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Fueron en carruaje a Paris. Viajaron todo lo que quedaba de oscuridad. Los parajes se sucedieron entre ellos, pero Persefone no dejó de hablar por el resto de la noche, haciendo más y más preguntas a Jude, a quien admiraba en secreto por lo que veía. Perry, por su parte, supo escaquear su interrogación inicial, y se dedicó a observar cómo Elliott rogaba por la atención de ella, probablemente viéndola como posible compañera, ya que Marion ya tenía a alguien de quien serlo.
El carruaje era de asientos de gamuza, probablemente traída de las Américas, y estaba teñida de burdeo. El forrado de las puertas estaba pintado a mano, sin duda de exportación oriental, y las cortinas, por su parte, tenían el mismo color burdeo, pero su material era más sedoso y delgado que el de los asientos. Y el cochero... bueno, el cochero era algo curioso: no era un No Muerto, y sabía perfectamente los horarios de sus amos, ya que cuando dieron las cinco de la mañana según el reloj de Persefone, los caballos aceleraron la marcha. Para ese entonces ya habían entrado a París, y Perry comenzó a ver los faroles que iluminaban la ciudad, más brillantes que cualquiera que hubieran visto.
-Esas son farolas Yablochkov.
-Es asombroso -dijo Marion.
Perry apartó la mirada de la ventana, y buscó con la mirada una reacción parecida en Elliott, pero este no miraba las farolas de esas calles de guijarros, sino a él, lo cual lo dejó helado.
-Me gustan las catedrales. Son generosas con las ciudades en que son construídas. Les da a las vidas de la gente un motor para existir.
Nunca esperó oír un pensamiento de ese tipo de los labios de Elliott. Había esperado que fuese desdeñoso ante tales construcciones de piedra basadas en la superstición de millones.
-Pensé que no las aprobarías. ¿No crees que el dierno invertido en construcciones tan complicadas podrían aprovecharse en construir casas para la gente?
-Pero ellos no harían eso, ¿o sí? -dijo Elliott con una sonrisa resignada.
Elliott finalmente se volteó a mirar por la ventana, y Perry apretó la mano de Marion entre las suyas, imaginando que era la de este. Sentía que por fin Elliott estaba renunciando de su ahínco por ser desagradable, al menos con él.
Llegaron a la casa de Persefone y Philip cuando los faroles ya comenzaban a ser apagados. En ese punto Jude comenzó a tensarse, pero el cochero abrió las puertas rápidamente, mientras los caballos producían espuma por la boca. Marion se preguntó por la dieta de estos dada esa muestra de tan buena salud, y les vio el pelaje sudado pero brilloso.
Perry la arrastró dentro de la casa desesperado una vez que Persefone abrió las puertas dobles. Jude corrió tras ellos, mientras Elliott se quedaba acariciando al caballo, y una vez dentro se detuvieron a descansar, dada la sed que tenían luego de una noche entera de viaje.
-Les daré algo de vino. Parecen famélicos.
-¿También le llama de esa forma, señorita Persefone? -preguntó Jude.
-¿Algún problema?
Entraron a la sala de estar. Perry fue a la entrada a ver qué tanto hacía Elliott, y vio que los caballos se habían calmado bajo su cuidado. Ya no había rastro de cansancio en ellos.
-Ven. Persefone tiene de beber -lo llamó.
-Espera.
-La medida de una botella de litro -le dijo el cochero a Elliott, mirándole con gran agrado.
Era cerveza. El cochero les daba cerveza a los caballos.
-Es para hidratarlos, pero también para que suden -le explicaba al chico- . Bajan las temperaturas y no sudan los suficiente, y la ama les da demasiado de comer.
-Eso es genial. Les da cerveza a los caballos, Perry -le dijo a este.
-Sí, parece genial. Vamos, o no nos dejarán nada.
Adentro, Persefone les servía copas de sangre en una espectacular sala de estar por la que se accedía a través de unas escaleras. Esa parte de la casa, que se encontraba al fondo de todo, parecía haber sido construída con cimientos más hondos que a los que estaban acostumbrados, si bien no habían sido estos ocupados hasta la superficie misma, dejando un espacio de diferencia con el resto de la casa, la cual estaba diseñada con una simetría perfecta desde el amplio hall con escaleras que llevaban al segundo piso, hasta esa sala de estar, la cual era adornada por una complicada chimenea diseñada para atraer la vista de los visitantes, con paneles en bajorrelieve de estilo marcadamente ecléctivo, que hacían referencia a la arquitectura árabe del sur de España con miras hacia el barroco francés. Perry de pronto entendió la pregunta de Persefone, y se sintió a salvo de un posible interés de parte de ella.
-¿La mandó a construír usted?
-Sí. Fue terminada hace un año nada más. Antes de vivir aquí, vivíamos en Palermo, cerca de la catedral católica romana.
-Ahora entiendo el diseño interior de la casa. ¿A qué se debe el amor por la arquitecture árabe? Sé que puede ser un estereotipo, pero no están ustedes en guerra con los árabes?
-No son los árabes, con el Islam. Pero no puedo negar mi gusto por su arquitectura, es algo a lo que no me puedo resistir. ¿Cómo podría si viví por cincuenta años cerca de esa Catedral, pasando todas las noches frente a ella? Philip incluso mandó a poner más iluminaciones en los alrededores, para que yo pudiera disfrutarla por la noche.
Perry le sonrió a Philip, admirado. El hombre le hizo un brindis con la copa, mientras Persefone los clisaba con la mirada.
-¿Llevan como compañeros mucho tiempo? -preguntó Marion, viendo a Jude contemplar los paneles junto a la chimenea, en regular vigilandia de Elliott.
-Cuarenta años, pero tenemos mucha más edad que eso -dijo- . Philip es Escocés, yo no soy de ningún lugar, pero nos encontramos en Berlín hace casi medio siglo. No obstante, decidimos establecernos aquí.
-¿No es de ningún lugar? -dijo.
-Estaba en una tribu de gitanos cuando fui raptada y convertida. Incluso estaba casada y con un hijo alcanzando la adultez. Pero separarme de todo eso fue casi un regalo. No soportaba a ese viejo bribón que tenía de marido.
Tomó el último sorbo de vino, inmune ante los efectos inmediatos. Perry no vio sus ojos brillar como le sucedía a Marion al inicio de todo aquello. Debía ser como agua para ella, y pudo comprender que no era sólo su seguridad la que se había llevado consigo los años de vida eterna.
-Ningún vampiro tiene más de mil ochocientos años, entonces -dijo Philip- . Temía nunca conocer al primero.
