Capítulo 16:
"Perdido como un disparo en la oscuridad"
Dormí
con Hamish al lado hasta que dieron las doce del día. Tenía que
trabajar, había tomado demasiados días de permiso, pero me quedé
pegado en la cama al notar que Victor estaba sentado en el sillón
que en la madrugada había ocupado para dormir. Leía el periódico y
tenía cara de haber seguido de largo, aunque parecía lúcido.
Sherlock, por su parte, no estaba por ningún lado, aunque sí estaba
la maleta.
-¿Dónde
está Sherlock?
-Fue
a Scotland Yard.
-¿Qué?
-dije, pasmado.
Me
levanté. Hamish empezó a llorar.
-No
es seguro.
-Fue
camuflado. Con barba blanca y gafas. Estaba irreconocible, no te
preocupes.
Miré
la maleta.
-¿A
qué fue?
-A
ayudar a Lestrade a presentar las pruebas. Si lo hacía con sus
propias palabras, el Inspector no sería tomado en serio.
-¿Fue
a dictarle qué decir?
-Básicamente.
Alzó
la mirada hacia mí, finalmente.
-Estuvieron
bastante ruidosos los dos -dijo.
Lo
instantáneo de mi sonrojamiento fue sobrenatural. Me encontré con
la cara caliente hasta las orejas, y me volteé hacia Hamish. ¿Se
había escuchado hasta la sala de estar? No era posible. Con Mary
casi habíamos tenido sexo una vez mientras Sherlock estaba en casa.
Recuerdo
que esa vez me fui imposible continuar.
Hamish
se había hecho en los pañales. Lo llevé al baño inmediatamente.
Nunca me sentí tan aliviado de ver sus pañales llenos.
-Pudieron
dar algún atisbo -dijo, siguiéndome al baño- . Vaya, qué se
pudrió...
-Más
respeto, es mi hijo.
Victor
se echó a reír, y se puso delante mío, junto a la mesa de muda del
baño. Se cruzó a brazos, mirándome de pies a cabeza.
-Tenía
sospechas, pero sinceramente no creí que estuvieran tan avanzados.
No
estamos tan avanzados,
dije para mí. Pero entonces evaluaba de nuevo lo ocurrido hace seis
horas y me daba cuenta de que era más extraordinario de lo que la
definición decía. Con una mujer jamás habría hecho aquello, nos
habríamos saltado cualquier tipo de tanteo o jugueteo, pero con
Sherlock prefería ir lento. Temía asustarlo.
-Pero
entiendo porqué le gustas. Me recuerdas muchísimo a su padre.
-Ni
lo digas -le pedí- . Es... pavoroso.
-¿Por
qué? El complejo de Edipo según Freud es un instinto. O en el caso
de Sherlock, el complejo de Electra.
Pestañeé
rápidamente, mientras limpiaba a Hamish. Mi nariz había quedado
inmune al olor.
Entonces
recordé algo que dijo Sherlock una vez. Estaba enterrado en lo
profundo de mi cabeza y sospechaba porqué.
-La
belleza es una construcción basada en impresiones de la niñez,
influencias y modelos a seguir.
Recordé
a Sherlock en la casa de sus padres en Navidad, la confianza que
demostraba con su padre y el hastío hacia la atención excesiva de
su madre. Y el modo extraño en que siempre me pareció que el señor
Holmes me estudiaba cada vez que nos topábamos. Sólo ahora lo
entendía. Él se había dado cuenta primero que yo de lo mucho que
nos parecíamos, y no sólo físicamente.
Sherlock,
qué rayos. No
pude evitar esbozar una sonrisa de ternura.
-Eres
un buen tipo -dijo Victor de la nada.
Le
miré a los ojos, poco dispuesto a creer que pensara tal cosa. Era un
tipo arrogante. Bueno pero arrogante y a ratos poco confiable. Pero
había sinceridad en los ojos de Victor. No había otra cosa que eso.
Y una cierta melancolía que no supe interpretar.
-Tan
sólo... sé constante. Sherlock es difícil -añadió.
-No
tan difícil como todos piensan -susurré.
Hamish
dio un rezongón. Le abroché el pañal.
-Tal
vez es más fácil para ti, y quisiera descubrir tu método para
llegar tan al fondo de él.
Fruncí
el ceño. Parecía realmente triste.
-¿Tú
y Sherlock...? -comencé a decir.
-Sólo
bromeaba. Prefiero mantenerme a distancia. Quién sabe qué puede
pasarme si no -dijo, cambiando su expresión completamente.
Salió
del baño, mientras yo evaluaba su cambio casi bipolar de humor.
-Voy
por cigarrillos -dijo- . ¿Quieres algo de la tienda?
-¿Sabes
donde queda?
-¡Claro!
¡Sé tu residencia y alrededores desde hace meses! -exclamó desde
la sala de estar.
-¡Fingiré
que no escuché eso!
Di
un suspiro, perturbado por aquello. Sin embargo, me quedé con el
pensamiento de que muy probablemente Victor se sentía solo. Veía a
Sherlock tener un apoyo en su vida, si podía considerarme eso, y eso
para él significaba estar solo en su modo de vida. No le veía
teniendo mucha gente donde apoyarse.
Cuando
escuché la puerta cerrarse, levanté a Hamish de la mesa de mudas y
regresé al cuarto. Volví a recordar la ausencia de Sherlock, y
empezaron a temblarme las manos de la preocupación. ¡Cómo podía
ser tan descuidado! Busqué el celular en mi velador y marqué
número.
Paré
en seco. Corté la llamada: la maleta de Sherlock estaba junto al
sillón del cuarto, donde la había visto al despertar hace unos
minutos. Si Victor la había estado vigilando a propósito, se había
olvidado completamente de ella.
