En
la próxima representación besó a Elliott como siempre, pero sintió
más intención de parte de él, especialmente por la caricia que le
dio en la nuca. Temió que siguiese besándole mientras se enderezaba
para decir sus líneas, pero Elliott siguió el mismo guión de
siempre.
Sin
embargo, en la escena final con Titania, donde besaba a Marion, pudo
ver su rostro lleno de sarcasmo mientras decía su último gran
parlamento.
-”...
Esta es la hora de la noche en que las tumbas se abren del todo para
dejar salir los espectros que se deslizan por los senderos del
cementerio y de la iglesia; y nosotros, duendes y hadas, huímos de
la presencia del sol, siguiendo las sombras como un sueño...
Lo
dijo magníficamente, y no pudo evitar sonreírle olvidando cualquier
tensión entre ellos que de todas maneras volvió cuando hubieron
acabado. Esa era la última función, y debieron salir muchas más
veces a recibir la aprobación del público. Marion se subió a su
espalda para ser más notada, y él rió como un chiquillo, sintiendo
que por fin terminaba algo.
Pero
le bastó mirar un breve momento para notar la mirada fulminante de
Elliott en Marion. Las cosas habían cambiado, y no podía ver la
direción a la que se dirigían. Sin embargo, debió mirar en
dirección a Jude en su lugar. Habría visto mucho más.
-¿Irás
con Persefone hoy? -le preguntó a su esposa a eso de las doce de la
noche.
Se
habían ido a celebrar a un bar luego. No era necesario decir que no
habían tomado ni comido nada.
La
joven ya iba vestida con su camisón y su cabello estaba suelto tras
su espalda. A Persefone también le gustaba así, y la había visto
tocarlo incluso a horas del día.
-Sí.
Jude está en la biblioteca charlando con Philip. ¿Por qué no vas a
hablar con él? Es un buen método para quedarse dormido. O con
Elliott.
Debiera
hablar con Elliott sobre lo que había pasado, pero titubeaba. En
cuanto a Jude... Marion aún era ignorante de lo ocurrido con él, de
la pelea, y aún veía a Jude como alguien taciturno pero amable.
Jude era siempre amable con ella, a pesar de su verdadera naturaleza.
-Creo
que intentaré dormir, de hecho -le dijo a Marion.
Marion
asintió y lo besó en la mejilla. La ventaja que tenía de no ver
nada, es que no notaba las reacciones de nadie de los cuales la
rodeaban, por lo que era inmune a los sentimientos. Marion había ido
noche tras noche a juntarse con Persefone ignorando la posesividad y
lascivia con que la miraba Persefone durante el día. A Perry no le
agradaba que la mirase así, Marion no era una mujer cualquiera y
tenía la sensación de que sólo estaba jugando con ella.
Después
de que la joven se fuera, decidió seguirla para vigilar que llegase
al lejano dormitorio de Persefone. Desconfiaba de Jude y Persefone,
pero sentía que había menos peligro dejando a Marion en manos de la
vampireza.
Cerca
del dormitorio de la dueña de cada la decoración era un tanto
barroca, y las pinturas de las paredes se confundían con los gatos
que Philip tenía, y que se quedaban lo suficientemente quietos para
matarlo de un susto cada vez que se movían, dándose por advertidos.
Esta vez, el gato gris, de ojos verdes y pelaje largo y sucio, se
movió junto a una pared cubierta de pinturas trampantojo, las cuales
lo confundían todo el tiempo, a pesar de haber estudiado tanto de
ellas. No obstante, si bien los gatos lograban confundirse en ese
universo que parecía vivo al otro lado de la pared, el color
llamativo del cabello de Elliott sí advirtió su presencia.
Estaba
junto a la puerta del cuarto de Persefone, y desde el interior se
podían oír sus voces, aparentemente rememorando la reacción del
público por la última representación.
Elliott
le miró desde donde estaba, mientras Perry se quedaba parado en lo
alto de la escalera por la que se accedía a esa parte de la casa.
Persefone estaba apartada de los demas y cuidaba su espacio y sonido.
Eso facilitaba el que nadie oyese nada desde otra parte de la casa,
lo cual agradecía. Marion aparecía cada mañana con una cara llena
de risa y cubierta del perfume de Persefone. Se preguntaba si tanta
actividad terminaría por cansarla algún día.
Le
hizo un gesto con la cabeza a Elliott para que se alejara, pero este
no se alejó, sonriendo insolente.
Se
acercó a zancadas hacia donde estaba, tras quitarse los zapatos
para ser más silencioso, y una vez allí lo cogió del codo
alejándolo de allí.
-¡Suéltame!
-le exclamó el chico.
-Habla
en voz baja -le dijo Perry, pasmado.
