Capítulo 13:
"Creía que estaba soñando y estaba despierto"
Sherlock
Todos
estaban conectados. Incluso Irene tenía relación con todos ellos,
como si de un grupo se tratasen. Y no podían estar más lejos de
serlo.
Le
tapé los oídos lo más fuerte que pude, mientras yo oía cada
palabra de Haneen. Estaba alterado, podía distinguir variaciones de
emoción más violentas últimamente, y temía llegar a sufrir de un
arrebato sicótico. Aquel caso se había vuelto mucho más
perturbador de lo que había imaginado.
-¿Pudiste
descifrarme, John Watson? -dijo Haneen.
Volteé
a John hacia mí, al darme cuenta de mi error. John le había leído
los labios. No obstante, John se soltó violentamente de mí.
-¡Basta
de ocultamientos! -me gritó antes de dirigirse a Haneen. A Moriarty-
¿Qué más?
-Janine
también está metida. Esa perra era mi espía. Traté de averiguar
el funcionamiento del dispositivo de Charles por medio de ella. Ella
no quería estar involucrada, pero... ya saben, todos tienen su punto
débil, aunque algunos tienen muchos más que otros -Me miró a mí
con esa sonrisa socarrona- . Algunos tienen una lista muuuy larga,
que los hace sumamente vulnerables. Y luego está John, quien no
tiene ni siquiera a su mejor amigo en ella. Su Mejor Hombre, el
hombre que Mary Morstan amenazó con matar. Se equivocó medio a
medio en ello, le dije perfectamente que no te tocara -Me dijo a mí-
. Pero no se puede confiar en una mujer. Demasiadas emociones,
enamoramiento... -Miró a John.
-No
me vengas con eso. Mary era una mentirosa, no es posible que me amara
si me ocultaba tantas cosas.
-Era
un amor posesivo y enfermo el que sentía por ti, pero era amor
igual. Aunque no es nada
comparable al amor de Sherlock Holmes. Los sentimientos te hacen tan
débil y tú, John Watson, estás arruinando la mente de uno de los
detectives más agudos del mundo.
-Te
equivocas...
-Oh,
estoy bastante segu...
-Sí
tengo a Sherlock en la lista.
-No.
No lo tienes. No estaba en los archivos de Magnussen.
-Las
cosas cambian.
-John,
calla -le dije, acercándome a él.
-¡Mantente
lejos de mí! -me gritó, volteándose a mirarme- Sé lo que vas a
hacer y, Sherlock, no quiero que me protejas más. Vas a matarme en
el proceso, ¿OK?
Tragué,
sintiéndome en una isla de pronto. Si no protegía a John cual era
el sentido de todo.
-¿Qué
tan familia son tú y Mary, por ejemplo? -preguntó.
-Eres
agudo con los rasgos raciales, ¿eh? Un digno hijo de la milicia.
Pueden distinguir a israelíes y musulmanes a kilómetros de
distancia.
-Respóndeme.
-Somos
familia. Sólo eso te puedo decir.
-¡Dímelo!
-masculló John, sacando una pistola de su bolsillo.
Me
quedé paralizado. No había notado la pistola. ¿En verdad mi mente
se estaba arruinando.
-John
-le llamé.
-Aunque
me mates, la red es muy grande, John -dijo Haneen- . Demasiado grande
para hacerme perder mis lealtades. Me debe favores mucha gente, y van
a cumplirlos incluso después de mi muerte.
-Mentiras
-intervine, tratando de apartar a John del centro de la disusión- .
Tú misma dijiste por medio de “Richard Brook” que las redes
criminales no existían, que el código no existía.
-Tendí
a agrandar la mentira, debo decir. Sí tengo lealtades, pero las he
conseguido a cambio de favores. No puedes confiar ciegamente en
nadie, Sherlock. ¿Creíste en verdad que yo tendría aliados? Me
traicionarían a la primera oportunidad.
-Tal
vez no tienes el suficiente carisma.
-Podrías
educarme en ello. Pareces provocar un curioso efecto en la gente, que
hace que confíen en ti ciegamente.
