lunes, 6 de abril de 2015

Novela "Renata" online


Hello! Vengo a promocionar mi nueva historia de wattpad, "Renata".
He aquí una sinopsis:

Renata vive una vida sin sentido en el corazón de la ciudad de Estocolmo, y asiste a un instituto de dudosa reputación e ideología, cuyo vulgo sólo le ofrece una motivación: cierta estudiante del mismo grado y de la que ha estado enamorada desde principios de secundaria. La acecha sin intención de iniciar una relación de amistad con ella desde hace cuatro años, mientras se acuesta con un chico temible y, sin embargo, deseado por las chicas. Todo cambia cuando cruza palabras con ella cuando, por casualidad, esta le devuelve una goma en el pasillo, alimentando el cuchicheo de los alumnos del instituto, que ven a Renata como a una diosa hermética e intocable... y alguien a quien temer.



Los personajes principales son:








Aquí dejo el Prólogo:

Su nombre era Eva, y era la chica más… ¿Bonita? No lo sé, pero yo la encontraba linda. No sé los demás. Pero de lo que no había duda era de que era la más… TORPE.

No había chica más despistada, patosa y freak que ella. Se le caían los libros, se le caían las gafas, se hacía mal la cola de caballo y nunca hacía nada por verse provocativa, y siempre estaba tratando de ocultar esos pechos envidiables, que la habrían puesto en el Top 10 de las más deseadas del instituto si los hubiera explotado más en la secundaria. No entendía porqué los escondía, cualquier chica escandinava mataría por unos pechos al estilo latino como los de ella.

Era palidísima, a eso añadido que en el ultimo año de primaria se había teñido el cabello negro. Yo lo había hecho un año antes, y sólo cuando su ondulado y enmarañado cabello rubio se largó, yo empecé a notarla. Odiaba a las rubias. Eran todas estúpidas.

Pero Eva no lo era. Casi todos pensaban que sí porque era terriblemente callada. Hablaba lo justo y necesario. Yo lo llamaría “Justo y preciso”, pero la mayoría de la gente, claro, estaba empeñada en tachar de imbécil a cualquiera que no tratara a los otros como renacuajos, especialmente si era una chica. En cambio, los chicos más deseados son aquellos que son callados y atractivos. Una chica callada no era atractiva a ojos de otros tíos. Las chicas siempre hemos tenido mala suerte.

Yo sí tenía suerte.

Me había hecho una fama de intimidante desde que me empezara a vestir de negro y hacerme perforaciones en las orejas, las cejas y la nariz… Oh, y él labio y la lengua. A pesar de ser callada, las demás chicas me respetaban porque sabían que reaccionaba como un tigre si me molestaban. Daba unas palizas de mil sabores y colores, así que no se metían conmigo. No obstante, era solitaria por naturaleza, así que mi fama de matona me venía como anillo al dedo. Las chicas, además de temerme, no establecían relaciones con gente como yo, porque por regla sexual, las mujeres debían ser las parlanchinas estresantes. Pero yo y Eva éramos la excepción. Por suerte, yo no era igual de patosa que ella. No es que no me guste el que sea patosa. De hecho, es una de las razones por las que empecé a encontrarla encantadora. Pero prefería ser del modo en que yo era: imagen de rechazo y miedo. Y los hombres, por su parte, no se me acercaban porque los intimidaba, excepto los metaleros y góticos. Me había encamado con unos cuantos, pero sin quedar satisfecha. Siempre acababan justo cuando empezaba a disfrutar.

Eyaculadores precoces. Todos. No obstante, quisiera tener la ventaja de la masturbación fácil, facultad con la que los hombres habían tenido suerte de nacer. Para las mujeres era más difícil. Los hombres se masturbaban y ya, tenían un orgasmo, pero nosotras las mujeres… debíamos tener algún sentimiento de por medio, o alguna estimulación extra. Al menos era así en mi caso.

Sí, eso es lo que creo, pues a pesar de lo dura que yo suene, parezca, camine y observe a los otros, creo que el sexo sucio y burro no vale la pena, y espero poder experimentar una sesión de buen sexo en el que haya algo más que lujuria de por medio, alguna vez en mi vida.

Por eso fue una suerte que me enamorara de verdad -de verdad, en serio- a mi corta edad de diecisiete años.



