lunes, 21 de septiembre de 2015

"Libertar la Oscuridad": Capítulo 31

Matar a un hermano es fácil. Tienen confianza en ti, especialmente cuando has agachado la cabeza toda la vida mientras sus logros son contemplados. Abel siempre fue el favorito y Elliott simplemente no encajaba, allí en medio de un hombre, su padre, y un niño, su hermano Abel, que se valían por sí mismos, mientras él prefería sentarse a armar historias en su cabeza. El trabajo pesado simplemente no era para él. Prefería cultivar la tierra, ver crecer los víberes desde lo profundo, y no cazarlos y matarlos a sangre fría. Y seguía sin ser capaz de matarlos.
Quizá romper la maldición estaba en el caer en la virtud del asesinato, que tan bien vio su padre en ese entonces. La carne te alimenta, el ganado no son mascotas a las que pastorear. Deben degollarlas y comerlas al ocaso y al amanecer, y dar gracias por la sangre derramada. ¿Debió comportarse como vampiro en vida para no caer en el vampirismo, aquella muerte interminable? Extrañaba ver el ocaso con ojos saños, ir a descansar, extrañaba el abrigo de una almohada mullida, la cual Perry le había brindado después de tantos años.
Probablemente era lo correcto, alejar a Perry de sus pecados, o se mancharía con los suyos al poseer su carne. Así funcionaban las cosas, ahora y en el pasado. No desperdiciarás la semilla de la vida en los brazos de otro hombre, o algo parecido, y él había vuelto a pecar luego de haber asesinado a su hermano, el menor de la familia, y había desperdiciado su semilla, la que era ahora la ponzoña de vampiro, con un hombre.
Ni siquiera había sido necesario el que Perry le tocase por completo. No habían pecado del todo, sólo él había malusado el don que Dios le había dado. Había bastado que sus manos recorrieran su torso y brazos, y que sus besos plantasen ardores interminables y que alcanzaban cada extremo de su poco aclimatado cuerpo, para que su semilla manchase el lecho. Al despertar, supo que querría mucho más de aquello, de esas sensaciones, de esas manos, de esa lengua aterciopelada y el roce de aquel cabello sobre su abdomen. Supo que le querría adentro, en lo profundo de esa carne pobremente aprovechada, donde su tacto quedase como un recuerdo, para que cuando quisiera sentir placer el sólo pensamiento le hiciese pecar de nuevo. Pero ahora Perry le hizo saber que nunca se apropiaría de sus pensamientos.
Pudiste matarla, aún puede morir por tu culpa. Sabes cuánto la quiero...
Se tapó el rostro cuando Jude se deshizo en mil piezas delante de su presencia. No quería que nada de su esencia le impregnara, y cuando abrió los ojos y el fuego quemaba a su derecha, no vio a ningún vampiro a la vista, sólo la soledad a la que estaba tan acostumbrado y que había experimentado por miles de años. Supo que estando Perry fuera de su vida, sus ojos ya no servirían de nada, ni su piel.
Perdió la vista tras contemplar el fuego ardiente dando contra su cara. La oscuridad le fue deliciosa.


Sin Jude como amenaza, Languedoc se convirtió en el destino más conveniente en un momento crítico como aquel. Persefone resolvió usar las catacumbas de ese lugar para preservar a Marion de la muerte, y verla renacida en el número de décadas que fueran necesarias para su sanación.
Volvieron a internarse en las catacumbas. El mapa que Teófanes le había dado a Jude se había perdido, pero Persefone y Philip conocían los túneles de Francia de memoria y se dirigieron a la dirección deseada sin retrasos.
Si lo que Elliott había dicho era verdad, Jude ya no existía en ese mundo, y él continuaría en él. Perry pensó en el chico vampiro durante la mitad del viaje, viéndolo en soledad, y comprendiendo que su dolor y resentimiento hacia este nunca se verían sanados, aunque todo pareciese más fácil después de un largo sueño. Si aquel sueño junto a Marion daba algún fruto y lo despojaba de todo odio acumulado, no tendría excusas para no volver a recuperar lo que estaba en ese ahora que en unos años sería pasado. Elliott volvería, tal vez, a lucir su máscara amable, pero seguiría allí, vivo en el mismo mundo que él.
Eloy Dattoli tenía miles de años de existencia. Perry quería creer que el nacimiento de Caín y Abel no había pasado hace tanto, pero al mismo tiempo quería creer que el castigo a Caín había estado justificado. La vida eterna era algo deseado por muchos, pero estar tanto tiempo solo no era una bendición para nadie. Imaginar a Elliott atravesar tantos siglos de soledad, ver el mundo cambiar, ver plagas alternarse, muertes y masacres teñir de rojo la tierra, ver religiones nacer y tiranos morir... era un pensamiento horrible. Elliott estaba completamente solo y su desesperación por conservar a quienes elegía como Compañeros era de pronto comprensible. De pronto era para él sólo un chico tratando de encontrar su lugar, y dos brazos que le sostuvieran en ese camino que empezaba a parcerle demasiado cuesta arriba.
Sin embargo, se preguntó si lo que había contado sobre su estadía como el esclavo de aquel hombre había sido cierto. Se preguntó si alguna de las cosas que le había dicho habían sido ciertas, si su personalidad sería la real. Elliott empezaba a difuminarse en lo incierto, y Perry sólo deseaba olvidarse del dolor por un tiempo, para renacer limpio.
Con suerte hasta Garrett sería menos doloroso de recordar, o sus padres, o el hecho de tener esa vida eterna dependiente de asesinatos.