Miré
a John se reojo. Eso no era del todo cierto. No obstante, John dijo:
-Eso
es porque Sherlock siempre pone el bien por encima de todo. A veces
actúa frío, ¿pero no dicen que la frialdad es necesaria para
llegar a una solución?
-Y
tú lo sabes mejor que nadie siendo un doctor. El problema es que
nunca pudiste cumplirlo a cabalidad. Demasiadas emociones -dijo
Moriarty, mirándolo casi con amor.
-¿Cómo
fue que involucraste a tu propia hermana en el espionaje de
Magnussen? -prosiguió John.
-John,
no es la prioridad ahora... -le dije.
-¡No!
¡Quiero saberlo, Sherlock!
Di
un suspiro. Debíamos encontrar una forma de escapar. Pero claro, de
nuevo, ese era mi trabajo, y John confiaba en que lo resolviera, tal
como ocurrió en Appledore. El problema era que en ese entonces
resolví la situación de la peor manera posible, o quizá sólo de
la única forma en que podía resolverse. Mary habría quedado en
manos de Magnussen sino.
Y
la había salvado gracias a que lo había asesinado. La había
salvado, para luego verla rehuír de la vida en pareja meses después
para acabar con el trabajo que había empezado. Qué desperdicio.
Miré
a John de vuelta, sintiendo su dolor aún palpable por la pérdida de
Mary, el dolor por verse engañado por las personas que más ha amado
en su vida.
-Mi
hermana quería el bien al igual que yo, sólo que era un poco más
suave que yo. Para mí siempre ha sido el sacrificar cientos de
inocentes con tal de aniquilar a los grandes. Y cumplir favores
personales de antemano. Era la prioridad. Si esos favores personales
tenían que ver con derrocar a las monarquías y... similares a esos
-Me miró de reojo- entonces estaba bien. Pero Mary se desvió del
camino y quiso matar a Magnussen. No me convenía. Aún necesitaba
sonsacarle muchas cosas, y si una bala daba con su cabeza, nunca
sabría sus secretos. No obstante, Mary estuvo lo suficientemente
cerca de C.A.M. Para enterarse de cómo funcionaba su gran habilidad
aparentemente memorística, y la encerré para sonsacarle esa
información.
John
la fulminaba con la mirada. Tragué, nervioso por miedo a que hiciera
algo precipitado.
-Irene
Adler fue una de tus aliadas -susurré a Haneen, para cambiar de
tema.
John
me miró de reojo.
-Me
mantuvo al tanto de las fotos que consiguió, pero nunca se puede
confiar en el corazón de una mujer. Yo claro tengo la ventaja de no
ir mucho más allá de la atracción primaria. Hay alguna hormona que
me está faltando, supongo -dijo, con sarcasmo- . Gracias a dios es
así.
-¿Cuál
es su estado con respecto a ti actualmente?
-¿Por
qué? ¿Te interesa, Sherlock? Sinceramente predescible, es casi
vomitivo... Pensé que no tenías interés por esa mujer. Es una
criminal de la peor clase.
-¿Te
has mirado al espejo?
-Yo
tengo clase. Ella no discrimina. Yo lo hago, soy selectiva. Ella es
una trabajadora de la noche y no elige a sus víctimas en el proceso.
Si la llaman, va. Y si resulta ser este un cliente prometedor, le
sonsaca secretos. Y a veces permite que sólo le paguen con ellos.
¿Qué se puede esperar de una mujer así? Así que quítala de tus
puntos de presión, Sherlock. No vale la pena.
-Es
un buen recurso, nada más -aclaré. Era verdad. No tenía otro
interés por ella. Y más ahora, era un recurso valioso.
-¿Para
qué quieres usarla, Sherlock? Te advierto que yo tengo más
información sobre ella que tú. Más información de cualquiera,
incluso de ti. ¿Quieres saber dónde está tu hermanito perdido?
John
se volteó a mirarme, sin entender. Yo me quedé simplemente rígido.
¿De qué estaba hablando Moriarty?
-Apuesto
a que ni te imaginas donde está.
-¿Qué
tengo que hacer para que te calles? ¡Scott está perdido para
siempre!
Moriarty
sonrió con placer. John se acercó a mí, pero yo alcé mi mano para
que no lo hiciera.