Los
pasos de Persefone no se hicieron esperar. Perry soltó a Elliott,
malhumorado, mientras la vampireza salía del cuarto cubierta por una
bata de diseños orientales con un largo escote que marcaba su
delantera. Elliott apartó la vista, avergonzado.
-Oh,
Jean-Pierre -dijo, apoyando la mano en el umbral de su puerta, con
aire seductor- . ¿Qué te trae por aquí?
-Nada.
Buscaba a Eloy.
Elliott
ladeó la cabeza, mirándole con esa insolencia que le recordaba a
sus primeros días como miembros del mismo grupo. Siguió evitando
mirar a Persefone, quien mostraba pistas de sus atributos sin ninguna
vergüenza. Era muy diferente de Marion, pero era una mujer hermosa.
Ojalá Jude se hubiera fijado en ella en lugar de en Marion.
-Si
vino en busca de su esposa, debo advertirle que no querrá recibirle.
Está ocupada y no quiere a hombre alguno cerca suyo ahora -dijo,
riendo por lo bajo.
-¡Persefone!
-la regañó Marion, gritando desde el interior.
Entonces
Perry la vio aparecer arrastrando consigo una sábana que le envolvía
el cuerpo. Lo saludó inocentemente y él apartó la vista un tanto
abrumado. No le gustaba el papel que aquella vampireza le estaba
dando a Marion. No era el papel que merecía, y ella lo estaba
tomando sin dudar.
-Nos
vemos mañana -se despidió Persefone.
Perry
oyó la puerta cerrarse. Cogió los zapatos sin alzar la mirada y
bajó por los escalones, con el deseo de emborracharse abrumándolo.
Emborracharse y olvidarse de esa nostalgia.
Caminó
hacia la biblioteca con los zapatos colgando de sus manos, y Elliott
siguiéndole como había hecho el otro día. Dio por hecho que
intentaría lo mismo de nuevo, pero en la biblioteca cualquier plan
que tuviera se vio truncado por la presencia de Philip en el lugar.
Perry dio un suspiro aliviado, y fue a sacar un libro cualquiera de
la sección de Leyes. Mejor sería leer algo que no entendiera para
distraer la mente.
Elliott
se sentó en un sillón alejado, junto a la sección de Astronomia,
pero pudo sentirlo mirándolo desde allí.
-¿Una
mala noche? -le preguntó Philip.
Perry
negó con la cabeza, pasando las páginas con parsimonia. Las
palabras de lenguaje jurídico entraban en su cabeza y salían
inmediatamente por detrás.
-¿No
sería mejor este libro? -le preguntó el hombre, hincándose junto a
su sillón.
Perry
alzó la vista hacia el libro. El que Philip le ofrecía era un
estudio completo de anatomía hecho por Da Vinci. Lo tomó con
lentitud y lo abrió lentamente sobre sus piernas, mientras el nudo
en su garganta empezaba a apretarse.
En
su mente apareció con detallada perfección la visión de un grabado
del Hombre de Vitrubio en el cuarto donde Garrett dormía, frente al
escritorio. El hombre de Vitrubio parecía mirar de reojo hacia la
cruz que había junto a la cama, colgando de la pared con un Cristo
pintado en una silueta poco natural que recordaban al San Domenico de
Giunta Pisano. Perry una vez señaló que los atributos de Vitrubio
eran muy menores a los de Garrett, con cierto tono de burla. Garrett
estuvo de acuerdo.
-No
malgastes lágrimas. Sólo te dará más sed -le dijo Philip en voz
suave.
Esta
vez Perry le miró a los ojos. Una lágrima resbaló de su ojo
izquierdo, alertándolo. Se tapó el rostro con una mano y se quebró
en un sollozo.
-Hey,
hey...
Philip
le apretó el hombro con firmeza, reconfortándolo, y Perry lloró
ahogado en la angustia por no dejar atrás tantos recuerdos que
amaba. Se dejó estar por un momento, finalmente arrullado por la
persona con quien menos había hablado en ese tiempo en casa de
Persefone. Philip era como un fantasma en ese caserón, apareciendo
en las esquinas con un rostro amable pero misterioso, atrayendo a
todos y al mismo tiempo alejándolos, como si estuviese de reserva,
siempre disponible para quien quisiera hablar, pero nunca acercándose
a ofrecer sus oídos. La gente tendía a desconfiar de personas así.
Philip
le ofreció su pañuelo, y durante minutos trató de recuperarse a sí
mismo, pero sin apuro por lograrlo. Sin embargo, pronto la cercanía
de Philip fue obvia, y Perry supo su destino, cuando posó la mano en
su pierna. Perry posó la suya sobre esta, y la alejó, sin que
palabras fueran necesarias. Philip movió su mano de allí, y se
sentó en el sillón junto al suyo, esperando a que acabase.
