada- . Ahora, la noche ha llegado. Marion practicará sus
líneas conmigo mientras paseamos por París. Me han dicho que vale
la pena ver la torre que están construyendo para la Exposición
Internacional. Marion adivinará la altura en un santiamén.
Perry
sonrió.
-Iré
con ustedes.
-¿No
tienes prácticas que hacer? -dijo Persefone.
Perry
asintió, mirándola con atención.
-Cuida
de ella -le dijo en tono de exigencia. Persefone ni se inmutó.
Tomó
a Marion del brazo y se la llevó fuera del comedor. Elliott vio a
Perry mirarlas con cierta inquietud.
-Vamos
a ensayar esas líneas -le dijo a Elliott, visiblemente atribulado
por ver a su esposa irse.
Jude
se levantó de la silla, alertando a Perry.
-No
quiero discutir, Jude. Sólo es una maldita obra.
-No
hay problema. Ayer yo y Elliott arreglamos las cosas. Me seguirá
hasta Languedoc.
Perry
endureció la mirada. Elliott bajó la mirada, un poco avergonzado
por haber dado el brazo a torcer, después de que Perry provocase la
furia de Jude tratando de ahorrarle a él el permanecer con Jude por
tiempo indefinido. Sólo había querido ayudarlo.
-Iré
en busca de Philip -dijo Jude- . Claramente ya se han formado los
duos en esta casa.
Jude
se largó, dejando el cuarto en tensión.
Perry
y Elliott fueron a la Biblioteca a ensayar. Allí había silencio,
pero también una vitrola. Perry puso la música, ante la confusión
de Elliott ante la calma interrumpida. Se suponía que eso requería
de concentración.
-Ensayaremos
los primeros dos actos -dijo Perry cortantemente. Dejó el libreto
junto a la vitrola, con sus ojos vagando a su alrededor. Estaba
enfadado.
-Es
demasiado -dijo Elliott, aturdido y evaluando el grosor de aquel
guión escrito a mano. Parecía estar a punto de hacerse pedazos a
fuerza del uso- . Olivia no decía mucho. Puck dice párrafos de
texto enteros.
-Ya
escuchaste a Persefone -dijo Perry, sentándose en un sillón de
frente a las estanterías llenas- . Los vampiros tenemos buena
memoria.
Elliott
vio su codo apoyado en el posabraso. El resto de él quedaba tapado
por el musculoso respaldo del sillón. Al asomarse un poco, le vio la
mano sosteniéndose su frente. Tenía que hacerlo olvidar Languedoc
de alguna forma. No le gustaba que estuviese enojado con él.
-No
le has dicho a Switz que ese hombre está muerto -dijo, al
recordarlo- . Dijiste que ella lo conoció. ¿Eso es lo que te...
aproblema?
Le
oyó dar un suspiro apesadumbrado.
-”Hacia
donde vagáis ahora, señor...”, dilo tú -comenzó a decir.
Elliott
miró su libreto, pasmado. Recordaba esas líneas. Buscó desesperado
la escena, pero en todo el primer acto no vio más que los nombres de
Hermia, Lisandro, Demetrio y todos los demás inútiles. Sólo en el
Acto II dio con el nombre de Oberon.
Volvió
a mirar su brazo asomado. Perry no tenía ganas de hablar.
Cuando
revisó el diálogo, vio que Puck era el primero en hablar. Caminó
hacia el sillón para poder hablarle a Perry de frente, y pudo ver su
expresión mezcla de frustración y tristeza, impenetrable como
nunca. Leyó su diálogo:
-“¿Hacia
donde vagáis ahora, señor espíritu?”
-”Sobre
la colina, sobre el llano, entre la maleza, entré los matorrales...”
-recitó él sin expresión, para luego parar en seco al verle
delante del sillón- Vuelve atrás.
-¿Eh?
-Tras
el sillón -dijo.
Comenzaba
a sonar muy autoritario y Elliott tenía más edad que él. Pero
decidió hablar con amabilidad al tener en cuenta su reciente
pérdida.
-Pero
durante la obra debemos mirarnos o no funcionará.
-¿Quién
te dijo eso?
-Así
acostumbrábamos hacer en Venecia. Siempre leíamos el texto todos
juntos, mirándonos a la cara. Luego nos aprendíamos las líneas
solos.