-Doctor
Watson, ya sabe que puede retirarse. Le dije que no le haría daño
-dijo Moriarty, sin apartar la vista de mí.
-¿Qué
tan cierto es eso? -dijo John- Me secuestraste y me trajiste hasta
aquí...
-A
voluntad.
Sólo por ser educado. Los hombres siempre son educados con las
mujeres hermosas.
Cerré
los ojos.
-Siempre
creen que son ángeles.
-Sospechábamos
de ti -dije con firmeza.
-Pero
no estaban seguros. Veo cuán decepcionado estás, Sherlock. Querías
que estuviera del lado de los ángeles como tú. Pero nada de eso se
puede conseguir en la vida. Eres una persona pública, siempre...
siempre
querrán hacerte daño, llegar a ti. Desarmarte, deshacerte de ti,
así que tira tus armas.
Los
siete hombres que habían llegado antes se acercaron a nosotros. Me
tensé entero, viéndolos pasar junto a Haneen marchando con la
perfección de soldados pisando cemento. La arena era blanda, estaba
suelta en ese sector, y tardaron un poco más en llegar a nosotros,
por lo que hice lo que tenía que hacer.
Caminé
hacia John y me puse delante suyo.
-Vete
-le dije.
Los
siete hombres llegaron donde nosotros. Saqué la pistola de mi
bolsillo de inmediato y me volteé a apuntar a John. Él se quedó
inmovil de espasmo.
-¿Qué...?
-Vete.
Los
siete hombres me apuntaron en la cabeza. John los miró extraño,
entonces miró hacia Haneen. Probablemente la mujer estaba suspirando
de pesar por haber sido tan fácilmente descifrada.
-Sherlock,
no...
-¡VETE!
-dije, pasando la bala al compartimento. John se quedó quieto, con
su expresión contrayéndose lentamente hacia el espasmo- ¡Te digo
que te vayas!
-No
lo haré.
Apunté
hacia la arena. La ventaja de ese terreno era que la bala no
rebotaría. John dio un salto.
-Sherlock,
no de nuevo -dijo, con los ojos como platos. Su respiración comenzó
a acelerarse, con el seco aire del desierto haciéndole daño en los
pulmones. Quise que se detuviera, pues en unas horas tendría la
garganta hecha trizas.
-Vete,
te lo pido. Coge el autobús. El conductor te llevará de vuelta.
-No
lo hará, Haneen lo ha comprado...
-Lo
ha hecho, pero ya la oíste, no te hará daño.
John
miró a los siete hombres. Vi la llama de la comprensión en sus
ojos. No obstante, esta fue reemplazada rápidamente por el miedo.
-No
te dejaré aquí -dijo, con un hilo de voz. Me rompió en mil
pedazos.
-Piensa
en Hamish -susurré- . Por favor, piensa en él. No le dejes solo.
-No
me manipules con...
-¡HAZLO,
MALDITA SEA!
La
respiración de John estaba tremendamente agitada. Lucía como si
estuviera a punto de empezar a hiperventilar... en parte porque me
encontraba apuntándole con una pistola. Yo, no cualquiera. Además
parecía estar intentando comprender el porqué de que Haneen no
quisiera matarlo. Había algo más profundo que el hecho de que a
Haneen le agradaba John, por supuesto. Siempre había algo más, y yo
sabía perfectamente qué era.
Entonces
pasó lo impensable. Me quitó la pistola y en un rápido y medido
movimiento me cogió el brazo y me hizo un rápido esguince que me
sacó un mudo gemido de los labios, para luego rodearme el cuello con
su brazo. Llevó la pistola a su cabeza, le dio la espalda a los
siete hombres y Haneen, sin poder verlos, y su respiración comenzó
a calmarse un poco. Pero entonces pude ver que nuestros reflejos,
aunque débiles, se alcanzaban a ver en los vidrios de la puerta del
bus. Haneen estaba pasmada y John tenía el rostro desencajado por la
tensión.
-Nos
vamos los dos -le dijo a Moriarty- . Si no nos dejas, apretaré el
gatillo.
-¿No
prefieres quedarte y saber por qué no te mataré? Si se van, voy a
seguir enviándoles espías.
