martes, 11 de agosto de 2015

"Libertar la Oscuridad": Capítulo 26

(Aaniki: para leer los capítulos anteriores, entra a este LINK)

Fue a sentarse en lo alto del techo de la casa. Desde allí Paris lucía lleno de luciérnagas eléctricas, pero tanta belleza no pudo desconcentrarlo de su propia vida.
Pasaba por aquellas crisis cada cien años. Siempre aparecía algún detonante, como una plaga que afectaba una ciudad cada cien años para mantener la población balanceada. Para mantenerlos asustados. Ese Dios que Jude quería tanto, aparentemente no podía permitirse el dejar a sus criaturas vivir en la felicidad y tranquilidad por mucho tiempo. Debía hacerlas reevaluar sus vidas, reevaluar sus errores, para que estos mismos errores cometidos los torturaran hasta la muerte, provocándoles la enfermedad que los matara.
Pero la diferencia era que él no moriría. Estaba destinado a sufrir de las regulares llegadas de esas crisis que acababan por dejarlo en estados intertes de indiferencia extrema, en los que ni siquiera le nacía la sed de sangre. Llevaba demasiado tiempo bebiendo se ese rocío humano para extrañarlo cuando no lo tenía. Sólo seguía bebiendo por inercia, como un alcohólico que toma cerveza aunque ya no le agrade.
Perry no sufriría de esas crisis horribles hasta mucho tiempo más. La ausencia de desmotivación por la vida estaba en él muy débil, convirtiéndole en una buena opción de Compañero. Por supuesto, ya había acordado con Jude no tomarlo de Compañero aunque la posibilidad se presentase. Y sin embargo, Perry le había ofrecido a Marion, desafiando sus propias suposiciones. Si le quería ceder a Marion, ¿Por qué, entonces no se ofrecía a él mismo, aunque la Institución del Compañerismo fuera un mito ya? Igual valía que fuera uno u otro, estarían los tres juntos de todos modos.
Jude salió de la casa a eso de las tres, salido de su aturdimiento de la anterior pelea. Elliott le vio caminar diez pasos hacia adelante, pisando la calle por la que de tanto en tanto pasaban carrozas, y le vio mirar en dirección a la casa. Al techo.
-¡Ven aquí, Elliott! -lo llamó con mirada culpable.
Pensó que le odiaría, pero Jude desafió como Perry sus expectativas, y eso lo asustó, advirtiéndole sobre Jude. Había vivido esa situación muchas veces, y Jude siempre se transformaba en un perro fiel después de eso. Sin embargo, en las peleas que habían tenido, nunca había intentado matarlo.
Bajó del techo por la escalera del lado, y miró a ambos lados de la calle, cuidando que no hubiese curiosos.
-¿Qué sucede?
-Te invitó una copa. Tenemos que arreglar lo que ha pasado antes de partir.
-¿O interferirá en tus planes? -le preguntó, manteniéndose lejos.
-Sí -dijo, mirando a otro lado, evidentemente avergonzado- . No volveré a atacarlo, lo prometo.
Dio un paso hacia él. Elliott dio uno hacia atrás, y la mirada de Jude se suavizó.
-No me tengas miedo.
Elliott tragó.
-Pero debes... debes tener en cuenta que nunca le acepté como Compañero. Sólo matas a aquellos que llegan a serlo, no aquellos que se ofrecen. Te saliste del guión esta vez y eso no está bien.
Jude tragó.
-Esta vez es diferente. Veo algo diferente: te interesa Perry Whitmore de alguna forma.
-No me interesa. Sólo creo que es una buena persona. Iré... contigo a Languedoc, ¿de acuerdo?
Jude sonrió triunfante.
-Sólo evita... intentar matarme en el futuro -dijo, entonces.
-Si está en peligro mi vida por causa tuya, por supuesto que podría matarte -dijo Elliott.
-Eso es justo -dijo Jude, alzando las cejas.
Se volteó hacia la puerta de entrada, y Elliott le siguió, con las manos temblando de miedo. Temía que esta vez todo fuera un teatro y no una disculpa de verdad. Jude podía ser peligroso de verdad.
-Este está fresco -dijo Jude, sacando una botella del armario de la sala de estar de Persefone. La vampireza no estaba por ningún lado- . Es una ironía, ¿no? El vino, mientras más viejo, es mejor. La sangre no.
-No es una ironía. El vino y la sangre no tienen nada que ver entre sí.
-Oh, yo creo que sí. Tienen mucho que ver -dijo Jude, pasándole su vaso.
-¿Cómo? -dijo Elliott. Se tomó el centímetro de contenido de una vez. Ya fuera de la botella, la sangre comenzaba a coagular inmediatamente.

Perry cerró la puerta de la habitación donde él y Marion dormirían con llave. Tras dejar Jude el salón, Perry había dejado el mobiliario como estaba, si bien un jarrón de una mesa de esquina se había quebrado con el impacto de la mesa contra una pared lateral. La vibración había sido suficiente para que la porcelana cayese tras un titubeo sobre la mesa.
Persefone no se asomó en ningún momento, pero había visto a Philip mirar desde lo alto de una de las escaleras del ala sur de la casa, cuando Perry salió del salón con el cabello desordenado. No hizo preguntas, pero Perry le consultó por Persefone.
-Ha salido de cacería.
Perry asintió, y fue directo al cuarto de Marion.