Le hizo a Jude una inclinación de cabeza, y este respondió al honor haciendo lo mismo.
-Tienes todo el tiempo del mundo para eso -le dijo.
-No aquí en Francia -dijo Persefone, dejando la copa sobre la mesa- . Aquí no hay control, lo cual lo hace más emocionante, pero también más peligroso. La pasión puede matar, y aquí en Paris mata a vampiros por docenas. Si no sabes domarte a ti mismo, puedes matar a quien amas.
-Muchos de nuestros congéneres se funden en riñas cada noche, en algún rincón del país, pero especialmente en París -dijo Philip, mirando a Persefone de reojo- . El lugar más libre de vampiros es el sur.
-Nos dirigimos hacia el sur -dijo Jude. Perry frunció el ceño, habiendo pensado que lo mantendría en secreto- . ¿No quieres cambiar un poco el paisaje y acompañarnos?
Persefone miró a Perry, y este notó de nuevo ese interés sospechado cuando habló con ella por vez primera, en la Iglesia. Comprendió que no había sido una sospecha infundada.
-¿Usted irá también imagino, señor Jean-Pierre?
-Ese es el plan.
-Jude es su guía.
-No. Eloy es su guía -corrigió Jude.
-¿Eloy? -dijo Persefone, genuinamente confundida.
Se había olvidado de él al parecer. Elliott hizo un gesto con la mano desde el frente de la chimenea. Había estado allí todo el tiempo, a pesar de que el fuego podía enceguecerlo más.
Persefone se quedó sorprendida ante lo blanco de sus iris, tras verlo en la Iglesia sólo con las gafas puestas.
-Pero tú creaste al señor Whitmore -dijo Philip, indicando a Jude- . No entiendo el arreglo de ustedes.
-Si el creador está junto al vampiro convertido, lo lógico es que sea su guía, su compañero. ¿No es así con todos?
-No. Contigo no es así el caso, por lo que veo -dijo Jude.
-¿Entonces por qué ceder a Jean-Pierre Whitmore a un vampiro más joven?
-Eloy tiene casi mi edad. Te lo dije en la Iglesia. Y no es compañero de Perry, sólo es su guía.
-Sigue siendo más joven. No alcanzó a desarrollarse por completo, ni siquiera alcanzó a ser todo un hombre. El arreglo no es lógico.
-Eloy no ha tenido Compañero por muchos años, y pretendía cederle a Perry, pero Perry ya tiene a una Compañera.
-A quien aprovechó de convertir también por el bien de convencerme de quedarme con él -explicó Elliott- . Esto se hace en todas partes. Compañeros que roban Compañeros, Compañeros que manipulan para conseguir el favor de aquellos a los que han deseado a su lado, Compañeros que matan a los suyos para cambiar de aires... Sucede todos los días.
-Pero tú y ella no hablan. No los he visto intercambiar más que un “Lo siento” desde que los vi. Has terminado por elegir a Jean-Pierre Whitmore.
-Yo no le he elegido...
Marion se tensó junto a Perry.
-Prácticamente orbitas a su alrededor. ¿Cómo explicas eso?
Elliott tragó, nervioso, y Perry pudo sentir su flujo sanguíneo alterado. Tendría sed más pronto que ellos si no se calmaba. Persefone, después de todo, estaba viendo mal las cosas.
-No orbito a su alrededor, sólo... me entiendo mejor con él. ¿Tienes biblioteca? -preguntó de la nada.
Philip le llevó a la habitación por la que había preguntado. Elliott caminó con paso apurado, evidenciando su interés por escapar de allí. Jude, por su parte, no mostró más que hostilidad ante la mención de esto, y cuando Perry cruzó miradas con él, por un momento pensó que le prendería fuego.
-Podemos ver la casa. Se ve que hay mucho que ver -le dijo a Persefone.
-Por supuesto. Acompáñeme.
Marion se quedó donde estaba, a pesar de la palmadita de Perry en su hombro que indicó que le siguiera. Se limitó a volver la cabeza en su dirección y moverla de derecha a izquierda.
-Marion...
-Ve.
Eso lo confundió, y se habría quedado si no hubiera sido porque Persefone le llamó para que le siguiera el paso. La escena que dejó en la sala de estar fue fría, pero no pudo parecer otra cosa que extraña, a pesar de lo lúgubre que volvía Jude los lugares que pisaba.
En cuanto se hubieron ido, Jude sacó el mapa con el curso trazado por Elliott. Marion le oyó desplegarlo sobre el suelo embaldosado.
-¿Cómo luce la sala estar? -preguntó la joven, sentándose en una silla- Y no me mires con lástima.
-No estoy...
-Apuesto a que sí.
Jude dio un suspiro.
-La chimenea...
-Perry comentó algo sobre un diseño ecléctico. Ellos dos tienen tanto en común, aunque supongo que Persefone sabe estas cosas porque lleva mucho tiempo... caminando por la Tierra. Naturalmente ha aprendido cosas.
-Tú también eres culta en ciertas cosas. ¿Qué sabes que los demás no?
-Sé francés y alemán. Sé bordar, aunque nunca fui muy buena. Sé dibujar y pintar, pero... no soy particularmente creativa en ello. Sé de pintores, supongo... Mi favorito es Toulousse -Lautrec, y esperaba ver un original si venía a París de nuevo, pero...
Tragó, jugueteando con la tela de su pantalón. Jude comprendió que no le interesaba el diseño de la sala de estar, y que lo que le ocurría era un problema de mujeres, y no sabía lidiar con problemas de mujeres. El humor de estas era incomprensible, y si bien Marion Swerzvelder le agradaba, no se sentía capaz de darle ánimos por sí mismo.
Sin embargo, hizo lo que le había visto hacer a Él muchas veces en vida, y que lograba calmar a los necesitados de maneras mágicas, como un vampiro con habilidades para cambiar el humor. Fue donde Marion y le rodeó las manos con las suyas. Sin embargo, no le dijo nada.
-¿Cómo luce el suelo? -preguntó la joven.
-Tiene forma de laberinto.
-Como la Catedral de Amiens. Perry comentó que había un laberinto, y que Eloy se paró en el centro. Claro que ahora le llama Elliott.
-Sí, lo noté -dijo Jude, de malhumor. Le soltó las manos.