-Desentraña
cómo hacer el dispositivo tú misma -le dijo John- . ¡Sherlock no
te ayudará en eso!
Puse
los ojos en blanco. No era el dispositivo, era mi mente. Moriarty
tenía que probar con un conejillo primero, si es que arruinaba el
primer intento. Habían sido aliados, Moriarty y Magnussen, y aunque
Magnussen nunca había conocido su verdadera identidad, habían
sabido el uno del otro; pero Moriarty nunca se había enterado del
secreto de Magnussen para controlar a todo el mundo conocido. Eran
criminales, pero no se tenían confianza entre ellos.
-John,
mide lo que dices. Tengo que quedarme o seguirán persiguiéndonos a
los dos.
-¡Que
así sea!
John
disparó a tientas. Me volteé como pude, pasmado, pero no vi a
ningún hombre caído. ¿Nunca había matado a un hombre con un arma,
¿no? El bichito sel orgullo se me encendió, y tomé la mano de John
con la mía.
-John,
déjame aquí...
-No
discutiremos eso.
Subimos
al bus. John me empujó hacia el piso para que quedase fuera del
alcance de las balas y apuntó al conductor en la cabeza.
-¡ARRANQUE!
-John...
-lo llamé en un gemido. Mi brazo dolía.
Iba
a decirle que no era necesario. Había visto al conductor. Era un
hombre cualquiera, amenazado por Haneen en medido de Madaba.
-¡HE
DICHO QUE ARRANQUE!
El
conductor pisó el acelerador y el bus comenzó a andar. Los balazos
empezaron a oírse en los costados del bus.
-¡Rápido!
El
conductor era separado, judío, con cuatro hijos y famoso por tener
varias mujeres después de su divorcio. Probablemente adicto a la
pornografía por no hallar satisfacción en la cama con ninguna de
ellas. No era un hombre de tener sexo sin amor, y después de su
mujer, quien le exigió el divorvio, no encontraba a nadie igual.
Sentí cierta conexión con él, sólo que yo no veía pornografía,
excepto la que había encontrado en la laptop de John. Pornografía
para hombres heterosexuales. Sin BDSM, común y corriente.
Me
arrinconé contra unas sillas, oyendo los balazos. El conductor se
inclinaba hacia adelante, salvándose de los balazos por pura suerte.
¿Por
qué lo hacían si no deseaban matarnos a ninguno de los dos? No
matarían a John porque si lo hacían yo no cooperaría en el
descubrimiento del funcionamiento del dispositivo de Magnussen y,
naturalmente si me mataban a mí, no habría tal descubrimiento. Pero
lo que no lograban asimilar era que no había tal dispositivo.
Magnussen
era como yo. Lo recordaba todo, todo aquello que le fuera util. Y no
estudiaba nada que no fuera util para él. Ambos fuimos un fiasco en
el colegio por eso. Un verdadero fracaso, y gracias a ello me gané
la fama, al menos para Mycroft, de ser un flojo retrasado sin
capacidad para deducir. Pero lo que no siempre intentaba negarme a mí
mismo era que Mycroft había sido quien me había enseñado a
deducir, y en su aparente preocupación por mí olvidó a Scott. Él
podría haber descubierto donde había ido a parar. Por mi parte yo,
cuando sucedió su pérdida, no estaba en condiciones de descubrirlo.
El suceso ocurrió mucho antes de Carl Powers. Mucho antes. Y en ese
entonces era un incapaz, Inteligente y rápido, pero incapaz de
deducir nada de lo que veía. Luego de la desaparición de Scott me
obsesioné con ello, y odié a Mycroft por no encontrarlo. Y él me
odió por ello.
-Sherlock
-me llamó John.
Se
acercó a mí gateando por el pasillo del bus y cuando estuvo lo
bastante cerca levantó su puño en el aire. Cerré los ojos y
contraí la nariz.
Su
puño chocó contra mi pecho. Mi respiración se cortó un poco.
-Lo
siento -dijo- . No debí hacerlo. Aún estás combaleciente.
-Estoy
bien -dije, manteniendo los ojos cerrados. Mi brazo dolía. Di
gracias a eso, pues era lo que estaba manteniéndome bajo control, al
contrario de John.