A veces pienso que el instituto es una total perdida de tiempo. No tiene sentido asistir si sabes que luego de salir de secundaria no tendrás ninguna posibilidad de ingresar a los estudios superiores, excepto a una carrera técnica. Yo me había inscrito en Peluquería, y lo único que me quedaba era cortar el cabello por el resto de mi vida. No era que la idea me desagradara del todo, pero preferiría ser lo que realmente quiero, lo cual es... Pues ni idea, ni siquiera sé que quiero ser. Me gustaría simplemente irme a una playa y construir una cabaña allí para que nadie me molestase jamás, ni siquiera Evan. Más adelante les hablaré quien ese cojonudo.

Mi instituto es una porquería, y me fui de casa y estoy viviendo con mi hermano mayor, el cual ya tiene un trabajo como vendedor de cosméticos. No es el trabajo idóneo para un tío, pero al menos puedo contar con cosméticos gratis cuando lo desee. Él me mantiene, al fin y al cabo. Me da de comer y de vestir, y maquillaje, pero el insti no lo paga, porque no es pagado, básicamente. Es estatal, y somos tan pobres que la infraestructura se cae a pedazos. No lo han remodelado ni una vez, a pesar de la excesiva extensión de las vacaciones de verano. Son dos meses y medio de flojeo y hacer nada útil por la vida, aunque ir a ese instituto de mierda tampoco es un mejor uso de mi tiempo, a pesar de que me dará una carrera de peluquera… Como hay tan pocas peluqueras, jodido dios. Además, arrendar un local es caro, y mi hermano no va a ayudarme en eso. Yo no se lo permitiré. Quiero ser independiente una vez salga del cole.

La verdad es que la vida en sí no tiene sentido. La ciudad es bastante feucha, a pesar de ser la capital. Sí, tiene edificios patrimoniales y todo eso. Es Estocolmo al fin y al cabo, pero para mí no es ninguna maravilla. Para mí una maravilla es Costa Rica, o Ecuador, con playa, arena y sol, mar azul… como dice esa canción en español de los noventa. Aquí todo es gris, los parques parecen de mentira, y la gente está enferma de aburrimiento. Puedo ver sus caras en el metro y comprobarlo por mí misma. También hay mucha discriminación, y mi look andrógino no ha servido de mucho para escapar a las burlas de los tíos con los que me topo en el metro, en la calle y en los bares. No obstante, algunos tíos ven algo en mí que los atrae, por eso se me hace fácil encamarme con algunos. Y qué suerte. Sin sexo la vida sería el colmo de aburrida.

Pero de un tiempo a esta parte el sexo ha empezado a perder el brillo. Me cuesta cada vez más encontrar a alguien que no se corra primero que yo y se vaya del cuarto, el cubículo de baño o el lugar en que lo hayamos estado haciendo, en un abrir y cerrar de ojos. O alguien que esté dispuesto a usar condón. Los hombres tienden a ser muy orgullosos y dicen que usar preservativo le quita la gracia al momento. Pero yo no iba a permitir arriesgarme a coger alguna enfermedad o a embarazarme. Sería lo último de lo último…

Por suerte, hay un tío en el que confío un poco. No un poco, bastante. Es de esos tíos que lucen intimidantes y que por eso no los molestan, pero que cuando los conoces, te das cuenta de que no lo son tanto. Y es que Evan es un dulce de chocolate.

Es como un perro. No es que actúe como uno, pero cada vez son más repetidas las ocasiones en que es él el que viene a mí en busca de un polvo. Y no me grita “perra” o “hija de puta” si me niego, como hacen otros tipos, ni tampoco me abofetea por no estar de ánimo a veces. Simplemente espera pacientemente, y está perfectamente dispuesto cuando yo lo necesito. Es como un puto al que no le pago. No es violento y encima de todo creo que está enamorado de mí.

Y Eva… su nombre suena parecido al de Evan, pero me provoca algo completamente diferente (añadir gruñido). Evan es de esos tíos que se pueden controlar al antojo de uno, pero Eva, con la que nunca he cruzado palabra, es completamente diferente. Llega a darme rabia.

No habla con nadie, desconfía de todos y ni siquiera saluda. Se mantiene al margen de su curso, y lo peor es que va en un curso más adelantado al mío. Yo estoy en la clase C, ella en la A, y no hay posibilidades de que las dos clases coincidan en algo, en algún paseo o en el trote semanal al pútrido parque que está a dos cuadras del instituto, porque los cursos siempre van de a dos, a menos que falte mucha gente. A veces he llegado a planear seriamente el poner una bomba en la clase B para que todos esos pollos vuelven y se quemen y mueran, para que mi clase reemplace a la B, y así yo y Eva podamos coincidir en una clase de gimnasia. Además tendría la oportunidad de ver sus pantorrillas al aire, o de verla saliendo de la ducha de los camerinos.