-¿Quieres
un método para practicar esto?
-Sí.
Sólo así podré... ser totalmente eficiente en lo que Persefone
desea que hagamos.
Perry
le miró fijamente, con un escepticismo casi insultante. Elliott
frunció el ceño.
-Elliott
-dijo- , tendré que besarte en la obra. ¿Estamos de acuerdo en que
eso no pasará?
Eso
lo tomó por sorpresa. Esperaba que no tocase ese tema de nuevo, ya
que había quedado finiquitado. Quería todo menos hablar de ello,
puesto que lo perturbaba.
-¿Qué?
-preguntó, aturdido.
-No
vine a París a actuar en un teatro. De hecho, nada podría
interesarme menos. Así que no te pongas a evaluar cuál método de
ensayo es mejor o no. Le daremos el gusto a Persefone para que así
Marion y yo podamos quedarnos y le saque a Jude de encima de una vez,
pero no iré tan lejos por ello. No voy a besarte.
Para
sacarle a Marion a Jude de encima. Eso era lo que le preocupaba. Jude
le había amenazado con quedarse con Marion. Él no estaba en
discusión ya. Perry se había rendido de apartarlo de Jude.
-Yo
no... -comenzó a decir- yo no iba a hacerlo de todos modos. Iba a
pretenderlo.
-De
acuerdo -dijo Perry.
Parecía
harto de todo. Tenía ese rostro de quien no tiene interés en nada,
y eso lo perturbó un poco. En el viaje hacia Londres se había
comportado de un modo muy diferente.
Le
vio apoyarse contra el respaldo del sillón. Elliott se ubicó donde
estaba antes, detrás, donde no pudiera ver su rostro. Lo último que
vio fueron sus ojos vacíos perdiéndose ensimismados a una velocidad
extraña.
Elliott
había estado silencioso en casa de Persefone. El poco interés de la
vampireza por él lo había mantenido aparte de las grandes
conversaciones que se habían sucedido desde la mañana hasta esa
cena tardía, en una casa donde aparentemente nadie dormía muy a
menudo, excepto ella y Perry. Ayer habían dormido durante la noche,
confiados ante el hecho de que en esa casa había suficientes
reservas de sangre para varios meses.
-De
todos modos, debemos cazar sangre más fresca de vez en cuando. Ayer
salí a buscar a algún suicida junto al río. Siempre los hay en los
puentes, esperando a que una mano benigna los ayude a completar el
paso final.
Estaban
en el Pont d'léna, al noroeste de la Torre Eiffel que habían ido a
conocer. A esas horas aún había trabajadores, apurados porque para
mitades de Marzo estuviera listo. Marion podía oírlos, dando golpes
a la estructura arriba, al medio y abajo. Gracias a estos sonidos,
Marion adivinó la altura de aquella compleja estructura metálica.
Estos estaban revisando los últimos detalles de la punta, pero ya de
ese modo a Marion le pareció extraordinario.
-El
falo definitivo -dijo Persefone, con la mano en la espalda de Marion,
para guiarla- . Prefiero esto, nunca me gustaron los obeliscos.
Marion
rió por lo bajo.
-Aquí
tengo un modelo en papel -dijo Persefone, sacando una tarjeta larga
de su bolsito de mano.
Marion,
emocionada, sintió que le quitaba el guante de salida y guiaba su
mano hasta la tarjeta. Silenciosa, sintió el contacto de una
estructura recortada en papel grueso. La estructura tenía tres de
sus caras, la delantera y las laterales, y se desplegaba cuando la
carta se abría.
-Lo
compré en una exposición muy exclusiva hace dos meses. Conseguí
uno de estos modelos cuando la Torre aún no estaba terminaba. Se
supone que se venderán durante la Exposición Universal a finales de
Marzo, pero no pude aguantarme.
-Es
una Torre Asombrosa.
-Por
supuesto la estructura metálica es mucho más detallada que esto. Me
gustaría que pudieras verla. Sólo puedo darte el consuelo de que yo
nunca podré verla de día, al igual que tú. No la podré ver en su
esplendor.