-¿Lloras
por un humano? -susurró- ¿Le extrañas?
-No.
Es culpa mía.
Philip
no entendió.
-Es
mi culpa -susurró. Ya había olvidado que Elliott estaba en la
biblioteca, y habló con soltura- . Si no me hubiera convertido en
esto, habría tenido tiempo para impedir que muriera. Debí cuidarme
más, a mí y a Marion.
Philip
recorrió su cara en toda su amplitud, registrando cada reacción.
-Todos
los vampiros pasan por un período de culpa. Ya pasará el tuyo, y te
prometo que serás más inmune a los sentimientos. ¿O es que quieres
seguir sufriendo?
Perry
alzó la vista hacia él. Había puesto algo tan difícil de entender
en una frase tan simple.
-Temo
dejar de sentir -susurró Perry.
-No
tienes que -dijo Philip, posando la mano sobre la de él de nuevo.
-No
me refiero a esto -dijo Perry- . No quiero olvidarle, aunque duela.
El
mero pensamiento de él llenando su cabeza fue suficiente para
despertar ese sentir que le hizo llorar sangre de nuevo. Cerró los
ojos.
-Eres
fascinante... -susurró la voz de Elliott de manera
imperceptible, al otro lado de la biblioteca.
-Eres
fascinante -susurró Philip.
-Te
burlas de mí -dijo Perry, pasando su mano por su rostro.
-No.
Perry
dio un suspiro, un tanto harto de toda aquella atmósfera ya tan
cargada de culpas, y apretó el pañuelo del vampiro entre sus manos.
-Prometo
devolvértelo tal como estaba.
-Te
lo doy. Era de Persefone -dijo Philip.
Pero
el vampiro, a pesar de las advertencias de Perry, posó la mano
nuevamente en su hombro. Unos pasos se oyeron alejándose cerca, y
supuso que sería Elliott. Mantuvo los ojos cerrados, dispuesto a
disfrutar de aquel conforte, si bien sabía que no se dirigía a
ello.
No
se dirigía a ello para nada.
Pasó
de nuevo, sólo que esta fue un poco más controlado. Los mismos
labios de ayer se posaron en los suyos, el mismo sabor, la misma
suavidad en labios y lengua, titubeando por educación, por
adoración, por lo que fuera. Sin embargo, el tener a Philip en mente
por los primeros segundos le impidió reaccionar a tiempo.
Simplemente respondió, ya un tanto cansado de rechazar algo que en
realidad deseaba.
Elliott
separó un poco más los labios, y apretando el cabello de su nuca
entre sus manos, lo levantó del sillón tirando del cuello de su
camisa. Su altura le alertó de su identidad, tan perdido como estaba
en sus tribulaciones y en la superación de ellas.
-No
-le dijo, al abrir los ojos- . ¡Te dije que no lo hicieras!
Buscó
a Philip con la mirada, pero no lo vio por ninguna parte.
-¡No
puedo llegar a tu cabeza como con los otros! -dijo el chico,
mirándole con frustración. Hablaba de manipulación- No tengo más
opciones...
Perry
lo tomó de las muñecas, alejándolo de él, y lo empujó lejos de
sí, perturbado. Era un chico de dieciocho, sólo dieciocho.
-Pensé
que te desagradaba esto... -dijo Perry, haciendo un gesto con los
brazos abarcando su derredor- Todo lo que tuviera que ver con los
que son como yo. No te entiendo, eres... ¡Eres una contradicción!
-Te
dije que tú me agradabas. Yo...
-Elliott,
detén esto... -masculló Perry, hablándole de cerca- Fue sólo una
obra, estábamos actuando.
-¿Crees
más en unos recuerdos que en un beso fingido en una obra? No puede
ser. Garrett Parrish está muerto. ¡Está muerto, está muerto, ESTÁ
MUERTO!
-¡Calla!
Las
manos de Perry se habían empuñado. Elliott se puso en alerta, pero
Perry sólo se echó hacia atrás, y apoyándose contra el sillón,
se llevó las manos al pelo. Se sobó el rostro e hiperventilando,
como si necesitase aire siquiera, luchó contra aquella
desesperación, esa vaciedad que se había apoderado de él,
ahogándolo en un sin sentido al que empezaba a dejar de ser
indiferente, para convertido en todo lo que veía, olía y sentía
durante el día, ahogándolo, como un mar que nunca se termina, y que
ni siquiera lo deja caer por el borde para morir.
Garrett...
-Lo
siento -dijo la voz de Elliott.