La
cogí y la abrí sobre la cama al lado de Hamish, quien encontró la
manera de rodar hacia un lado y empezar a gatear sobre la cama. Lo
cogí y lo puse en el corral, para evitar que llegase a caer. Volví
al maletín, tenso.
Estaba
la carpeta que había revisado en Madaba, y por la cual había
llegado a deducir que Mary y Haneen eran parientes. Pero no había
revisado más de los documentos que había allí, a causa de mi
urgencia por resolver aquello de un santiamén. Por ello, saqué esos
documentos ya revisados a un lado y miré los otros. Había una razón
por la que Sherlock los guardaba tan celosamente, y por la que dejaba
a Victor a cargo de ellos, e iba a averiguarlo.
Me
senté en el sillón del cuarto a mirarlos. Eran un fajo medianamente
ancho de hojas. En las primeras vi el nombre de Mary en la parte
superior.
Era
sobre sus antecedentes penales oficiales, los que estaban bajo su
verdadero nombre. Eran los primeros hasta sus dieciocho años, que si
bien no eran los de una adolescente ideal, no era tan graves como los
de una criminal internacional. Entré a preguntarme cuando había
comenzado su carrera delictiva.
“Sólo
tengo amigos. Sólo amigos”
dijo una vez con un tono de frustración y gozo mezclados. ¿Quién
podría decir eso y sentir frustración? Yo... podía contar mis
amigos con los dedos de una mano. Y sólo había pasado mi Noche de
Despedida de Soltero con uno
de ellos.
¿Quién
saldría de fiesta con Sherlock, si me ponía a pensarlo? Nadie.
¡Había medido mis vasos de cervezas, por el amor de dios! Quién
hace eso.
Y
así y todo habíamos terminado en el suelo. Nunca le echaría
alcohol demás a su vaso. Nunca
más.
Sobre todo porque en el fondo de mí había esperado que algo exitoso
saliera de todo ese alcohol en el cuerpo de Sherlock, y eso me
convertía en un psicópata.
Había
esperado verlo ablandarse conmigo, olvidar la lógica y dejarse
llevar por el cariño que demostraba tenerme. Y es que muy en el
fondo siempre esperé ver algún atisbo de capacidad para tener
relaciones en Sherlock, y que ese atisbo me diera algo de esperanza.
Pero recuerdo haber llegado a un punto en que simplemente la perdí.
Fue ese día en que le vi con Janine, haciéndose cariños y
mirándose de esa manera tan entrañable... para luego verlo
proponerle matrimonio por conveniencia para resolver un caso. Y de
hecho, después de oírle decir que no habría matrimonio, con ese
tono de quien piensa que es lo obvio, pensé que Sherlock
genuinamente no tenía corazón. Me pregunté por minutos que había
significado ese discurso en mi matrimonio. ¿Había sido auténtico o
sólo un ensayo de palabras entrelazadas entre sí especialmente para
conmover al público, como quien macera la receta perfecta para sacar
lágrimas de las masas?
Por
suerte había confirmado lo contrario, cuando tras la muerte de Mary
se quedó conmigo por medio día, esperando a que dejara de llorar.
Sherlock no lo demostraba siempre, a veces actuaba descorazonado,
pero... tenía personas que le importaban.
Volví
a la hoja, estupefacto al ver cómo el pensamiento negativo de los
antecedentes de Mary se había desviado suavemente a Sherlock, al
recuerdo de que me quería. Sherlock me sacaba de quicio a veces,
pero siempre constituiría aquel lado brillante de mi corriente vida.
O
no tan corriente.
La
mayoría de los delitos de Mary antes de los dieciocho eran robos a
tiendas. Robos muy infantiles, juguetes, a veces incluso comida.
Podía comprenderlos. Pero los antecedentes de la Mary mayor de edad
que conservaba su nombre de nacimiento eran diametralmente menos
livianos. Cuando alcanzó los treinta había cometido tres asesinatos
por encargo, asesinatos de hombres cuyos nombres solía conocer como
todo ciudadano del planeta. Tras eso se hizo una reputación y
comenzaron a encargarle más trabajos de ese tipo. Asesinatos de
hombres conocidos, pero de menor importancia. Hombres que por sí
mismos habían cometido graves delitos por los cuales perjudicaron
miles de personas asalariadas. Los muertos fueron hombres no
asalariados que vivían de acciones de empresas, y que hacían
donaciones descontados de los suelos de personas inocentes para
escaquear los impuestos. ¿Cómo podía odiarla por asesinatos así?
Si pensaba en los asesinatos por sí solos, entonces lucían graves y
completamente inescrupulosos, pero cuando pensaba en los hombres, en
los nombres, se suavizaban significamente. Y mi moral más
superficial me lo decía, que lo que Mary había hecho era horroroso,
que la cantidad era horrorosa, que las recompensas eran indecorosas.
Pero muy en el fondo mi mente me decía otra cosa, y me hacía sentir
mal. Quizá Sherlock sí me había arruinado. Él encontraría esos
asesinatos completamente justificables si lo evaluaba. Él mismo
había asesinado a un hombre desalmado como de los que Mary se había
deshecho, por lo que no tenía derecho a decir que no le molestaban.
En
los siguientes documentos los antecedentes de su primera y original
identidad se perdían, y pasaban a ser los de una, dos, tres, cuatro
personas diferentes con el mismo rostro. ¿Cómo es que nunca la
habían descubierto?
Miré
a Hamish, en el corral. Fui a buscarlo, con la garganta anudada, y
lo senté en mis piernas, para seguir leyendo.