Y todo eso, nadie creería que yo lo he pensado. A ojos del mundo social del instituto, yo soy de esas pibas que no les importa nada ni nadie, que beben sangre humana y que se han hecho piercings hasta en los pezones. Porque esa es la imagen que proyecto, y que se ha impuesto en mí sin yo proponérmelo. La verdad no recuerdo una sola vez en que haya actuado como una encantadora chica que curva las muñecas al caminar. Quizás fue en mi anterior vida, pero definitivamente nunca he actuado de esa manera en esta. Nací y me pusieron un pañal color negro, un chupete con sangre de una virgen sacrificada y un piercing en la parte superior de la oreja en vez de un aro coquetón en el lóbulo. Y me alegra. No quisiera que se burlaran de mí. La gente siempre se aprovecha de la gente que sonríe demasiado o que siempre calla.

Ese era el caso de Eva. Se habían burlado de ella desde antes que yo empezara a notarla, pero las burlas se habían amortiguado un poco tras teñirse el pelo de castaño oscuro. De esa manera empezó a mezclarse un poco entre la gente, pues en el instituto había mucha gente morena. Y su vestimenta se volvió más normal. Antes de eso siempre vestía con colores pasteles. Ahora eran colores fríos, y era impresionante cuánto la beneficiaban.

A veces se pintaba los labios de un morado oscuro, y siempre llevaba el cabello tomado con un pinche. Jamás la había visto con el pelo suelto, y tenía la creciente y apetecible idea de que se vería bellísima de esa manera. Pero nunca lo sabría, a menos que coincidiéramos en la clase de gimnasia

Pero lo más importante… lo más dulce era cuando la pillaba en la biblioteca sonriéndose mientras leía un libro. Sólo le sonreía a los libros, como si fueran sus hermanitos menores. Se apartaba en el rincón más escondido de la biblioteca y se ponía a leer clásicos. Era impresionante, y sonreía de una manera bellísima, como si un ángel se posara sobre ella cuando algo removía su ánimo. Y estaba lejos de mí, y tenía la sensación de que siempre lo estaría. No obstante, tenía la sensación de que yo aún tenía esperanza de dejar de sentir aquello tan confuso. Al fin y al cabo es una chica, y una chica no va a poder darme el mismo placer que un chico.

De cualquier modo… el ver a Eva cada día en el instituto le ha dado un poco de matiz a esta vida tan aburrida. Se ha vuelto casi una diversión el desviar la mirada cuando ella pasa cerca, o fingir que no la escucho cuando en las mañanas su madre la llama al celular para preguntarle si llegó al instituto. Por las respuestas de Eva, he deducido que la madre sufre de desconfianza compulsiva hacia la hija. Al parecer siempre cree que está mintiendo, y he visto a Eva enrojecer de rabia muchas veces por ello.

Por suerte tengo mi casillero frente al de su curso, pues mi salón está justo al frente del suyo, así que tampoco es que la vea solamente en las mañanas y en la salida. La veo cada recreo, en cada almuerzo en el comedor. La veo todo el tiempo, incluso cuando no la veo de forma directa. Siempre está en mi cabeza, como una maldita y molesta obsesión. Y al principio las cosas no eran así. Al principio pensé estar confundida. Es decir, siempre me han gustado las pollas. Y ahora último me di cuenta de algo.

Me gustan los hombres… para encamarme, pero no los hombres en sí, no su forma de ser, no sus decisiones o su cabezonería. Hay muy pocos que realmente valgan la pena. Y las chicas… pues… tampoco me gustan en general. Como dije, las odio, así que realmente no sé cual es mi opción sexual. Pero como diría Evan -cuando le he insinuado el tema- tal vez necesito algo más que físico para enamorarme.

A veces pienso que estoy confundida, que es un capricho, o la novedad, y es que hay muchas parejas de chicas en el instituto, y también muchas parejas de chicos. Tal vez sólo quiero probar algo nuevo. Cualquiera lo haría luego de haber tenido sexo con más de veinte chicos diferentes… Pero sé que no puede ser simple curiosidad.





-Así… Nno, más fuerte… Más fuerte… Alza las caderas, imbécil… No voy a hacer todo el trabajo...

Sentía el miembro de Evan salir y entrar en mí. Yo estaba a horcajadas sobre él y no podía dejar de balancearme encima, dándome impulso con mis manos sobre su abdomen. Había llegado a su casa totalmente puesta, luego de un par de tragos en un bar, tras salir del instituto.