La joven ya dormía en su cama. Se había puesto un camisón que había encontrado bajo la almohada. Perry, tenso aún, se quitó los zapatos y se quitó los suspensores, y de ese modo se refugió bajo las sábanas, abrazando la cintura de su esposa. Esta dio un quejido en sueños, y se acomodó quedando un poco boca arriba. Perry respiró contra su cuello, sintiendo algo más de seguridad allí, y olió el perfume que le recordaba a Bristol, porque allí había sido donde primero lo había olido.
Deseó por un momento que nunca hubiesen ido de viaje a Londres, que nunca hubiesen ido tras Garrett, quien ahora yacía en la tumba por razones que no terminaba de comprender.


Dormir en una cama hizo la diferencia. Después de la copa que Jude le ofreció, se fue directo a la cama. La copa era sangre pura, sacada de un bebé hace dos días por Philip. Un bebé que estaba destinado a una muerte cruel, y la pureza de su composición le permitió tener una noche tranquila llena de satisfaciones. No hubo nada del torrente de emociones adultas que muchas veces sentía al tomar una copa entera de sangre, sino paz, la paz que sólo los niños tienen.
El libreto de Sueño de una Noche de Verano se encontraba en la mesa de luz de su cuarto cuando abrió los ojos. Le habían sido asignado el papel de Puck, y la versión contenida en esas páginas era la de una versión hecha a principios de ese siglo, con la cercanía entre Oberon y Puck más implícita, fiel a lo que Shakespeare hubiera querido. El beso de un Rey que arma caballero a un fiel vasallo estaba allí. Leyó la indicación en una página del Acto II, mientras estaba sobre el techo de la casa. Desde allí tenía la vista de las carrozas que pasaban frente a la casona, brindando de vida a la ciudad. Más allá, la esquelética construcción de una torre se erigía casi terminada. Desde la vereda no había podido verla, y ahora en la techumbre, si bien miró el paisaje frente a él, fue incapaz de apreciar su belleza. Quería romper ese libreto.
En la cena de ese día -Persefone gustaba de los rituales humanos, si bien no los necesitaban- , la dueña del caserón les habló de su intención de tener la obra lista para ser presentada ese Sábado, como le había mencionado a él. Elliott, quien se había pasado el tiempo en el techo, bebió su media copa demasiado rápido, con la intención de no decir palabra al respecto, pero estuvo todo el tiempo con la vista fija en Perry, quien lucía lisa y llanamente como si nada hubiese pasado antenoche. Y el libreto tampoco parecía perturbarle.
-Será presentada en un teatro clandestino. Asistirá la sociedad de vampiros más preciada de París, por lo que espero sean educados. Quiero que se comporten como unos caballeros. Y como una dama -añadió, mirando a Marion- . La ventaja que tenemos en esto es que esta sociedad es una bastante liberal. Estos vampiros no son amigos de las reglas que Jude ha implantado en la comunidad de Northampton, pero son civilizados, por lo que gustan de buenos ambientes. No les hacen falta las reglas para comportarse.
Jude la miró con una media sonrisa. Persefone pareció esperar a que dijese algo, pero el hombre permaneció callado.
-Confío en que puedan aprenderse el texto en una semana. Si algo poseemos los vampiros, es buena memoria, la cual los vuelve locos algunas veces, por lo que si practican se darán cuenta de que pueden hacerlo. ¿Estás de acuerdo, Elliott? Según Jude me dijo, nunca has participado de una obra teatral.
Elliott miró a Jude con cautela. Este tenía la fría mirada fija en Perry. Elliott sintió un escalofrío.
-Jude no ha ensayado conmigo, por lo que no se puede confiar en su testimonio sobre mí -dijo el joven, para llamar su atención. Sin embargo, Jude no quitó su mirada envenenada de Perry- . Sí he estado en una obra de teatro, en Novena Noche, hace... doscientos años en Venecia. No se permitían mujeres vampiro en las representaciones y fui seleccionado para interpretar a Olivia.
-¿Pertenecías a algún grupo de teatro?
-No. Era una comunidad de vampiros en Venecia. Vivíamos cuarenta de nosotros hacinados en una casa junto al canal. No era muy agradable. Me eligieron porque era el más joven del grupo. Podría haber sido Viola, pero no tenía experiencia en las tablas y no consideraron que pudiera llevar a cabo la tarea.
-Vas a ser un Puck maravilloso, te lo aseguro. Tienes una expresión de dramatismo sumamente atractiva.
-Pero Puck es un inmaduro -dijo Elliott- . Comete error tras error, y es un perro faldero que...
-Es un amigo fiel del Rey de las Hadas.
-Y mientras se entretiene haciéndose cargo de los affairs de otros deja a su esposa botada después de discutir con ella para andar de rosa en rosa con este Puck creando lazos amorosos entre otros que no tienen nada que ver con él. ¿Por qué le interesan los intereses amorosos de otros?
-Porque se compadece de ellos -dijo Perry.
-¿Quién será Bottom? -preguntó Marion a Persefone- Seré Titania. Esperaba que Bottom fuera...
-Será Jude. Creo que será el más indicado para usar las orejas de burro.
-Esto será muy divertido -dijo Jude- . No pensé que me incluirías en esto. ¿Estás falta de participantes?
-No, pero es una buena manera de encantar a los nuevos huéspedes con París. La sociedad parisina es mucho más divertida que la de Languedoc.
Jude la fulminó con la mirada, notando la indirecta. Elliott siguió inquieto en su asiento, sumido en las tribulaciones que aquello le estaba significando.
-Persefone -dijo Perry, entonces.
Elliott suplicó que interviniera.
-Ya sé que me dirás. No hay posibilidad -dijo la vampireza- . Las obras siempre se han hecho así en el teatro clandestino. ¿Cómo eran actuadas en las representaciones en que participaste en Bristol? ¿Son más conservadoras?
