miércoles, 21 de octubre de 2015

LOVE IS BLINDNESS - Capítulo 16

Capítulo 16:
"Perdido como un disparo en la oscuridad"
(x)
Dormí con Hamish al lado hasta que dieron las doce del día. Tenía que trabajar, había tomado demasiados días de permiso, pero me quedé pegado en la cama al notar que Victor estaba sentado en el sillón que en la madrugada había ocupado para dormir. Leía el periódico y tenía cara de haber seguido de largo, aunque parecía lúcido. Sherlock, por su parte, no estaba por ningún lado, aunque sí estaba la maleta.
-¿Dónde está Sherlock?
-Fue a Scotland Yard.
-¿Qué? -dije, pasmado.
Me levanté. Hamish empezó a llorar.
-No es seguro.
-Fue camuflado. Con barba blanca y gafas. Estaba irreconocible, no te preocupes.
Miré la maleta.
-¿A qué fue?
-A ayudar a Lestrade a presentar las pruebas. Si lo hacía con sus propias palabras, el Inspector no sería tomado en serio.
-¿Fue a dictarle qué decir?
-Básicamente.
Alzó la mirada hacia mí, finalmente.
-Estuvieron bastante ruidosos los dos -dijo.
Lo instantáneo de mi sonrojamiento fue sobrenatural. Me encontré con la cara caliente hasta las orejas, y me volteé hacia Hamish. ¿Se había escuchado hasta la sala de estar? No era posible. Con Mary casi habíamos tenido sexo una vez mientras Sherlock estaba en casa.
Recuerdo que esa vez me fui imposible continuar.
Hamish se había hecho en los pañales. Lo llevé al baño inmediatamente. Nunca me sentí tan aliviado de ver sus pañales llenos.
-Pudieron dar algún atisbo -dijo, siguiéndome al baño- . Vaya, qué se pudrió...
-Más respeto, es mi hijo.
Victor se echó a reír, y se puso delante mío, junto a la mesa de muda del baño. Se cruzó a brazos, mirándome de pies a cabeza.
-Tenía sospechas, pero sinceramente no creí que estuvieran tan avanzados.
No estamos tan avanzados, dije para mí. Pero entonces evaluaba de nuevo lo ocurrido hace seis horas y me daba cuenta de que era más extraordinario de lo que la definición decía. Con una mujer jamás habría hecho aquello, nos habríamos saltado cualquier tipo de tanteo o jugueteo, pero con Sherlock prefería ir lento. Temía asustarlo.
-Pero entiendo porqué le gustas. Me recuerdas muchísimo a su padre.
-Ni lo digas -le pedí- . Es... pavoroso.
-¿Por qué? El complejo de Edipo según Freud es un instinto. O en el caso de Sherlock, el complejo de Electra.
Pestañeé rápidamente, mientras limpiaba a Hamish. Mi nariz había quedado inmune al olor.
Entonces recordé algo que dijo Sherlock una vez. Estaba enterrado en lo profundo de mi cabeza y sospechaba porqué.
-La belleza es una construcción basada en impresiones de la niñez, influencias y modelos a seguir.
Recordé a Sherlock en la casa de sus padres en Navidad, la confianza que demostraba con su padre y el hastío hacia la atención excesiva de su madre. Y el modo extraño en que siempre me pareció que el señor Holmes me estudiaba cada vez que nos topábamos. Sólo ahora lo entendía. Él se había dado cuenta primero que yo de lo mucho que nos parecíamos, y no sólo físicamente.
Sherlock, qué rayos. No pude evitar esbozar una sonrisa de ternura.
-Eres un buen tipo -dijo Victor de la nada.
Le miré a los ojos, poco dispuesto a creer que pensara tal cosa. Era un tipo arrogante. Bueno pero arrogante y a ratos poco confiable. Pero había sinceridad en los ojos de Victor. No había otra cosa que eso. Y una cierta melancolía que no supe interpretar.
-Tan sólo... sé constante. Sherlock es difícil -añadió.
-No tan difícil como todos piensan -susurré.
Hamish dio un rezongón. Le abroché el pañal.
-Tal vez es más fácil para ti, y quisiera descubrir tu método para llegar tan al fondo de él.
Fruncí el ceño. Parecía realmente triste.
-¿Tú y Sherlock...? -comencé a decir.
-Sólo bromeaba. Prefiero mantenerme a distancia. Quién sabe qué puede pasarme si no -dijo, cambiando su expresión completamente.
Salió del baño, mientras yo evaluaba su cambio casi bipolar de humor.
-Voy por cigarrillos -dijo- . ¿Quieres algo de la tienda?
-¿Sabes donde queda?
-¡Claro! ¡Sé tu residencia y alrededores desde hace meses! -exclamó desde la sala de estar.
-¡Fingiré que no escuché eso!
Di un suspiro, perturbado por aquello. Sin embargo, me quedé con el pensamiento de que muy probablemente Victor se sentía solo. Veía a Sherlock tener un apoyo en su vida, si podía considerarme eso, y eso para él significaba estar solo en su modo de vida. No le veía teniendo mucha gente donde apoyarse.
Cuando escuché la puerta cerrarse, levanté a Hamish de la mesa de mudas y regresé al cuarto. Volví a recordar la ausencia de Sherlock, y empezaron a temblarme las manos de la preocupación. ¡Cómo podía ser tan descuidado! Busqué el celular en mi velador y marqué número.
Paré en seco. Corté la llamada: la maleta de Sherlock estaba junto al sillón del cuarto, donde la había visto al despertar hace unos minutos. Si Victor la había estado vigilando a propósito, se había olvidado completamente de ella.
La cogí y la abrí sobre la cama al lado de Hamish, quien encontró la manera de rodar hacia un lado y empezar a gatear sobre la cama. Lo cogí y lo puse en el corral, para evitar que llegase a caer. Volví al maletín, tenso.
Estaba la carpeta que había revisado en Madaba, y por la cual había llegado a deducir que Mary y Haneen eran parientes. Pero no había revisado más de los documentos que había allí, a causa de mi urgencia por resolver aquello de un santiamén. Por ello, saqué esos documentos ya revisados a un lado y miré los otros. Había una razón por la que Sherlock los guardaba tan celosamente, y por la que dejaba a Victor a cargo de ellos, e iba a averiguarlo.
Me senté en el sillón del cuarto a mirarlos. Eran un fajo medianamente ancho de hojas. En las primeras vi el nombre de Mary en la parte superior.