Estaba en la puta gloria, me sentía muy bien, media tensa de piernas pero algo fláccida de brazos, como adormecida, excepto en el lugar en medio de mis piernas, demasiado abusado por mi afán de sentir un placer que me adormeciera la mente.

No me había encontrado con Evan al salir, y fui de vuelta al instituto a preguntar a su sala si él había asistido a clases. Grande fue mi sorpresa cuando dijeron que se había largado luego de que el profesor de matemáticas lo golpeara en plena cara por no haber hecho el deber de ese día.

Pensando sólo en mí, como siempre, llegué a casa de Evan y lo agarré de la muñeca y lo arrastré hasta su pieza, que había conocido tres años atrás, cuando tras la fiesta para universitarios en que lo conocí, yo lo seguí hasta su casa y perdí la virginidad con él. Recuerdo haber sangrado mucho.

Aún estaba con la polera puesta. Ni siquiera había alcanzado a desprenderme de ella. Bueno, de todas maneras, nunca me quitaba el brasier en frente de un tío. Me había ganado varios golpes en la cara por no querer mostrar las tetas. Y yo me pregunto, para qué, si no las tengo nada impresionantes.

-Ahh… -Evan dio un gemido, enterrando las yemas de sus dedos en mis caderas, al tiempo que alzaba sus caderas para llegar más profundo dentro mío. Era una sensación exquisita, y yo no podía hacer menos que deshacerme en gemidos de gusto, olvidada completamente donde estaba y quien era. Era como una droga, un anestesiante.

Dejé resbalar las manos de su duro abdomen, hasta sus tetillas, las cuales pellizqué levemente, con los ojos cerrados, sintiendo el orgasmo venir. Comencé a darme impulsos más rápido, viéndome obligada a inclinarme levemente sobre Evan, el cual dio un gemido estridente, a causa del cambio de posición. Sentí sus manos recorrer lentamente desde mis caderas, a mis nalgas, las cuales apretó fuertemente, hasta mi espalda. Palpó el hundimiento de mi columna vertebral hasta los omóplatos, los cuales presionó, haciendo que yo me inclinará aún más sobre él, hasta casi quedar apoyada de frente con su pecho. Lo oí dar un suspiro ahogado. Entonce sucedió lo que esperaba: yo misma me corrí, ayudada por esa sensación de calidez que embargaba mi interior cuando Evan se corría, teniendo el condón puesto.

Apoyé la frente en su pecho, en contra de mi voluntad, obligada por el cansancio, y di un gemido agudo. Suspiré, enderezándome un poco, y sintiendo con gusto cómo Evan salía de mi interior, fláccido.

Me dejé caer a su lado, agotada, mientras Evan se levantaba e iba a tirar el condón al basurero del baño de su casa. Estaba casi al frente de su habitación, pero hacer eso me había valido ser espiada por su hermano mayor -también tenía uno- , quien un día me vio recostada, totalmente desnuda de cintura para abajo. Desde entonces siempre me molestaba con que tenía piernas flacuchas. No obstante, Evan siempre me las había elogiado, diciendo que aunque eran delgadas, eran musculosas, como las de Brittany Murphy, la única chica aparte de Eva que me ponía. Lástima que ya estaba muerta.

Di un suspiro, cómo un último estertor luego de ese ansiado y adictivo orgasmo, y me apoyé sobre mi lado derecho, de cara al lugar hundido en la cama, donde Evan había estado acostado. Vi mis pantalones pitillo tirados en el suelo, cerca de la ventana, y mis bragas color negro. Cerré los ojos, satisfecha, y me hice la lesa cuando lo oí acercarse nuevamente para recostarse en la cama. Noté cómo me tapaba con las frazadas y luego se recostada él.

-Supe que el profe de Mate te golpeó -bulbuceé.

Estaba molida. Hace tiempo que no nos echábamos un polvo tan intenso.

-No fue nada -dijo Evan.

Abrí los ojos flojamente, y vi, por primera vez durante toda esa hora de puro sexo burro y sucio, el moretón en su mejilla.

Una amante común, enamorada de su amado, se habría enderezado para besar su mejilla. No obstante, sólo podía tener ese tipo de fantasías con Eva. Si las tenía con Evan, vomitaría.

A veces me imaginaba durante las noches, el inicio de una apasionada sesión de sexo con Eva. Ya sabía cómo lo hacían las chicas, y aunque antes de conocer a Eva, o más bien, antes de gustarme, me parecía asqueroso, ahora… si tuviera la oportunidad, sé que lo haría.