Sentí
su respiración encima, con olor a wasabi. ¿Otra vez estaba comiendo
wasabi? Era como los tomadores de whisky, consumiendo un licor que
resulta una tortura de consumir.
Abrí
los ojos, pero la mantuve baja. John había matado la última
oportunidad de cortar la conexión con Moriarty definitivamente. Si
hubiera logrado hacer entender a Haneen que no había truco
tecnológico de por medio, yo y John habríamos quedado libres. O
quizá la furia de Moriarty me habría matado de una vez por todas.
Nunca podría saberlo.
¿Por
qué seguía poniendo a John en la línea? ¿Por qué seguía
involucrándose?
-Pudiste
dejarme allí -dije, con la mano en el brazo.
-No
sería correcto -dijo, sentándose junto a mí y tocándome el brazo.
Dolió terriblemente, pero me guardé las quejas.
Su
contacto fue reconfortante y lentamente dejé de ser tan conciente
del dolor. Y lo siguiente que me preguntó, que ya me lo esperaba, lo
preguntó con una voz amable y cautelosa, la misma que ponía cuando
quería pedirme favores:
-¿Scott
era el nombre de tu otro hermano?
Sentía
el motor del bus bajo las piernas. Sentí mi corazón acelerarse por
el dolor que desde hace años aún no se iba.
-Scott
Holmes.
-Scott
no es tu tercer nombre, entonces -dijo con un dejo de broma.
Reí
por lo bajo.
-No.
Me
tensé de nuevo. Miré hacia el conductor, al notar que miraba hacia
nosotros. ¿Nos dejaría ir libremente en verdad?
-Debemos
hacer algo respecto a él -dije, bajando la mirada a la pistola que
John aún sostenía apuntada hacia él.
-Nos
llevará hasta Madaba -dijo John, manteniendo la vista fija en él- .
En eso no hay discusión.
-No
me refiero a eso.
-Sherlock,
no nos queda más opción que amenazarlo...
-Pero
sufrirá las consecuencias. Tiene cuatro hijos y una ex esposa que
aún ama. ¿A quién crees que dañará Moriarty para vengarse de él?
La
expresión de John se afectó.
-¿Cómo
dedu...?
-Luego
te digo.
-OK.
¿Qué hacemos?
-No
estamos muy lejos de Madaba. Saquémoslo del bus y golpeémosle un
poco...
-Dijiste
que...
-Sólo
así Moriarty creerá...
-¿De
verdad piensas que se creerá el espectáculo? Él sabe que no harías
algo como eso...
-Hay
que intentarlo.
John
dio un suspiro. Se paró en el bus sosteniéndose de las sillas.
-John,
necesito algo de ayuda -le dije.
Retrocedió,
sin quitar la mirada del conductor, y me cogió del brazo sano para
levantarme.
-Detén
el bus -le ordené al conductor.
Este
nos miró por el retrovisor confundido.
John
Me
encargué de golpear al pobre hombre, tras varias advertencias de
Sherlock de que fuera cuidadoso. Yo estaba demasiado alterado y tendí
a exagerar cuando comencé. Tenía los nervios un poco de punta, pero
el shock me estaba manteniendo a raya. Sentía que en cualquier
momento explotaría.
Sherlock
se sentó en una silla del bus en cuanto tomé el mando del volante.
Madaba se veía a la distancia y no tardamos mucho en llegar. Una vez
allí llevé a Sherlock a una farmacia para comprar vendas
-Creí
que me llevarías a un hospital -dijo con sarcasmo.
-No
hace falta -dije, vendándole el sector del brazo donde el esquince
había sido hecho. Pasé el pulgar por la articulación de su brazo,
pero el dolor siguió eclipsando la sensación de cosquillas y apreté
la yema contra ese sector, notando la dureza a partir de allí, y
luego hacia arriba, en el biceps. Sherlock había estado entrenando.
Cuando estuvimos en el mar lo noté, pero me encontraba en un estado
de ensoñación en ese momento.
-Es...
irresponsable de tu parte entrenar estando combaleciente.
-Ya
no lo estoy -dijo, cerrando los ojos con fastidio- . A propósito, en
cuanto lleguemos al hotel nos vamos de aquí.