Era sobre sus antecedentes penales oficiales, los que estaban bajo su verdadero nombre. Eran los primeros hasta sus dieciocho años, que si bien no eran los de una adolescente ideal, no era tan graves como los de una criminal internacional. Entré a preguntarme cuando había comenzado su carrera delictiva.
Sólo tengo amigos. Sólo amigos” dijo una vez con un tono de frustración y gozo mezclados. ¿Quién podría decir eso y sentir frustración? Yo... podía contar mis amigos con los dedos de una mano. Y sólo había pasado mi Noche de Despedida de Soltero con uno de ellos.
¿Quién saldría de fiesta con Sherlock, si me ponía a pensarlo? Nadie. ¡Había medido mis vasos de cervezas, por el amor de dios! Quién hace eso.
Y así y todo habíamos terminado en el suelo. Nunca le echaría alcohol demás a su vaso. Nunca más. Sobre todo porque en el fondo de mí había esperado que algo exitoso saliera de todo ese alcohol en el cuerpo de Sherlock, y eso me convertía en un psicópata.
Había esperado verlo ablandarse conmigo, olvidar la lógica y dejarse llevar por el cariño que demostraba tenerme. Y es que muy en el fondo siempre esperé ver algún atisbo de capacidad para tener relaciones en Sherlock, y que ese atisbo me diera algo de esperanza. Pero recuerdo haber llegado a un punto en que simplemente la perdí. Fue ese día en que le vi con Janine, haciéndose cariños y mirándose de esa manera tan entrañable... para luego verlo proponerle matrimonio por conveniencia para resolver un caso. Y de hecho, después de oírle decir que no habría matrimonio, con ese tono de quien piensa que es lo obvio, pensé que Sherlock genuinamente no tenía corazón. Me pregunté por minutos que había significado ese discurso en mi matrimonio. ¿Había sido auténtico o sólo un ensayo de palabras entrelazadas entre sí especialmente para conmover al público, como quien macera la receta perfecta para sacar lágrimas de las masas?
Por suerte había confirmado lo contrario, cuando tras la muerte de Mary se quedó conmigo por medio día, esperando a que dejara de llorar. Sherlock no lo demostraba siempre, a veces actuaba descorazonado, pero... tenía personas que le importaban.
Volví a la hoja, estupefacto al ver cómo el pensamiento negativo de los antecedentes de Mary se había desviado suavemente a Sherlock, al recuerdo de que me quería. Sherlock me sacaba de quicio a veces, pero siempre constituiría aquel lado brillante de mi corriente vida.
O no tan corriente.
La mayoría de los delitos de Mary antes de los dieciocho eran robos a tiendas. Robos muy infantiles, juguetes, a veces incluso comida. Podía comprenderlos. Pero los antecedentes de la Mary mayor de edad que conservaba su nombre de nacimiento eran diametralmente menos livianos. Cuando alcanzó los treinta había cometido tres asesinatos por encargo, asesinatos de hombres cuyos nombres solía conocer como todo ciudadano del planeta. Tras eso se hizo una reputación y comenzaron a encargarle más trabajos de ese tipo. Asesinatos de hombres conocidos, pero de menor importancia. Hombres que por sí mismos habían cometido graves delitos por los cuales perjudicaron miles de personas asalariadas. Los muertos fueron hombres no asalariados que vivían de acciones de empresas, y que hacían donaciones descontados de los suelos de personas inocentes para escaquear los impuestos. ¿Cómo podía odiarla por asesinatos así? Si pensaba en los asesinatos por sí solos, entonces lucían graves y completamente inescrupulosos, pero cuando pensaba en los hombres, en los nombres, se suavizaban significamente. Y mi moral más superficial me lo decía, que lo que Mary había hecho era horroroso, que la cantidad era horrorosa, que las recompensas eran indecorosas. Pero muy en el fondo mi mente me decía otra cosa, y me hacía sentir mal. Quizá Sherlock sí me había arruinado. Él encontraría esos asesinatos completamente justificables si lo evaluaba. Él mismo había asesinado a un hombre desalmado como de los que Mary se había deshecho, por lo que no tenía derecho a decir que no le molestaban.
En los siguientes documentos los antecedentes de su primera y original identidad se perdían, y pasaban a ser los de una, dos, tres, cuatro personas diferentes con el mismo rostro. ¿Cómo es que nunca la habían descubierto?
Miré a Hamish, en el corral. Fui a buscarlo, con la garganta anudada, y lo senté en mis piernas, para seguir leyendo.
Si aquellos asesinatos eran horrorosos, aunque secos y sin decoración alguna, sistemáticos y limpios como los de la asesina perfecta, los dos siguientes me dejaron de una pieza.
-Mediante pruebas de sangre se encontraron las identidades de los padres biológicos de Atara Galit Rimbaud Achaz -leí. Un nombre bastante musical- . A.G.R.A. -susurré- . Rinath Hatzlaja Roffet, Madre, Tipo de sangre: AB, Nacimiento: 25 de julio de 1953, Muerte: 12 de octubre de 2004; Samuel Kauffman, Padre, Tipo de Sangre: A, Nacimiento: 4 de abril de 1950, Muerte: 12 de octubre de 2004.
Alcé la mirada hacia el frente, con las hojas temblando en mis manos. Pasé a la siguiente, pero a medio camino me detuve, al notar una inscripción en la parte inferior derecha de la hoja. Dejé las demás a un lado y miré la letra, incrédulo. Era la letra de Sherlock, la reconocía de su firma. ¿Era posible que nunca le hubiera visto escribir a mano? El caso es que la inscripción decía “Urgente”. ¿”Urgente?”
Sin detenerme mucho más en ello comencé a leer otro documento. Era una hoja con los resultados de una corta y poco intensa investigación de asesinatos contra las dos personas cuyos antecedentes había leído anteriormente. En esta se explicaba que se había llegado a la conclusión de que habían cometido suicidio juntos, esto por la muerte temprana de una hija que ambos tuvieron cuando la señorita Roffet tenía veinte años y el señor Kauffman veintitrés. Según los reportes la niña fue encontrada muerta en su cuna, y al estar juntos ambos progenitores a la hora de morir, se deduce su suicidio. En la parte inferior salía la misma inscripción, pero además era acompañada de un ticket de aprobado. ¿Qué significaba?