Por su parte, Evan estaba bueno, lo reconocía. Tenía pene grande y mucha energía en la cama. Y no hacía preguntas.

Tenía el cabello castaño oscuro, ojos verde oscuro y piel morena pálida. Siempre vestía con chaqueta de cuero con alguna camisa gastada de color oscuro, con una playera bien apretada debajo, que marcaba sus abdominales. Siempre llevaba playeras de grupos de música, o con la cara de Victor Jara, un cantante chileno, o la cara de Allende, un presidente, estampada. Andaba siempre con pitillos y bototos, y una que otra vez lo había visto con maquillaje, muy leve, que enmarcaba sus bellos ojos verdes. En cuanto a su familia… pues no los conocía mucho, sólo con su hermano mayor había bromeado mayormente -y qué mayormente, prácticamente me había invitado a encamarme con él.

Sé que su padre es chileno exiliado y su madre es sueca, así que el resultado de la mezcla de dos razas obviamente es bastante interesante. Con decir que todas las chicas de mi onda quieren tirárselo. Pero Evan es difícil de conseguir. Ni siquiera puedo entender cómo aceptó meterse conmigo. No tengo un físico sexy ni buen temperamento. Y él nunca había insinuado tener un gusto lujurioso por mí. No obstante, la forma en que me miraba… de alguna manera me había confirmado que estaba enamorado.

-Pídele a tu hermano que te vea ese moretón. Te hace ver feo -le dije, poniéndome boca arriba, con los ojos todavía cerrados y estirándome. Pude sentir su mirada sobre mí, y abrí los ojos para confirmarlo.

-¿Qué? -le dije- ¿Quieres hacerlo de nuevo?

-No -dijo Evan, en un suspiro de fastidio- . Hay una lasaña en la cocina. Puedes comerte mi parte -añadió, saliéndose de la cama.

Miré su trasero con descaro, y me enderecé, quedando sentada en la cama.. Lo miré mientras se ponía los boxers, y fui conciente de la humedad en mi entrepierna, tras haberme corrido tan espectacularmente. Tenía que lavarme.

Entonces se vino a mi mente la imagen que vi a la salida del instituto.




Hoy era un día más en el nublado invierno de Estocolmo. Los estudiantes salían en tropel del instituto, y yo iba como autómata hacia la salida, con mi chupa de cuero puesta y mi bufanda gris. Tenía entendido que Eva salía más tarde hoy, así que no tenía esperanza alguna de verla a la salida. Me sentía un poco patética en ese sentido, ya que ni siquiera le había dicho “Hola” alguna vez.

No obstante, me la encontré frente a su casillero. Me quedé apoyada en el mío, al otro lado del pasillo, de lado, con la cabeza volteada hacia ella, mientras la cortina de cabello levemente ondulado caía sobre el lado izquierdo de mi cara, ocultando mi rostro de Eva. Eso era lo bueno de llevar casi media cabeza rapada.

La vi abrir su casillero, cabizbaja, y meter un cuaderno que siempre andaba trayendo aprensivamente al bolso. Se lo colgó cruzado de un hombro a una cadera y caminó hacia la salida del instituto. No obstante, se detuvo al chocar de hombros con un chico.

Nunca pensé que la vería sonreír al ver a un chico. Alzó la vista, al llamarla él por su nombre, y en cuanto lo vio, su rostro se iluminó.

A pesar de los celos, sentí mi corazón palpitar de emoción al verla sonreír de esa manera. Parecía que todo el lugar se iluminara, e incluso mi respiración se aceleró. Y fue peor al oírla reír, entre el ruido de todos los estudiantes, que obstruían mi paso hacia ellos dos caminando apresuradamente por el pasillo.

Comencé a juguetear con mi aro en forma de argolla negra, y desvié la vista a otro lado, mientras intentaba escuchar su conversación por encima del ruido.

-¿Cuándo llegaste? -preguntó la voz de Eva.

-Esta misma mañana. Me quedaré donde Molly por dos semanas.

-Oh, eso es maravilloso…

Su voz era dulcísima. Nunca la había oído hablar con alguien así, y por el rabillo del ojo pude ver, horrorizada, cómo aquel chico se inclinaba para besarle la frente y luego ella lo tomaba del brazo y se iban caminando hacia la salida. Luego de eso la perdí de vista, y yo sólo fui capaz de correr al bar más cercano para ponerme pedo.



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