Rennes Le Chateau era un pueblo erigido sobre una montaña llena de verdor. Sin embargo, no arrivaron por arriba. No vieron el cielo azul o el valle fertil que crecía a sus pies, o las casas color ocre, o la Iglesia en lo alto. No vieron nada de eso. Fue como caminar a ciegas por cientos de kilómetros, que convirtieron a Marion en parte física de Perry. La joven había dejado de tener peso sobre su espalda y ya no respondía de ningún modo a cada trago de sangre que le daba.
Philip y Persefone no lucían todo lo glamorosos que habían hecho en sus tiempo gloriosos, que parecían haber sido hace décadas y no hace unas pocas semanas. La barba sempiterna que cubría el rostro de Philip y que le daba un aspecto más viejo del que en realidad tenía, estaba cubierta de polvo, haciéndola ver encanecida. Y Persefone, con su cabello suelto, había dejado escapar unos pelos grises que bailoteaban delante de su rostro, haciéndole cosquillas. No obstante, con tal dieta de vagabundos, ni si quiera el poco tacto le permitía a la mujer sentir esas cosquillas, convirtiéndolas en sombras de un sentir pasado. Parecía difícil creer que una mujer como esa, que antes de convertirse en esa sombra de sí misma vivía y sentía todo apasionadamente, hubiera yacido con la mujer débil y consumida que Perry cargaba a sus espaldas. Y sin embargo, de pronto se parecían ambas, en el aspecto vencido que traían y que ensombrecía sus ojos antes vivos.
Se asomaron a los pies de la montaña por la noche. Ya no tenían luz para guiarse en la oscuridad. Sus ojos, que con sangre ajena eran agudos, no veían nada a esa luz, y sólo las estrellas pudieron guiarlos en su ascenso por el sendero hasta la Iglesia de Santa María Magdalena.
Posaron a Marion en el altar de la Iglesia, sola como estaba a esas horas de la madrugada. Philip guió a Perry hasta el altar, puesto que había cerrado los ojos para no ver ninguna cruz. Pero no vieron ninguna.
-Este lugar está abandonado, ¿no? -dijo Persefone.
-Sí. Pero hay olor a humano. Quien haya estado aquí debe vivir en la villa -dijo Philip.
Se acercó a un nicho lateral, donde había agua bendita, o como ellos la consideraban, agua común. Estaba lleno, y Philip revolvió el agua ensimismado.
-¿Persefone, dónde están las entradas? -preguntó Perry.
-Afuera, al frente de la Iglesia. Debemos bajar rápido, antes de que el cuidador despierte.
-¿De verdad crees que haya un cuidador? Este lugar es un desastre -dijo Perry.
-Trae a Marion. Philip, saca maderos de los bancos viejos. Haremos dos ataudes.
Philip la miró elocuentemente, con su mano dentro del agua bendita. Perry prefirió no sacar conclusiones de ese intercambio, puesto que la insistencia de Persefone de buscar otra alternativa para sanar a Marion todavía resonaba en su cabeza.
En efecto había una entrada afuera, pero debieron agrandarla con sus propias manos. Marion quedó bajo el cuidado de Philip, a quien Perry vigiló celosamente, y una vez pudieron bajar a lo que era la continuación del tunel del que habían salido a los pies de la montaña, Philip bajó con Marion a su espalda. Entraron los maderos de los bandos uno a uno, los cuales así como estaban, no lucían suficientes para lo que tenían planeado hacer con ellos.
-Tienen que desangrarme, ya lo sabes -les advirtió Perry, portando una vela.
-Primero debemos decidir sobre los ataudes. Sólo hay suficiente para uno y medio -dijo Persefone- . Aún puede arrepentirse, señor Whitmore.
-Podrá esperar con nosotros a que ella renazca. No estará solo -dijo Philip.
-No puedo. No podría esperar por tanto tiempo, con la culpa. Me lo merezco por no haberla cuidado mejor.
Iluminó el cuerpo cubierto en aquel camisón de Marion. La joven era un cadaver viviente, y al mismo tiempo muerto del todo. Perry, en su desesperación, no veía esperanza en aquello: sentía que ya la había perdido, y la idea de esperar en vano por años no era su idea de una vida. Si Marion se había ido para siempre, entonces prefería irse para siempre él también.
-Entiérrennos en el mismo ataud -dijo. Cogió dos maderos, los cuales estaban húmedos en los bordes, y les quitó los clavos doblados.
-No -dijo Persefone, repentinamente alterada. Perry se quedó quieto, sin entender su negativa- . ¿Qué sería de nosotras, yo y Marion? Ya no habría nada.
-¿De qué hablas? Maron seguirá siendo la misma...
-¿Tienes idea de lo que enterrar a dos vampiros juntos significa?
-No. No tengo tanta edad para saber muchas cosas, Persefone -masculló Perry, levantándose- . Y las consecuencias, cualesquiera sean, no me interesan. Quiero borrarme de todo esto, pronto -Fue conciente del sentimiento, lleno de todas las emociones posibles, que lo llenó en ese instante. Era resignación, frustración, amor, odio- . No voy a esperar mucho más.