-Cualquier reino es más conservador que el francés -dijo Perry- , pero esperaba que no tuviera que hacerse de esta forma. No hay pista en la obra de que Oberon y Puck deban...
-Se sugiere gran intimidad entre ellos. Espero puedan ser capaces de hacerlo. Es sólo un segundo sin importancia que da cuenta del buen ánimo de Oberon al hacer travesuras por despecho a Titania. Los esposos eran dos traviesos, al fin y al cabo.
Perry tragó, visiblemente incómodo. Se terminó su copa de sangre y entonces Elliott le vio mirar hacia él, y él no pudo más que contestarle con una mirada defensiva. Probablemente le culpaba por no haber intervenido al respecto.
-Esta obra será un éxito, ya verán que sí -dijo Persefone, entusiasmada- . Ahora, la noche ha llegado. Marion practicará sus líneas conmigo mientras paseamos por París. Me han dicho que vale la pena ver la torre que están construyendo para la Exposición Internacional. Marion adivinará la altura en un santiamén.
Perry sonrió.
-Iré con ustedes.
-¿No tienes prácticas que hacer? -dijo Persefone.
Perry asintió, mirándola con atención.
-Cuida de ella -le dijo en tono de exigencia. Persefone ni se inmutó.
Tomó a Marion del brazo y se la llevó fuera del comedor. Elliott vio a Perry mirarlas con cierta inquietud.
-Vamos a ensayar esas líneas -le dijo a Elliott, visiblemente atribulado por ver a su esposa irse.
Jude se levantó de la silla, alertando a Perry.
-No quiero discutir, Jude. Sólo es una maldita obra.
-No hay problema. Ayer yo y Elliott arreglamos las cosas. Me seguirá hasta Languedoc.
Perry endureció la mirada. Elliott bajó la mirada, un poco avergonzado por haber dado el brazo a torcer, después de que Perry provocase la furia de Jude tratando de ahorrarle a él el permanecer con Jude por tiempo indefinido. Sólo había querido ayudarlo.
-Iré en busca de Philip -dijo Jude- . Claramente ya se han formado los duos en esta casa.
Jude se largó, dejando el cuarto en tensión.

Perry y Elliott fueron a la Biblioteca a ensayar. Allí había silencio, pero también una vitrola. Perry puso la música, ante la confusión de Elliott ante la calma interrumpida. Se suponía que eso requería de concentración.
-Ensayaremos los primeros dos actos -dijo Perry cortantemente. Dejó el libreto junto a la vitrola, con sus ojos vagando a su alrededor. Estaba enfadado.
-Es demasiado -dijo Elliott, aturdido y evaluando el grosor de aquel guión escrito a mano. Parecía estar a punto de hacerse pedazos a fuerza del uso- . Olivia no decía mucho. Puck dice párrafos de texto enteros.
-Ya escuchaste a Persefone -dijo Perry, sentándose en un sillón de frente a las estanterías llenas- . Los vampiros tenemos buena memoria.
Elliott vio su codo apoyado en el posabraso. El resto de él quedaba tapado por el musculoso respaldo del sillón. Al asomarse un poco, le vio la mano sosteniéndose su frente. Tenía que hacerlo olvidar Languedoc de alguna forma. No le gustaba que estuviese enojado con él.
-No le has dicho a Switz que ese hombre está muerto -dijo, al recordarlo- . Dijiste que ella lo conoció. ¿Eso es lo que te... aproblema?
Le oyó dar un suspiro apesadumbrado.
-”Hacia donde vagáis ahora, señor...”, dilo tú -comenzó a decir.
Elliott miró su libreto, pasmado. Recordaba esas líneas. Buscó desesperado la escena, pero en todo el primer acto no vio más que los nombres de Hermia, Lisandro, Demetrio y todos los demás inútiles. Sólo en el Acto II dio con el nombre de Oberon.
Volvió a mirar su brazo asomado. Perry no tenía ganas de hablar.
Cuando revisó el diálogo, vio que Puck era el primero en hablar. Caminó hacia el sillón para poder hablarle a Perry de frente, y pudo ver su expresión mezcla de frustración y tristeza, impenetrable como nunca. Leyó su diálogo:
-“¿Hacia donde vagáis ahora, señor espíritu?”
-”Sobre la colina, sobre el llano, entre la maleza, entré los matorrales...” -recitó él sin expresión, para luego parar en seco al verle delante del sillón- Vuelve atrás.
-¿Eh?
-Tras el sillón -dijo.
Comenzaba a sonar muy autoritario y Elliott tenía más edad que él. Pero decidió hablar con amabilidad al tener en cuenta su reciente pérdida.
-Pero durante la obra debemos mirarnos o no funcionará.
-¿Quién te dijo eso?
-Así acostumbrábamos hacer en Venecia. Siempre leíamos el texto todos juntos, mirándonos a la cara. Luego nos aprendíamos las líneas solos.
-¿Quieres un método para practicar esto?
-Sí. Sólo así podré... ser totalmente eficiente en lo que Persefone desea que hagamos.
Perry le miró fijamente, con un escepticismo casi insultante. Elliott frunció el ceño.
-Elliott -dijo- , tendré que besarte en la obra. ¿Estamos de acuerdo en que eso no pasará?
Eso lo tomó por sorpresa. Esperaba que no tocase ese tema de nuevo, ya que había quedado finiquitado. Quería todo menos hablar de ello, puesto que lo perturbaba.
-¿Qué? -preguntó, aturdido.