Esta
vez no rehuyó a nada ni nadie. Todos querían algo de él de pronto,
y se quedó quieto esperando a que Elliott hiciera lo que quisiera
con él. Pero en vez de eso, Elliott le abrazó, y esa fue la mejor
manipulación de todas. Sólo un poco de contacto hizo que su cuerpo
despertase por segunda vez esa noche, sólo un poco del contacto
inocente y delicado de Elliott, que se extendió en tiempo hasta
convencerlo de que no había segundas intenciones, fue suficiente
para hacerlo caer. Si al final fue manipulación o no, no tuvo la
menor idea. La decisión de romper ese abrazo y besar a Elliott fue
demasiado rápido, tanto que este pareció rechazarle al principio.
-Hm...
Empujó
a Elliott hacia un mueble de biblioteca, y le hizo subirse sobre su
superficie encerada, cogiéndolo de las caderas. Elliott dejó que le
dirigiera, y Perry tomó el pelo dorado de su nuca, ladeando su
cabeza sin la delicadeza que usase en Marion en su primera vez. Fue
casi violento, lleno de frustración, y le apegó contra sí como si
fuese un muñeco, y no otro ser humano. Otro vampiro.
Y
es que Elliott era tan cálido, como un transeunte en la noche que
espera a ser mordido. Pero la sangre que Elliott tenía en las venas
no era apetitosa. Su piel fue suficiente, y mientras la saboreaba con
su lengua y sus labios, este pareció disfrutarlo.
Le
desnudó, desesperado, y para cuando pudo sentirle contra su cuerpo,
las velas del candelabro encendido de la biblioteca se habían
apagado. Bajó a Elliott del mueble y le hizo darle la espalda.
Quedaron en penumbra, pero fueron inconcientes del frío, y cuando no
pudo ya ver nada, todo pareció pausarse, y el no ver nada del rostro
de Elliott, que había expresado nada más que confusión y quejas
los últimos minutos por lo violento de su proceder, le obligó en un
sin sentido a recorrer su rostro con la mano, para ver esas
reacciones que no estaba recibiendo, y a las que había estado
haciendo la vista gorda. Decidió en ese momento no llegar hasta el
final, y cuando apartó la mano de su rostro, se dio libertad para
pensar en Garrett, a pesar de que el cuerpo de Elliott era muy
diferente al suyo. El cuerpo de Elliott era suave y casi femenino, un
cuerpo que perteneciendo a un vivo, debería recibir mucha más
delicadeza de la que lo estaba proveyendo. Elliott no merecía su
frustración.
Recorrió
su oreja con la lengua y cogió su lóbulo, mientras acariciaba su
torso con una mano, y su cabello con otra. Elliott se afirmaba del
borde del mueble, y pronto aligeró el agarre. Perry pudo percibirlo
en el suspiro que surgió de entre sus labios, en el modo entregado
en que bajó la cabeza, dejando entrar a los labios de Perry hacia el
sector bajo su nuca. Perry besó allí, y entonces la mano de Elliott
se posó sobre la suya, en el abdomen del chico. Entrelazó los dedos
con los suyos, y de pronto aquello que comenzó como desquite se
volvió más profundo de lo que deseaba, todo lo profundo que se
volvía cuando, al estar con Garrett, olvidaba su promesa de actuar
sin sentimientos, de no ser cariñoso, cuando en realidad su cuerpo
lo llamaba a serlo. Todo lo profundo que no debiera ser, dado el que
no estaba enamorado de Elliott, dado que no le gustaba de esa manera.
Nunca
le vio de ese modo, ni siquiera el segundo antes de darle lo que en
un principio Elliott había querido de él, lo que el día anterior
quiso cuando se subió a su cama y le besó sólo con el aviso de
“Sólo uno...”
Sólo
uno... Había sido como un mendigo, completamente despojado de su
dignidad. Ni siquiera él había hecho tal cosa en toda su vida.
Llevó
su mano a su frente y lo acarició perdido en esa tactilidad, en esa
suavidad, que de pronto le recordó a Marion, pero que esta vez
deseaba.
Le
hizo voltearse de nuevo, y tomó sus labios, rindiéndose. Sintió el
poder y lo refrescante de esos labios jóvenes, y le poseyó con su
lengua y esa saliva viva que procedía de la vida prestada que corría
por sus venas. Garrett comenzó a echar a volar, desgarrando su
interior por última vez, pero dándole esa fuerza para, todavía,
necesitar de ese contacto que aquel chico le estaba proveyendo. Y no
se lo proveía, él era quien lo necesitaba y se lo daba. Se lo daba
y lo apartaba de ese mundo real a su alrededor.
Tomó
la muñeca del chico, desesperado porque le acariciase, y lo hizo
posarla alrededor de su hombro. Se sorprendió de lo flojo de sus
movimientos, de la pesadez.
Elliott
estaba ido.