Si
aquellos asesinatos eran horrorosos, aunque secos y sin decoración
alguna, sistemáticos y limpios como los de la asesina perfecta, los
dos siguientes me dejaron de una pieza.
-Mediante
pruebas de sangre se encontraron las identidades de los padres
biológicos de Atara Galit Rimbaud Achaz
-leí. Un nombre bastante musical- . A.G.R.A.
-susurré-
. Rinath
Hatzlaja Roffet, Madre, Tipo de sangre: AB, Nacimiento: 25 de julio
de 1953, Muerte: 12 de octubre de 2004; Samuel Kauffman, Padre, Tipo
de Sangre: A, Nacimiento: 4 de abril de 1950, Muerte: 12 de octubre
de 2004.
Alcé
la mirada hacia el frente, con las hojas temblando en mis manos. Pasé
a la siguiente, pero a medio camino me detuve, al notar una
inscripción en la parte inferior derecha de la hoja. Dejé las demás
a un lado y miré la letra, incrédulo. Era la letra de Sherlock, la
reconocía de su firma. ¿Era posible que nunca le hubiera visto
escribir a mano? El caso es que la inscripción decía “Urgente”.
¿”Urgente?”
Sin
detenerme mucho más en ello comencé a leer otro documento. Era una
hoja con los resultados de una corta y poco intensa investigación de
asesinatos contra las dos personas cuyos antecedentes había leído
anteriormente. En esta se explicaba que se había llegado a la
conclusión de que habían cometido suicidio juntos, esto por la
muerte temprana de una hija que ambos tuvieron cuando la señorita
Roffet tenía veinte años y el señor Kauffman veintitrés. Según
los reportes la niña fue encontrada muerta en su cuna, y al estar
juntos ambos progenitores a la hora de morir, se deduce su suicidio.
En la parte inferior salía la misma inscripción, pero además era
acompañada de un ticket de aprobado. ¿Qué significaba?
El
siguiente reporte, no obstante, hacía dudar de los datos anteriores,
pues según la investigación de Atara Galit Rimbaud Achaz, la
muchacha que pasara dieciocho años de su vida encerrada en un
orfanato con condiciones insalubres e insuficientes de vida, los
había investigado desde el momento de ver cumplida su mayoría de
edad, es decir, desde el momento en que se fue del orfanato e hizo su
propia vida. Atara había sin duda sido una niña brillante, y viendo
las condiciones en que vivió por dieciocho años, no vio camino más
obvio que el de deshacerse de aquellos que la habían abandonado,
Rinath Roffet y Samuel Kauffman. Pero estos no habían vivido juntos
durante los veinticinco años que la muchacha tardó en encontrarlos,
pues según sus antecedentes bio-bibliográficos, ambos habían
contraído matrimonio y tenido vidas apartes. Rinath había
permanecido en Jordania, el país que la vio nacer, y se había
casado con un judío hasídico como mandaba su comunidad, y tenido
una hija llamada Haneen Vanrell, quien nació con un desorden bipolar
que le impidió tener una educación normal hasídica. En ese punto
comencé a preguntarme en qué momento Haneen y Mary se habían
encontrado. Por su parte, el padre de Mary, o Atara, se caso con una
mujer de la misma nacionalidad que él, inglesa, y permaneció en el
país sin salir de él hasta su muerte. Hizo un sólo viaje en su
viaje, y este definió el destino de una niña inocente. Le odié en
verdad.
Misma
inscripción.
Mary
los había matado, no había explicación más razonable. No
obstante, los antecedentes que lo aseguraban sin duda estarían en
aquel Pendrive que yo mismo había lanzado al fuego de esa chimenea,
en casa de los Holmes, por lo que nunca lo sabría a ciencia cierta.
Quizá así eran mejor las cosas, aunque mi lógica me gritara que
ella y nadie más que ella se había deshecho de los dos.
Luego
de los antecedentes de los padres venían más antecedentes de Mary,
Mary Morstan, no criminales, sino académicos. Había completado su
carrera de enfermería en los años que ella me había dicho. Había
explicado que no había podido hacerlo antes porque no tenía los
medios. La educación de su orfanato había sido muy incompleta y le
faltaba la base para las pruebas de ingreso. Yo lo creí, y confiaba
en que era en parte verdad. Si bien se había dedicado a trabajar
como asesina, esto empujado por su odio sempiterno hacia quienes la
habían abandonado, podía confiar en que no había podido estudiar a
falta de bases. Aunque si se hubiese abocado a eso completamente, sin
duda habría sacado la carrera antes de los treinta y cinco años.
Sí, así era. No podía ser tan ingenuo.
Este
reporte no tenía inscripción de ningún tipo.
Di
un suspiro de cansancio, y apoyé los labios en la cabecita de mi
hijo. ¿Quería seguir leyendo? Claro que sí, pero estaba tan
cansado de enterarme de cosas que Sherlock debió decirme por sí
mismo. ¿Por qué me ocultaba estas cosas?
Pasé
a la otra hoja, y en ese momento comprendí porqué. Era una hoja de
antecedentes impresa por la misma Mary. Era una lista de asesinos
especializados, y uno de ellos, según los registros, de nacionalidad
inglesa, había entrado al país el 8 de noviembre de 2013, para irse
el 28 de diciembre, el día en que Sherlock se habría ido del país
si no hubiera sido por la aparición de Moriarty en las televisoras
de toda Inglaterra. Según los registros le había sido pagado su
trabajo el 4 de enero por Mary Watson, si bien en la hoja de pago el
presunto francotirador aparecía como un Terapeuta. Mary había
cambiado el trabajo del hombre a terapeuta con tal de borrar su
acción como francotirador. No pude encontrar más explicación que
la de que Mary había mantenido a Sherlock en la mira hasta que vio
como oficial su salida del país, su alejamiento de John Watson, yo.