-No vine a París a actuar en un teatro. De hecho, nada podría interesarme menos. Así que no te pongas a evaluar cuál método de ensayo es mejor o no. Le daremos el gusto a Persefone para que así Marion y yo podamos quedarnos y le saque a Jude de encima de una vez, pero no iré tan lejos por ello. No voy a besarte.
Para sacarle a Marion a Jude de encima. Eso era lo que le preocupaba. Jude le había amenazado con quedarse con Marion. Él no estaba en discusión ya. Perry se había rendido de apartarlo de Jude.
-Yo no... -comenzó a decir- yo no iba a hacerlo de todos modos. Iba a pretenderlo.
-De acuerdo -dijo Perry.
Parecía harto de todo. Tenía ese rostro de quien no tiene interés en nada, y eso lo perturbó un poco. En el viaje hacia Londres se había comportado de un modo muy diferente.
Le vio apoyarse contra el respaldo del sillón. Elliott se ubicó donde estaba antes, detrás, donde no pudiera ver su rostro. Lo último que vio fueron sus ojos vacíos perdiéndose ensimismados a una velocidad extraña.

Elliott había estado silencioso en casa de Persefone. El poco interés de la vampireza por él lo había mantenido aparte de las grandes conversaciones que se habían sucedido desde la mañana hasta esa cena tardía, en una casa donde aparentemente nadie dormía muy a menudo, excepto ella y Perry. Ayer habían dormido durante la noche, confiados ante el hecho de que en esa casa había suficientes reservas de sangre para varios meses.
-De todos modos, debemos cazar sangre más fresca de vez en cuando. Ayer salí a buscar a algún suicida junto al río. Siempre los hay en los puentes, esperando a que una mano benigna los ayude a completar el paso final.
Estaban en el Pont d'léna, al noroeste de la Torre Eiffel que habían ido a conocer. A esas horas aún había trabajadores, apurados porque para mitades de Marzo estuviera listo. Marion podía oírlos, dando golpes a la estructura arriba, al medio y abajo. Gracias a estos sonidos, Marion adivinó la altura de aquella compleja estructura metálica. Estos estaban revisando los últimos detalles de la punta, pero ya de ese modo a Marion le pareció extraordinario.
-El falo definitivo -dijo Persefone, con la mano en la espalda de Marion, para guiarla- . Prefiero esto, nunca me gustaron los obeliscos.
Marion rió por lo bajo.
-Aquí tengo un modelo en papel -dijo Persefone, sacando una tarjeta larga de su bolsito de mano.
Marion, emocionada, sintió que le quitaba el guante de salida y guiaba su mano hasta la tarjeta. Silenciosa, sintió el contacto de una estructura recortada en papel grueso. La estructura tenía tres de sus caras, la delantera y las laterales, y se desplegaba cuando la carta se abría.
-Lo compré en una exposición muy exclusiva hace dos meses. Conseguí uno de estos modelos cuando la Torre aún no estaba terminaba. Se supone que se venderán durante la Exposición Universal a finales de Marzo, pero no pude aguantarme.
-Es una Torre Asombrosa.
-Por supuesto la estructura metálica es mucho más detallada que esto. Me gustaría que pudieras verla. Sólo puedo darte el consuelo de que yo nunca podré verla de día, al igual que tú. No la podré ver en su esplendor.
Marion movió la cabeza en dirección a ella, para escucharla mejor. Su perfume era suave, lo que escondía un cuidado constante. Finalmente logró que la mujer la cogiera de la mano para que siguieran caminando por el puente.
-En cuanto a la Exposición, creo que puedo llamar a algunos contactos para que nos dejen entrar de noche. Tengo algunos conocidos influyentes en París, pero ninguno tan encantador como el que tiene acceso directo al Moulin Rouge. ¿Quieres ir allí? Faltan horas para que cierren.
-¿Al Moulin Rouge? Pero... ese sitio es para hombres.
Perry le había prometido llevarla. No quería romper la promesa, si bien había sido él quien la había hecho.
-Es para nosotras, señorita Swerzvelder -dijo Persefone, colocándose delante de ella y tomándole ambas manos íntimamente. No le había devuelto el guante y el de ella rosaba su mano desnuda. Sintió un escalofrío. Perry podría besar esa mano al desnudo y no sentiría absolutamente nada- . Es para nosotras. Yo también tengo ojos, y usted tiene piel. Deje a su piel sentir, señorita Swerzvelder.
Marion asintió, y se dejó guiar hacia el Moulin Rouge, en un laberinto de calles que sus pies no alcanzaron a memorizar.

Abrió el estante envidriado con los licores con naturalidad. Una copa para la noche no le haría daño. Había estado años sirviéndose sólo una cada una semana, a veces más, pero allí había abundancia. No obstante, esta vez no era ese su cometido principal.
Después de abrir esa botella, introdujo los polvos para el sueño eterno. Cual cuento de Perrault, alguien más tendría que despertar a quien debía tomarlo de ese sueño, y ese alguien sería él. Dejó la botella en un estante más alto, para asegurarse de que nadie más lo tomara. Si alguien cometía el error de abrir esa botella y beberla, habría más bellos durmientes en la casa, abriendo la puerta para que los vampiros fueran descubiertos al mundo cuando la casa fuera requisada.

Persefone sabía lo que ocurría cuando tomaba su mano. Por eso la había llevado al Moulin Rouge. Luego de tantos siglos observando el comportamiento humano, aquella vampireza madura ya había sabido desentrañar los comportamientos, los verdaderos secretos tras las máscaras que todos usaban.