-¿Qué...
te ocurre? -dijo entre suspiros besando su cuello.
-Nada.
Nunca... había sentido esto... Siento que me voy a desmayar.
No
estaba enamorado. Sabía lo que era estar enamorado y no se sentía
de esa manera. No era una sensación calma ni controlada, pero eso
era controlado.
Despertó
con Elliott en su cama. No había luces encendidas, pero la luz del
sol entraba por el pequeño resquicio de la ventana cerrada. Caminó
hacia ella y la abrió, recibiendo esos rayos en su piel como un
humano lo haría. Sintió la calidez tocando cada centímetro, y fue
como una mano leyendo el mapa de los besos que había depositado
sobre él Elliott la noche anterior.
No
habían llegado hasta el final, y el chico no había insistido. No lo
necesitaron, y parte de ese control fue lo que lo hizo agradecer el
ser vampiro por primera vez en su vida. En vida habría hecho y
deshecho con alguien por quien sus sentimientos no estaba claros,
siendo sus pulsiones tan potentes como para nublar su mente de
lucidez.
No
sintió sed al despertar, tampoco. Le quedaba suficiente energía
para el resto del día, aunque sospechaba que para Elliott esta vez
no sería suficiente. No habían llegado hasta el final, pero entre
tanto contacto y sentimientos, le había sentido correrse. Cuando lo
hizo, supo unos pocos tecnicismos sobre los vampiros que llegaban
hasta el final, y empezó a preguntarse cómo sería en el caso de
las mujeres.
Se
recostó en la cama junto a Elliott, y recordó el cómo después de
someter a su cuerpo a tales sensibilidades, le quedó energía para
cubrir su cuerpo de besos. Perry habría llegado hasta el final si no
hubiera detenido a Elliott en su camino por su torso hasta su ingle.
Había reaccionado a tiempo. Pensaba en que era Elliott quien se
merecía tal regalo primero, y decidió hacerlo esa noche, cuando
Marion se hubiese ido donde Persefone. Lo que pasase después sería
cosa del destino.
-¡¿Elliott?!
-dijo alguien golpeando a la puerta.
Elliott
se despertó de un salto. Se cubrió con la sábana por instinto, y
Perry dejó de juguetear con su porta documentos, donde guardaba la
foto de Garrett. Se la había quedado mirando por minutos.
-Es
Jude... -dijo Elliott.
Perry
dio un suspiro.
-Tiene
que entender que tú también tienes vida. ¿Dónde duermes
normalmente?
-Comparto
una pieza de huéspedes con él -dijo Elliott.
-¿Qué?
-¡Elliott!
Se
puso los calzoncillos largos, ya dispuesto a soportar lo que viniera
después de abrir esa puerta. No era posible que Elliott se estuviera
sometiendo a tal maniaco posesivo.
-¡Sé
que estás ahí!
-¿Qué
ocurre? -preguntó la voz de Marion.
Perry
caminó a zancadas hacia la puerta, pasmado. Marion normalmente
llegaba horas después del amanecer. Era apenas una hora después de
este. Fue a cerrar las ventanas que cubrían de luz la habitación, y
que entraba desde el patio a ese caserón privilegiado. Elliott
empezó a vestirse.
Fue
a abrir la puerta.
-No,
no lo hagas -dijo Elliott, angustiado.
-Tienes
que cortar esto de raíz, Elliott -le susurró.
-No.
No puedo.
Perry
le miró incrédulo, y siguió su camino hacia la puerta. Elliott se
agachó junto a la cama, mientras se abrochaba la camisa. Perry abrió
la puerta.
-¡Elliott!
Jude
vio al vampiro de inmediato. Marion estaba detrás de él con el ceño
fruncido, poco informada sobre la situación. Pero cuando percibió a
Elliott y el aroma a sangre y ponzoña, se llevó la mano a la boca
sonriendo. Perry se sintió enrojecer.
-Pero
es casi un chiquillo -dijo, no obstante divertida.
-¡Eso
es lo que digo! -dijo Jude.
-Jude,
no puedes pasar.
-No
eres un maldito humano, no necesito tu permiso para entrar.
Cogió
a Elliott del codo, levantándole del suelo violentamente.
-¡Jude,
suéltalo! Esto puede seguir de este modo. Elliott es una persona
independiente.
-Sí,
Jude. Esto es francamente estúpido -dijo Marion, yendo a su armario.
-Y
perdónenme, necesito darme un baño.
Jude
se llevó a Elliott a rastras. Sin embargo, Perry se interpuso
colocándose frente a la puerta y golpeando el umbral con más fuerza
de la que había planeado. Marion dio un salto.
-No
te lo llevarás.
-No
es tuyo.
-Ni
tuyo. Así que por favor quítale las manos de encima.