El siguiente reporte, no obstante, hacía dudar de los datos anteriores, pues según la investigación de Atara Galit Rimbaud Achaz, la muchacha que pasara dieciocho años de su vida encerrada en un orfanato con condiciones insalubres e insuficientes de vida, los había investigado desde el momento de ver cumplida su mayoría de edad, es decir, desde el momento en que se fue del orfanato e hizo su propia vida. Atara había sin duda sido una niña brillante, y viendo las condiciones en que vivió por dieciocho años, no vio camino más obvio que el de deshacerse de aquellos que la habían abandonado, Rinath Roffet y Samuel Kauffman. Pero estos no habían vivido juntos durante los veinticinco años que la muchacha tardó en encontrarlos, pues según sus antecedentes bio-bibliográficos, ambos habían contraído matrimonio y tenido vidas apartes. Rinath había permanecido en Jordania, el país que la vio nacer, y se había casado con un judío hasídico como mandaba su comunidad, y tenido una hija llamada Haneen Vanrell, quien nació con un desorden bipolar que le impidió tener una educación normal hasídica. En ese punto comencé a preguntarme en qué momento Haneen y Mary se habían encontrado. Por su parte, el padre de Mary, o Atara, se caso con una mujer de la misma nacionalidad que él, inglesa, y permaneció en el país sin salir de él hasta su muerte. Hizo un sólo viaje en su viaje, y este definió el destino de una niña inocente. Le odié en verdad.
Misma inscripción.
Mary los había matado, no había explicación más razonable. No obstante, los antecedentes que lo aseguraban sin duda estarían en aquel Pendrive que yo mismo había lanzado al fuego de esa chimenea, en casa de los Holmes, por lo que nunca lo sabría a ciencia cierta. Quizá así eran mejor las cosas, aunque mi lógica me gritara que ella y nadie más que ella se había deshecho de los dos.
Luego de los antecedentes de los padres venían más antecedentes de Mary, Mary Morstan, no criminales, sino académicos. Había completado su carrera de enfermería en los años que ella me había dicho. Había explicado que no había podido hacerlo antes porque no tenía los medios. La educación de su orfanato había sido muy incompleta y le faltaba la base para las pruebas de ingreso. Yo lo creí, y confiaba en que era en parte verdad. Si bien se había dedicado a trabajar como asesina, esto empujado por su odio sempiterno hacia quienes la habían abandonado, podía confiar en que no había podido estudiar a falta de bases. Aunque si se hubiese abocado a eso completamente, sin duda habría sacado la carrera antes de los treinta y cinco años. Sí, así era. No podía ser tan ingenuo.
Este reporte no tenía inscripción de ningún tipo.
Di un suspiro de cansancio, y apoyé los labios en la cabecita de mi hijo. ¿Quería seguir leyendo? Claro que sí, pero estaba tan cansado de enterarme de cosas que Sherlock debió decirme por sí mismo. ¿Por qué me ocultaba estas cosas?
Pasé a la otra hoja, y en ese momento comprendí porqué. Era una hoja de antecedentes impresa por la misma Mary. Era una lista de asesinos especializados, y uno de ellos, según los registros, de nacionalidad inglesa, había entrado al país el 8 de noviembre de 2013, para irse el 28 de diciembre, el día en que Sherlock se habría ido del país si no hubiera sido por la aparición de Moriarty en las televisoras de toda Inglaterra. Según los registros le había sido pagado su trabajo el 4 de enero por Mary Watson, si bien en la hoja de pago el presunto francotirador aparecía como un Terapeuta. Mary había cambiado el trabajo del hombre a terapeuta con tal de borrar su acción como francotirador. No pude encontrar más explicación que la de que Mary había mantenido a Sherlock en la mira hasta que vio como oficial su salida del país, su alejamiento de John Watson, yo.
Y lo había planeado hasta el último detalle, pues las siguientes hojas mostraban antecedentes de un hombre llamado Amir Galeb, un criminal francotirador con el mismo rostro del terapeuta de Mary, y que había viajado el 8 de noviembre a Inglaterra. En caso de ser descubierto, la identidad falsa de este hombre sería acusada, para luego él desaparecer de la faz de la tierra.
Entonces vi, luego de estos antecedentes, los de Janine Vanrell, la única persona en esa historia que había conservado su nombre. Janine venía de Janina, un nombre israelita, por supuesto. Moriarty había cometido el error de mantener demasiada cercanía con sus parientes judíos, pudiéndose hacer conexiones entre ellos muy fácilmente. En sus antecedentes aparecían datos tales como los básicos, de nacimiento, padres, estudios, trabajo. Actualmente Janine tenía treinta y dos años, una edad muy alejada de la de su mejor amiga Mary... Watson. ¿Por qué nunca me pregunté por la edad o cómo se habían conocido? No lo sabía. Supongo que la razón era simple: yo era yo, y nunca me fijaba en los pequeños detalles. Conservé la esperanza de que Sherlock hubiera consultado este detalle.
Luego venía una hoja con sus antecedentes criminales, y aunque debí darlos por hecho por la conexión turbulenta que actuaba en aquella familia no sólo por sangre, me sorprendí bastante. Janine siempre me pareció una joven sumamente simple y encantadora, de aquellas que no se hace problema por nada, abierta de mente y dispuesta a satisfacer todos sus deseos sanamente. Por eso había gustado de Sherlock, un hombre tan difícil. Aunque debía considerar que Sherlock había actuado un poco delante de ella, no sonreía de esa manera con nadie, y si bien era un acto, resultaba creíble. Pero seguía siendo un acto.
Siempre me he preguntado cómo se las arregla para ser tan verosímil.
Por supuesto, había una inscripción al final, y estaba subrayada, y junto a ella venía la clarificación que había perseguido desde que viera la palabra “Urgente” por primera vez:

Borrar antecedentes criminales,
conexión con Atara y conexión política con familia Rimbaud,
mantener conexión sólo con los ACHAZ. VI.

-¿VI? Muy importante*.

Consultar Myc.
Borrar antecedentes de currículum trabajo con CAM.”

Sherlock colocaba la etiqueta “Urgente” para aquellos casos en que debía borrar o cambiar cierta información del sistema, lo cual me parecía sinceramente un exceso de soberbia. No obstante, al parecer lo había logrado, basándome en uno de los ticket puesto junto a uno de los muchos “Urgentes” que había escritos en esa carpeta. Había logrado borrar una hoja de antecedentes, y estaba conservando aquellos que aún no y los que sí para recordarse a sí mismo. ¿Sherlock estaba teniendo problemas de memoria o simplemente no le interesaba lo suficiente borrar esos antecedentes como para grabarlos en su cabeza? Sherlock sólo recordaba lo que le importaba, lo que servía para un caso o aquello que lo fascinaba. Pero entonces tenía esas inscripciones de “Urgente” y no tenía ninguna lógica que no recordara todos aquellos datos.
Lo más extraño era que hubiese dado tanta urgencia a alguien como Janine. No le había visto especialmente entusiasmado con ella, pero entonces, qué podía saber yo de Sherlock en su relación con otras personas. Aún no era capaz de llegar al fondo de ello, el método que él usaba, qué tipo de personas eran aquellas que tenían el privilegio de tenerle en sus manos emocionalmente. Yo era sólo una persona, no podía basar el patrón de comportamiento de Sherlock sólo en mí mismo.
-John, fuiste más decidido de lo que creí -dijo la voz de Victor.
Los papeles resbalaron de mis manos de la pura impresión.
-Oh, lo siento -susurró él, viendo los papeles en el suelo.
Me ayudó a recogerlos. Sentí mi cara helada, y recordé darle expresión cuando Victor alzó la mirada hacia mí preocupado.
-No te preocupes. No le diré a Sherlock. Dejé la maleta aquí a propósito. Debiste notarlo.
-No. Pensé que... simplemente la habías olvidado.
Victor frunció el ceño.
-Pues... entonces supongo que te he sobreestimado. No me pasa eso a menudo.
Nos levantamos con los papeles en nuestras manos. Estaba tan acostumbrado a los insultos inintencionados de Sherlock que aquello fue casi cuna caricia.
-¿Qué ocurre? Pareces en shock? -dijo Victor.
¿En shock? ¿Qué le daba esa idea? Miré los papeles, y noté que mi mano izquierda temblaba un poco.
Oh. Mary había matado a sus padres. Era por eso. Debiera juzgarla, pero no lo hacía. Y sin embargo juzgaba a Sherlock por no juzgarla. Había visto la relación de Sherlock y Mary crecer a pasos agigantados, la confianza entre ellos surgiendo cómo espuma imposible de reventar, hasta quue Mary se fue. Y sin duda ella la había cubierto para mentir sobre su supuesta muerte.
Sherlock la había cubierto. ¿Por qué sólo ahora comprendía la gravedad de ello?
Y Mary había matado a sus padres, y Sherlock lo sabía, y ayudó a alguien como ella a engañarle. Me engañaron los dos.
Los dos. ¿Tan poca fidelidad soy capaz de inspirar en los otros?
-¿Hola? ¿John? Realmente pareces en shock.
-Estoy bien -Carraspeé- Ehm, ¿También eres de los que deduce a la gente?
-Sí, pero debo decir que no lo hago tan bien como Sherlock. Ten, te traje unas mentas -me dijo, sacando un paquetito de su bolsillo- . Noté que las masticas mucho.
Técnicamente no las masticaba, dejaba que se deshicieran en mi boca, pero... qué mas da. Las recibí y las puse junto a las que ya tenía en mi bolsillo.
-¿Por qué tomas tantas?
-Digamos que... como más que Sherlock.
-Cualquiera come más que él. “El cuerpo sólo es transporte” -rezó, casi como un mantra.
-¿También te ha comentado eso? -dije, sin el entusiasmo que mi cara estaba expresando.
-Sí. Y es absurdo. El cuerpo es nuestro templo. Si no lo cuidamos, la cabeza también se desbarata.
Puse los papeles en la carpeta. Me había faltado revisar los últimos tres. Vi a Victor ojearlos antes de pasármelos. Vi la foto de Sherlock tamaño carnet impresa junto al texto, pero me resistí a darle una ojeada más larga.
-Lo siento por el secretismo de Sherlock -me dijo, cuando fuimos a la sala de estar. Tenía el estómago anudado, pero tenía que comer algo.
-Yo lo siento también -dije.
Victor se sirvió un jugo. Lo dejé, sin darle muchas vueltas, mientras preparaba la leche de Hamish.
-Espero que esto no dañe tu relación con Sherlock, o me arrepentiré de haber dejado la maleta a propósito.
-Te agradezco que lo hicieras -dije, aunque no estaba muy seguro de ello.
Victor paró en seco. Algo que había dicho lo había alertado.
-¿Qué leiste en esos documentos? ¿Qué alcanzaste a leer?
-Sobre mi esposa, básicamente -dije, sin miedo- . Parece que tú lo has leído todo ya. ¿Sherlock te los dio?
-No tuvo tiempo para eso. Salimos de Jordania muy rápido.
-Supongo. ¿Entonces cómo sabes todo?
-¿Qué te da la idea de que sé todo? Sólo soy un... contrabandista de identidades -dijo con una sonrisa. Le enorgullecía. Pero la sonrisa escondía mucho más que su orgullo: su intento de no dar importancia al asunto.
-Pero sabes sobre Mary -dije, frunciendo el ceño.
-No. Sólo que fue tu esposa y murió al dar a luz.
Alcé las cejas. Al dar a luz. Sí, claro.
Intenté no darle importancia, y me encogí de hombros. Fui a darle la leche a Hamish. Vi la maleta arrinconada junto al sillón de la pieza, y me resistí a revisarla, tenso. Hamish comenzó a tomar de su leche y yo miré hacia la ventana, con mi párpado izquierdo temblando.
Un horrible sentimiento estaba poco a poco creciendo en mi interior, amenazando con estallar.
¿Qué me has hecho, Sherlock?