-No
te permiten entrar a Londres.
-Siempre
se puede entrar camuflado. Pediré algo de ayuda del exterior.
Negué
con la cabeza, exasperado.
-No
puedes. Iremos a otra parte, a otro país, y quizá podamos resolver
el caso desde allá. Exculparte.
-No
tengo más tiempo. Necesito volver a Londres. La ayuda que necesito
será suficiente. Confía en mí -dijo, llevando su mano a mi mano.
Tragué,
y sin dudarlo, quité mi mano del vendaje listo. Me alejé de él
hacia una de las estanterías de la farmacia. Estábamos detrás de
los mostradores, tras suplicar en inglés a los farmacéuticos que
nos dejasen ocupar su espacio. Iba a llevarme unas cuantas medicinas
de repuestO. Sherlock había estado sintiendo dolor al dormir, por la
herida de la bala, y había estado quejándose en sueños. Un poco de
morfina lo ayudaría, aunque... temía que se hiciera adicto.
Y
temía que mi rechazo agravara la situación. Pero simplemente no
podía... no podía dejar eso pasar. Aún tenía el corazón
acelerado a causa de verle apuntándome con una pistola. Había
sentido tanto miedo al verlo de esa manera, alterado y controlado a
la vez, apuntándome. Sabía que no me heriría, tenía la certeza,
pero aún así...
-Llevaré
algunas medicinas -dije, un tanto incómodo.
-John...
-dijo.
-Para
el dolor. Debes poder sobrevivir el viaje si quieres llegar hasta
Londres.
Pensé
que volvería a interrumpirme, pero en vez de eso un gran silencio se
cernió sobre nosotros. Pude oír las voces de los farmacéuticos, y
perdiéndome un poco en eso y en el pensamiento de lo que lejos que
estábamos, no oí los pasos de Sherlock detrás mío. Me tomó de la
muñeca y me hizo voltearme para besarme.
Me
tomó por sorpresa. Cuando le rechazaba, lo que había hecho en
repetidas ocasiones desde que había llegado allí, excepto por aquel
atardecer idílico en un mar salado, usualmente Sherlock no insistía.
Y a pesar de haberle visto dar el primer paso esa vez, aún no me
acostumbraba a ese Sherlock besador cuya pasión se desbordaba como
la de todos los demás al besar a alguien que... les gustaba.
Sentí
sus labios cerrarse lentamente sobre los míos, tras mantenerlos
entreabiertos sobre los míos, que se abrieron solos como un títere
al comando de un titiritero. El roce siguió y siguió, suave hasta
que fue totalmente superficial, aunque igualmente cálido. La tensión
que estuviera sintiendo desde el momento en que vi el cañón de esa
pistola apuntando a mi frente se fue del todo, y mi respiración se
deshizo en un suspiro.
Separó
los labios de los míos en un sonido húmedo, y yo me obligé a
permanecer controlado, mientras me acariciaba la mejilla con la mano
de su brazo sano. Pensé que volvería a hacerlo, por lo que mantuve
los ojos cerrados, aunque sin dar ninguna otra señal de desear otro
beso. Sherlock dejó resbalar sus dedos por mi mejilla hasta mi
mentón, y en eso se cortó el contacto. Ya no hubo más, y yo abrí
los ojos herido.
-Supongo
que va a ser el último antes de mucho tiempo -dijo con la voz débil.
No
me atreví a alzar la vista hacia él. La mantuve fija en su cuello,
y me arrepentí de ello. Pues tras un momento tragó. La tenía
anudada, y eso me dolió en el pecho.
-Pero
gracias -dije, alzando la vista- . Estaba un poco nervioso.
Él
asintió una vez.
-De
nada.
Le
vi morderse el labio inferior con estos cerrados. Se veía tan
vulnerable de pronto. Pestañeó rápidamente y se tapó el brazo con
la manga de la camisa de lino. Se alejó de allí hacia la entrada de
la farmacia. Yo apoyé la cabeza en el estante, con un nudo horrible
en la garganta. ¿Por qué no podía deshacerme de mi orgullo y
simplemente estar con él? Pero no podía. Sherlock había insistido
en dejarme fuera una y otra vez y... esta vez había pasado la línea.