Marion
movió la cabeza en dirección a ella, para escucharla mejor. Su
perfume era suave, lo que escondía un cuidado constante. Finalmente
logró que la mujer la cogiera de la mano para que siguieran
caminando por el puente.
-En
cuanto a la Exposición, creo que puedo llamar a algunos contactos
para que nos dejen entrar de noche. Tengo algunos conocidos
influyentes en París, pero ninguno tan encantador como el que tiene
acceso directo al Moulin Rouge. ¿Quieres ir allí? Faltan horas
para que cierren.
-¿Al
Moulin Rouge? Pero... ese sitio es para hombres.
Perry
le había prometido llevarla. No quería romper la promesa, si bien
había sido él quien la había hecho.
-Es
para nosotras, señorita Swerzvelder -dijo Persefone, colocándose
delante de ella y tomándole ambas manos íntimamente. No le había
devuelto el guante y el de ella rosaba su mano desnuda. Sintió un
escalofrío. Perry podría besar esa mano al desnudo y no sentiría
absolutamente nada- . Es para nosotras. Yo también tengo ojos, y
usted tiene piel. Deje a su piel sentir, señorita Swerzvelder.
Marion
asintió, y se dejó guiar hacia el Moulin Rouge, en un laberinto de
calles que sus pies no alcanzaron a memorizar.
Abrió
el estante envidriado con los licores con naturalidad. Una copa para
la noche no le haría daño. Había estado años sirviéndose sólo
una cada una semana, a veces más, pero allí había abundancia. No
obstante, esta vez no era ese su cometido principal.
Después
de abrir esa botella, introdujo los polvos para el sueño eterno.
Cual cuento de Perrault, alguien más tendría que despertar a quien
debía tomarlo de ese sueño, y ese alguien sería él. Dejó la
botella en un estante más alto, para asegurarse de que nadie más lo
tomara. Si alguien cometía el error de abrir esa botella y beberla,
habría más bellos durmientes en la casa, abriendo la puerta para
que los vampiros fueran descubiertos al mundo cuando la casa fuera
requisada.
Persefone
sabía lo que ocurría cuando tomaba su mano. Por eso la había
llevado al Moulin Rouge. Luego de tantos siglos observando el
comportamiento humano, aquella vampireza madura ya había sabido
desentrañar los comportamientos, los verdaderos secretos tras las
máscaras que todos usaban.
Sin
embargo, tenía el presentimiento que el estar ciega había vuelto su
rostro más transparente, en un intento inconciente por transmitir
las emociones correctas a través de ese rostro cuyo reflejo ya no
podía ver, sólo sentir.
Había
olor a licor y perfume. El calor del lugar permitió la percepción
de miles de cuerpos firmemente abotonados de algodón, y corsés
apretados deformando torsos. Persefone la llevó de la mano a través
de la multitud, y en el primer pasillo lleno de perfumes y el sonido
leve de las lámparas de acéite, que Marion había aprendido a
identificar, sintió el roce de decenas de manos en el camino, en el
rostro, en el cuello cubierto con aquel traje de hombre joven, manos
que quizá lo confundieron por el compañero de la señorita a la que
acompañaba, a la vampireza cuyo rostro no conocía.
-Esta
sección es para las dos. Creen que eres un chico -dijo la vampireza-
. Prepárate para algunos manoseos.
-Se
darán cuenta de lo que soy.
-No
sea pesimista, señorita Swerzvelder.
Ese
calor reflejaba el rojo del que estaba adornada cada salón. Tras
pasar por el glorioso salón principal, donde un número especial de
la bailarina más deseada del lugar era acompañada en el Cancan,
Marion y Persefone fueron guiadas hacia las salas privadas, donde
mujeres bailaban encima de conchas gigantes recubiertas de
terciopelo, a pies descalzos y bustos desnudos. Marion fue sentada en
una silla frente a una concha de terciopelo morado.
-Quiero
que le des algo especial -dijo Persefone en francés a la bailarina
que de seguro estaría frente a Marion- , no un baile. Lo traje
directamente a la parte más privada para que lo satisfacieran.
“Las
mujeres de por sí no nos entra el placer por los ojos, sino... -dijo
en inglés. Marion sintió las manos de Persefone en el cabello. Le
había quitado el gorro, y ahora quitaba el rodete que mantenía su
cabello tomado. Sintió escalofrío cuando sintió la mano de
Persefone en la nuca, suave, sutil.