Y
lo había planeado hasta el último detalle, pues las siguientes
hojas mostraban antecedentes de un hombre llamado Amir Galeb, un
criminal francotirador con el mismo rostro del terapeuta de Mary, y
que había viajado el 8 de noviembre a Inglaterra. En caso de ser
descubierto, la identidad falsa de este hombre sería acusada, para
luego él desaparecer de la faz de la tierra.
Entonces
vi, luego de estos antecedentes, los de Janine Vanrell, la única
persona en esa historia que había conservado su nombre. Janine venía
de Janina, un nombre israelita, por supuesto. Moriarty había
cometido el error de mantener demasiada cercanía con sus parientes
judíos, pudiéndose hacer conexiones entre ellos muy fácilmente. En
sus antecedentes aparecían datos tales como los básicos, de
nacimiento, padres, estudios, trabajo. Actualmente Janine tenía
treinta y dos años, una edad muy alejada de la de su mejor amiga
Mary... Watson. ¿Por qué nunca me pregunté por la edad o cómo se
habían conocido? No lo sabía. Supongo que la razón era simple: yo
era yo, y nunca me fijaba en los pequeños detalles. Conservé la
esperanza de que Sherlock hubiera consultado este detalle.
Luego
venía una hoja con sus antecedentes criminales, y aunque debí
darlos por hecho por la conexión turbulenta que actuaba en aquella
familia no sólo por sangre, me sorprendí bastante. Janine siempre
me pareció una joven sumamente simple y encantadora, de aquellas que
no se hace problema por nada, abierta de mente y dispuesta a
satisfacer todos sus deseos sanamente. Por eso había gustado de
Sherlock, un hombre tan difícil. Aunque debía considerar que
Sherlock había actuado un poco delante de ella, no sonreía de esa
manera con nadie, y si bien era un acto, resultaba creíble. Pero
seguía siendo un acto.
Siempre
me he preguntado cómo se las arregla para ser tan verosímil.
Por
supuesto, había una inscripción al final, y estaba subrayada, y
junto a ella venía la clarificación que había perseguido desde que
viera la palabra “Urgente” por primera vez:
“Borrar
antecedentes criminales,
conexión
con Atara y conexión política con familia Rimbaud,
mantener
conexión sólo
con los ACHAZ. VI.
-¿VI?
Muy importante*.
“Consultar
Myc.
Borrar
antecedentes de currículum trabajo con CAM.”
Sherlock
colocaba la etiqueta “Urgente” para aquellos casos en que debía
borrar o cambiar cierta información del sistema, lo cual me parecía
sinceramente un exceso de soberbia. No obstante, al parecer lo había
logrado, basándome en uno de los ticket puesto junto a uno de los
muchos “Urgentes” que había escritos en esa carpeta. Había
logrado borrar una hoja de antecedentes, y estaba conservando
aquellos que aún no y los que sí para recordarse a sí mismo.
¿Sherlock estaba teniendo problemas de memoria o simplemente no le
interesaba lo suficiente borrar esos antecedentes como para grabarlos
en su cabeza? Sherlock sólo recordaba lo que le importaba, lo que
servía para un caso o aquello que lo fascinaba. Pero entonces tenía
esas inscripciones de “Urgente” y no tenía ninguna lógica que
no recordara todos aquellos datos.
Lo
más extraño era que hubiese dado tanta urgencia a alguien como
Janine. No le había visto especialmente entusiasmado con ella, pero
entonces, qué podía saber yo de Sherlock en su relación con otras
personas. Aún no era capaz de llegar al fondo de ello, el método
que él usaba, qué tipo de personas eran aquellas que tenían el
privilegio de tenerle en sus manos emocionalmente. Yo era sólo una
persona, no podía basar el patrón de comportamiento de Sherlock
sólo en mí mismo.
-John,
fuiste más decidido de lo que creí -dijo la voz de Victor.
Los
papeles resbalaron de mis manos de la pura impresión.
-Oh,
lo siento -susurró él, viendo los papeles en el suelo.
Me
ayudó a recogerlos. Sentí mi cara helada, y recordé darle
expresión cuando Victor alzó la mirada hacia mí preocupado.
-No
te preocupes. No le diré a Sherlock. Dejé la maleta aquí a
propósito. Debiste notarlo.
-No.
Pensé que... simplemente la habías olvidado.
Victor
frunció el ceño.
-Pues...
entonces supongo que te he sobreestimado. No me pasa eso a menudo.
Nos
levantamos con los papeles en nuestras manos. Estaba tan acostumbrado
a los insultos inintencionados de Sherlock que aquello fue casi cuna
caricia.
-¿Qué
ocurre? Pareces en shock? -dijo Victor.
¿En
shock? ¿Qué le daba esa idea? Miré los papeles, y noté que mi
mano izquierda temblaba un poco.
Oh.
Mary había matado a sus padres. Era por eso. Debiera juzgarla, pero
no lo hacía. Y sin embargo juzgaba a Sherlock por no juzgarla. Había
visto la relación de Sherlock y Mary crecer a pasos agigantados, la
confianza entre ellos surgiendo cómo espuma imposible de reventar,
hasta quue Mary se fue. Y sin duda ella la había cubierto para
mentir sobre su supuesta muerte.
Sherlock
la había cubierto. ¿Por qué sólo ahora comprendía la gravedad de
ello?
Y
Mary había matado a sus padres, y Sherlock lo sabía, y ayudó a
alguien como ella a engañarle. Me engañaron los dos.
Los
dos. ¿Tan poca fidelidad soy capaz de inspirar en los otros?