*VI: Very Important.

Sherlock

-Creo que podemos presentar estas pruebas tal como están ahora -dijo Lestrade, mientras yo miraba por la ventana de la oficina hacia la calle. Sólo había una luz de escritorio encendida en el piso, para preservar mi identidad a través del vidrio- . Considero más conveniente que aparezcas después de resuelto el caso en la Corte, no durante. Lo siento, pero no tenemos más opciones.
-Si presento y explico las pruebas, quizá el proceso sea más rápido. No puedo esconderme por siempre, John necesita apoyo con Hamish.
-Y aquel Victor Trevor necesita una escolta.
Le miré de reojo, y sonreí por un lado de la boca. Lestrade se estaba volviendo más y más agudo.
-Pues yo no seré la suya -dije cortante.
Me acerqué más al vidrio, y entonces noté que mi celular empezaba vibrar en mi bolsillo. Lo revisé y vi el número de Victor brillando. Corté la llamada.
-Te puedo garantizar una semana. No más. A menos que tu hermano encuentre una forma de acelerar el proceso.
-No, ya ha hecho bastante garantizando mi libertad. Debiera estar tras las rejas según la ley.
Lestrade rió por lo bajo.
-Detecto agradecimiento. Sherlock y Mycroft Holmes... -dijo como si lo recitara- se odian pero su fidelidad el uno para con el otro...
-La razón es que no quiero estar en deuda con Mycroft, si estás insinuando que me siento agradecido.
Oí que suspiraba exasperado.
-Scott no estaría muy feliz de verlos así -dijo.
Cerré los ojos. A veces me arrepentía de haberle contado tantas cosas acerca de mí mismo al inicio de nuestra asociación, pero entonces pensaba: Lestrade tenía acceso a cualquier caso periodístico y criminal existente en Inglaterra, y encontrar los registros policiales de la desapareción de Scott hace casi treinta años no habría sido un desafío para él. Tenía el material a su disposición, a diferencia de mí. Por supuesto, yo tenía otros métodos.
-¿John sabe sobre Scott? -preguntó.
-Sí. Le ofrecí contarle todo lo que quisiera saber. Tenía que encontrar alguna manera de que confiara en mí para mantenerlo lejos del peligro. Pero como sucede en la vida, el resultado fue al revés. John nunca va a mantenerse lejos del peligro. El peligro lo llama. Quisiera que fuera... más mundano a veces.
Vi el reflejo del rostro de Lestrade en el vidrio, dispuesto por la mesita de luz, que no alcanzaba con su luz mi cara. Le vi negar con la cabeza.
-No estarían asociados si así fuera. Los dos son personas difíciles y por eso se encontraron.
Bajé la cabeza, un tanto apenado por ello. Me preguntaba a veces si el que era el mayor de sus pesares, el engaño de su esposa, habría ocurrido de todas maneras si yo no hubiera estado en escena. La vida de John estaba totalmente condicionada, en sus aciertos y desaciertos, en base a su personalidad, que si bien al principio encontré mundana, era casi tan difícil como la mía. John no era una persona sociable, no era fácil conseguir su aprobación o agrado, era sumamente juicioso y eso hacía a veces la gente confundiera su seriedad con mal talante. Pero a algunas mujeres le agradaban los tipos así. Y a mí me gustaban los soldados.
-Debo volver a casa antes de que John se vaya al trabajo.
-¿No va a pedir más días?
-No. Espero no haya llamado a la niñera -dije, dirigiéndome a la puerta.
-Te llevo.
-Voy suficientemente de incógnito -dije, sacudiendo mi saco color beige y mi pelo corto. Empezaba a crecer más sobre la frente, y sentir las puntas acariciar mi frente era un alivio.
-Supongo que sí. Ten estos -dijo Lestrade, pasándome las gafas.
Miré el cielo oscuro de principios de la tarde, a través de las ventanas. El sol no delataba su presencia por ninguna parte. Empezaba a extrañar el calor de Madaba.
-OK -dije, a regañadientes.