Tragó,
sintiendo más calor de lo que la habitación le daba, y sintió un
beso de la vampireza en la mejilla, y el latir de un corazón en
frente suyo, un corazón vivo. Sintió sed.
-Espere
un momento -dijo Persefone.
-Tengo
se...
Sintió
el roce de los mechones sueltos de la mujer en su frente, y pronto
sintió el boquete de una botella en los labios. Vivió un largo
trago de sangre.
-Eso
es. No dejes que decepcione a Perry Whitmore. Prometí que te haría
divertirte.
Marion
frunció el ceño. No tuvo tiempo para preguntar al respecto. La sed
se había ido y sintió su entrepierna transmitir rayos por todo el
cuerpo, suaves todavía. La bailarina se había sentado sobre sus
piernas en el momento en que Persefone se hubo ido.
-Con
lentitud. Está sensible. Y por ningún motivo le quites la venda.
-Sí,
señora.
La
sintió rozar con las caderas hacia atrás y hacia adelante sobre sus
piel. Tragó, sintiendo un escalofrío exquisito. Estaba más
sensible de lo usual. Normalmente le costaba muchísimo llegar a ese
nivel de sensibilidad, entre todo el torrente de cambios que habían
operado en su vida a partir del momento en que se transformó en
vampireza.
Sin
embargo, ya no fue la bailarina, a la que trataba de imaginar en
vano, la que estuvo en su cabeza. Agnes tomó posesión de su mente
pobremente abastecida de lindas imágenes las útimas semanas. A
Agnes sí la recordaba, tan perfectamente como recordaba su propia
imagen en el espejo, desnuda y a punto de estar con Perry. Agnes se
sentaba en sus piernas, dulce, y pasaba los brazos por sus hombros,
haciendo un movimiento gentil con sus caderas. Y la miraba penetrante
con esos ojos oscuros, abiertos, tan abiertos.
Agnes
bajó las manos de los hombros hacia su torso, y el sonido de unas
uñas puso uñas a la Agnes de su imaginación. Sin embargo, la
imagen sin rostro de alguien más se interpuso. La bailarina, cuando
se topó con el pecho de Marion.
La
sintió apretar, y Marion dio un quejido, sintiendo una punzada de
placer en la ingle hacia abajo.
-¿Qué
es esto? -dijo, levantándose.
-Carmine
-dijo un hombre- , retour au travail. ¡Carmine!
-Il
est une femme, chef.
Marion
se levantó. Se arregló la camisa, alterada, y esperó paciente a
que Persefone viniera por ella.
-Es
una falta de respeto -dijo el jefe- . Dale un beso de despedida.
-Elle
est une femme.
-Mil
disculpas, señorina -dijo el jefe, yendo y tomando la mano de
Marion. Luego llamó a Carmine- . Esto no me lo pierdo. Un bisou,
Carmine...
-Yo
me voy -dijo Marion- . ¡Persefone!
Dio
un paso hacia atrás, y fue a tientas en busca de la vampireza,
mientras unas risas se extendían por el salón. Había más gente de
la que había percibido.
-Oh,
creo que hay parte del negocio que no he explotado -dijo el jefe.
-¡Cela
est un péché!
Salió
al salón principal en solitario, cambiándose la venda por los
lentes oscuros. Persefone no apareció de la nada como había
esperado que sucedería para salvarla. Estaba sola entre esa maraña
de cuerpo excitados, y sólo el camuflaje de su traje de hombre la
estaba protegiendo. Además de eso, caminaba a su suerte, ciega.
-¡Persefone!
-llamó.
Alguien
la chocó por el lado, estrellándola contra la pared.
-¡Crétin!
Se
quedó apoyada contra esa pared, percibiendo las sombras pasar por
delante de ella. No había nada que le indicara qué tan cerca estaba
de la salida, salida que no lucía nada prometedora. No sabía dónde
era más seguro, allí o afuera en las calles.