-¿Hola?
¿John? Realmente pareces en shock.
-Estoy
bien -Carraspeé- Ehm, ¿También eres de los que deduce a la gente?
-Sí,
pero debo decir que no lo hago tan bien como Sherlock. Ten, te traje
unas mentas -me dijo, sacando un paquetito de su bolsillo- . Noté
que las masticas mucho.
Técnicamente
no las masticaba, dejaba que se deshicieran en mi boca, pero... qué
mas da. Las recibí y las puse junto a las que ya tenía en mi
bolsillo.
-¿Por
qué tomas tantas?
-Digamos
que... como más que Sherlock.
-Cualquiera
come más que él. “El cuerpo sólo es transporte” -rezó, casi
como un mantra.
-¿También
te ha comentado eso? -dije, sin el entusiasmo que mi cara estaba
expresando.
-Sí.
Y es absurdo. El cuerpo es nuestro templo. Si no lo cuidamos, la
cabeza también se desbarata.
Puse
los papeles en la carpeta. Me había faltado revisar los últimos
tres. Vi a Victor ojearlos antes de pasármelos. Vi la foto de
Sherlock tamaño carnet impresa junto al texto, pero me resistí a
darle una ojeada más larga.
-Lo
siento por el secretismo de Sherlock -me dijo, cuando fuimos a la
sala de estar. Tenía el estómago anudado, pero tenía que comer
algo.
-Yo
lo siento también -dije.
Victor
se sirvió un jugo. Lo dejé, sin darle muchas vueltas, mientras
preparaba la leche de Hamish.
-Espero
que esto no dañe tu relación con Sherlock, o me arrepentiré de
haber dejado la maleta a propósito.
-Te
agradezco que lo hicieras -dije, aunque no estaba muy seguro de ello.
Victor
paró en seco. Algo que había dicho lo había alertado.
-¿Qué
leiste en esos documentos? ¿Qué alcanzaste a leer?
-Sobre
mi esposa, básicamente -dije, sin miedo- . Parece que tú lo has
leído todo ya. ¿Sherlock te los dio?
-No
tuvo tiempo para eso. Salimos de Jordania muy rápido.
-Supongo.
¿Entonces cómo sabes todo?
-¿Qué
te da la idea de que sé todo? Sólo soy un... contrabandista de
identidades -dijo con una sonrisa. Le enorgullecía. Pero la sonrisa
escondía mucho más que su orgullo: su intento de no dar importancia
al asunto.
-Pero
sabes sobre Mary -dije, frunciendo el ceño.
-No.
Sólo que fue tu esposa y murió al dar a luz.
Alcé
las cejas. Al dar a luz. Sí, claro.
Intenté
no darle importancia, y me encogí de hombros. Fui a darle la leche a
Hamish. Vi la maleta arrinconada junto al sillón de la pieza, y me
resistí a revisarla, tenso. Hamish comenzó a tomar de su leche y yo
miré hacia la ventana, con mi párpado izquierdo temblando.
Un
horrible sentimiento estaba poco a poco creciendo en mi interior,
amenazando con estallar.
¿Qué me has hecho,
Sherlock?
*VI: Very Important.
Sherlock
-Creo
que podemos presentar estas pruebas tal como están ahora -dijo
Lestrade, mientras yo miraba por la ventana de la oficina hacia la
calle. Sólo había una luz de escritorio encendida en el piso, para
preservar mi identidad a través del vidrio- . Considero más
conveniente que aparezcas después
de resuelto el caso en la Corte, no durante. Lo siento, pero no
tenemos más opciones.
-Si
presento y explico las pruebas, quizá el proceso sea más rápido.
No puedo esconderme por siempre, John necesita apoyo con Hamish.
-Y
aquel Victor Trevor necesita una escolta.
Le
miré de reojo, y sonreí por un lado de la boca. Lestrade se estaba
volviendo más y más agudo.
-Pues
yo no seré la suya -dije cortante.
Me
acerqué más al vidrio, y entonces noté que mi celular empezaba
vibrar en mi bolsillo. Lo revisé y vi el número de Victor
brillando. Corté la llamada.
-Te
puedo garantizar una semana. No más. A menos que tu hermano
encuentre una forma de acelerar el proceso.
-No,
ya ha hecho bastante garantizando mi libertad. Debiera estar tras las
rejas según la ley.
Lestrade
rió por lo bajo.
-Detecto
agradecimiento. Sherlock y Mycroft Holmes... -dijo como si lo
recitara- se odian pero su fidelidad el uno para con el otro...
-La
razón es que no quiero estar en deuda con Mycroft, si estás
insinuando que me siento agradecido.
Oí
que suspiraba exasperado.
-Scott
no estaría muy feliz de verlos así -dijo.
Cerré
los ojos. A veces me arrepentía de haberle contado tantas cosas
acerca de mí mismo al inicio de nuestra asociación, pero entonces
pensaba: Lestrade tenía acceso a cualquier caso periodístico y
criminal existente en Inglaterra, y encontrar los registros
policiales de la desapareción de Scott hace casi treinta años no
habría sido un desafío para él. Tenía el material a su
disposición, a diferencia de mí. Por supuesto, yo tenía otros
métodos.
-¿John
sabe sobre Scott? -preguntó.
-Sí.
Le ofrecí contarle todo lo que quisiera saber. Tenía que encontrar
alguna manera de que confiara en mí para mantenerlo lejos del
peligro. Pero como sucede en la vida, el resultado fue al revés.
John nunca va a mantenerse lejos del peligro. El peligro lo llama.
Quisiera que fuera... más mundano a veces.