Sin embargo, tenía el presentimiento que el estar ciega había vuelto su rostro más transparente, en un intento inconciente por transmitir las emociones correctas a través de ese rostro cuyo reflejo ya no podía ver, sólo sentir.
Había olor a licor y perfume. El calor del lugar permitió la percepción de miles de cuerpos firmemente abotonados de algodón, y corsés apretados deformando torsos. Persefone la llevó de la mano a través de la multitud, y en el primer pasillo lleno de perfumes y el sonido leve de las lámparas de acéite, que Marion había aprendido a identificar, sintió el roce de decenas de manos en el camino, en el rostro, en el cuello cubierto con aquel traje de hombre joven, manos que quizá lo confundieron por el compañero de la señorita a la que acompañaba, a la vampireza cuyo rostro no conocía.
-Esta sección es para las dos. Creen que eres un chico -dijo la vampireza- . Prepárate para algunos manoseos.
-Se darán cuenta de lo que soy.
-No sea pesimista, señorita Swerzvelder.
Ese calor reflejaba el rojo del que estaba adornada cada salón. Tras pasar por el glorioso salón principal, donde un número especial de la bailarina más deseada del lugar era acompañada en el Cancan, Marion y Persefone fueron guiadas hacia las salas privadas, donde mujeres bailaban encima de conchas gigantes recubiertas de terciopelo, a pies descalzos y bustos desnudos. Marion fue sentada en una silla frente a una concha de terciopelo morado.
-Quiero que le des algo especial -dijo Persefone en francés a la bailarina que de seguro estaría frente a Marion- , no un baile. Lo traje directamente a la parte más privada para que lo satisfacieran.
Las mujeres de por sí no nos entra el placer por los ojos, sino... -dijo en inglés. Marion sintió las manos de Persefone en el cabello. Le había quitado el gorro, y ahora quitaba el rodete que mantenía su cabello tomado. Sintió escalofrío cuando sintió la mano de Persefone en la nuca, suave, sutil.
Tragó, sintiendo más calor de lo que la habitación le daba, y sintió un beso de la vampireza en la mejilla, y el latir de un corazón en frente suyo, un corazón vivo. Sintió sed.
-Espere un momento -dijo Persefone.
-Tengo se...
Sintió el roce de los mechones sueltos de la mujer en su frente, y pronto sintió el boquete de una botella en los labios. Vivió un largo trago de sangre.
-Eso es. No dejes que decepcione a Perry Whitmore. Prometí que te haría divertirte.
Marion frunció el ceño. No tuvo tiempo para preguntar al respecto. La sed se había ido y sintió su entrepierna transmitir rayos por todo el cuerpo, suaves todavía. La bailarina se había sentado sobre sus piernas en el momento en que Persefone se hubo ido.
-Con lentitud. Está sensible. Y por ningún motivo le quites la venda.
-Sí, señora.
La sintió rozar con las caderas hacia atrás y hacia adelante sobre sus piel. Tragó, sintiendo un escalofrío exquisito. Estaba más sensible de lo usual. Normalmente le costaba muchísimo llegar a ese nivel de sensibilidad, entre todo el torrente de cambios que habían operado en su vida a partir del momento en que se transformó en vampireza.
Sin embargo, ya no fue la bailarina, a la que trataba de imaginar en vano, la que estuvo en su cabeza. Agnes tomó posesión de su mente pobremente abastecida de lindas imágenes las útimas semanas. A Agnes sí la recordaba, tan perfectamente como recordaba su propia imagen en el espejo, desnuda y a punto de estar con Perry. Agnes se sentaba en sus piernas, dulce, y pasaba los brazos por sus hombros, haciendo un movimiento gentil con sus caderas. Y la miraba penetrante con esos ojos oscuros, abiertos, tan abiertos.
Agnes bajó las manos de los hombros hacia su torso, y el sonido de unas uñas puso uñas a la Agnes de su imaginación. Sin embargo, la imagen sin rostro de alguien más se interpuso. La bailarina, cuando se topó con el pecho de Marion.
La sintió apretar, y Marion dio un quejido, sintiendo una punzada de placer en la ingle hacia abajo.
-¿Qué es esto? -dijo, levantándose.
-Carmine -dijo un hombre- , retour au travail. ¡Carmine!
-Il est une femme, chef.
Marion se levantó. Se arregló la camisa, alterada, y esperó paciente a que Persefone viniera por ella.
-Es una falta de respeto -dijo el jefe- . Dale un beso de despedida.
-Elle est une femme.
-Mil disculpas, señorina -dijo el jefe, yendo y tomando la mano de Marion. Luego llamó a Carmine- . Esto no me lo pierdo. Un bisou, Carmine...
-Yo me voy -dijo Marion- . ¡Persefone!
Dio un paso hacia atrás, y fue a tientas en busca de la vampireza, mientras unas risas se extendían por el salón. Había más gente de la que había percibido.
-Oh, creo que hay parte del negocio que no he explotado -dijo el jefe.
-¡Cela est un péché!
Salió al salón principal en solitario, cambiándose la venda por los lentes oscuros. Persefone no apareció de la nada como había esperado que sucedería para salvarla. Estaba sola entre esa maraña de cuerpo excitados, y sólo el camuflaje de su traje de hombre la estaba protegiendo. Además de eso, caminaba a su suerte, ciega.
-¡Persefone! -llamó.
Alguien la chocó por el lado, estrellándola contra la pared.
-¡Crétin!
Se quedó apoyada contra esa pared, percibiendo las sombras pasar por delante de ella. No había nada que le indicara qué tan cerca estaba de la salida, salida que no lucía nada prometedora. No sabía dónde era más seguro, allí o afuera en las calles.