No
obstante, era una vampireza. Había decenas de personas en ese lugar,
quizá más de cien, pero ninguna con las habilidades que ella poseía
ahora, o que Jude había demostrado. Muchos eran los cuerpos vivos
que latían al ritmo normal de la vida, pero nada se comparaba a su
agilidad y poder de sanación. Para ella un vaso de sangre había
sido suficiente, en cambio para ellos lo era un banquete. Si así
estaban las cosas, llegaría a salvo a casa. No iba a rendirse así
como así.
Alzó
la vista hacia arriba, notando un balcón lleno de gente sobre su
cabeza. Pasó hasta que pudo notar el cambio en el sonido al entrar
al salón principal, el primero después de haber pasado por el
abarrotado vestíbulo lleno de algarabía. Allí el ambiente estaba
más despejado que en las salas privadas. La multitud de hombres
gritaban en ovación a la mujer que estaría en el escenario. Procuró
pasar lejos del barullo, volteando la cabeza de vez en cuando al
cuerpo que estaba en el centro de todo, en un espacio despejado de
maleantes pervertidos.
-¡La
parte de arriba! -gritaba un hombre en francés- ¡No, la otra!
Sintió
otro empujón. Se alejó más rápido, empezando a sentir miedo de
nuevo.
-¡Está
muy tapada! ¡No la Venus de Botticelli, aquella posa inocentemente!
¡La de Tiziano!
Llegó
hasta la entrada, de cuyas puertas se sostuvo, para echar una última
“mirada” al espectáculo que se estaba llevando allí a cabo.
-¡Marion!
-la llamó alguien.
La
voz reconocible de Persefone le quitó la tensión. Se abrazó a
ella, aliviada a más no poder. Persefone rió por lo bajo.
-Creí
que a la bailarina le tomaría más tiempo.
-Se
dio cuenta de que era una mujer y se asustó.
-Ven
a ver a la bailarina principal. Alguien nos cederá un espacio más
adelante para ver.
-Me
han estado empujando desde que salí de los salones privados.
-Vamos.
Consigámoste un beso de la musa.
Marion
rió por lo bajo. Persefone la arrastró hacia un lugar adelante de
toda la multitud. Hubieron muchos codazos e insultos, pero la altura
y género de Persefone la ayudaron a que le dieran el paso. Todo lo
que Marion detestaba de ser mujer, esta vampireza lo usaba a su
beneficio. Sintió cierto respeto por ella.
Adelante,
Persefone le rodeó la cintura más íntimamente de lo que hubiera
supuesto. Los hombres crearon un círculo alrededor, cuidando no
toparla ni por accidente, y de pronto se vieron menos malvados, hasta
que uno gritó enojado a la bailarina de adelante.
-¡Estamos
aburridos de puestas de escena! ¡Vinimos a ver algo de carne!
-¡Qué
carnes! ¡Es delgaducha como una niña! ¡Nos han estafado!
Marion
imaginó sus reacciones ante ella. No creía tener nada ante lo que
ellos pudieran sentir deseo.
-¿Por
qué no subes tu al escenaro, cariño? -preguntó un hombre a
Persefone.
-Yo.
Oh, no, me temo que los decepcionaré.
-No
es lo que veo.
-El
corsé puede hacer milagros.
-¿Y
el muchachito de al lado es tu hijo?
-Dios,
no -dijo Persefone- . Es mi amante.
Marion
se volteó hacia ella, pasmado. Recibió un sorpresivo beso en los
labios. Sintió su lengua danzar sobre su labio superior, tomándolo
brevemente entre los suyos.
Vio
estrellas.
La
llevó de vuelta a la entrada por la que Marion había pretendido
salir. Persefone salió rápido de allí con ella como quien se la
llevaba el diablo. Algo en ese beso la había alertado, y con la
culpabilidad de haber asustado a la chica en aquel salón privado,
Marion dejó que la llevase de la mano por la calle, hasta que en una
calle más solitaria, la empujó hacia un callejón y continuó lo
que había dejado a medias.
Volvió
a besarla en los labios, casi superficialmente, pero con pasión
contenida. Fue como tomar y soltar de inmediato, dejando espacio para
más. Persefone dio un suspiro tras otro, mientras posaba esos besos
cortos sobre los suyos ofrecidos en la noche como un cachorro que
espera una caricia. Con el mentón alzado, Marion se sintió perdida
en esa suavidad, esa candidez que dejaba en el inframundo de su
corazón sus más sucios deseos.