-No,
está bien, Perry... -dijo Elliott, con mirada baja.
-¡No
está bien! Jude... -lo tomó del cuello de la camisa, ante lo cual
Marion se puso alerta, ya dada por advertida de que aquello era más
grave de lo que pensaba- Para ya con este comportamiento enfermo, y
deja a Elliott vivir.
-¿No
es suficiente con una noche? ¿No le tuviste ya? Deberías estar
satisfecho ya.
-No
pasó nada entre nosotros -dijo Elliott, rápidamente.
Perry
le miró sin entender.
-Nada
-repitió, sin mirarle.
-Oh,
así que por eso no quieres dejarlo salir de aquí -dijo Jude- . No
vas a ser su Compañero, Perry, no si cuando estés satisfecho le
botarás. Así que déjanos pasar.
-Elliott,
no puedes seguir bajo el yugo de este hombre. Si vas a salir de aquí,
por favor escapa de este tipo, o nunca te dejará tranquilo -dijo
Perry, mirándole. No obstante, Elliott no despegaba la vista del
piso- . No sigas siendo una víctima. Eres lo suficientemente fuerte
para enfrentarle.
Recordó
la noche anterior, cuando su propio rechazo hacia él no hizo efecto
en él. Elliott era fuerte a pesar de las apariencias, y bien podría
acabar con Jude él mismo. Pero por alguna razón, permanecía en ese
estado de sumisión del que no era posible sacarlo.
-Perry,
déjanos pasar -dijo el chico.
Perry
dio un suspiro. Se quedó quieto por un instante, esperando un cambio
en su opinión, pero Elliott fue testarudo. Les dejó pasar
apegándose al umbral de la puerta. En el pasillo vio a Jude
soltarle, y a Elliott sobarse el codo.
-¿Por
qué Jude está actuando de esta forma? -preguntó Marion.
-Eres
la única con la que es amable en esta casa, Marion -le dijo Perry- .
Pero te pido, por favor, que tengas cuidado con él.
Marion
frunció el ceño, pero asintió con la cabeza. Entró al baño
arrastrando los pies.
Elliott
permaneció apartado, como sospechó que haría, y la vigilancia de
Jude alrededor de él se afianzó. Y Perry, conciente de su egoísmo,
se vio cada noche devuelto a los brazos de la nostalgia. Garrett
aparecía en cada sueño, y a mitad de una noche solitaria, se vio
evitando cerrar los ojos.
Ese
mismo apego involuntario al sentimiento le obligó a reducir las
dosis. Se decía a sí mismo que no tenía con quien gastarlas, y a
pesar de los paseos matutinos y nocturnos por París, no encontró
júbilo en ningún lugar donde malgastar sus energías. Ni siquiera
Philip pareció una opción plausible, dado que ver la posesividad de
Jude hacia Elliott, posesividad tan carente de sexualidad que parecía
poco creíble, que decidió no empujar ningún tipo de relación con
nadie, consolándose con que la suya con Marion era suficiente.
Pero
lo cierto es que apenas la veía. Le decía cada mañana, cuando
llegaba al cuarto a eso del mediodía, después de su paseo matutino
desde las cinco de la mañana, que estaba pasándola bien. París
tenía muchos panoramas, incluso por las noches si se buscaba bien, y
Marion creyó sus mentiras acerca de su humor. Al fin y al cabo no
podía confiar más que en la voz de Perry. No tenía nada más en
qué apoyarse. Sin embargo, Persefone no se dejaba llevar por sus
mentiras.
-Philip
me comentó sobre sus andanzas por París. Él mismo es un amante de
esta ciudad y se pregunta si quiere acompañarlo en una caminata por
los puentes del Sena. Le contará una historia diferente de cada uno
de ellos, confíe en que no se aburrirá.
-Lo
siento, pero no quiero dar a Philip ilusiones.
Estaban
en la biblioteca, escuchando la vitrola en una habitación que
debiera estar en silencio. Persefone no tardó en abrir los ojos como
platos.
-¿Se
le estuvo insinuando?
-Sí,
pero... fue muy educado. Tiene un Compañero muy considerado,
señorita Persefone.
Compañero...
esos días Marion era quien ocupaba el puesto de Compañera.
Esa institución vampírica era una patraña.
-Philip
es así. No le gusta ser invasivo, pero cuando le gusta alguien, hace
avances. Sin embargo, nunca le vi interesarse por un hombre.
Perry
no hizo nungún comentario a eso. Estaba desanimado, dada la poca
sangre que estaba consumiendo.
-¿Estoy
acaparando a Marion? -preguntó entonces la vampireza.