No obstante, era una vampireza. Había decenas de personas en ese lugar, quizá más de cien, pero ninguna con las habilidades que ella poseía ahora, o que Jude había demostrado. Muchos eran los cuerpos vivos que latían al ritmo normal de la vida, pero nada se comparaba a su agilidad y poder de sanación. Para ella un vaso de sangre había sido suficiente, en cambio para ellos lo era un banquete. Si así estaban las cosas, llegaría a salvo a casa. No iba a rendirse así como así.
Alzó la vista hacia arriba, notando un balcón lleno de gente sobre su cabeza. Pasó hasta que pudo notar el cambio en el sonido al entrar al salón principal, el primero después de haber pasado por el abarrotado vestíbulo lleno de algarabía. Allí el ambiente estaba más despejado que en las salas privadas. La multitud de hombres gritaban en ovación a la mujer que estaría en el escenario. Procuró pasar lejos del barullo, volteando la cabeza de vez en cuando al cuerpo que estaba en el centro de todo, en un espacio despejado de maleantes pervertidos.
-¡La parte de arriba! -gritaba un hombre en francés- ¡No, la otra!
Sintió otro empujón. Se alejó más rápido, empezando a sentir miedo de nuevo.
-¡Está muy tapada! ¡No la Venus de Botticelli, aquella posa inocentemente! ¡La de Tiziano!
Llegó hasta la entrada, de cuyas puertas se sostuvo, para echar una última “mirada” al espectáculo que se estaba llevando allí a cabo.
-¡Marion! -la llamó alguien.
La voz reconocible de Persefone le quitó la tensión. Se abrazó a ella, aliviada a más no poder. Persefone rió por lo bajo.
-Creí que a la bailarina le tomaría más tiempo.
-Se dio cuenta de que era una mujer y se asustó.
-Ven a ver a la bailarina principal. Alguien nos cederá un espacio más adelante para ver.
-Me han estado empujando desde que salí de los salones privados.
-Vamos. Consigámoste un beso de la musa.
Marion rió por lo bajo. Persefone la arrastró hacia un lugar adelante de toda la multitud. Hubieron muchos codazos e insultos, pero la altura y género de Persefone la ayudaron a que le dieran el paso. Todo lo que Marion detestaba de ser mujer, esta vampireza lo usaba a su beneficio. Sintió cierto respeto por ella.
Adelante, Persefone le rodeó la cintura más íntimamente de lo que hubiera supuesto. Los hombres crearon un círculo alrededor, cuidando no toparla ni por accidente, y de pronto se vieron menos malvados, hasta que uno gritó enojado a la bailarina de adelante.
-¡Estamos aburridos de puestas de escena! ¡Vinimos a ver algo de carne!
-¡Qué carnes! ¡Es delgaducha como una niña! ¡Nos han estafado!
Marion imaginó sus reacciones ante ella. No creía tener nada ante lo que ellos pudieran sentir deseo.
-¿Por qué no subes tu al escenaro, cariño? -preguntó un hombre a Persefone.
-Yo. Oh, no, me temo que los decepcionaré.
-No es lo que veo.
-El corsé puede hacer milagros.
-¿Y el muchachito de al lado es tu hijo?
-Dios, no -dijo Persefone- . Es mi amante.
Marion se volteó hacia ella, pasmado. Recibió un sorpresivo beso en los labios. Sintió su lengua danzar sobre su labio superior, tomándolo brevemente entre los suyos.
Vio estrellas.
La llevó de vuelta a la entrada por la que Marion había pretendido salir. Persefone salió rápido de allí con ella como quien se la llevaba el diablo. Algo en ese beso la había alertado, y con la culpabilidad de haber asustado a la chica en aquel salón privado, Marion dejó que la llevase de la mano por la calle, hasta que en una calle más solitaria, la empujó hacia un callejón y continuó lo que había dejado a medias.
Volvió a besarla en los labios, casi superficialmente, pero con pasión contenida. Fue como tomar y soltar de inmediato, dejando espacio para más. Persefone dio un suspiro tras otro, mientras posaba esos besos cortos sobre los suyos ofrecidos en la noche como un cachorro que espera una caricia. Con el mentón alzado, Marion se sintió perdida en esa suavidad, esa candidez que dejaba en el inframundo de su corazón sus más sucios deseos.
Extrañaba besar de esa forma.
-Eres una exquisitez, Marion Swerzvelder.
-¿No me faltan curvas y... el ingrediente exótico? -dijo más en tono de broma.
Persefone rió por lo bajo.
-En ese caso, yo tengo el ingrediente exótico. Era gitana, ¿recuerdas?
Cogió sus labios, y dentro del pequeño e irresistible beso, Persefone dio un suspiro.
-Hace tanto que no había besado a una mujer que había olvidado como se hacía apropiadamente.
Marion separó los labios más de la cuenta, abarcando más de los suyos para contradecir ese pensamiento.
-Hm...
Volvió a apoyar la cabeza en el muro, esbozando una sonrisa que esperó fuera traviesa.
-¿Quién te enseñó eso?
-La bailarina.
Persefone rió por lo bajo, dándole unas palmaditas en la mejilla izquierda.
-Ahora, a lo que nos llamó esta salida. Tengo el libreto conmigo.
-No me agrada actuar.
-Quien sabe, podrías ser un diamante en bruto.
La tomó del codo y la guió hacia casa, con el sonido del papel bailando entre sus dedos. Marion dio un suspiro, recuperándose de aquel intenso intercambio. Persefone apretó su brazo.