Extrañaba
besar de esa forma.
-Eres
una exquisitez, Marion Swerzvelder.
-¿No
me faltan curvas y... el ingrediente exótico? -dijo más en tono de
broma.
Persefone
rió por lo bajo.
-En
ese caso, yo tengo el ingrediente exótico. Era gitana, ¿recuerdas?
Cogió
sus labios, y dentro del pequeño e irresistible beso, Persefone dio
un suspiro.
-Hace
tanto que no había besado a una mujer que había olvidado como se
hacía apropiadamente.
Marion
separó los labios más de la cuenta, abarcando más de los suyos
para contradecir ese pensamiento.
-Hm...
Volvió
a apoyar la cabeza en el muro, esbozando una sonrisa que esperó
fuera traviesa.
-¿Quién
te enseñó eso?
-La
bailarina.
Persefone
rió por lo bajo, dándole unas palmaditas en la mejilla izquierda.
-Ahora,
a lo que nos llamó esta salida. Tengo el libreto conmigo.
-No
me agrada actuar.
-Quien
sabe, podrías ser un diamante en bruto.
La
tomó del codo y la guió hacia casa, con el sonido del papel
bailando entre sus dedos. Marion dio un suspiro, recuperándose de
aquel intenso intercambio. Persefone apretó su brazo.
-Yo
seré Oberon por ahora... -dijo, con cierta picardía- “En mala
hora os encuentro a la luz de la luna, orgullosa Titania.”
-”¿Y
bien, celoso Oberon? Duende, aléjate de aquí. He renegado de su
lecho y su sociedad”. Ha renegado de su lecho. “Renegado”. ¿Lo
había hecho antes quizá? Quizá Oberon sólo desea tener a Puck en
su lecho.
-Lo
vas captando.
-¿Por
qué sería Shakespeare tan entrevesado en indicarlo? Quienes
hicieron esta versión supieron decir donde estaba implícito el
beso. Este subtexto es como una broma muy mala. No me gusta. Hace el
amor más difícil.
-¿Crees
que Oberon y Puck se aman?
-Creo
que podrían, y si lo logran, serán más felices incluso que
Titania y Bottom, cuyo amor fue falso. ¿Cómo podría un amor ser
falso si hizo tan bien a ambos? ¿Y cómo pudo Bottom rendirse tan
pronto a dejar a Titania atrás?
-Quizá
extrañaba su origen verdadero. U Oberon puso algo en él que lo hizo
momentáneamente el enamorado de Titania, junto con esas orejas.
-Yo
no habría renunciado tan rápido. Titania luce como el sueño de
todo hombre.
-Y
toda mujer.
-Se
lleva la vida como un hada perezosa, pero puedo adivinar su
experticia en el lecho. Veamos... “Pues entonces debería ser yo tu
señora. Pero yo sé cuándo te has deslizado fuera de la tierra de
las hadas, y has pasado todo el día sentado en forma de Corino el
pastor...”. Oberon es asiduo al mundo de los humanos. ¿Cómo
podríamos resolver eso más que dejándolo vivr como ellos?
-Sigue
siendo un hada.
-Y
esta prosa... -Persefone rió por lo bajo- odio la prosa, me gusta lo
realista, con garabatos y dichos típicos...
La
calle era silenciosa a esa hora y Marion aprovechó para hacer lo que
siempre había querido hacer, tras repetir las palabras de Titania
dictadas por Persefone:
-¡Estas
palabras no suenen naturales! -gritó al silencio.
-”Ahora
ruge el león hambriento y aúlla el lobo a la luna; mientras ronca
el cansado labrador, abrumado por su ruda tarea. Ahora arden los
tizones abandonados mientras el búho con agudo chillido, hace que el
infeliz...”
-Debes
recitarlo de modo solemne. Estás dando introducción a una acción,
y estás hablando de cómo la noche les da sosiego a las hadas
gracias a la...
-...
quietud. Son como vampiros, ¿no?
En
un suspiro, Perry prosiguió su explicación:
-No
es lenguaje monótono el que estás leyendo. No estás leyendo de
hecho, o no debieras. Debes hablarlo, expresarlo, y no estás
expresando nada.
-¿Cómo...?