Vi
el reflejo del rostro de Lestrade en el vidrio, dispuesto por la
mesita de luz, que no alcanzaba con su luz mi cara. Le vi negar con
la cabeza.
-No
estarían asociados si así fuera. Los dos son personas difíciles y
por eso se encontraron.
Bajé
la cabeza, un tanto apenado por ello. Me preguntaba a veces si el que
era el mayor de sus pesares, el engaño de su esposa, habría
ocurrido de todas maneras si yo no hubiera estado en escena. La vida
de John estaba totalmente condicionada, en sus aciertos y
desaciertos, en base a su personalidad, que si bien al principio
encontré mundana, era casi tan difícil como la mía. John no era
una persona sociable, no era fácil conseguir su aprobación o
agrado, era sumamente juicioso y eso hacía a veces la gente
confundiera su seriedad con mal talante. Pero a algunas mujeres le
agradaban los tipos así. Y a mí me gustaban los soldados.
-Debo
volver a casa antes de que John se vaya al trabajo.
-¿No
va a pedir más días?
-No.
Espero no haya llamado a la niñera -dije, dirigiéndome a la puerta.
-Te
llevo.
-Voy
suficientemente de incógnito -dije, sacudiendo mi saco color beige y
mi pelo corto. Empezaba a crecer más sobre la frente, y sentir las
puntas acariciar mi frente era un alivio.
-Supongo
que sí. Ten estos -dijo Lestrade, pasándome las gafas.
Miré
el cielo oscuro de principios de la tarde, a través de las ventanas.
El sol no delataba su presencia por ninguna parte. Empezaba a
extrañar el calor de Madaba.
-OK
-dije, a regañadientes.
No
lograban reconocerme en la calle, pero el espacio para estar con mis
propios pensamientos comenzó a encasillarme en la tensión que me
significaba desde hace meses mentirle a John tan descaradamente.
Esperaba Victor haya vigilado bien esa maleta o estaría acabado.
Al
llegar a casa, no obstante, no encontré a John o a Victor. Pero
Hamish estaba en su andador en la sala de estar, mientras alguien
hacía comida en la cocina.
-Anderson
-dije, al verlo de espaldas.
Me
quité el saco, apesadumbrado, y Anderson se volteó a mirar,
chupándose los dedos.
-¿Qué
haces aquí?
-John
llamó. Él y un tipo tenían que ir a algún lugar. ¿Un amigo de
ustedes?
-Podría
decirse -dije, mirando a Hamish. Fui en busca de la maleta de
inmediato. La encontré junto al sillón, en el mismo lugar donde la
había dejado. No obstante, estaba levemente chueca respecto de la
anterior,. El alma se me cayó a los pies.
Llamé
a Victor mientras la abría y sacaba la carpeta.
“-¿Sherlock?
-¿Dónde
están?
“-Yo
estoy paseando por ahí. John no me confió a Hamish, y tú no
llegabas.
-John
no iba a ir a trabajar hasta en diez minutos más. No revisó la
carpeta, ¿verdad?
Victor
dio un suspiro.
“-Quiere
que vuelvas a Baker Street.
Fruncí
el ceño. La había ojeado, y cuando miré la carpeta, vi que el
orden de los documentos había cambiado. Sentí un vacío en el
pecho.
-¿Qué
más dijo? -dije, tratando de que mi voz no temblara.
“-Lo
siento, Sherlock. Quizá debieras darle tiempo. Es pequeño pero
cuando se enoja es...Aunque estuvo bastante controlado dado que su
hijo estaba presente. Yo habría reaccionado mucho peor.
Me
apoyé contra la pared. Lo había leído todo. Sentí un leve mareo.
-Debiste
vigilar la maleta mejor.
“-Tú
debiste llevarla contigo.
-No
podía, no tengo respaldos y debo mantenerla en un lugar seguro.
“-Pues
no balanceaste bien las prioridades.
-¿A
qué te refieres? -dije, tocando el cuero de la maleta.
Le
esperaría hasta que volviese para hablar con él. Sí, ese era un
buen plan.
“-Claramente
John es... el primero en tu lista de prioridades.
-También
la seguridad de esos documentos.
“-No
tienes que mentirme, Sherlock. Puedes confiar en mí.
Apoyé
la frente en la palma de la mano.
“-Yo
te recomiendo que vayas a Baker Street y... dejes las cosas
enfriarse.
-No
puedo volver allí. Me arrestarán.
“-Puedo
hacerme pasar por un nuevo inquilino, si quieres. Yo iré allí, te
llamaré para que tu casera me crea y me quedo en tu piso.
-OK
-dije.
Miré
el sillón y noté mi corazón reaccionar automáticamente. Di un
suspiro involuntario, recordando las manos de John por todo mi pelo.
Sus dedos... No pude evitar cerrar los ojos, deleitándome en la
fantasia realizada de aquello. Ni siquiera había tenido fantasías
con él antes de eso. Siempre me inspiró miedo el que pudieran
distraerme de lo que realmente debía hacer: deducir y resolver
casos. Pero ahora ni siquiera esto parecía tan interesante cómo
besar profundamente a John con su cuerpo fuertemente apegado contra
el mío.
“-John
quería ver esa carpeta, Sherlock -dijo.
Abrí
los ojos. Mi corazón estaba galopando, añoranza y miedo mezclados.
-Lo
resolveremos cuando vuelva a Baker Street.
“-No
pienses en quedarte a esperarlo.
-Es
precisamente lo que voy a hacer -dije.
“-Sherlock...
Corté
y dejé el celular en el suelo antes de sumirme en el desastre en que
se había convertido ese día, tan repentinamente. Era increíble lo
mucho que había cambiado mi perspectiva entre las seis de la mañana
y ahora. Estaba metido en líos con John y parecía que, por el
contenido que sabía guardaba esa carpeta, esta vez no se resolvería.