Comenzó a juntar los maderos. Philip y Persefone le miraron desde donde estaban, con aires de querer seguir discutiendo. Sin embargo, Philip se acercó a ayudarle.
-Te explicaré lo que significará.
-No te detendré.
-Serán Compañeros de por vida. La sola idea de la separación les dolerá como la sed misma, Perry -le dijo, sin mirarle a los ojos- . Ya no mirarán a nadie más, ya no considerarán a nadie más y se harán amantes por muy diferente que haya sido su situación anterior. Lo vi suceder una vez y no es agradable de ver. Perry... -El vampiro alzó la vista, mientras ubicada los maderos horizontalmente- Señor Whitmore, lo que esto significará para ustedes es una dependencia enfermiza, mental, sexual...
-No será así con nosotros -dijo Perry con seguridad- . Nosotros tenemos muy claro lo que somos, donde están nuestras pasiones.
-Con el otro. Es allí donde están, o no estarías haciendo esto. Cuando despiertes, incluso olvidarás lo que sientes por Eloy Dattoli.
Perry negó con la cabeza, parando de trabajar. Eso no era posible.
-Haría esto por cualquiera de mis amigos, ¿o no harías esto por Philip?
-No. Esto está más allá de cualquier cosa. Es sólo que... tú no lo entiendes.
-Lo entenderé cuando ella y yo despertemos. Ahora lo importante es salvarla.
Sin embargo, sacó la libreta que siempre portaba en su bolsillo trasero, y escribió en tinta mientras ellos seguían en la tarea de hacer el ataud. Guardó el papel en su camisa. Entonces se arremangó la camisa, y ante el espasmo de Philip, se desgarró la piel de la muñeca él mismo.
-¡Perry! -exclamó Persefone.
La sangre comenzó a fluir lenta, y Perry apoyó las manos en el suelo y parte de los maderos. En pocos segundos, volvió a trabajar en el ataud, ante el espasmo de ambos vampiros.
-Rápido, antes de que el sol salga.
Philip le ayudó, arrastrando a Persefone consigo. La mujer se hincó sobre la tierra, y comenzó a poner los clavos con unos pocos golpes de sus manos. Después de un tiempo, no obstante, Perry ya no pudo seguir.
-Necesito que sea más rápido -murmuró Perry, apoyándose contra la roca del tunel.
-¡Qué más rápido quieres! -dijo Persefone, mirando su herida.
Puso la mano sobre el desgarro en su muñeca, respirando profundamente. El aroma de la cueva lo desconcentraba un poco del dolor.
-En dos horas es el alba. Necesitan enterrarme con ella en un lugar adecuado, y eso demorará. Argh... maldición.
La herida se estaba curando.
Sin embargo, ninguno de los dos hizo nada, excepto seguir armando el ataud, del cual sólo quedaba la tapa por hacer y uno de los lados. Perry cerró los ojos, con la vista borrosa yendo de estos a Marion.
-Por favor... -susurró, con la voz débil.
-Ve -dijo Persefone a Philip, con la voz quebrada.
Este se alejó del ataud y fue hacia Perry.
-Será más rápido de lo que en realidad deseas -le dijo, tomándolo de la mandíbula con suavidad.
-No lo creo...
Pero sí lo fue. Philip le apretó la mandíbula y se la levantó, y lo siguiente que sintió Perry fueron sus colmillos mordiendo profundamente en su garganta. Philip comenzó a beber su sangre de segunda mano, hambrienta y abundantemente. Esta se escurrió por su garganta, y Perry pudo sentirla contraerse debajo del mentón del vampiro, bebiendo como si fuera el maná de los dioses. Sintió incluso parte de la ponzoña escaparse hacia los labios de Philip, la cual dejó aquel cuerpo inerte con la personalidad de un halo escapándose a las profundidades de una vasija ajena, un halo que lo hacía el No Muerto capaz de andar.
Su vista y sus oídos se enmudecieron, y comprendió que Marion sí seguía sintiendo, cuando percibió el tacto de Philip resbalando de él, dejándolo solo. Pero era otro tipo de sentir, un entumecimiento placentero.
Pudo sentir al detalle, pero a una velocidad que dudaba percibiera con fidelidad, cómo fue puesto dentro del ataud con Marion. Las manos femeninas de Persefone arreglaron sus brazos de manera que se abrazaran el uno al otro, para que el espacio fuera mejor aprovechado en tan reducida cama de madera. Sintió el roce de las ondulaciones de los cabellos de su esposa siento acomodados, haciéndole cosquillas en su nariz y en su mejilla, y pudo sentir el asomo leve de su busto contra su torso y su mano izquierda. La sensación de sentirla tan cerca suyo, de pronto cálida, no se comparó a las desgracias compartidas desde el momento de ser convertidos ambos en vampiros, en la misma noche. Ella y el hombre de cabello rubio ceniza se quedaron durmiendo a su lado en ese cajón, y el ser puesto a dormir nunca fue tan dulce.