No lograban reconocerme en la calle, pero el espacio para estar con mis propios pensamientos comenzó a encasillarme en la tensión que me significaba desde hace meses mentirle a John tan descaradamente. Esperaba Victor haya vigilado bien esa maleta o estaría acabado.
Al llegar a casa, no obstante, no encontré a John o a Victor. Pero Hamish estaba en su andador en la sala de estar, mientras alguien hacía comida en la cocina.
-Anderson -dije, al verlo de espaldas.
Me quité el saco, apesadumbrado, y Anderson se volteó a mirar, chupándose los dedos.
-¿Qué haces aquí?
-John llamó. Él y un tipo tenían que ir a algún lugar. ¿Un amigo de ustedes?
-Podría decirse -dije, mirando a Hamish. Fui en busca de la maleta de inmediato. La encontré junto al sillón, en el mismo lugar donde la había dejado. No obstante, estaba levemente chueca respecto de la anterior,. El alma se me cayó a los pies.
Llamé a Victor mientras la abría y sacaba la carpeta.
-¿Sherlock?
-¿Dónde están?
-Yo estoy paseando por ahí. John no me confió a Hamish, y tú no llegabas.
-John no iba a ir a trabajar hasta en diez minutos más. No revisó la carpeta, ¿verdad?
Victor dio un suspiro.
-Quiere que vuelvas a Baker Street.
Fruncí el ceño. La había ojeado, y cuando miré la carpeta, vi que el orden de los documentos había cambiado. Sentí un vacío en el pecho.
-¿Qué más dijo? -dije, tratando de que mi voz no temblara.
-Lo siento, Sherlock. Quizá debieras darle tiempo. Es pequeño pero cuando se enoja es...Aunque estuvo bastante controlado dado que su hijo estaba presente. Yo habría reaccionado mucho peor.
Me apoyé contra la pared. Lo había leído todo. Sentí un leve mareo.
-Debiste vigilar la maleta mejor.
- debiste llevarla contigo.
-No podía, no tengo respaldos y debo mantenerla en un lugar seguro.
-Pues no balanceaste bien las prioridades.
-¿A qué te refieres? -dije, tocando el cuero de la maleta.
Le esperaría hasta que volviese para hablar con él. Sí, ese era un buen plan.
-Claramente John es... el primero en tu lista de prioridades.
-También la seguridad de esos documentos.
-No tienes que mentirme, Sherlock. Puedes confiar en mí.
Apoyé la frente en la palma de la mano.
-Yo te recomiendo que vayas a Baker Street y... dejes las cosas enfriarse.
-No puedo volver allí. Me arrestarán.
-Puedo hacerme pasar por un nuevo inquilino, si quieres. Yo iré allí, te llamaré para que tu casera me crea y me quedo en tu piso.
-OK -dije.
Miré el sillón y noté mi corazón reaccionar automáticamente. Di un suspiro involuntario, recordando las manos de John por todo mi pelo. Sus dedos... No pude evitar cerrar los ojos, deleitándome en la fantasia realizada de aquello. Ni siquiera había tenido fantasías con él antes de eso. Siempre me inspiró miedo el que pudieran distraerme de lo que realmente debía hacer: deducir y resolver casos. Pero ahora ni siquiera esto parecía tan interesante cómo besar profundamente a John con su cuerpo fuertemente apegado contra el mío.
-John quería ver esa carpeta, Sherlock -dijo.
Abrí los ojos. Mi corazón estaba galopando, añoranza y miedo mezclados.
-Lo resolveremos cuando vuelva a Baker Street.
-No pienses en quedarte a esperarlo.
-Es precisamente lo que voy a hacer -dije.
-Sherlock...
Corté y dejé el celular en el suelo antes de sumirme en el desastre en que se había convertido ese día, tan repentinamente. Era increíble lo mucho que había cambiado mi perspectiva entre las seis de la mañana y ahora. Estaba metido en líos con John y parecía que, por el contenido que sabía guardaba esa carpeta, esta vez no se resolvería. Había pisado demasiado hondo y sospeché que así sería desde el momento en que presté ayuda a Mary por sobre mi lealtad hacia John. Pero estaba ciego por las circunstancias.
-Se quedará contigo -me había dicho Mary para convencerme- . Cuídalo por mí. Sé que lo harás mejor que yo.”
Había sido arrogante. Tan arrogante.