Miró el trazo de Elliott. Los tuneles lucían más fáciles de recorrer después del trazo hecho por el chico. Sin embargo, la entrada que había definido estaba al norte de París, y ellos estaban justo en el centro, en la mitad de la extensión del río que cruzaba la ciudad. Pero según el mapa había una entrada a los túneles en el Jardín de Tuileries, ubicado al noreste de la casa. De hecho, uno de los túneles pasaba directamente por debajo de ellos, y se unía con la ruta trazada por Elliott, que los llevaría sin demasiadas curvas hasta Languedoc, al pueblo de Rennes Le Chateau. Sin embargo, en un paso por Clemont-Ferrand había un paso que estaba inundado, según Jude sabía. A Elliott se le había escapado ese detalle.
-Rayos...
-¿Qué ocurre? -dijo Marion, quien había permanecido callada.
-Hay un paso cerrado.
Marion se levantó del sillón, y sin que Jude entendiera porqué, tocó el mapa por el borde, como si el que lo revisara sirviera de algo: no podía verlo.
-¿Con qué trazó Elliott las líneas?
-Carboncillo.
-¿Qué tipo de carboncillo?
-No lo sé. ¿Duro?
-¿Dónde está el paso cerrado? No creo que Elliott haya cometido un error en esto.
-No es imposible que se equivoque, ¿sabes?
-Le dijo a Perry que el trazado no tenía errores. Indícame el paso cerrado.
-¿Qué vas a hacer?
-Algo muy simple.
Jude colocó la mano de Marion en el sector del mapa, y la joven tanteó sobre el papel, trazando un paso que describía una curva hacia la derecha del camino desde el norte.
-Elliott debe conocer un camino alternativo. Lo trazó con el dedo.
-¿Cómo puede quedar rastro de la presión?
Marion le tomó la mano y le hizo presionarla en el lugar. Sin embargo, Jude no tuvo tiempo para tratar de vislumbrar por medio de su tacto el lugar indicado por Marion. Unos calores le vinieron al rostro cuando al inclinarse, la insinuación de busto en el torso de Marion se hizo presente.
Sintió buena parte de la sangre consumida gastarse en ese instante, mientras trataba de convencerse a sí mismo de que aquello no era posible. Después de todo, ¿De qué servía una mujer que tenía tan pocos atributos? Sin embargo, el amago de ellos estaban ahí, dejando espacio para la imaginación. ¿Por eso le parecía eso más atrayente que la obviedad de Persefone? Persefone era asombrosa.
Marion era una sombra pálida al lado de aquella mujer, y sin embargo, un hombre que gustaba de otros hombres como Jean-Pierre, había tocado a aquella criatura casi andrógina cuyo mayor atractivo era ese cabello inacabable.
Les recordó durmiendo abrazados cada día, la forma sumisa en que Marion se dejaba acunar por Perry, lo que no encajaba con el poder que decía merecer como mujer durante el día. Simplemente no tenía sentido si durante las horas de sueño tomaba el rol que la naturaleza le había dado: el de la quien es protegida, y no de la que protege.
Mientras pensaba en esto, imaginó a Elliott debatiéndole aquello en su idealización de las mujeres, para luego contradecirse por su idealización de Perry, un hombre.
¿Qué había llevado a Elliott a decir que se entendía mejor con él? Le conocía hace muy poco tiempo, ¿o es que secretos habían sido confidenciados durante esas tres semanas de soledad conjunta? Tal vez si le decía lo que Perry solía hacer con otros hombres, cambiaría de opinión.
Elliott leyó en la biblioteca todo el día. Podía oír el ruido de la ciudad por la ventana, pero permaneció dentro de la casa, conciente de que Perry estaba en algún lugar siendo seducido en vano por Persefone. Sin embargo, a eso de las tres de la tarde, cuando ya sentía la boca seca, la vampireza se presentó en el lugar con la expresión de quien ha sido la protagonista de una epopeya.
-¿Qué lees?
-”El Mercader de Venecia”.
-Oh, la colección de Shakespeare. Esa edición es de mil ochocientos setenta.
Elliott miró la fecha de publicación.
-Pero apuesto a que tú fuiste a ver una obra en vivo.
El joven vampiro la miró con cierta timidez. Era una mujer bellísima, y explotaba sus atributos sin tapujos.
-Una vez en Italia vi “Romeo y Julieta” en... italiano.
-El idioma original, podría decirse -dijo Persefone- . Pero no hay como verla en inglés. Las traducciones nunca son perfectas. Jean-Pierre me comentó sobre cómo nunca había tenido con qué comparar, ya que sólo había visto las obras de Shakespeare en inglés, desde fuera y desde dentro.
-¿Desde fuera y desde dentro?
-Es actor. Creo que nada más podría hacerlo más perfecto, eso y su fidelidad de hierro -dijo con un marcado todo de frustración- . Sin embargo, accedió a participar en la representación de teatro que tenemos fijada para el próximo sábado.
-¿En sábado?
-No soy judía practicante, querido -dijo la vampireza, caminando hacia las estanterías.
Parecía auténticamente decepcionada por el rechazo de Perry, ya que con “fidelidad” se había referido a esto. Persefone no había sospechado nada acerca de la verdad, y no pudo más que sentirse aliviado. No sabía nada sobre el nivel de tolerancia de esa mujer y no quería ver a Perry expuesta a tales prejuicios, no después de haberlo visto experimentar los suyos.
Había estado tan equivocado.
-¿Qué obra representarán?
-Perry dijo saberse los diálogos de Bassanio y todos los de Sueño de una Noche de Verano. No tiene edad para ser Bassanio de El Mercader de Venecia, por lo que queda sólo la opción de Sueño. Podría ser Teseo, Egeo u Oberon. Tú... -Indicó a Elliott, ante su sorpresa- podrías ser Puck. Eres lo suficientemente... menudo.
Elliott se miró a sí mismo, mientras Persefone le registraba.
-No sé actuar. Nunca he actuado.
-Todos pueden actuar, y tú tienes carisma.
El chico la vio hipócrita. Si era tan carismático, ¿por qué apenas lo había notado al momento de conocerlos a todos en la Catedral de Amiens? Pero sabía que no era su culpa, no con el nivel de interés que le había despertado por Perry. Era comprensible. Perry lucía abordable, amable... Él sólo era una sombra pálida y de ojos involuntariamente amenazantes que no gustaba de la conversación. Perry era luminoso.
-Vamos, acepta. No tengo a más opciones para Puck -insistió, sentándose coquetamente junto a su sillón, y apoyando las manos en el posabrazos. Elliott apartó su brazo, cohibido- . No haremos el Mercader, y sabes porqué. Es una ofensa para mi pueblo.
-El judío era una mala persona.
Persefone alzó las cejas, mirando su rostro con atención, con más atención de lo que hubiera esperado.