Nadie viene a un cementerio para una cita, pero a Perry se le había ocurrido el día de ayer, al notar que él y Garrett siempre se juntaban en el mismo lugar. Debían variar para no levantar sospechas. En el cementerio tenían muchos lugares donde besarse y quizá hacer un poco más, como las catacumbas o los mausoleos abiertos.
Pero no hicieron nada, sólo pasearon. Miraron las tumbas, y en ese silencio protector, Perry se sintió a gusto. Garrett era un hombre tranquilo, un tanto taciturno, como un gato viejo, y ese lugar le venía como anillo al dedo. Se rió con ese pensamiento, mientras le veía detenerse a mirar la tumba de un hombre llamado Cecil Mason, muerto hace dos años atrás. La tumba estaba nueva y el ángel tallado sobre ella estaba menos polvoriento que los otros.
-Dijiste que eres profesor de Historia del Arte -le dijo Garrett, mirando el ángel.
-Sí.
-¿Algún doctorado?
-Sí.
Garrett se volteó a mirarlo, extrañado ante lo escueto. Perry sonrió.
-Adivina qué Doctorado.
-Ahm... ¿Historia del Arte? -dijo riendo.
Perry le imitó. Garrett se mordió el labio inferior, esperando. Sin embargo, él siguió callado.
-No es Arte Americano... u Oriental.
-Ciertamente.
-¿Quizá algo con... Arte Español? Tienes grabados de Goya en tu oficina. Estaban en... el escritorio.
Perry rió por lo bajo. Lo vio sonrojarse, y no pudo evitar suspirar lenta y pausadamente, recordando su salvaje encuentro en su oficina. Cuando salieron de allí había tenido el cursi deseo de irse a su departamento con él y despertar en la misma cama al otro día. Nunca había sólo dormido con alguien en la misma cama. Siempre conllevaba algo más, pero Garrett empezaba a convertirse en una excepción y eso lo asustaba. No se suponía que los hombres debiean sentir de ese modo.
-Ven -le dijo.
Garrett miró alrededor, y se dejó guiar por Perry hacia las profundidades del parque del cementerio, donde habían mausoleos solitariamente repartidos.
-Tengo la sensación de que... esperas a que haya una próxima vez. Y una próxima... -le dijo a Garrett sin dudarlo.
No quería suplicar, así que decidió hacerlo indirectamente.
-Y yo tengo la sensación de que te gustan los hombres mayores que tú, pero no te lo ando diciendo cada vez que nos vemos.
Perry rió por lo bajo, mirándolo fijamente. Era tan ingenioso, gracioso. Cada cosa que decía era inteligente, e incluso sabia a veces. Siempre iba dos pasos por delante, y de ningún modo quería alcanzarlo. Le agradaba la seguridad que le brindaba.
-Me gustan los hombres mayores -afirmó.
Eloy.
Quién es este Eloy.
Garrett sonrió socarronamente y miró a otro lado, como quien no quiere la cosa. Entonces de la nada, lo cogió de la nuca y lo besó, haciéndolo inclinarse hacia él.
Le empujó hacia el mausoleo más cercano, bajo un cedro.
Ojalá Elliott dejara de mirarlo desde ese árbol. Nunca le había gustado sentirse observado.
Perry rió por lo bajo, sorprendido por la pasión repentina de Garrett, pero poco a poco empezó a calmarse, a la vez que su respiración se iba volviendo más profunda y ruidosa. Garrett besaba bastante bien, pero no sólo eso, era medido y su lengua era algo tímida.
Su lengua se había asomado levemente entre sus labios cuando le besó en esa última presentación. Era tan insolente, y le hacía sentirse sucio. Se veía demasiado joven, demasiado niño, demasiado frágil.
Garrett solía gemir bastante cuando Perry le besaba dentro de su departamento de soltero. Se dejaba ir un poco más porque no había nadie y esas cuatro paredes los cuidaban bien y dejaba nadar sus dedos más pequeños que los suyos entre sus cabellos, desordenándolos. Le costaría mucho controlar los rizos después, pero a Garrett le encantaba tocarle el cabello, hasta que de Perry se apoderaba este deseo de darle placer sólo él, de tocarlo sólo él, y cogía esa mano escurridiza y lo hacía apoyarla sobre su cabeza, palma contra palma, haciendo ver que Perry tenía las manos más grandes.
Me gustan tus manos grandes... y tus pantorrillas de atleta...ahm...”
Garrett gemía más que él en la cama. Algunas veces se tapó él mismo la boca, pero eso sólo encendió a Perry más de la cuenta, haciéndole llegar más rápido. Le gustaba verle apretar los párpados, mientras su cuerpo se sacudía de atrás hacia adelante, y el colchón crujía a cada movimiento, y las sábanas eran arrastradas por su cuerpo tan perlado en sudor... Esa visión le encantaba, la de Garrett entregado, pereciendo de placer.