Despaché a Anderson minutos después. Estaba entusiasmado cocinando y dejé que terminara, entre tarareos que me colmaron la paciencia. Me quedé solo con Hamish, y comencé a pensar en qué lugar dejarlo resguardado en el momento en que John y yo comenzácemos a discutir.
-¿Anderson? -preguntó su voz, al entrar a casa.
Me levanté del sillón, en mi camisa morada, y le vi mirar primero hacia la cocina.
-¿Sherlock ha llamado? ¿Anderson?
-John -dije.
Hamish dio un gemido de ilusión al ver a su padre. Yo estaba parado junto a su andador, en la esperanza de ver la presencia de Hamish como un suavizante.
-¿Victor no te llamó? -dijo, tras tragar con fuerza. Su expresión se endureció poco a poco- ¿No te advirtió de nada?
Vi ceder su duro semblante cada tanto, como si le estuviera costando mucho trabajo mantenerlo.
Eso no quitó que dejara en claro que iría directamente al grano.
-Lo hizo, pero no seguí sus recomendaciones. Consideré... ahm... -Mis palabras se atropellaron unas a otras- ahm, quedarme aquí y esperarte. Debemos hablar.
Las aletas de su nariz se expandieron. Dios, estaba tan enojado, pero esta vez... esta vez no pude reírme en su cara por ello. Me mantuve serio, mientras mis dedos se retorcían en mi espalda.
-¿Te dio recomendaciones?
-Me aconsejó ir a Baker Street.
Alzó las cejas.
-Tiene más sentido común que tú por lo que veo.
Se acercó al andador. Yo fijé la mirada en su pelo, un tanto resistente a mantener una expresión seria. Tenía el cuerpo sumamente sensible desde la mañana, como un gato, e incluso el viento que lanzó John hacia mí, al acercarse a una distancia tan limitada, me hizo estremecer. ¿Le pasaba así a todos o yo era sólo el más patético sobre la tierra?
-Prefería resolverlo ahora. Hacerte entender... John...
Fue a dejar a Hamish al cuarto sin ponerme atención. Apreté los dedos, sin atreverme a seguirlo, y cuando volvió, vi su rostro más crispado de furia.
-¿Hacerme entender qué? ¿Que confraternizaste con... Mary para...? ¿Para qué? Ni siquiera entiendo para qué.
-Ella necesitaba resolver las cosas. Dejar el camino libre para que tú y Hamish pudieran vivir una vida normal, sin persecuciones.
-¿Persecuciones de quien? -Cerré los ojos por un momento. Siempre haces las preguntas correctas, John. Siempre las correctas- Para entonces no sabíamos de la conexión entre Moriarty y Magnussen -añadió.
-Lo sé, pero tu seguridad dependía de la fuerza que pudiera tener Moriarty a la hora de volver. Mary deseaba compensar lo que...
-¡¿Qué, Sherlock?! ¡No había nada que compensar! Todo estaba resuelto. Mary y yo no íbamos a seguir juntos después del nacimiento de Hamish.
Fruncí el ceño, consternado. ¿No iban a seguir...?
-Mary no tenía porqué compensar nada -siguió- . Íbamos a darle un punto final.
-Ella... -dije, dejando mi estupor de lado... sin mucho éxito- ella quería compensar el que me hubiese disparado. Ella creía que tú seguías teniéndole rencor por ello.
-Pues estaba equivocada. Me había dejado claro que nunca pretendió matarte -Respiró agitado. Entonces desvió la vista a otra parte, con mirada queda- . Aunque...
Estaba dudando.
-Aunque sí estuviste muerto.
Tragó, y su expresión pareció quebrarse por un momento.
-Pero no morí. Eso es lo importante.
John dio un suspiro, indignado por mis palabras..
-¿No ves tu rencor? -le dije, acercándome a él- Era tu rencor lo que la hizo decidir, John. Y no te estoy criticando por...
-¿Cuándo ibas a decirme que Mary había matado a sus padres?
Tragué. Había temido que llegara a ese tema.
-Debieras estar en su lugar para saber si...
-No. Eran sus padres. Tú no matarías a tus padres.
-A veces sinceramente siento deseos de hacerlo.
-No es lo mismo. Adoras a tu padre, Sherlock.
No pude evitar una mirada de extrañeza. No creía que fuera a ese nivel.
-No es un asunto aislado, Sherlock, y los engaños se están acumulando uno tras otro. Te aliaste con ella para mentirme. Te aliaste con ella para engañarme, y sabes lo mucho que odio que me mientan.
-La primera vez que te engañé gravemente terminaste perdonándome.
Cerró los ojos. Esta vez había ido demasiado lejos, pues vi una sonrisa brincar de sus labios, amarga.
-¿Por eso lo has seguido haciendo? -dijo, negando con la cabeza- Dios... ¿Por eso pensaste que te perdonaría de nuevo'
-No. Es porque sientes algo por mí, por muy mínimo que sea -dije. Me sentí estremecer de miedo al decir esas palabras. Era pretencioso de mi parte, pero...- . Y sí, también es en parte porque me perdonaste una vez por algo tan grave como lo que hice tres años atrás y yo... me confié. Siempre me he confiado. Te vi llorar en mi tumba, John. ¿Qué pretendes que deduzca de eso?
-Que me importas -dijo, afirmando con la cabeza- . Y porque me importas es que estoy... horrorizado... aterrorizado de que sigas mintiéndome, dejándome al margen, sobreprotegiéndome... No necesito eso, Sherlock...
Su voz flaqueó. Miró al piso, a sus zapatos, y noté el quebrantamiento en mí mismo. No era la voz suavemente enojada de siempre. John estaba claramente harto, y lo peor era que le daba toda la razón.
Y le importaba. “Me importas...”
-Era la madre de Hamish -dijo, alzando una perturbadora mirada aguada hacia mí. Tan aguada que la sentí como alfileres en mi pecho- . Era la madre de Hamish y tenía derecho a saber lo que estaba pasando con ella. Tenía derecho a saber con qué clase de persona me había casado. Sé que renuncié a saber la verdad por mí mismo, pero si tú... si sabías lo que sabías, entonces debiste... -Su voz se quebró. Yo me mantuve rígido donde estaba, aterrorizado. No llores, John, no llores. No me hagas decirlo todo. Es mejor para ti que no sepas- No debiste mentirme sobre su muerte. No debiste ofrecerte a participar en aquella... morbosidad...
-Lo sé. Lo siento. No debí hacerlo -dije atropelladamente- Por f...
No pude terminar la frase. Iba a decirle que por favor me perdonara, pero... fui incapaz. La voz iba a quebrarse en mi garganta y tenía miedo de mostrarme debil frente a él. No era la imagen que él tenía de mí. No quería decepcionarlo.
-Por favor... -dijo, sin mirarme- vete a Baker Street. No puedo verte. Sherlock.
-Perdóname...
-Por favor -dijo, mirándome a los ojos con la pena y la decepción reflejadas en ellos- . Quiero mantenerme frío con esto. Quiero pensar que no es tan malo.
-No te estoy pidiendo que lo suavices.
-No lo estoy haciendo por ti. No pido que te vayas por ti. Es por mí. Necesito enfriar mi cabeza, y evitar que te caigas en pedazos frente a mí, ¿entiendes?
Tragué. No quería decepcionarse más de lo que estaba.
-Puedes despedirte de Hamish -dijo, yendo en dirección al cuarto.
Pasó junto a mí, y yo me mantuve rígido, mientras mi cerebro me pedía que alargase la mano hacia él. Miré a Hamish en el andador, pero por el rabillo del ojo mantuve mi atención en la silueta de John, con mi pecho subiendo y bajando en muda desesperación.
Estaba tan convencido de que lo resolvería ahora. Qué ingenuo. No me gustaba quedar en la incertidumbre, o peor, quedar en la creencia de que no había solución. Necesitaba oírle decir que había esperanza.
Levanté a Hamish del andador y lo abracé contra mi pecho, con su cabecita contra mis labios. Él rió, ignorante de lo que había pasado, y más allá oí la puerta cerrarse con el casual sonido de un hombre calmo. No hubo portazos. Nada. Sólo calma, y ese silencio horroroso, como también mi repentina incapacidad para expresarme. Quedé en blanco, mi rostro quedó en blanco, pero el nudo en mi garganta se apretó dolorosamente.
Devolví a Hamish al andador y me volví hacia la pieza de John. La maleta seguía allí. Probablemente sólo le faltaría leer mis propios documentos, los últimos. Qué caso tenía ir y recuperarlos. El daño ya estaba hecho.
Cogí mi saco color arena y salí de la casa con las gafas puestas.