-Yo seré Oberon por ahora... -dijo, con cierta picardía- “En mala hora os encuentro a la luz de la luna, orgullosa Titania.”
-”¿Y bien, celoso Oberon? Duende, aléjate de aquí. He renegado de su lecho y su sociedad”. Ha renegado de su lecho. “Renegado”. ¿Lo había hecho antes quizá? Quizá Oberon sólo desea tener a Puck en su lecho.
-Lo vas captando.
-¿Por qué sería Shakespeare tan entrevesado en indicarlo? Quienes hicieron esta versión supieron decir donde estaba implícito el beso. Este subtexto es como una broma muy mala. No me gusta. Hace el amor más difícil.
-¿Crees que Oberon y Puck se aman?
-Creo que podrían, y si lo logran, serán más felices incluso que Titania y Bottom, cuyo amor fue falso. ¿Cómo podría un amor ser falso si hizo tan bien a ambos? ¿Y cómo pudo Bottom rendirse tan pronto a dejar a Titania atrás?
-Quizá extrañaba su origen verdadero. U Oberon puso algo en él que lo hizo momentáneamente el enamorado de Titania, junto con esas orejas.
-Yo no habría renunciado tan rápido. Titania luce como el sueño de todo hombre.
-Y toda mujer.
-Se lleva la vida como un hada perezosa, pero puedo adivinar su experticia en el lecho. Veamos... “Pues entonces debería ser yo tu señora. Pero yo sé cuándo te has deslizado fuera de la tierra de las hadas, y has pasado todo el día sentado en forma de Corino el pastor...”. Oberon es asiduo al mundo de los humanos. ¿Cómo podríamos resolver eso más que dejándolo vivr como ellos?
-Sigue siendo un hada.
-Y esta prosa... -Persefone rió por lo bajo- odio la prosa, me gusta lo realista, con garabatos y dichos típicos...
La calle era silenciosa a esa hora y Marion aprovechó para hacer lo que siempre había querido hacer, tras repetir las palabras de Titania dictadas por Persefone:
-¡Estas palabras no suenen naturales! -gritó al silencio.

-”Ahora ruge el león hambriento y aúlla el lobo a la luna; mientras ronca el cansado labrador, abrumado por su ruda tarea. Ahora arden los tizones abandonados mientras el búho con agudo chillido, hace que el infeliz...”
-Debes recitarlo de modo solemne. Estás dando introducción a una acción, y estás hablando de cómo la noche les da sosiego a las hadas gracias a la...
-... quietud. Son como vampiros, ¿no?
En un suspiro, Perry prosiguió su explicación:
-No es lenguaje monótono el que estás leyendo. No estás leyendo de hecho, o no debieras. Debes hablarlo, expresarlo, y no estás expresando nada.
-¿Cómo...?
-... te sentirías si estuvieras en la situación de Puck? Este es el final, ya todo está bien en la historia, todo está resuelto, y Titania está en la escena, reconciliada con su esposo.
Perry, quien no había parado de pasearse detrás del sillón mientras ensayaban, dijo:
-No tiene sentido. No veo ninguna química entre Titania y Pe... y Oberon. Son como... pizarrones en blanco.
-Es porque los sirvientes siempre pasan más tiempo con los reyes. Los asisten en todo -explicó Perry- . Pero este de aquí es especial. Puck hace lo que quiere, pero aún así es fiel a su señor. Es torpe, testarudo...
-¿Testarudo? Yo le veo sumiso.
-No. Si lo actúas de esa forma será aburrido.
-Pero se debe ser fiel al libreto.
-El libreto son líneas. Debes ponerte en el lugar del primer director. ¿Cómo querría él que la relación de Oberon y Puck fuera expresada? Están en un escenario, piensa, todos los personajes son hombres y cada vez que se encuentran dos personajes hombres, fieles el uno al otro, algo hace que su relación sea ambigua.
-No quiero ambigüedad. Por eso estoy feliz de que el beso quedase afuera.
-Por eso se besan. Le quita ambigüedad y al mismo tiempo resuelve el subtexto. Desde ese beso casual, no queda duda de las intenciones de Oberon para con Titania. Queda claro que el beso no significa nada más que un impulso.
-Has actuado este papel, lo sabías -dijo Elliott, deteniendo su larga caminata de león enjaulado- . Pensé que, dado que en Inglaterra hubo conservadurismo en la representación de la obra, no habrías visto la intención escondida.
-De hecho, la versión que hice con mi grupo de teatro es igual a esta. El beso está explícito en las líneas. De seguro la versión que tenemos aquí es la traducción de la inglesa. Las letras viajan rápido.
Elliott tragó, mirándolo pasmado. Perry esperó, con esperanza de que no le preguntara por el Oberon de ese tiempo.
-¿Cómo decías tú este parlamento?
-No es decir...
-¿Cómo actuabas este parlamento? Este párrafo -dijo colocándose frente a la silla. Indicó la página en la que estaban, ocupada casi en su totalidad por el parlamento de Puck- Recítalo.
Perry aceptó hacerlo.
Su parlamento estuvo lleno de sonrisas. Fue como ver a un niño recitando un poema que había conocido en su anterior vida. Las líneas fluyeron magníficas y naturales, pero solemnes y teatrales, y no obstante sutiles. Perry no exageraba y no sonaba para nada seco en su hablar. Y lucía más gentil de repente.
-Por supuesto, mi aspecto lucía más apropiado en ese tiempo -se excusó, pasándose la mano por la nuca- . Dirán que el aspecto no importa, pero a veces hay que hacer caso a lo superficial. Tú encajas con Puck casi perfectamente.
¿Casi perfectamente? Elliott se sintió ofendido.