Había pisado demasiado hondo y sospeché que así sería desde el
momento en que presté ayuda a Mary por sobre mi lealtad hacia John.
Pero estaba ciego por las circunstancias.
“-Se
quedará contigo -me había dicho Mary para convencerme- . Cuídalo
por mí. Sé que lo harás mejor que yo.”
Había
sido arrogante. Tan arrogante.
Despaché
a Anderson minutos después. Estaba entusiasmado cocinando y dejé
que terminara, entre tarareos que me colmaron la paciencia. Me quedé
solo con Hamish, y comencé a pensar en qué lugar dejarlo
resguardado en el momento en que John y yo comenzácemos a discutir.
-¿Anderson?
-preguntó su voz, al entrar a casa.
Me
levanté del sillón, en mi camisa morada, y le vi mirar primero
hacia la cocina.
-¿Sherlock
ha llamado? ¿Anderson?
-John
-dije.
Hamish
dio un gemido de ilusión al ver a su padre. Yo estaba parado junto a
su andador, en la esperanza de ver la presencia de Hamish como un
suavizante.
-¿Victor
no te llamó? -dijo, tras tragar con fuerza. Su expresión se
endureció poco a poco- ¿No te advirtió de nada?
Vi
ceder su duro semblante cada tanto, como si le estuviera costando
mucho trabajo mantenerlo.
Eso
no quitó que dejara en claro que iría directamente al grano.
-Lo
hizo, pero no seguí sus recomendaciones. Consideré... ahm... -Mis
palabras se atropellaron unas a otras- ahm, quedarme aquí y
esperarte. Debemos hablar.
Las
aletas de su nariz se expandieron. Dios, estaba tan enojado, pero
esta vez... esta vez no pude reírme en su cara por ello. Me mantuve
serio, mientras mis dedos se retorcían en mi espalda.
-¿Te
dio recomendaciones?
-Me
aconsejó ir a Baker Street.
Alzó
las cejas.
-Tiene
más sentido común que tú por lo que veo.
Se
acercó al andador. Yo fijé la mirada en su pelo, un tanto
resistente a mantener una expresión seria. Tenía el cuerpo
sumamente sensible desde la mañana, como un gato, e incluso el
viento que lanzó John hacia mí, al acercarse a una distancia tan
limitada, me hizo estremecer. ¿Le pasaba así a todos o yo era sólo
el más patético sobre la tierra?
-Prefería
resolverlo ahora. Hacerte entender... John...
Fue
a dejar a Hamish al cuarto sin ponerme atención. Apreté los dedos,
sin atreverme a seguirlo, y cuando volvió, vi su rostro más
crispado de furia.
-¿Hacerme
entender qué? ¿Que confraternizaste con... Mary para...? ¿Para
qué? Ni siquiera entiendo para qué.
-Ella
necesitaba resolver las cosas. Dejar el camino libre para que tú y
Hamish pudieran vivir una vida normal, sin persecuciones.
-¿Persecuciones
de quien? -Cerré los ojos por un momento. Siempre haces las
preguntas correctas, John. Siempre las correctas- Para entonces no
sabíamos de la conexión entre Moriarty y Magnussen -añadió.
-Lo
sé, pero tu seguridad dependía de la fuerza que pudiera tener
Moriarty a la hora de volver. Mary deseaba compensar lo que...
-¡¿Qué,
Sherlock?! ¡No había nada que compensar! Todo estaba resuelto. Mary
y yo no íbamos a seguir juntos después del nacimiento de Hamish.
Fruncí
el ceño, consternado. ¿No iban a seguir...?
-Mary
no tenía porqué compensar nada -siguió- . Íbamos a darle un punto
final.
-Ella...
-dije, dejando mi estupor de lado... sin mucho éxito- ella quería
compensar el que me hubiese disparado. Ella creía que tú seguías
teniéndole rencor por ello.
-Pues
estaba equivocada. Me había dejado claro que nunca pretendió
matarte -Respiró agitado. Entonces desvió la vista a otra parte,
con mirada queda- . Aunque...
Estaba
dudando.
-Aunque
sí estuviste muerto.
Tragó,
y su expresión pareció quebrarse por un momento.
-Pero
no morí. Eso es lo importante.
John
dio un suspiro, indignado por mis palabras..
-¿No
ves tu rencor? -le dije, acercándome a él- Era tu rencor lo que la
hizo decidir, John. Y no te estoy criticando por...
-¿Cuándo
ibas a decirme que Mary había matado a sus padres?
Tragué.
Había temido que llegara a ese tema.
-Debieras
estar en su lugar para saber si...
-No.
Eran sus padres. Tú no matarías a tus padres.
-A
veces sinceramente siento deseos de hacerlo.
-No
es lo mismo. Adoras a tu padre, Sherlock.
No
pude evitar una mirada de extrañeza. No creía que fuera a ese
nivel.
-No
es un asunto aislado, Sherlock, y los engaños se están acumulando
uno tras otro. Te aliaste con ella para mentirme. Te aliaste con ella
para engañarme, y sabes lo mucho que odio que me mientan.
-La
primera vez que te engañé gravemente terminaste perdonándome.
Cerró
los ojos. Esta vez había ido demasiado lejos, pues vi una sonrisa
brincar de sus labios, amarga.
-¿Por
eso lo has seguido haciendo? -dijo, negando con la cabeza- Dios...
¿Por eso pensaste que te perdonaría de nuevo'
-No.