Perry
la miró de reojo. Vio su reflejo vulnerable en los ojos de
Persefone, y se sintió algo desnudo frente a ella. Persefone era tan
segura de sí misma, tan dueña de su ser que cualquier síntoma de
estar flaqueando se magnificaba en su presencia.
No
le dijo una palabra, pero eso para ella fue suficiente.
-Disculpen
-dijo la voz de Elliott en la puerta.
Perry
alzó los ojos hacia el mueble principal de biblioteca, sintiendo la
presencia del joven pasar a su izquierda, tras Persefone. Irradiaba
ese mismo calor, y pronto se vio cerrando los ojos, llenándose de su
aroma. Usualmente era de ese modo cuando se cruzaban en la misma
habitación o en el pasillo, pero con el tiempo se había vuelto más
tortuoso, si bien tenía en cuenta que era sólo deseo. Si por la
noche pensaba en Garrett, en medio de su soledad, no era posible que
alguien estuviera ocupando su corazón tan rápido. Él no era así.
-¿Quiere
acompañarnos al Moulin Rouge está noche? Estamos liberados de la
obra de teatro, así que...
-¿No
prepararemos otra?
-No,
es el turno de otro grupo. Esperaremos para el próximo año, y como
somos varios, haremos una votación esta vez -dijo Persefone,
entusiasmada.
-Pero
alguien debe decidir la lista de obras opcionales de todos modos
-dijo Perry.
Vio
a Elliott caminar hacia el mueble principal de la biblioteca, la
sección de ficción, y Perry bajó la vista abrumado.
-Marion
las elegirá.
-Ya
veo.
Dirigió
su atención a su libro, tratando de ignorar a Elliott. Persefone
confundió esto con su añoranza por Marion.
-Le
diré que hoy no podré estar con ella. Irá con Marion al Moulin
Rouge, solos. Y si bien me da un poco de celos, dejaré que compartan
lecho. Nada puede pasar entre ustedes, de todos modos, ¿no?
Perry
asintió con la cabeza.
-¿No?
El
llamamiento de Persefone fue elocuente. Perry la miró a los ojos,
viendo la duda.
-No
me molestaría, son esposos, pero Marion ha remarcado tantas veces
que no hay nada más que amistad entre ustedes, que un desliz no me
sería agradable de reconocer. Sé cuando Marion no está del todo
conmigo cuando... lo hacemos, y es a menudo, y siento que está con
usted en esos momentos.
Perry
frunció el ceño, extrañado ante esa sospecha, y negó con la
cabeza.
-No.
No hay nada entre nosotros. No -repitió, casi con horror.
De
hecho, le horrorizaba. La única vez que lo hicieron, la mitad de la
experiencia fue tan penosa que repetirla no era una posibilidad.
-Confiaré
en usted. Pero le pediré algo como favor: quisiera saber porqué
Marion se aleja de mí en los momentos menos esperados.
Perry
asintió.
-Le
consultaré. Pero no iremos al Moulin Rouge, señorita Persefone.
-Vayan
donde quieran. No es asunto mío -dijo ella, alzando las cejas.
Sonrió,
mirándole atentamente. Era casi amenazante, como Jude con Elliott, y
eso le convenció por completo de que algunas cosas necesitaban
cambiar allí, o aquello se saldría de control.
Dejaron
el caserón a eso de las ocho. El sol ya estaba escondido y Marion
respiró aliviada el aire nocturno.
-Siento
que no he salido de esa casa en años.
Iba
tres pasos por delante suyo, de camino al centro bohemio de la
ciudad.. Perry la vio asomarse a inclinarse sobre la baranda como si
mirase el río. Probablemente estaría sintiendo la frescura del río
en su cara.
-Tal
vez debieras darte un respiro de Persefone.
-Lo
estoy haciendo -dijo Marion- . Aunque he querido salir por París
sola. La próxima vez lo haré.
Perry
bajó la vista. Tal vez no quería estar con él.
-Pero
te estás divirtiendo.
-Sí,
aunque Persefone a veces me ahoga. Supongo que es el precio.
-No
debiera tener precio. Ten cuidado con ella, Marion.
-No
te preocupes, seré cuidadosa. Sé que puede ser posesiva. Ese es el
problema que tiene Jude con Elliott, ¿no? -dijo Marion. Fue y tomó
a Perry del codo- . Es muy posesivo. Por eso no los deja estar
juntos, ¿verdad?
-Eso
es decisión de Elliott -dijo Perry.
-No.
Elliott podría estar asustado, Perry -le dijo Marion, extrañada- .
Podría tener miedo de que algo pudiera pasarle.
-Eso
no tiene sentido. Elliott puede defenderse solo.
-O
tal vez sabe que no podría defenderte a ti de Jude. Tal vez te está
protegiendo a ti, Perry.