-...
te sentirías si estuvieras en la situación de Puck? Este es el
final, ya todo está bien en la historia, todo está resuelto, y
Titania está en la escena, reconciliada con su esposo.
Perry,
quien no había parado de pasearse detrás del sillón mientras
ensayaban, dijo:
-No
tiene sentido. No veo ninguna química entre Titania y Pe... y
Oberon. Son como... pizarrones en blanco.
-Es
porque los sirvientes siempre pasan más tiempo con los reyes. Los
asisten en todo -explicó Perry- . Pero este de aquí es especial.
Puck hace lo que quiere, pero aún así es fiel a su señor. Es
torpe, testarudo...
-¿Testarudo?
Yo le veo sumiso.
-No.
Si lo actúas de esa forma será aburrido.
-Pero
se debe ser fiel al libreto.
-El
libreto son líneas. Debes ponerte en el lugar del primer director.
¿Cómo querría él que la relación de Oberon y Puck fuera
expresada? Están en un escenario, piensa, todos los personajes son
hombres y cada vez que se encuentran dos personajes hombres, fieles
el uno al otro, algo hace que su relación sea ambigua.
-No
quiero ambigüedad. Por eso estoy feliz de que el beso quedase
afuera.
-Por
eso se besan. Le quita ambigüedad y al mismo tiempo resuelve el
subtexto. Desde ese beso casual, no queda duda de las intenciones de
Oberon para con Titania. Queda claro que el beso no significa nada
más que un impulso.
-Has
actuado este papel, lo sabías -dijo Elliott, deteniendo su larga
caminata de león enjaulado- . Pensé que, dado que en Inglaterra
hubo conservadurismo en la representación de la obra, no habrías
visto la intención escondida.
-De
hecho, la versión que hice con mi grupo de teatro es igual a esta.
El beso está explícito en las líneas. De seguro la versión que
tenemos aquí es la traducción de la inglesa. Las letras viajan
rápido.
Elliott
tragó, mirándolo pasmado. Perry esperó, con esperanza de que no le
preguntara por el Oberon de ese tiempo.
-¿Cómo
decías tú este parlamento?
-No
es decir...
-¿Cómo
actuabas este parlamento? Este párrafo -dijo colocándose
frente a la silla. Indicó la página en la que estaban, ocupada casi
en su totalidad por el parlamento de Puck- Recítalo.
Perry
aceptó hacerlo.
Su
parlamento estuvo lleno de sonrisas. Fue como ver a un niño
recitando un poema que había conocido en su anterior vida. Las
líneas fluyeron magníficas y naturales, pero solemnes y teatrales,
y no obstante sutiles. Perry no exageraba y no sonaba para nada seco
en su hablar. Y lucía más gentil de repente.
-Por
supuesto, mi aspecto lucía más apropiado en ese tiempo -se excusó,
pasándose la mano por la nuca- . Dirán que el aspecto no importa,
pero a veces hay que hacer caso a lo superficial. Tú encajas con
Puck casi perfectamente.
¿Casi
perfectamente? Elliott se sintió ofendido.
-¿Qué
es lo que falta? -preguntó.
-Los
últimos en hablar son Oberon y Titania...
-No,
quiero decir, ¿Qué me diferencia de Puck?
-El
cabello dorado te da inocencia. Una inocencia que no es real -dijo
Perry, mirándolo al rostro. Elliott sonrió, bajando la cabeza.
Perry se levantó del sillón por fin.
-¿Y
Oberon?
-Oh,
conmigo estamos bien. Quizá un poco más de fuerza estética habría
ayudado -dijo Perry.
Elliott
le dio la razón. Su postura era demasiado estilizada para Oberon.
Había una razón por la que los trajes le quedaban perfectos.
-Tal
vez si pintamos sombras en... tu torso cuando te vistan... y
colocamos pelo artificial...
-Hm,
tengo la sensación de que Persefone ya tiene nuestros trajes listos.
Son para este Sábado.
-Oh,
es verdad.
-Quiero
practicar mis escenas ahora. Creo que buscaré una forma nueva de...
interpretarlo. Estoy sin quererlo imitando en mi cabeza el modo en
que mi compañero de teatro lo interpretaba.