-¿Eso crees? -dijo con dulzura en la voz. Al igual que Perry, debía verlo como sólo un chiquillo- ¿Pero no crees que despojarlo de su religión fue un castigo exagerado? Fue en respuesta a las ofensas de Antonio. ¿Quién no reaccionaría ante eso?
-Nadie -respondió.
Persefone sonrió, mirando su rostro con atención.
-Siento no haberte notado antes. Estaba concentrada en otra cosa.
-No importa -dijo el chico.
-Dile a Jean-Pierre que me disculpé contigo.
-De acuerdo -dijo el joven, extrañado.
Persefone sonrió, satisfecha.
-Qué guapo eres -le dijo, apretando su mejilla.
Elliott sonrió nerviosamente, y tragó, apabullado por aquel contacto. Se sintió sorprendemente bien.
Finalmente la vampireza se levantó del suelo y, meneando su vestido tras ella, salió a trote de la biblioteca.
Persefone le había contado prácticamente toda su historia. Era una historia entrevesada llena de altos y bajos, que no obstante se había mantenido en altos desde el momento en que se convirtió en vampireza. Su vida como humana la había hecho amar la que ahora poseía, ya que por fin tenía todo lo que deseaba sin sentirse culpable por ello.
Tras ser casada a los quince años con un hombre veinte años mayor que ella, tuvo la cantidad no baja de ocho niños, de los cuales Persefone sólo había mencionado uno a ellos. Probablemente no quiso que la vieran como una mala mujer al haber abandonado a sus hijos. Pero no era posible que una mujer que se había transformado en vampira hubiese abandonado a sus hijos llanamente. La transformación conllevaba un período de sed constante que no obstante Marion y él no habían experimentado, y esa sed constante podría haber matado a los hijos de Persefone, de no ser porque ella se alejó de ellos. Tenían a toda la tribu para cuidarlos, de todos modos, dijo Persefone, con cierta nostalgia. Le confesó con ello que lo único que extrañaba de esa vida era la comunidad. Todos crecían juntos, se criaban juntos y por tanto había poca posibilidad de culpar a los padres de los errores, porque eran todos los adultos y todos los niños quienes formaban el carácter de un niño, no las dos personas que lo habían concebido. Había muchas más fuentes de aprendizaje detrás, la cual hacía de cada niño en la tribu un ser capaz y sin complejo de víctima, como le pasaba a muchos niños actuales. Perry había presenciado esto en sus propias clases en la Universidad, jóvenes que despotricaban contra sus padres, culpándolos de sus propias caídas, esto por ser mucho más fácil que el reconocer la buena parte de responsabilidad en esas caídas. Obviamente había casos en la responsabilidad de los padres sobre la personalidad de un niño era totalmente determinante.
Persefone había alcanzado a criar apropiadamente a sólo cinco de sus hijos, los demás quedaron a medio camino. Cuando renació como vampira apenas se acordó de ellos, y se largó a cazar lejos del lugar del campamento, gracias a la intervención del vampiro que la había mordido y transformado. Gracias a tal acción. Persefone no tenía rencor contra quien la había creado, cosa de la que no podía alardear Perry.
El vampiro que la hizo, no obstante, la dejó después de sólo cuarenta años de acuerdo conjunto. Para ese entonces ya era dueña de sí misma. Tomaba sangre cuando le era necesario, por lo que era medida a la hora de alimentarse.
-Aunque de vez en cuando, necesitas un poco más para performances que requieren más de uno mismo -le dijo, mirando por la ventana- . Por otro lado, Philip tiene una gran habilidad para hacerme feliz en todos los campos posibles, pero carezco de mayor apego que el fraternal por él. Me han dicho que es algo común y corriente entre los vampiros, la falta de pasión. La pierdes con los años, y ya no eres capaz de sentir cosquilleos ni necesidad extrema por otro de tu especie. Necesitas percibir mucho más que sangre ajena corriendo por sus venas. Necesitas vida.
-Entonces... hay vampiros que se han enamorado de humanos -dijo Perry.
Persefone sonrió. Sus mejillas redondas fueron elocuentes.
-Sólo fue una vez -confesó la mujer.
-Hablas de cosas que yo, con dos meses de vida como vampiro, ya empiezo a olvidar. Y que he experimentado. Estuve con un humano recientemente. Fue muy rápido, pero me hizo sentir cosas que siento olvidadas.
Persefone le miró pasmada.
-¿Y le mató?
Perry frunció el ceño. Una pregunta directa, casi maleducada.
-No. Por supuesto que no.
-Cuando se está con alguien como vampiro, su cuerpo se desgasta. Y cuando termina tiene una sed que mataría a ejercitos, señor Whitmore.
Perry la escuchó atentamente.
-Incluso al estar con otro vampiro se cae en el riesgo de matar. Si acaba primero que quien le acompaña, querrá su sangre desesperadamente, aunque le quede sólo un poco, y luego buscará más. Por eso las parejas de vampiros no duran: siempre muerte uno primero.
Perry tragó, mirándola horrorizado. Pero con tantos años de vida de vampireza, Persefone debía decirlo con fundamentos.
-O no muere, queda como una planta, quieto pero vivo.
El vampiro asintió.
-No olvide eso, señor Whitmore. En cuanto a la atracción más carnal, no es frecuente el sentirla por otro vampiro. Como le dije, ha matado a los pocos que la han experimentado. ¿Hasta ahora, ha visto a una pareja de vampiros enamorados? Probablemente no, porque todos parecen muertos en su vivir diario, incluso los Jueces de la Ciudad Bajo Tierra. Fui una vez. Aquellos seres están llenos de sangre, casi pesados de tal cantidad que corre por sus venas, pero están más muertos que nosotros. Lucen más color en la piel pero tienen la mirada muerta. ¿Los recuerda? Ustedes estuvieron allí.
-Sí. Los recuerdo. Y no vi ninguna pareja de vampiros.
-Sólo usted y Marion Swerzvelder. Ella tiene los ojos más vivos que esos sujetos.
Pareció sonreírse mientras hablaba de ella. A Perry le sorprendió dado lo poco que pareció tomarla en serio cuando intercambió unas pocas palabras con ella en la Iglesia, en Amiens.
-¿Sus ojos se quemaron por contacto con el sol?
-Sí. Estaba amaneciendo. Ocurrió mientras yo aún yacía en el ataud esperando a por renacer.
-¿Fue puesto en un ataud?
-Sí. Jude dice que da cierta ventaja. ¿Ventaja en qué?, no lo sé.
Persefone en ese punto se calló por un largo rato.
-¿Y cuándo salió del ataud, Marion ya estaba como ahora, controlada?