Es porque sientes algo por mí, por muy mínimo que sea -dije. Me
sentí estremecer de miedo al decir esas palabras. Era pretencioso de
mi parte, pero...- . Y sí, también es en parte porque me perdonaste
una vez por algo tan grave como lo que hice tres años atrás y yo...
me confié. Siempre me he confiado. Te vi llorar en mi tumba, John.
¿Qué pretendes que deduzca de eso?
-Que
me importas -dijo, afirmando con la cabeza- . Y porque me importas es
que estoy... horrorizado... aterrorizado
de que sigas mintiéndome, dejándome al margen,
sobreprotegiéndome... No necesito eso, Sherlock...
Su
voz flaqueó. Miró al piso, a sus zapatos, y noté el
quebrantamiento en mí mismo. No era la voz suavemente enojada de
siempre. John estaba claramente harto, y lo peor era que le daba toda
la razón.
Y
le importaba. “Me importas...”
-Era
la madre de Hamish -dijo, alzando una perturbadora mirada aguada
hacia mí. Tan aguada que la sentí como alfileres en mi pecho- . Era
la madre de Hamish y tenía derecho a saber lo que estaba pasando con
ella. Tenía derecho a saber con qué clase de persona me había
casado. Sé que renuncié a saber la verdad por mí mismo, pero si
tú... si tú
sabías lo que sabías, entonces debiste... -Su voz se quebró. Yo me
mantuve rígido donde estaba, aterrorizado. No llores, John, no
llores. No me hagas decirlo todo. Es mejor para ti que no sepas- No
debiste mentirme sobre su muerte. No debiste ofrecerte a participar
en aquella... morbosidad...
-Lo
sé. Lo siento. No debí hacerlo -dije atropelladamente- Por f...
No
pude terminar la frase. Iba a decirle que por favor me perdonara,
pero... fui incapaz. La voz iba a quebrarse en mi garganta y tenía
miedo de mostrarme debil frente a él. No era la imagen que él tenía
de mí. No quería decepcionarlo.
-Por
favor... -dijo, sin mirarme- vete a Baker Street. No puedo verte.
Sherlock.
-Perdóname...
-Por
favor -dijo, mirándome a los ojos con la pena y la decepción
reflejadas en ellos- . Quiero mantenerme frío con esto. Quiero
pensar que no es tan malo.
-No
te estoy pidiendo que lo suavices.
-No
lo estoy haciendo por ti. No pido que te vayas por ti. Es por mí.
Necesito enfriar mi cabeza, y evitar que te caigas en pedazos frente
a mí, ¿entiendes?
Tragué.
No quería decepcionarse más de lo que estaba.
-Puedes
despedirte de Hamish -dijo, yendo en dirección al cuarto.
Pasó
junto a mí, y yo me mantuve rígido, mientras mi cerebro me pedía
que alargase la mano hacia él. Miré a Hamish en el andador, pero
por el rabillo del ojo mantuve mi atención en la silueta de John,
con mi pecho subiendo y bajando en muda desesperación.
Estaba
tan convencido de que lo resolvería ahora. Qué ingenuo. No me
gustaba quedar en la incertidumbre, o peor, quedar en la creencia de
que no había solución. Necesitaba oírle decir que había
esperanza.
Levanté
a Hamish del andador y lo abracé contra mi pecho, con su cabecita
contra mis labios. Él rió, ignorante de lo que había pasado, y más
allá oí la puerta cerrarse con el casual sonido de un hombre calmo.
No hubo portazos. Nada. Sólo calma, y ese silencio horroroso, como
también mi repentina incapacidad para expresarme. Quedé en blanco,
mi rostro quedó en blanco, pero el nudo en mi garganta se apretó
dolorosamente.
Devolví
a Hamish al andador y me volví hacia la pieza de John. La maleta
seguía allí. Probablemente sólo le faltaría leer mis propios
documentos, los últimos. Qué caso tenía ir y recuperarlos. El daño
ya estaba hecho.
Cogí
mi saco color arena y salí de la casa con las gafas puestas.
Creí
saber qué me ocurrió: estaba en estado de shock. Lo experimenté
cuando deduje el plan de Moriarty de hacerne matar por mí mismo,
para así completar su historia. Recuerdo haber estado tan calmo.
Pero la calma tarde o temprano es reemplazada por la tormenta, que
sucedió cuando se disparó a sí mismo, cuando me volví hacia la
calle desde el techo. No obstante, las revoluciones volvieron a bajar
levemente cuando vi a John en la calle. Las lágrimas se hicieron
presentes esa vez, pero verle allí, caminando, vivo, sano, me hizo
darme cuenta de que no era tan malo completar aquel engaño si con
ello lograba que él siguiera de esa manera.
Llegué
a Baker Street en un ánimo de calma. Había llamado a Victor ya, y
le encontré en lo alto de la escalera, con la puerta de entrada a la
sala de estar tras su espalda. Estaba serio, y tuve la sospecha de
que sabía lo que venía. Pero pasé de largo junto a él, y sólo
cuando entramos por la puerta, me volteé y le di un puñetazo que lo
botó al piso.
-Oh...
ouch... Uou, tu puño sigue duro -dijo con la mano en la boca. Le
había roto algo.
Se
levantó tambaleante del piso, y alzó las cejas, con la expresión
de sorpresa que sigue a mi primer golpe. Habíamos practicado lucha
juntos en la Universidad, aunque no era tan habilidoso como John para
desarmar a alguien. John tenía la ventaja de saber dónde golpear.
John,
John, John...
Le
cogí del cuello de la camisa de algodón y lo estampé contra la
pared entre el bastidor de la cocina y la puerta de salida. Victor
dio otro gemido, y yo le volví a zamarrear contra la pared, mientras
él me miraba el rostro, con expresión de estupor.
.