Y lo hacía sentir como un enfermo.
Soy un enfermo.”
Elliott debiera dejar de besarle. No le gustaba de esa manera, no le veía de esa manera, pero poco a poco había empezado a verlo como un igual, excepto que era un igual con la piel más tersa y acariciable que la suya y un cuerpo casi femenino que le recordaba al de Marion. Y además tenía buena memoria, y había mejorado mucho en actuación, y tenía mil ochocientos años de historia humana grabada en su cabeza. ¿Qué tan fascinante sería entrar en su cabeza?
En realidad es la historia de la humanidad, ¿no?
Quiero entrar en tu vida...
Si tan sólo pudiera sentir deseo sexual por Marion, todo sería perfecto. Marion era su alma gemela. Su corazón. Pero Elliott estaba allí en el centro de su cuerpo, haciéndole sentir tantas cosas, con esa fragilidad, ese sarcasmo... su voz hecha un lío, tratando de hablar mientras le besaba, diciendo incoherencias mientras lamía su torso suave... Nunca... había sentido esto... Siento que me voy a desmayar. Nunca antes nadie... me había tocado... así...
Nadie te ha tocado con amor, Elliott. ¿Eso es lo que dices? No es justo, a alguien tan dulce como tú...” A alguien tan dulce, Elliott... le había balbuceado mientras besaba su cuerpo que sensible se estremecía ante el menor de los toques. Eso le había vuelto loco. Quería probarle, pero se había controlado, dejándose retroceder cuando se derramó contra sábanas y piel. Luego se había dormido instantáneamente, dejándole con deseos de más.
Elliott era su tipo. Se parecía a Garrett. No sabía cómo se parecía, pero lo hacía, sólo que Elliott necesitaba que le cuidasen, que le enseñasen. Necesitaba que le acariciasen primero, que le abrazaran y le dijeran palabras amorosas y le demostrasen lealtad y sobre todo... Perdón. Debía de tener todo eso antes llegar al final del camino.
Pero Elliott casi mató a Marion. Elliott es un ladrón. Quiso robármela y hacerla pedazos...
Marion se olvidaba por completo de ti, mientras yo... yo estaba siempre cerca pidiendo que por un segundo me miraras...”
Esa mujer está enamorada de ti”, había dicho Garrett, casi recriminándoselo.Hiciste algo para se enamorase de ti. Siempre enamoras a todo el mundo, Perry.”
Prometo mirarte, Elliott. Tan sólo no vuelvas a dañarla. Dios, no le hagas nada, no quiero odiarte, Elliott. Quiero amarte. Pero si la odias a ella, yo...”
Estaba tan dividido, tan dividido entre tantas personas. Pero Garrett no estaba allí, y Perry sentía que tenía que escuchar lo que tuviera que decir aún. Garrett siempre tenía buena consejos bajo el brazo, listos para dárselos a quien estuviera falto de ellos.
¿Con un estudiante, Perry? ¿Alguien más joven que tú?”
Sí, me peleé con un estudiante. Ambroise, el primo de Marion. Es un canalla.”
Nunca se metió con un estudiante. Nunca le gustó un estudiante, por amor de Dios. Aunque hubo siempre este chico que le miraba sugerentemente. Nunca hizo ningún avance, y prefirió pensar que eran ideas suyas. Pero lo cierto es que nunca le gustó nadie más joven que él mismo. Le gustaban los hombres con experiencia, que le dirigiesen.
¿Entonces por qué Eloy Dattoli te volvió tan apasionado y tan condenadamente cuidadoso esa noche? Te hizo olvidar por completo tu nostalgia por Marion -decía Garrett en su cabeza, dándo consejos- . No cualquiera hace eso. La amas a ella más que a ninguna otra persona, pero no de ese modo. ¿Está ocupando Eloy el mismo nivel de importancia que ella?
Tú eres a quien amo más.”
Es diferente. Yo estoy muerto. Me estoy alejando, estás superándome.”
Pero siempre te querré.”
Lo sé, pero sigues derritiéndote por ese chico y tienes que hacer algo al respecto.”
Chico. Luce como un chico de dieciocho. ¿No es esa perversión peor que la de nosotros?”
Discutes con él como lo haces con un igual. Y le consideras más inteligente que tú. Admítelo.”
Me saca de quicio. Y sí le consideró más inteligente, pero has visto como se deja llevar por las emociones negativas. Pero me gusta que sea apasionado, y me gustan sus hombros. Y me gusta su rostro. Dios, cómo puede gustarme alguien tan poco varonil.”
No es afeminado.”
No. No lo es. Sólo es...”
... como Marion.”