-Sí. Fue la quemazón de sus ojos la que la despertó, la impresión por verse cegada.
Persefone asintió con la cabeza.
Estaban en un salón de estudio de la casa. Era innecesariamente amplio, como el resto de las habitaciones de la casa, pero cuando Persefone se levantó y se paseó por todo el lugar pareció dar utilidad a su ensimismamiento.
Aquel sitio estaba adornado de barroco. Había una gran pintura de trampantojo en lo alto del techo abovedado, e incluso a tan poca altitud, en comparación con las bovedas de las Iglesias barrocas, la ilusión se creaba desde allí sentado al medio de la sala, frente al escritorio principal que marcaba protagonismo frente a las mesas de los bordes, llenas de mapas, globos terráqueos, pinceles, atriles de escritorio, retratos ovales.
El suelo, al igual que el del salón, estaba dispuesto como un laverinto, esta vez en blanco y rojo cobrizo. Perry se perdió en las líneas que se dirigían hacia el centro del salón, tratando inconcientemente de averiguar el camino correcto. Pero la línea que estaba siguiendo quedo abruptamente interrumpida.
-Señor Whitmore, ¿es completamente fiel a Jude?
-No. Sólo le sigo porque no tengo otras opciones. No soy un cazador completamente capaz aún.
-No confía en él.
-No. Siento que guarda muchos secretos. Espero no le comunique de esto.
-Si se permitiera otras opciones ¿Se quedaría aquí en París?
Perry levantó la vista hacia ella. Su mirada era penetrante.
-Por supuesto. Yo y Marion nos quedaríamos.
-Marion querrá seguir a Jude. Son fieles el uno al otro.
Eso le pareció fuera de lugar dado su propia observación de ellos dos. Marion y Jude no eran fieles el uno al otro, y por ningún motivo preferiría seguirlo a él.
-No, ella y yo somos compañeros -dijo.
-Elliott dijo algo que es muy cierto, señor Whitmore. Los Compañeros se cambian e intercambian constantemente, por celos, por engaños, por... aburrimiento. Nuestra especie está en constante aburrimiento, y pasar toda la vida con la misma persona es tremendamente estresante. Necesitamos cambiar de Compañeros de vez en cuando, especialmente con lo poco que nos atamos a ellos.
-Hace dos meses que nos convertimos en vampiros. Aunque pudiéramos aburrirnos el uno del otro en el futuro, aún ha pasado muy poco tiempo desde que... de hecho nos conocimos. No ha pasado siquiera un año desde que Marion y yo nos comprometimos para luego casarnos. Además, cuando se es vampiro, se crea un lazo de dependencia. Jude lo describió como algo casi instintual.
-Esas son teorías suyas basadas en su obsesión por un vampiro al que convirtió tempranamente en su vida. ¿Quién podría soportar a un ser tan vacío por tantos años? Y ese grado de dependencia es biológicamente imposible: nuestra alimentación se basa en sangre prestada, y con el tiempo tu dependencia por ella hace que cada vez sientas menos excitación cuando la tomas. Luego es como agua en nuestros paladares y deja de ser una droga que nos levante a hacer locuras, a hacer cosas impulsivas, y parte de esa vaciedad de sentimiento se expresa en el poco apego a nuestros congéneres, apego que sólo puede ser despertado por seres humanos, seres vivos. ¿O cómo crees que es posible la supervivencia? Si no sintiéramos atracción hacia la vida que corre por las venas de los seres humanos, no nos alimentaríamos de ellos con tanta urgencia como lo hacemos ahora mismo. Es como el sexo. Cuando nos crearon, se nos puso un instrumento que nos permitía excitarnos para que la reproducción humana se acelerara. Está todo bien planeado, señor Whitmore, y el plan de quien nos creó como especie era el de que nos multiplicáramos.
-¿Y cómo explica el que algunos de nosotros creen Compañeros mediante la cesión de sangre propia hacia ellos? Debemos darle de nuestra propia sangre prestada para que se conviertan en vampiros, y eso es empujado por ese apego deseado, señorita Persefone.
Persefone se sentó en el escritorio, junto a la silla en que Perry estaba sentado.
-Esperanza -susurró- . Al morderlos, parte de la vida que tienen como humanos aún se sostiene de ellos, como una peste. Y nosotros percibimos esa peste en ellos, y pensamos: lo quiero para mí -Persefone tragó, y dio un suspiro de melancolía- . Pero luego la transformación acaba y ya no son lo que eran en vida. Ya no huelen igual, ya no se sienten igual y sus pieles se han endurecido y enfriado. Son como muertos vivientes, sin sentimiento más que el de beber sangre.
-Entonces es una ilusión -dijo Perry con sarcasmo.
-Una ilusión creada para que creemos más y más como ellos. Obviamente hay un fin en ello, fin que no quiero conocer.
-Jude quiere ir a Languedoc para saberlo.
-Será un viaje inutil. Cuando encuentre la verdad, apuesto mi vida a que no será agradable. La única utilidad de ese sitio son sus escondites. Puedes quedarte en sus catacumbas cientos de años sin nunca ser encontrado.
Perry bajó la mirada, entristecido. Luego recordó lo dicho por Persefone acerca de la obsesión de Jude por Elliott.
-¿Y qué hay de la obsesión de Jude por el vampiro que creó hace mucho, Eloy Dattoli?
-¿Eloy Dattoli...? Elliott...
Persefone frunció el ceño, haciendo la conexión.
-Él es el vampiro -masculló.
-Sí.
-Ese es sin duda es un caso excepcional -dijo Persefone- . Tal vez es sólo culpa.
Perry dio un suspiro, exasperado por su testarudez. No obstante, había cierta lógica en lo que había dicho.
-¿Querrá quedarse con Marion aquí, entonces? -preguntó Persefone.
-Sí -dijo Perry, levantándose de la silla.
Persefone sonrió, mirándolo de manera significativa.
-¿Qué?
-¿Qué hay de Elliott Dattoli? Lo llamó Elliott, antes.
Perry no supo entender a qué venía Elliott a la conversación de nuevo. El acuerdo reciente sólo se trataba de Marion y él, después de todo cualquier excusa para dejar a Jude avanzar dejándolos a ellos atrás le era bienvenida.
-Él puede seguir con Jude.
-Él estaba sentado con usted en la Iglesia -dijo la vampireza, confusa- . Y él en efecto parece orbitar a su alrededor. Soy observadora, señor Whitmore. Elliott tiene gran admiración por usted o, si la teoría de Jude le es aplicable, apego. Pero usted no le corresponde. ¿Por qué accedería entonces a cuidar de él por mandato de Jude?