¿Por qué no entendía que yo también me preocupaba por él, que
necesitaba estar a su lado, que no me importaba ponerme en peligro si
él también lo estaba?
Fuimos
al hotel a recoger sus cosas. Sherlock estuvo calladísimo y más
serio que nunca, pero le vi tragar repetidas veces. Le había hecho
totalmente conciente de mi resentimiento. Quizá estaba exagerando,
debía considerarlo, pero no podía evitar sentirme así. No podía
solo estar con él libremente sin... pensar en cómo había intentado
ahuyentarme. Cómo podía saber si iba a intentarlo de nuevo, dejarme
en medio de la nada y huir para... mantenerme a salvo. O incluso
volver donde Haneen, Moriarty, y ayudarle en sus planes.
No
podía sólo hacer la vista gorda. Para Sherlock... según él, según
su punto de vista tan limitado y a la vez tan extenso, para él si le
ocurría algo, si salía herido en alguno de sus casos, en la vida...
sólo él saldría perjudicado. Se olvidaba, siempre se olvidaba de
que había gente que le quería y le necesitaba. Se olvidaba de que
él no estaba solo en el mundo, de que incluso Mycroft estaba
pendiente día y noche de él.
Recordé
lo del hermano perdido, en esa breve conversación que él y Haneen
tuvieron. Sherlock se había visto tan asustado, como si el que este
hermano siguiera existiendo no hubiera estado dentro de sus
posibilidades. Me preocupaba, y mientras hacíamos el equipaje en el
hotel, en medio de un silencio incómodo, me atreví a preguntarle.
-Cuando
Scott se perdió, lo dieron por muerto, ¿no?
Sherlock
asintió, dándome la espalda.
-¿Tú
lo
diste por muerto? -dije, incrédulo.
-Sí.
-Y
Moriarty... ha estado pendiente desde entonces, no sólo desde lo que
sucedió con Carl Powers.
Sherlock
se enderezó. Al parecer no había considerado ese hecho. Estaba
menos agudo de lo normal.
-Supongo
que es así cómo son las cosas.
-¿Tienes
alguna teoría de cómo pudo haberse enterado?
-No
sé. Tal vez ella y Mycroft han estado relacionados desde hace mucho
más tiempo -dijo con cierta amargura- . No puedes confiar en nadie,
ni siquiera en tus hermanos...
Le
vi pasarse la mano por la cara. El tema le tenía visiblemente
molesto. Sin embargo, le oí sorberse un poco.
¿Estaba...
llorando?
-Sherlock...
-Obviamente
no es por Mycroft, debe haber alguna otra conexión -explotó de
pronto, hablando rápido- . Pero entonces pienso “Siempre quieres
que todo sea inteligente, Sherlock”. Es lo que ese desgraciado...
esa desgraciada dijo. La respuesta debe ser más simple de lo que
debiera creer, y no puedo econtrarla. No puedo pensar en simple,
es... aburrido y me... resiente...
Se
volteó a mirarme a mí. Sus ojos estaban un poco rojos.
-Sé
que dije que dejaría la morfina para el viaje, pero...
-No
-dije, levantando el pulgar.
-Pero,
John... John, no puedo pensar, el
dolor
no me deja pensar y me va a volver loco.
-No
te duele tanto.
-¡Me
hiciste un esguince en el brazo derecho, maldito seas! Y el balazo
estuvo orientado hacia el lado...
-No
me vengas con eso, es para el viaje -dije, yendo hacia mi maleta para
protegerla.
-John,
por favor, necesito saber cómo... No es posible que me haya conocido
desde esa edad, Haneen no existía en ese entonces. Alguien debió
decírselo después.
-Tal
vez mintió sobre su edad.
-Por
dios, mírala, no mintió sobre su edad. Tiene la piel más tersa que
un adolescente que no ha probado la bebida.
-Es
una mujer...
-Jordania
te curte la piel...
-Sherlock,
no te daré morfina -dije con firmeza...
-John,
haré lo que quieras. Me quedaré callado sobre lo de... nosotros. No
insistiré, lo olvidaré si quieres, pero déjame encontrar a mi
hermano.