Elliott me gustó porque es como Marion.
No sé si es injusto. Sabré si lo es cuando le vuelva a ver.






3 comentarios:

  1. Deberias pensar en enviarlo a una editorial (si no lo has hecho ya) a ver si lo publican porque eres buena escribiendo
    Por cierto, te he nominado a los Liebster Award ;)
    Un saludo

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    Respuestas
    1. nunca he pensaod seriamente en enviarlo a una editorial. Me rendí acerca de publicar algo desde que empecé a escrigr ajajajasoy una pesmista... probablemente debería enviarlo anyways ajaajajaja me halagas, muchas gracias * - *
      que es Liebster Award?

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    2. Solo es responder a unas preguntas que están en mi blog (no es que me los haya inventado yo) y después nominar a otros blogs con menos de 200 seguidores y preguntarles algo

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¿Qué es la Unanimidad?

Es esa tendencia del ser humano a desear que todos los que le rodean entren en una cajita con una etiqueta que ellos aprueben. Si uno no entra en ese cajita, uno es rechazado socialmente.
Tenemos que destruir esa cajita, porque el ser humano es complejo por naturaleza. Todos somos diferentes y aceptables, a menos que uno sea un sacoehuéa abusivo con tendencias dictatoriales.

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Chile ya no es un país

Nunca pensé que entraría a este blog de nuevo. Después de la decepción que dejó Sherlock en mi vida , con esa última temporada, están pasan...