-No fue un mandato. Sólo es un favor que a veces me pide. Estuvimos divididos por dos semanas y me acostumbré a vigilarle, ya que Jude teme que pueda irse de nuevo de su lado.
-¿Por qué terminó usted solo por dos semanas con Eloy Dattoli?
-Jude me pidió que cuidara de él, ya lo dije.
-Eso no tiene sentido. Acaba de decir que su acostumbramiento a cuidar de él nació después de estar dos semanas viajando solos.
-Al principio fue... obediencia, supongo. Marion también me animó a vigilarlo, fue por fidelidad a ella. Ella se preocupa por Elliott.
-Entonces... ¿Sólo desea quedarse usted y Marion aquí?
-Sí -dijo Perry.
Persefone asintió, y sonrió de nuevo.
-¿Lo ve? La teoría de ese supuesto apego entre vampiros no existe. Usted siente la más total indiferencia por Elliott. Y es una suerte. Las parejas de vampiros siempre llevan a la muerte.
-La pasión mata -dijo Perry.
Persefone rió por lo bajo.
-Aprende rápido.
-No quiere decir que lo tome del todo en serio.
-Tal vez lo tome en serio cuando le suceda. Mientras, me da gusto ver su indiferencia por Eloy Dattoli. Así nos evitamos tragedias.
Eso lo perturbó. No era posible después de semanas de cacería juntos, los cuatro, se refería. Sin embargo, genuinamente no sentía urgencia porque Elliott permaneciera con ellos, menos dado el hecho de que Jude le deseaba a su lado desde que lo había transformado. No iba a batallar contra eso, no con el temor que sentía hacia Jude. La experiencia de este y sus años de frustración hacia su vida como vampiro, hacia no saber la verdad, le habían dejado claro a Perry que no era alguien con quien querer enfrentarse.
-No siento tanta indiferencia como usted hacia él, señorita Persefone -le dijo, insolente- . Apenas le notó cuando nos vimos en la Iglesia.
-Pasa bastante desapercibido. Es como... una página en blanco -dijo agitando la cabeza.
Perry se paró derecho, mirándola con desagrado. Persefone sonrió.
-Me disculparé con él por mi falta de consideración -dijo.
Perry asintió, severo. Sin embargo, ese gesto no pudo echar a Persefone abajo. La mujer tenía más años de experiencia, como Jude, tratando con otros vampiros. Él no podría empequeñecerla.
Ciertamente esa indiferencia hacia Elliott se vio contrastada por su sensación de culpabilidad hacia este hecho.
Era profesor, siempre lidió con estudiantes, y siempre se preocupó por ellos. No individualmente, pero siempre trató de tomarse el tiempo para escuchar sus problemas, si bien nunca escuchó nada que requiriera de intervención inmediata.
Sin embargo, la otra noche, cuando se quedaron solos junto a la laguna, no se sintió todo lo indiferente que debiera sentirse. Lo que le había dicho a Elliott estuvo más allá de su comportamiento usual. Jamás le había dicho a nadie lo bien que pensaba de ellos aparte de a Marion. Ni siquiera a Garrett, en este caso por miedo a convertir su relación en algo más serio, aunque sintiese por él la más absoluta devoción. Y esa indiferencia de vampiro que debiera cada uno de ellos sentir tampoco se expresó cuando poco después Elliott esperó a por él tres días seguidos a que satisfaciera su necesidad de llorar a aquel hombre maravilloso.
No sabía qué tan estricta sería esa indiferencia, esa vaciedad, esa frialdad, y no quería comenzar a clasificar a nadie dentro o fuera de ella. No era como funcionaban los seres humanos, pero esos tres días, Elliott estuvo allí, mientrás él se secaba en vida.
Cuando volvió a la sala de estar del fondo, no encontró a Marion allí. Sólo estaba Jude, quien estaba sentado frente a una mesa. Cuando Perry puso un pie dentro de la habitación, pestañeó lentamente y se volteó a mirarlo, con la expresión de quien acaba de ver pasar su vida frente a sus ojos.
Entonces notó el cuenco de agua dentro del cual estaban sus pies. Había una toalla alrededor, que prevenía el derramamiento de gotas, y sus zapatos estaban a un lado, junto con unos mullidos calcetines.
-Es agua caliente -le dijo Perry, notando la temperatura.
-Está mezclada con el agua bendita que tú y Elliott encontraron entre las pertenencias de los cazadores -dijo, con una voz extraña- . No me dijiste lo que habían encontrado. Elliott lo hizo.
-Lo olvidé -dijo Perry, mirando a aquel hombre horrorizado.
Se estaba autoinfligiendo dolor. Miró sus pies más de cerca, y notó que estaban rojos y llenos de llagas que aparecían y desaparecían. Las palabras en su boca se escuchaban arrastradas y mal pronunciadas.
-Elliott encontró la cantimplora de agua bendita en tu saco -añadió- . A propósito, ¿Dónde estuviste con Persefone tan relajado de ropas?
Perry se miró. Llevaba una camisa, la corbata estirada y los suspensores. No vio qué tan relajado podía ser eso.
-Estábamos en la sala de estudio.
-Es una erudita. Bastante sorprendente para una mujer. Prefiero las mujeres como Marion, que saben coser, dibujar, pintar... pero en niveles mediocres.
-No intentes rebajarla...
-Ella misma me lo dijo. Siente que no es buena en muchas cosas. Está celosa de Persefone y su nivel de cultura.
-Nos quedaremos aquí. Yo y Marion.
Jude rió por lo bajo.
-La hubiera conocido antes para prever sus movimientos. Sabía que no debí dejarte ir con ella. Eres tan influenciable.
Perry dio un suspiro enrabiado, y se acercó a la mesa frente a la cual Jude estaba sentado. Se tomó el resto de su copa de sangre.
-Necesitamos de una compañía más saludable -masculló- . Tú sólo nos estás arrastrando en pos de tus propios intereses.
-¿Mis intereses? ¿Por qué los vampiros insisten en no querer saber la verdad? Se instalan cómodamente en el presente a causa de su conformidad ante su vida eterna. Creen que tienen todo el tiempo del mundo, cuando en realidad deben actuar ahora. Algo podría matarlos mañana.
-¿Qué?
-¿Un mal cálculo en las horas del día...?
-Oh, por favor, Jude. Estoy seguro de que nadie se ha pasado de la hora voluntariamente.
-Elliott se pasaba de la hora todo el tiempo -dijo Jude- . ¿Por qué crees que sus ojos están desteñidos?
-Sólo es desteñimiento. No perderá la vista. A él no lo puede dañar el sol.