Se
quedó en silencio de repente, pensativo. Fue a tomar su libreto de
encima del mueble de biblioteca.
-Ahm...
-dijo. Elliott se removió, inquieto. Su voz había temblado- Vamos
afuera, necesito aire.
El
vampiro asintió. Vio sus ojos un poco rojos de sangre y apartó la
mirada, turbado.
-Ahm...
si te parece, tengo una idea de donde podemos ir -dijo Elliott- . ¿Te
gustan las techumbres?
-No,
pero me gustarán.
Subieron
al techo de la cosa, donde Elliott había estado por horas durante el
día.
-Hay
que tener cuidado con las tejas... -dijo Elliott.
-Rayos...
Perry
resbaló, cayendo pesadamente sobre unos cuantos. Elliott se volteó
a verlo, preocupado.
-Creo
que sigo siendo humano en algunas cosas.
-Sólo
te falta confianza. Los vampiros somos como gatos. Si pisamos bien,
podemos pasar entre un montón de cilindros parados sin botar una
solo.
Perry
se quedó donde estaba, sin atreverse siquiera a levantarse. Elliott
se devolvió y se sentó a un discreto metro de distancia que Perry
no dejó de notar.
-¿Qué
edad tenías cuando actuaste por primera vez? -le preguntó, con
curiosidad.
-Diecisiete
-dijo, escueto.
Se
volteó a mirar a Elliott, y ante la atención que le daba el
vampiro, se extendió en el tema.
-No
lo he hecho desde entonces. Será nostálgico pisar un escenario otra
vez. Había cierta magia en hacer lo que hacía en ese entonces. Todo
era falso, pero nada en mi vida... era tan verdadero como eso.
Ponerme en los zapatos de alguien más me hacía sentir como... si
estuviera haciendo un bien por alguien.
Perry
se volteó hacia él de nuevo, esperando alguna palabra de él. Sin
embargo, Elliott quiso seguir escuchándolo.
-Oscar
era el mejor de nuestro grupo -dijo- . Él interpretó a Oberon, a
Antonio de El Mercader... Fui coprotagonista con él muchas
veces. Estuvimos juntos por meses...
En
ese punto se silenció a sí mismo, su rostro vuelto en blanco.
-Lo
siento.
Elliott
no cayó en la cuenta de inmediato.
-Ya
no me incomoda -dijo rápido. No supo qué tan cierto era- . ¿Tuviste
que besarle en esas representaciones?
Perry
asintió con la cabeza. Sin embargo, una cierta melancolía se
apoderó de su rostro de nuevo, y se recostó sobre las tejas
olvidándose del reflejo humano de caer que se había apoderado de él
al subir hasta allí. Se recostó con el cuidado de un gato y las
tejas ni siquiera sonaron. Elliott se quedó inmovil, observándolo,
y sintiendo su respiración más viva. Sólo cuando sintió el aroma
de Perry inmiscuyéndose dentro suyo, supo que su respiración había
respondido al deseo de sentir ese aroma en su interior. Era lo que
pasaba con el aroma de las flores, la orilla húmeda del río o los
pinos después de la lluvia. Su cuerpo respondía al deseo
inconciente de hacer esos aromas suyos, dejando que entrar para
formar parte de él.
Vio
la tragedia suceder allí mismo, al darse cuenta de aquel sentimiento
que le corroía. Desde cuándo, no lo sabía, pero sospechaba que el
momento exacto tenía que ver con el repetino silencio de Elliott
desde hace unos días, el silencio que se apoderaba de él cuando
viajaba solo, sin Compañeros, y que él adquirió en una necesidad
muda de contemplar la vida de Perry como un espectador.
Se
recostó sobre las tejas él mismo, forzándose a dejar de mirarle.
Perry permaneció ignorante a sus contemplaciones, y comenzó a
recitar el parlamento que había prometido ensayar allí sobre las
techumbres. Elliott deseó que parara, al escuchar cada palabra en la
voz profunda y placentera de Perry acariciando en forma de ondas los
vellos minúsculos y blancos de su cara. Cerró los ojos y sus
sentidos se encendieron como almenaras, y mientras hablaba, sólo
mientras hablaba, sintió la copa de sangre de la cena consumirse en
el calor del placer más simple y humano. Perry era música para sus
oídos.
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