Eso
no lo había considerado antes. Miró los globos oculares de Marion
ennegrecidos a la luz de las farolas, dirigidos hacia él como si lo
estuvieran mirando.
-Él
me lo diría.
-No.
No lo haría. Estás esperando demasiado de él. Se conocen hace muy
poco.
-Pero...
estuvimos juntos. Eso claramente es un signo de confianza.
Marion
dio un suspiro. Casi pudo imaginarla rodando los ojos.
-No
lo entiendes, Elliott desconfía mucho de los hombres, y que
estuviera conmigo es... una gran cosa.
-No
estuvo contigo hasta el final. Es lo que dijo. ¿O mintió?
-No.
No mintió -reconoció, entristecido.
Se
detuvo en medio del puente y apoyó los codos en la baranda de
piedra. Marion hizo lo mismo, tanteando a su alrededor para ubicarlo
de nuevo.
-Es
como si Elliott aceptara el que le pertenece a Jude, siendo que no lo
hace.
-Debe
haber algo más detrás, algo que le impide ir en contra de Jude.
-Jude
es quien le convirtió en vampiro, pero eso no lo hace su dueño.
-Tal
vez Elliott piensa de otra forma -dijo Marion- . Persefone misma cree
que todos quienes se convierten en vampiros se vuelven sexualmente
fluidos.
-¿A
qué refiere?
-A
que nos empiezan a atraer todos los sexos. Dice que le pasó a ella,
que le pasó a Philip, y por ello cree que le pasa a todos. Es un
modo de ver la vida de vampiro, pero no todos compartimos esa visión.
-Ya
entiendo. Está empecinada en que pasa algo entre nosotros.
-Me
lo ha dicho y es ridículo. Espero no siga insistiendo. Además, no
te has sentido atraído por ninguna mujer ahora que eres un
chupasangre -dijo, riendo. Perry rió también, mirándola bellísima
bajo la luz amarillenta del farol- . ¿O estoy equivocada?
-No
lo estás. Mis preferencias siguen intactas.
-Y
las mías.
-¿En
quién piensas cuando estás con ella? -le preguntó Perry,
decidiendo ir al grano.
-Ahm...
En ella -dijo Marion, con un tono de quien piensa que es obvio.
-¿No
piensas en nadie más?
Marion
se quedó en silencio, con el rostro en su dirección, y Perry vio
cómo poco a poco se expresión se suavizaba, pensativa.
-A
veces pienso... -dio un suspiro y bajó el mentón, un tanto ida.
Perry la vio tragar, y eso le recordó a sí mismo por las noches,
tratando de no llorar- en... A...
Su
voz se cortó, pero su rostro siguió casi inexpresivo.
-Agnes
-susurró Perry.
Marion
no hizo ni dijo nada. Sus ojos ennegrecidos se habían quedado fijos
en el vacío, y ninguna señal de quiebre vino a su joven rostro.
Perry se inclinó para besarla en los labios, algo asustado por su
silencio. Marion le respondió cariñosamente.
-No
le digas a Persefone -susurró Marion.
-¿Por
qué no nos vamos? -preguntó Perry, con su frente apoyada contra la
de ella. Marion empujó el agarre que estaba haciendo alrededor de su
brazo- Persefone no es buena para ti. Temo que sea tan posesiva
como... Jude.
-No.
Ella no es así. Y me trata bien. Quedémonos un poco más, hasta
que... ella se canse de mí y yo me canse de ella.
-¿No
prefieres... buscar a alguien que esté siempre para ti?
Marion
tragó. Su rostro estaba inexpresivo, escuchando. Había visto como
el último tiempo, su rostro había empezado a separarse de pronto de
su expresividad. La ceguera le estaba ocasionando aquello, pero esta
vez fue más elocuente.
-No.
Las cosas están bien como están. No creo que encuentre a nadie más
fiel que ella.
-O
yo -dijo Perry, riendo por lo bajo.
Marion
asintió. Dirigió el rostro hacia otra parte, mientras Perry la
rodeaba de la cintura. La joven volvió a empujarlo con suavidad, y
él se dejó, soltándola. La vio mirar la nada pensativa, como si
estuviera reflexionando su siguiente movimiento.
-¿Qué
hay de Philip? -preguntó, sonriendo de repente. Perry frunció el
ceño- A Philip le gustas. Es mejor él, ya que Elliott luce tan
joven. Me sorprendió un poco que estuvieras con Elliott, él no es
tu tipo.
-Tal
vez mis gustos han cambiado -dijo Perry.
-Claro.
Volvió
a la inexpresividad de antes.
-Ahm...
volvamos a casa. Está un poco solo por aquí.
Pasó
por su lado y Perry, algo decepcionado por la brevedad de su paseo,
la siguió para tomarla de la mano y hacer de lazarillo.
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