-Ve todo más oscuro, Perry -dijo- . Con el tiempo no podrá ver nada. Pero será para bien, ya que cuando pase se hará totalmente dependiente de mí. Es lo que he deseado desde que le convertÍ. Es por su bien.
Perry se detuvo a mirar los ojos más oscuros de Jude, y su expresión seria, y aún así afectada por la melancolía. No decía aquello por decirlo, y en ese momento Perry sintió la indiferencia darse unas vacaciones.
No podía dejar a Elliott con un ser como ese.
-¿Le deseas? -le preguntó.
Jude alzó la vista lentamente hacia él.
-¿Qué?
-¿Deseas a Elliott? Porque claramente esto es un síndrome de posesividad. Eres posesivo con él, tanto que prefieres verle inválido a que esté lejos de ti. ¿Qué sientes por él?
-Nada. Sólo responsabilidad. Fui quien lo convirtió.
-No, aquí hay definitivamente algo más.
-¿A mí me acusas de posesivo, Perry? ¿Qué hay de la dependencia que sufres por Marion? Quieres que se quede aquí contigo cuando podría tener una vida de aventura conmigo. Ella no está hecha para quedarse entre cuatro paredes. Quiere aprender más cosas, especialmente con su bajo nivel de cultura, y eso no lo logrará mirando libros. Persefone misma debió aprender casi todo por sus viajes con su tribu y sus viajes posteriores como vampiro. Marion no se conformará con una vida como esta.
-No me cambies el tema. Elliott...
-No le deseo de esa manera, Perry. No. Qué asco. Está en los huesos por culpa de su dieta relajada, como podría desearle con ese aspecto tan escuálido.
Perry asintió, y caminó hacia la chimenea, perturbado por los dichos de Jude. Había algo realmente peligroso en él.
-¿De verdad te quedarás con Marion aquí?
-Sí. Y Elliott...
-Eloy está fuera de discusión y lo sabes.
Perry tragó. Tenía que hacérselo saber, a pesar de que ese renovado valor tenía mucho que agradecerle a la sangre que acababa de beber. El valor empujado por el apego despertado. Ahora lo entendió: sólo el beber sangre lo deshacía de esa indiferencia para con la vida y los que lo rodeaban. Se preguntó cuál de los dos estados sería más conveniente.
-Debes dejarlo quedarse. Él único que desea ir a Languedoc eres tú. Nadie está interesado en investigar nada.
-¿Ni quisiera el origen de nuestra existencia?
-No. No quiero saber nada. La vida ya es bastante miserable dado lo que sé.
-La muerte de aquel amante tuyo fue lo que te empujó a pensar de esta manera. Estoy seguro de que antes de ver su tumba pensabas de otro modo.
-En efecto pensaba de otro modo. Me iba a dejar llevar por la corriente, pero ahora no es eso lo que quiero. No tengo fuerzas para ir tras de ti. No me importas lo suficiente.
-Pero te importa Eloy lo suficiente para querer que se quede aquí. Serán una linda familia, tú Marion, Eloy, Persefone y el otro tipo de cara aburrida.
Jude le miró con desprecio.
-No vas a quedártelo -dijo, alzando el dedo.
-Haré lo que Eloy decida -masculló Perry.
Jude se levantó de la silla y lanzó la mesa lejos de él, haciéndola chocar contra la pared del otro extremo. Perry dio un saltito, escuchando el impacto, el cual fue tan rápido que apenas pudo voltear a ver cómo chocaba.
Jude sacó los pies de la fuente de porcelana y con los pies mojados, dio un paso hacia él, impertérrito a las ronchas de sus pies. Estas se curaron en pocos segundos.
-Eloy me seguirá a mí. Ya me lo ha comunicado.
-Si es necesario le convenceré de quedarse.
-¿Cómo?
-Elliott confía en mí, a diferencia de lo que sucede contigo. Me ha hablado sobre él, se ha comunicado contigo...
-Le diré que te gustan los hombres y no querrá más tu fidelidad, Perry.
-Ya lo sabe.
Jude gruñó, furioso, y toda elegancia y discreción quedó olvidada. Tomó a Perry del cuello de la camisa y lo empujó hacia el techo, haciéndolo chocar fuertemente contra él. Perry sintió su cabeza dar vueltas, y cayó sobre su boca contra el piso. Sintió su nariz quebrarse en el impacto, y sus huesos vibrar. Un dolor inconcebible se extendió por todo su esqueleto y, aturdido, se quedó quieto en el suelo, sin saber exactamente qué acababa de pasar.
Entonces, sin darle tiempo, Jude volvió a agarrarlo del cuello de la camisa y lo empujó de espaldas hacia la chimenea, deteniéndose a sólo centímetros del fuego. Perry sintió el calor abrazarle peligrosamente la nuca.
-No te lo quedarás. No te lo quedarás, Perry. He esperado para tenerlo de Compañero muchos años, para tenerlo cerca. Es mi responsabilidad, yo lo transformé en lo que es ahora, yo debo hacerme cargo. No pecaré de nuevo, no seré egoísta de nuevo. Le ayudaré y seré absuelto.
-No es tu responsabi...
-¡No lo apartarás de mí! He deseado esto demasiado años para que tú vengas y lo arruines. Para que tú vengas y lo seduzcas con tus buenos modales. Eloy se quedará conmigo aunque no quiera, ¿me has oído? Me quedaré con él y con Marion. Me los llevaré porque así debe ser.
-No tendrás a Marion. Ella no le pertenece a nadie.
-¡Es tu esposa! Por ahora te pertenece a ti, pero no lo hará más. No sacrificarás sus pasiones por la vida aburrida que deseas aquí.
Alguien empujó a Jude por detrás, tomándolos a él y a Perry por sorpresa. Perry sintió su cabello quemarse en la nuca, pero alguien le empujó hacia un lado, salvándolo de la extinción. Se estrelló contra una mesa de esquina por la fuerza con la que fue empujado, golpeándose en la cabeza. Sin embargo, aquello no se detuvo en esto, y cuando miró hacia la chimenea, vio a alguien taparle la vista de Jude al interponerse entre ellos.
-Jude... -susurró Elliott, inclinado con las rodillas en suave suspensión, con el cuerpo en dirección al hombre que había pretendido destruir a Perry segundos antes.
-Esto es entre él y yo, Eloy -masculló Jude.
-Elliott, vete -le dijo Perry. Se enderezó un poco, pero lo único que consiguió fue que Elliott alargase el brazo y le presionará la cabeza hacia abajo.
-No le mires -susurró- . Podría manipularte.