Creí saber qué me ocurrió: estaba en estado de shock. Lo experimenté cuando deduje el plan de Moriarty de hacerne matar por mí mismo, para así completar su historia. Recuerdo haber estado tan calmo. Pero la calma tarde o temprano es reemplazada por la tormenta, que sucedió cuando se disparó a sí mismo, cuando me volví hacia la calle desde el techo. No obstante, las revoluciones volvieron a bajar levemente cuando vi a John en la calle. Las lágrimas se hicieron presentes esa vez, pero verle allí, caminando, vivo, sano, me hizo darme cuenta de que no era tan malo completar aquel engaño si con ello lograba que él siguiera de esa manera.
Llegué a Baker Street en un ánimo de calma. Había llamado a Victor ya, y le encontré en lo alto de la escalera, con la puerta de entrada a la sala de estar tras su espalda. Estaba serio, y tuve la sospecha de que sabía lo que venía. Pero pasé de largo junto a él, y sólo cuando entramos por la puerta, me volteé y le di un puñetazo que lo botó al piso.
-Oh... ouch... Uou, tu puño sigue duro -dijo con la mano en la boca. Le había roto algo.
Se levantó tambaleante del piso, y alzó las cejas, con la expresión de sorpresa que sigue a mi primer golpe. Habíamos practicado lucha juntos en la Universidad, aunque no era tan habilidoso como John para desarmar a alguien. John tenía la ventaja de saber dónde golpear.
John, John, John...
Le cogí del cuello de la camisa de algodón y lo estampé contra la pared entre el bastidor de la cocina y la puerta de salida. Victor dio otro gemido, y yo le volví a zamarrear contra la pared, mientras él me miraba el rostro, con expresión de estupor.



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5 comentarios:

  1. Me encanta esta historia, comencé a seguirla hace unos dos o tres días, ¿vas a seguirla?, la verdad es que es una historia maravillosa y muchas veces juegas el papel de los personajes y hasta se siente su dolor.
    En resumén, es historia genial.

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    Respuestas
    1. Hola!!! Gracias por leer! Sí, sí seguiré la hstoria, no te preocupes, es que he estado algo ocupada para publicarla, pero la historia ya está terminada

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    2. De hecho, puedes seguir leyéndola hasta el final en este link: http://www.amor-yaoi.com/viewstory.php?sid=120260

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    3. Ah jajaja muchas gracias!!! ;D
      No se que haré con mi vida cuando termine esta historia xD
      Una hermosa una historia, no puedo dejar de mencionarlo c':

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  2. Me ha encantado la historia, las parte del Jonhlock son impresionantes, como expresan sus sentimientos y pensamientos mas profundos. Por favor continúala para no quedar con la sensación incompleta.

    felicitaciones por tu excelente trabajo!

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Es esa tendencia del ser humano a desear que todos los que le rodean entren en una cajita con una etiqueta que ellos aprueben. Si uno no entra en ese cajita, uno es rechazado socialmente.
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