-¿Qué es lo que falta? -preguntó.
-Los últimos en hablar son Oberon y Titania...
-No, quiero decir, ¿Qué me diferencia de Puck?
-El cabello dorado te da inocencia. Una inocencia que no es real -dijo Perry, mirándolo al rostro. Elliott sonrió, bajando la cabeza. Perry se levantó del sillón por fin.
-¿Y Oberon?
-Oh, conmigo estamos bien. Quizá un poco más de fuerza estética habría ayudado -dijo Perry.
Elliott le dio la razón. Su postura era demasiado estilizada para Oberon. Había una razón por la que los trajes le quedaban perfectos.
-Tal vez si pintamos sombras en... tu torso cuando te vistan... y colocamos pelo artificial...
-Hm, tengo la sensación de que Persefone ya tiene nuestros trajes listos. Son para este Sábado.
-Oh, es verdad.
-Quiero practicar mis escenas ahora. Creo que buscaré una forma nueva de... interpretarlo. Estoy sin quererlo imitando en mi cabeza el modo en que mi compañero de teatro lo interpretaba.
Se quedó en silencio de repente, pensativo. Fue a tomar su libreto de encima del mueble de biblioteca.
-Ahm... -dijo. Elliott se removió, inquieto. Su voz había temblado- Vamos afuera, necesito aire.
El vampiro asintió. Vio sus ojos un poco rojos de sangre y apartó la mirada, turbado.
-Ahm... si te parece, tengo una idea de donde podemos ir -dijo Elliott- . ¿Te gustan las techumbres?
-No, pero me gustarán.
Subieron al techo de la cosa, donde Elliott había estado por horas durante el día.
-Hay que tener cuidado con las tejas... -dijo Elliott.
-Rayos...
Perry resbaló, cayendo pesadamente sobre unos cuantos. Elliott se volteó a verlo, preocupado.
-Creo que sigo siendo humano en algunas cosas.
-Sólo te falta confianza. Los vampiros somos como gatos. Si pisamos bien, podemos pasar entre un montón de cilindros parados sin botar una solo.
Perry se quedó donde estaba, sin atreverse siquiera a levantarse. Elliott se devolvió y se sentó a un discreto metro de distancia que Perry no dejó de notar.
-¿Qué edad tenías cuando actuaste por primera vez? -le preguntó, con curiosidad.
-Diecisiete -dijo, escueto.
Se volteó a mirar a Elliott, y ante la atención que le daba el vampiro, se extendió en el tema.
-No lo he hecho desde entonces. Será nostálgico pisar un escenario otra vez. Había cierta magia en hacer lo que hacía en ese entonces. Todo era falso, pero nada en mi vida... era tan verdadero como eso. Ponerme en los zapatos de alguien más me hacía sentir como... si estuviera haciendo un bien por alguien.
Perry se volteó hacia él de nuevo, esperando alguna palabra de él. Sin embargo, Elliott quiso seguir escuchándolo.
-Oscar era el mejor de nuestro grupo -dijo- . Él interpretó a Oberon, a Antonio de El Mercader... Fui coprotagonista con él muchas veces. Estuvimos juntos por meses...
En ese punto se silenció a sí mismo, su rostro vuelto en blanco.
-Lo siento.
Elliott no cayó en la cuenta de inmediato.
-Ya no me incomoda -dijo rápido. No supo qué tan cierto era- . ¿Tuviste que besarle en esas representaciones?
Perry asintió con la cabeza. Sin embargo, una cierta melancolía se apoderó de su rostro de nuevo, y se recostó sobre las tejas olvidándose del reflejo humano de caer que se había apoderado de él al subir hasta allí. Se recostó con el cuidado de un gato y las tejas ni siquiera sonaron. Elliott se quedó inmovil, observándolo, y sintiendo su respiración más viva. Sólo cuando sintió el aroma de Perry inmiscuyéndose dentro suyo, supo que su respiración había respondido al deseo de sentir ese aroma en su interior. Era lo que pasaba con el aroma de las flores, la orilla húmeda del río o los pinos después de la lluvia. Su cuerpo respondía al deseo inconciente de hacer esos aromas suyos, dejando que entrar para formar parte de él.
Vio la tragedia suceder allí mismo, al darse cuenta de aquel sentimiento que le corroía. Desde cuándo, no lo sabía, pero sospechaba que el momento exacto tenía que ver con el repetino silencio de Elliott desde hace unos días, el silencio que se apoderaba de él cuando viajaba solo, sin Compañeros, y que él adquirió en una necesidad muda de contemplar la vida de Perry como un espectador.
Se recostó sobre las tejas él mismo, forzándose a dejar de mirarle. Perry permaneció ignorante a sus contemplaciones, y comenzó a recitar el parlamento que había prometido ensayar allí sobre las techumbres. Elliott deseó que parara, al escuchar cada palabra en la voz profunda y placentera de Perry acariciando en forma de ondas los vellos minúsculos y blancos de su cara. Cerró los ojos y sus sentidos se encendieron como almenaras, y mientras hablaba, sólo mientras hablaba, sintió la copa de sangre de la cena consumirse en el calor del placer más simple y humano. Perry era música para sus oídos.





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Es esa tendencia del ser humano a desear que todos los que le rodean entren en una cajita con una etiqueta que ellos aprueben. Si uno no entra en ese cajita, uno es rechazado socialmente.
Tenemos que destruir esa cajita, porque el ser humano es complejo por naturaleza. Todos somos diferentes y aceptables, a menos que uno sea un sacoehuéa abusivo con tendencias dictatoriales.

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