-Yo no soy el maestro de la manipulación aquí, Elliott.
-A ti te hace falta mirarlos para convencerlos.
-No ha funcionado con el señor Whitmore hasta ahora, ¿verdad, Perry? Por eso tuve que recurrir a una pelea tradicional entre vampiros.
-No es una pelea justa. Él no sabe pelear. No tiene la fuerza suficiente aún. ¿O sólo querías provocarle?
-Un poco de eso. Sí. Es un poco acaparador y no me gustan los vampiros de su tipo.
Perry vio los pies de Jude relajarse en su sitio. Elliott siguió en posición de pelea.
-Quiere quedarse aquí en París. Persefone lo convenció de ello y quiere incluirte en el empaque. ¿No es eso conmovedor?
Los pies de Elliott parecieron relajarse, sus pantorillas en una diagonal menos pronunciada.
-Quiere una familia bien constituída. Tú harás de hijo. Recuerdo haberte oído decir cuánto odiarías eso.
-Lo odiaría, en efecto. ¿Quien te dijo que me quedaré aquí, Jude? Si vuelves a perderme de vista, no será con Perry Whitmore o Marion Swerzvelder con quienes me quede. Sabes bien que viajo solo, a menos que consiga una Compañera.
-Marion será tu Compañera -dijo Perry, por impulso- . Si te quedas solo, él te encontrará. Marion será tu Compañera.
Elliott se volteó a mirarlo, pasmado.
-No. No la convencerás de eso, Perry -dijo Jude- . Marion es un alma libre, acabas de decírmelo. No le pertenece a nadie, ni siquiera a ti.
-Elliott... -le siguió llamando Perry.
-Calla -le dijo él, mirando hacia Jude de nuevo.
Comprendió que tendría que intervenir. Algo mantenía a Elliott en ese miedo por Jude. Algo lo frenaba.
-Elliott -Jude se hincó en el suelo, suplicante- . Por favor. Si he esperado por tanto para tenerte de Compañero, es porque te valoro. Nadie de tus congéneres lo hace, todos... te odian. Yo soy el único fiel a ti, que te conoce de verdad, que sabe de tu bondad, que reconoce cuando algo es de valor cuando lo ve. Y tú eres de valor. No te vayas con un vampiro al que apenas conoces, un vampiro que podría... que podría aprovecharse de ti... ¿Has considerado eso, Elliott?
-Te dije que no me quedaré con nadie. Me iré solo. Tuve suficiente de esto.
Elliott se alejó de Perry, dejándolo vulnerable frente a Jude. Él se levantó del suelo, vigilando a Jude con atención. Veía en sus ojos como la frustración se acumulaba dentro de ellos. Entonces dio un paso repentino hacia él. Fue suficiente para alertar a Elliott, quien se ubicó frente a este, impidiendo que siguiese avanzando.
-¿Lo ves? Persefone tenía razón, orbitas a su alrededor... como... como un cachorro. ¡Caíste ante alguien, por fin! Te tardaste en elegir a otro Compañero, cuatro siglos desde el último: Joy. Y esta vez es Perry Whitmore, un símbolo de lo que más odias, Elliott. ¡Lo que más odias y te disgusta! ¡Un hombre!
-¡Detente, Jude! -masculló Elliott- No me conseguirás matando a todo aquel a quien quiera de Compañero.
Perry miró a Elliott en la nuca, pasmado. No estaba negando que le habría elegido a él. Una elección imposible, como dijo a continuación.
-Además Perry ya tiene a alguien. Es inútil lo que haces al querer matarlo, porque nunca será mi Compañero, Jude. Puedes tener seguridad de eso. ¡Así que detente!
-Mentiste antes. Dijiste que no le habías elegido. ¡Le estabas protegiendo!
-No es un mal hombre.
Jude negó con la cabeza, mirándolo horrorizado.
-Caíste por él, Elliott. Eras mi responsabilidad.
Elliott lo tomó del cuello de la manta de lana de cordero.
-¿Entiendes por qué siempre terminas perdiéndome de vista? -le susurró. Perry vio la mitad del rostro de Jude, sus ojos fijos en el muchacho como si fueran algo precioso para él- Es esto lo que me disgusta. ¡Eres posesivo, Jude!
-Debo recibir perdón. Así cuando me maten iré al lugar correcto.
-Todo eso es un mito -dijo Elliott- . ¡Es un gran mito, Jude!
-Él dijo que no lo era. Lo describió, y sé que no me recibirán allí si no enmiendo mis errores. Él lo dijo.
-Eso está en el pasado. Olvida lo que él dijo.
-¡No puedo olvidar lo que él me dijo! -masculló el vampiro, cogiendo sorpresivamente a Elliott del cuello. Lo alzó en el aire, ahogándolo.
-¡Jude! -gritó Perry, viendo asustado lo que estaba ocurriendo.
Saltó sobre ellos y le rodeó a Jude el cuello con los brazos. Puso el brazo bajo su mentón, y la mano libre en lo alto de su cabeza, en la posición perfecta para torcérsela. En ese momento Jude soltó a Elliott, y esté cayó al suelo con un sonido como de huesos chocando.
Las manos de Jude estaban marcadas en morado en su cuello. Perry presionó su mentón aún más.
-Hazlo -dijo Elliott, desde el suelo- . Mátalo.
Perry dudó. Miró los ojos decididos de Elliott, fríos. La capa de consideración que había visto en él al saber que él le quería con él y Marion se había borrado, mostrándolo real ante sus ojos. Aquello sólo había sido una amenaza hacia Jude, pero cuando Elliott dijo aquello de pronto la posibilidad estuvo ahí.
No pasó mucho tiempo antes de que le soltase.
-¡¿Qué has hecho?! -dijo Elliott, pasmado- ¡Mátalo!
Jude se dejó caer en el suelo de rodillas, con la mano en el cuello, aterrorizado. Alzó la mirada hacia Elliott, quien aterrado corrió fuera de la sala, empujando a Perry en el camino.
-¿Por qué no lo has hecho? -preguntó Jude, volteando la cabeza hacia él, de rodillas.
Perry negó con la cabeza. Sin embargo, sabía perfectamente: Elliott lo había convencido durante las cacerías de cuánto odiaba matar. No le gustaba mancharse las manos, pero si otros lo hacían en lugar de él, bienvenidos todos.
Elliott era un hipócrita.
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Es esa tendencia del ser humano a desear que todos los que le rodean entren en una cajita con una etiqueta que ellos aprueben. Si uno no entra en ese cajita, uno es rechazado socialmente.
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Chile ya no es un país
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