Eso
me dejó en silencio. ¿Por qué intentaba convencerme con eso? Era
todo lo contrario a la manipulación, ¡Me disuadía de hacerle caso!
Quise
decírselo, quise decirle que por mí insistiera, pues necesitaría
un empujón, pues mi orgullo era demasiado fuerte para darle otra
oportunidad. Pero me quedé callado, pues sus ojos rojos me romperían
un poco más por dentro si era posible. Fueron la señal de que la
morfina debía permanecer en mi maleta hasta que subiésemos al
avión.
-No
te la daré. Es por tu bien. Tanta droga te dañará el cerebro y en
un futuro ya no podrás resolver casos.
-No
me interesa resolver casos a futuro. Quiero resolver este. Ya que tú
no me permitiste quedarme a preguntarle yo mismo...
-¡No
me lo recrimines a mí! ¡Si no quieres que nadie se preocupe por ti
entonces no hagas amigos, Sherlock! ¡Y mucho menos me beses!
-No
lo haré más.
Le
fulminé con la mirada. Ya ni me importaba que de pronto luciera tan
débil, como un niño pequeño que ha perdido su perro.
-Eres
un egoísta, ¿sabes?
-¿Qué...?
-dijo, sin entender... por supuesto.
Di
un suspiro. Fue entonces que pareció entender.
-¡Tú
eres el egoísta! Nunca me dejas... mantenerte fuera del peligro. Te
salvé la vida una vez, y salvé a Mary...
-No
tenías que hacerlo...
-¿Preferirías
haber recibido una bala en tu cabeza?
-Después
de que supe porque lo hiciste, sí. No fueron dos años paradisíacos exactamente, y si estoy evitando que me dejes fuera es porque no
quiero pasar por eso de nuevo. Te quiero donde mis ojos te vean,
Sherlock. Sino quizá cuantos edificios más saltarás.
Me
fulminó con la mirada.
-¿Y
si terminamos con nuestra amistad? -preguntó.
Eso
dolió.
-No
podrás deshacerte de mí tan fácil -dije con firmeza.
Sherlock
fue a sentarse a su cama, frustrado.
-OK,
tampoco creo que lo último tenga posibilidad.
-Ya
lo creía.
Sherlock
dio un breve suspiro. Juntó las manos frente a sus labios, tratando
de calmarse, y luego se pasó las manos por el pelo sobre la frente,
masajeándose el cuero cabelludo. Le había visto hacer eso otras
veces desde que llegase aquí. Sherlock no había tenido un minuto de
paz después de llegar a Madaba, sin duda, a pesar de la presencia
relajante de Haneen, la antigua y falsa Haneen.
Caminé
hacia él dubitativo, y vi su expresión por un momento ceder al
sufrimiento. Fue entonces que llevé mi mano al sitio sobre su
frente, pasando por dedos entre su cabello ahora corto. Sentí su
mano del brazo bueno en mi cadera, en mi camisa de lino, presionando
hasta encontrar un apoyó sobre el borde del pantalón. Tragué, y
seguí masajeando su cabeza, hasta que Sherlock apoyó la frente en
mi abdomen. Dejé que lo hiciera, pasando las manos por su nuca, y
poco a poco le sentí empezar a agitarse levemente, en un... llanto
mudo.
Sentí
mi propia garganta anudarse, y respiré profundo varias veces para
mantenerme firme. Y lo logré, e incluso cuando le oí sollozar
ahogadamente, me mantuve firme.
Sherlock
había estado quemándose de dolor por años, y oírle llorar fue
quizá el momento más perturbador de los últimos años con él.
Sentirle coger mi camisa con el puño apretado fue perturbador y
quebrantador, y tuve que reunir mucha de mi voluntad para no
agacharme y levantar su rostro hacia mí. Le di privacidad, y dejé
que me agitara un poco, pues sus lágrimas eran tales que el modo en
que cada sollozo y gemido silencioso le hacían moverse, hicieron que
yo también me moviese. Y fue conmovedor, y me sentí privilegiado.
Sherlock tenía que liberarse y por fin lo estaba haciendo.
Apenas
pude contener los deseos de consolarle a través de más intensas
formas.
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